Más allá de Bush y Kerry
Estados Unidos en el centro de la crisis mundial
28/10/2004
- Opinión
Hacia el final de la década pasada la economía norteamericana
solía ser presentada por los medios de comunicación como el mega
motor del crecimiento global, el paradigma del capitalismo
triunfante donde según los gurús neoliberales se estaba
expandiendo de manera vertiginosa una Nueva Economía basada en la
alta tecnología y desatando un círculo virtuoso de progreso
indefinido. Se nos explicaba que las innovaciones tecnológicas
generaban ingresos que incitaban a innovar más lo que a su vez
expandía la riqueza, etc. Todo ello expresado en una euforia
bursártil sin precedentes (nadie recordaba lo ocurrido en 1929).
Clinton ocupaba la Casa Blanca y regalaba simpatía, el caso
Lewinsky agregaba una nota de alegría suplementaria a la fiesta de
los mercados.
Sin embargo algunos hechos disonantes perturbaban la armonía, en
primer lugar el contraste entre el auge consumista y la casi
desaparición del ahorro personal. Los ciudadanos del Imperio
gastaban todos sus ingresos y contraían deudas porque de manera
directa o a través de fondos de inversión o pensión ganaban mucho
dinero especulando en la Bolsa. Las empresas, en especial las
llamadas tecnológicas veían como día tras día se valorizaban sus
acciones lo que les permitía (sobre)invertir y (sobre)endeudarse.
Todo eso hacía subir las cotizaciones bursátiles sin mayor
vinculación con la rentabilidad real de las firmas.
La burbuja se desinfló en el año 2000, Clinton le dejó su puesto a
Bush y se instaló la recesión, además llegó el 11 de septiembre de
2001 marcando el despegue de una era militarista.
No han faltado observadores, en especial del campo progresista,
para señalar el antagonismo entre un Bush arbitrario e imperial y
un Clinton multilateral, negociador, apegado al juego de las
instituciones. Sin embargo Clinton impulsó una descomunal
concentración de ingresos, desató la guerra en el corazón de
Europa (Yugoslavia) e intensifico el bloqueo y los bombardeos
contra Irak que prepararon la invasión posterior. Todo su
andamiaje económico se apoyó en la hipertrofia financiera
acelerando el ascenso de las mafias que ahora gobiernan a cara
descubierta. En realidad el fascismo crispado de Bush, sus
delirios imperialistas y la corrupción que lo rodea heredan,
exacerban tendencias dominantes durante los años 90. La mutación
parasitaria del capitalismo norteamericano y sus consecuencias
sociales, políticas y militares se gestó durante mucho tiempo, con
la complicidad de demócratas y republicanos, hunde sus raíces en
la financierización del capitalismo mundial.
Motores de la crisis
Estados Unidos salió de la recesión hacia fines del 2001 inflando
una segunda burbuja financiera, cuya base no fue esta vez la
especulación bursátil sino el negocio inmobiliario. Se produjo una
nueva concentración de ingresos impulsada por las reducciones
fiscales a los ricos, los gastos militares y otras transferencias
de recursos públicos a camarillas económicas asociadas al
gobierno, entre estas las multinacionales petroleras que
orquestaron la invasión a Irak. Dicha reactivación amplió los
viejos desequilibrios, generó nuevos y rehabilitó otros que
dormían durante la era Clinton. El resultado ha sido una avalancha
de problemas que desbordan la capacidad de control del sistema
empujándolo a la crisis.
El indicador negativo mas visible es el fracaso de la invasión a
Irak que asume un doble aspecto. Por una parte constituye un duro
golpe para la estrategia estadounidense de control de los recursos
petroleros mundiales; la aventura iraquí y la ocupación de
Afganistán fueron pensadas por el equipo Bush como implantaciones
iniciales que serían luego seguidas por la invasión de Irán y la
colonización de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central,
presionando sobre Rusia y China hasta someterlas completamente. El
esquema se empantanó y la posible retirada (derrota) de los
invasores de Irak muy probablemente desatará una escalada de
movimientos antinorteamericanos desde Medio Oriente pasando por
Pakistán y llegando a Filipinas e Indonesia. Los pueblos islámicos
(más de 1300 millones de personas) serán la base humana de esas
transformaciones.
El otro aspecto, mucho más grave aún, es que el fiasco en Irak
desnuda la impotencia del sistema militar estadounidense para
ganar rápidamente una guerra colonial contra un país de solo 25
millones de habitantes destruido por una sucesión de guerras (la
guerra Irak-Irán, la primera guerra del Golfo, la década larga de
bombardeos anglo-norteamericanos). Fracaso del aparato de
inteligencia sobrecargado de sofisticación y dólares pero incapaz
de procesar eficazmente información, consecuencia del
embrutecimiento intelectual de recursos humanos provenientes de
una sociedad decadente. Débil moral de combate de tropas regulares
y mercenarios (los famosos "contratistas") que despilfarran
armamento y masacran población civil indefensa. Fanfarronería
tecnológica acompañada por una logística desmesurada, paralizante,
resultado de la carencia de apoyos locales significativos. Se
repite así la historia de las declinaciones de imperios y
civilizaciones del pasado.
Otro factor de crisis es la acumulación explosiva de
desequilibrios. El déficit del comercio exterior viene creciendo
desde hace más de una década pero ahora llega a niveles
insostenibles (más de 500 mil millones en 2003 seguramente
superados este año) debido a un tejido industrial cada día menos
competitivo corroído por la dinámica financiera. El déficit fiscal
superó este año los 400 mil millones de dólares afectado por el
aumento de los gastos militares y las reducciones tributarias a
los ricos. Cuyo resultado es una deuda pública que supera los 7,4
billones de dólares, el 67 % del PBI, unos 25 mil dólares por
habitante, desde hace 12 meses su ritmo de aumento diario es del
orden de los 1700 millones de dólares (1).
La segunda burbuja
Detrás de la expansión de los desequilibrios se encuentra la
prosperidad efímera generada por la segunda burbuja financiera
centrada en la especulación inmobiliaria. La baja de las tasas de
interés hasta llegar al 1% y la multiplicación de incentivos
públicos impulsaron una avalancha de prestamos hipotecarios sobre
viviendas: los precios de casas y departamentos se fueron a las
nubes. Durante la burbuja anterior el aumento de las acciones
infló artificialmente la riqueza de las familias (hasta que se
pinchó el globo) ahora el alza de los valores inmobiliarios tiene
un efecto similar engendrando una ola consumista basada en deudas.
Aunque buena parte de estos créditos fueron negociados a tasas
ajustables y con deudores con limitada capacidad de pago, lo que
hace suponer que la inevitable suba de tasas de interés en el
próximo año colocará en situación de insolvencia a una masa
considerable de deudores hipotecarios, desatando una cadena de
impagos que golpeará al sistema financiero (2), derrumbando los
valores inmobiliarios.
La crisis energética
A ello se agrega la crisis energética. A mediados de 2001 la
administración Bush publicó su Plan Nacional de Energía, en ese
momento Estados Unidos importaba el 53 % del petróleo que consumía
y el Plan pronosticaba que para el 2020 esa cifra ascendería al
65%, pero en los primeros nueve meses del 2004 la importación
llegó al 65,5 % y casi seguramente en el 2005 alcanzará el 70 %
(3). La producción petrolera de Estados Unidos viene cayendo desde
comienzos de los años 70 pero fue a mediados de los 1980 cuando la
tendencia se aceleró; entre 1986 y 2004 la extracción cayó cerca
de un 40 %. Uno de cada cuatro barriles de petróleo vendidos en el
mercado internacional es ahora comprado por Estados Unidos que
representa solo el 9 % de la producción mundial de petróleo,
aunque consume el 25 % de la misma (4). Se trata de un consumidor
voraz de los recursos petroleros globales cuya explotación se va
acercando al techo a lo que seguirá pronto una trayectoria
descendente (5). Ello hace subir los precios del petróleo
agravando el déficit comercial norteamericano.
Como señalan los expertos: se acabó el petróleo barato. Pero la
culpa no es solo de Estados Unidos sino del conjunto de países
superdesarrollados. La Unión Europea (primera importadora mundial)
importa el 80 % del petróleo que consume y Japón compra al
exterior casi el 100 % de su consumo. Si sumamos a las tres
potencias tendremos el 12% de la producción mundial pero el 50 %
del consumo y el 62 % de las importaciones internacionales.
Ahora esos países serán seriamente afectados por la carrera de
precios petroleros: subirán sus costos productivos, caerán las
ganancias y la inversiones de sus empresas, se desacelerarán o
declinarán sus mercados internos, crecerá el desempleo. Y no
podrán revertir la situación porque sus estructuras industriales
tienen a mediano plazo rigideces tecnológicas insuperables. Los
ahorros de energía y la utilización de fuentes alternativas
avanzarán pero relativamente poco porque la magnitud de su costo
(si pensamos en un reemplazo a gran escala) y el tiempo necesario
para dichos cambios son incompatibles con la reproducción concreta
de las áreas dominantes del capitalismo mundial hegemonizadas por
el cortoplacismo financiero.
La crisis energética no obedece a un desajuste tecnológico
corregible, una vez más resulta útil recordar otras decadencias de
civilizaciones empujadas hacia abajo por el agotamiento (la
superexplotación) de sus recursos naturales, atribuible a su
incapacidad práctica, civilizacional, para producir de otra
manera, es decir con otras técnicas que permitan suavizar el
consumo de esos recursos y/o utilizar otros. Un sistema técnico
hegemónico es el resultado productivo de relaciones sociales en un
período histórico determinado, dispone de un espacio de maniobra
acotado por barreras culturales, intereses económicos, políticos,
etc.
¿Quién empuja a quién?
Aparentemente Estados Unidos empuja hacia el pantano al conjunto
de áreas dominantes del mundo, aunque si profundizamos la
reflexión podríamos ver ese proceso de otra manera. La deuda
externa total de Norteamérica (la pública más la privada) ronda
los 4 billones de dólares, sus principales acreedores son
japoneses, chinos y europeos. Estos últimos aceptan dólares y
compran bonos del Tesoro estadounidense ayudando así a la
superpotencia a cubrir su déficit fiscal y a comprar bienes y
servicios al resto del mundo (potenciando su déficit de comercio
exterior). También adquieren en la Bolsa acciones de las empresas
de Estados Unidos y propiedades en dicho país alentando las
especulaciones bursátil e inmobiliaria. ¿ Porque lo hacen ?.
Porque necesitan sostener al primer cliente del planeta, si este
se hunde se hundirán las exportaciones y las colocaciones de
excedentes financieros de dichos países . Japón viene amortiguando
desde hace tres lustros una crisis de sobreproducción que no ha
podido superar, le sobran mercancías y fondos que sin el mercado
norteamericano serían inubicables, no existe en el mundo un
comprador de la talla de la superpotencia. La situación de
Alemania es parecida, el repliegue estadounidense golpearía al
mercado global y en consecuencia a las exportaciones alemanas sin
cuya dinámica ese país habría entrado en recesión hace mucho
tiempo. Los chinos también alimentan al supercliente, sin sus
compras de productos industriales y su absorción de excedentes
financieros el modelo de mercado, tal como hoy existe en China, y
la elite beneficiaria del mismo entrarían en crisis. Este
razonamiento lo podríamos trasladar a otros países de Asia del
este.
De todos modos de seguir así esta relación perversa donde los
norteamericanos acumulan déficit y deudas mientras los otros
acumulan una enorme montaña de papeles destinados a desvalorizarse
y donde todos juntos depredan velozmente los recursos petroleros
(pilar decisivo de la economía global); la civilización burguesa
entrará pronto en una seguidilla de turbulencias y depresiones
imposibles de controlar.
Por consiguiente la culpa es compartida, la mundialización del
capitalismo coloca a todas las clases dominantes de las potencias
en el mismo barco, que también dispone de camarotes de segunda y
tercera clase para las burguesías periféricas, atrapadas por la
telaraña financiera. Ninguna de ellas puede tomar distancia del
desastre, la que sale del juego cae aunque si persiste caerá tarde
o temprano arrastrada por la futura depresión global. Esto
significa que no existe espacio histórico para potencias de
reemplazo del Imperio en decadencia, tampoco lo hay para la
autonomización durable de los capitalismos subdesarrollados.
Notas:
(1) U.S. National Debt Clock, (www.brillig.com/debt_clock)
(2) William Engdahl; "Estados Unidos:¿hacia una recesión en
2005?", Enfoques Alternativos, número 26, septiembre 3004.
(3) Fernando L. D'Alesandro, "Petróleo:¿punto final?", La
Insignia, septiembre 2004 (www.lainsignia.org).
(4) Agencia Internacional de Energía (www.iea.org) y U.S. Energy
Information Administration (www.eia.doe.gov).
(5) Ver el artículo "¿Hacia una crisis energética global?" en
"Enfoques Alternativos" n° 27, Buenos Aires, Octubre 2004.
https://www.alainet.org/es/active/7034
Del mismo autor
- En ruta hacia la implosión económica y la explosión social 30/07/2018
- Neofascismo e decadência: o planeta burguês à deriva 08/05/2018
- Neofascismo y decadencia 03/05/2018
- Las nuevas dictaduras latinoamericanas 16/03/2018
- « Macri. Origines et installation d’une dictature mafieuse » 19/12/2017
- Macri: Orígenes e instalación de una dictadura mafiosa 04/12/2017
- Argentina: la instalación de la dictadura mafiosa 01/11/2017
- Argentina en contrarrevolución (accidentada) 22/04/2017
- Esperando a Trump 16/12/2016
- Alertas rojas: señales de implosión en la economía global 07/07/2016