Del conflicto hacia la recuperación de un proyecto educativo nacional
31/12/2004
- Opinión
El ciclo escolar que acaba de finalizar, expuso a cielo abierto
los graves problemas de nuestro sistema educacional. La
fragmentación, la desigualdad y la carencia de un proyecto
educativo nacional constituyen la raíz de una crisis que creció de
manera exponencial con las reformas de la gestión menemista que
instauró el Ministerio de Educación " sin docentes y sin
escuelas". Pero, por sobre todas las cosas, sin Presupuesto para
sostener el funcionamiento de las escuelas públicas de todo el
país garantizando un piso mínimo de igualdad. Por eso en la
Argentina actual la exclusión social, reproduce milimétricamente
la exclusión educativa .Salvo rarísimas excepciones, a comunidades
pobres corresponden escuelas pobres.
Al haber desaparecido el factor nivelador que representaba el
Estado nacional, hoy impera una lógica impiadosa que castiga la
pobreza con pobreza educativa. Como no podía ser de otra manera,
esto sucede también con los salarios docentes, aunque mitigado en
parte por la existencia del Fondo Nacional de Incentivo Docente
que, como se sabe, horadó dicha lógica a costa de tres años de
obstinada lucha en la Carpa Blanca.
Pero no sólo se trata de la carencia de recursos materiales. Esto
se traduce también en un vacío institucional, generado por la
limitada capacidad de incidencia del Ministerio de Educación para
lograr efectivizar estrategias de alcance nacional. Y así como
suele decirse cada maestrito con su librito, cada gobernador
defiende celosamente su propia autonomía de gestión en un terreno
en el que, para colmo de males, la mayoría no visualiza un área
estratégica de gobierno, sino una fuente de erogaciones que no
reditúa políticamente en el corto plazo de los tiempos electorales
En este contexto, el retraso acumulado y la fragmentación crecen a
medida que se acentúa la falta de rumbo y cada jurisdicción se
inventa su propia hoja de ruta, en una fuga hacia delante que hoy
nos sitúa en el absurdo de tener 24 subsistemas educativos
distintos. Con el agravante de que, hacia el interior de los
mismos, conviven a la vez una gama de versiones de experiencias
piloto de reformas educativas que se han ido sedimentando como
coonsecuencia de experimentos hechos, por lo general a la ligera.
El único hilo conductor en esta balcanización de lo que otrora
fuera un sistema educativo concebido como instrumento integrador,
siguió siendo al igual que en todos estos largos años de
postergación, la reducción presupuestaria y la degradación
salarial y profesional del sector docente.
La combinación de la puja por el ingreso y la reivindicación de la
dignidad profesional, un elemento subjetivo que ha moldeado la
identidad colectiva de la docencia argentina, volvió a hacerse
presente a lo largo del 2004 en las demandas y los conflictos
protagonizados por los educadores en casi todas las provincias del
país.
Pero lo que explica la intensificación de las medidas de fuerza
en varias jurisdicciones es la percepción de que, mientras por un
lado creció el superávit fiscal de la Nación y de las provincias
grandes, los salarios de los docentes perdieron valor adquisitivo
respecto del año 2001. Esto efectivamente fue así, porque el
reajuste del Incentivo Docente y algunos incrementos otorgados en
dosis homeopáticas por las provincias, quedaron muy abajo del casi
50 % de inflación minorista que, al levantar los precios de la
canasta alimentaria , empujó a más del 70 % de los docentes del
país por debajo de la línea de la pobreza.
De esta manera, cuando comenzaron los paros en Córdoba, Santa Fe o
Buenos Aires, los maestros de esas provincias _ para citar sólo a
las que más recaudan _ ganaban comparativamente menos que en el
2001, en pleno pico de la crisis en que jugaron un papel
fundamental sosteniendo el funcionamiento a pleno de las escuelas
en medio de la hecatombe social.
En aquel momento no se planteaba, como sí se lo hizo ahora, la
lucha por elevar el salario. Las acciones tenían que ver más con
conservarlo íntegro o con poder cobrarlo en tiempo y forma. La tan
mentada Ley de los 180 días de clase, era en realidad para esa
otra Argentina. La que quedó atrás ni bien los efectos de la
devaluación y la pesificación redujeron drásticamente el gasto
primario de las provincias y les restituyeron la capacidad de
abonar salarios, sin necesidad del soporte financiero de la Nación
previsto en dicha norma legal.
Aún a pesar de todas estas adversidades no somos de los que creen
-y / o esperan- que la educación pública, presa en una espiral de
postergación y conflictividad permanente, termine sucumbiendo.
Creemos que existen condiciones para remontar esta crisis y que
hay que hacerlo ya.
El año 2.005 puede ser el punto de inflexión entre el modelo
educativo del darwinismo social impuesto en los 90 y una
refundación de la escuela pública argentina que rescate el
espíritu integrador de la Ley 1420. Por supuesto que no se plantea
marchar hacia atrás. Por el contrario, se trata de tener por parte
de quienes gobiernan , la osadía de plasmar en políticas concretas
lo que constituye una demanda de la inmensa mayoría de nuestra
sociedad : asignarle prioridad a la educación, concebida como un
derecho social que debe estar garantizado por el Estado, sin
discriminación ni exclusión de ninguna índole.
Para que ello sea posible es imprescindible que en la agenda
política del 2005, por encima del ajetreo de un año electoral,
pueda colocarse como cuestión insoslayable la necesidad de dar
vuelta la página del modelo educativo heredado del menemismo.
En tránsito hacia ello entendemos que hay dos iniciativas que
resultan prioritarias. Una es el debate de una Ley de
Financiamiento Integral que restituya el rol del Estado Nacional
como cogarante, junto con las provincias, de un piso salarial de
dignidad para todos los docentes del país y de un piso de
inversión por alumno para empezar a reducir la brecha de la
desigualdad y del fracaso escolar. La otra es comenzar a debatir
colectivamente una nueva Ley de Educación , que nos restituya a
los argentinos un proyecto educativo para la integración nacional
y la inclusión social..
Hugo Yasky - Secretario General de CTERA -
Buenos Aires, 31 de diciembre de 2004
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