La democracia del agua
04/11/2004
- Opinión
Es relevante que un país como Uruguay elija por primera vez en
su historia a un gobierno de izquierdas, pero lo es más, si
cabe, que sea pionero a nivel mundial en la celebración de una
consulta popular sobre el agua. El pasado domingo los uruguayos
además de poner fin a 170 años de alternancia de "Blancos" y
"Colorados", dijeron "no" en referéndum a la privatización del
agua.
El 60% de la ciudadanía votó a favor de una reforma
constitucional que, al declarar el agua como "bien público", la
protege en adelante de caer en manos privadas, a la vez que
garantiza la participación de los usuarios en todos los niveles
de su gestión. El acceso a los servicios de agua y saneamiento
pasa además a ser considerado un derecho humano fundamental. Una
compañía estatal se encargará de hacerlo efectivo, y no habrá en
el futuro más concesiones a empresas privadas.
Las organizaciones ecologistas han destacado la importancia de
la iniciativa uruguaya por su novedad, y también porque fija un
precedente importante para la protección del Medio Ambiente: la
democracia directa como fórmula para consagrar estos principios
en la constitución nacional. En un tiempo en que las grandes
corporaciones pugnan por el control del agua, Uruguay se
garantiza así la soberanía sobre un recurso cada día más
preciado por su escasez.
Lo que todavía no está muy claro de la reforma, es qué pasará
con las empresas foráneas que actualmente prestan en el país
servicios de agua. En principio, la reforma no tendrá carácter
retroactivo y sólo se revisarán aquellas concesiones que vayan
en contra del interés general. Es el caso de dos compañías
españolas.
Aguas de la Costa opera en el Departamento de Maldonado desde
hace doce años. En este tiempo las tarifas de agua han subido en
la zona a un ritmo siete veces superior al del resto del país.
Es un fenómeno íntimamente ligado a cualquier experiencia
privatizadora, que las empresas suelen justificar diciendo que
mejoran el servicio. Pero el ejemplo de la otra empresa española
desbarata este argumento. Uruagua se encarga del suministro de
agua en Punta del Este y Piri, dos destacados centros
turísticos. En 2002, en el momento álgido de la temporada
turística, la compañía estatal de agua Obras Sanitarias del
Estado (OSE), se vio obligada a recomendar a la población que
hirviera el agua suministrada por Uruagua antes de consumirla
porque ésta contenía bacterias.
En los últimos años, el traspaso a manos privadas de la gestión
del agua se ha planteado como una posible solución a su
creciente escasez. El Banco Mundial ha sido uno de los mayores
patrocinadores de esta idea, e incluso, en determinados casos,
ha llegado a condicionar la concesión de préstamos en países del
Sur a la privatización de los servicios de agua y saneamiento.
Algunas compañías como la Suez Lyonnaise del Eaux o Vivendi
tienen ya 110 millones de clientes en más de 100 países, y
aspiran a acaparar el 75% del mercado en los próximos años.
Varios países latinoamericanos ya se han opuesto firmemente a la
privatización del agua. Los habitantes de Cochabamba, en
Bolivia, protagonizaron una de las revueltas más sonoras. Hartos
de invertir cerca de la mitad de su sueldo en la cuenta del agua
se echaron a la calle. Después de meses de protestas
consiguieron recuperar el control sobre el preciado recurso y
que el gobierno suspendiera la concesión a una empresa
dependiente del conglomerado Bechtel. También en otros países de
la región como Argentina y Chile la privatización ha despertado
malestar entre la gente, pero nunca antes ningún país había
hecho lo que Uruguay: someter a votación el modo de gestionar
el agua. Habrá que ver si cunde su ejemplo.
* Iñigo Herraiz. Periodista.
Agencia de Información Solidaria
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