Haití memorable

01/08/2004
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El 2004 aún huele a clerén y sudor, invita al homenaje de la memoria y a la negritud. Celebramos junto a Haití los 200 años de su memorial revolución triunfante a la servidumbre. A propósito, la ONU bautiza año internacional de la conmemoración del recuerdo de la lucha contra la esclavitud en honor a los hijos de Toussaint Louverture. Pero nos quedamos con el moño hecho. Los haitianos no han sido capaces de organizar la gran fiesta. El primero de enero fue nostálgico y reducido. Faltó creatividad y solemnidad para que todos los pueblos desayunáramos con los haitianos la sopa de la independencia: yautía amarilla, ayuma, ajíes y suficiente carne de guinea. Viene Boukman del agosto ceremonial de 1791, aquel sacerdote vudú poseído en Bois Caimán invocando a "el buen dios que ha hecho el sol que nos alumbra desde las alturas, que subleva la mar y hace rugir el trueno; ¡escuchadme bien, vosotros!, este buen dios, oculto en una nube, nos mira. Ve lo que hacen los blancos. El dios de los blancos pide crimen. El nuestro desea bondad. Pero este dios bueno exige venganza. El dirigirá nuestros brazos. Él nos ayudará. Arrojad la imagen del dios de los blancos que tiene sed de nuestras lágrimas y escuchad la voz de la libertad, que habla a nuestro corazón". En Gonaives y enero nació Haití, será siempre memorable. Hay un Haití inmenso, intenso y sublime, no el de los Tontons Macoutes, el hecho a pedazos por los políticos, el de las turbas armadas, el de los muertos en las calles de Puerto Príncipe, el de las pobres imágenes de CNN, el de las miserables estadísticas del PNUD y del Banco Mundial que sólo buscan des-acreditar. Existe un Haití digno que puede interpelar su historia. El que se anida en el pincel comprometido de Tigá. En la homilía silenciada de Ti Jean. Brota del éxtasis musical de Boukman Experience. Se lee en los versos tiernos de Jacques Romain. Cuelga en naif en el malecón dominicano soñando con la africanía y desafiando agua, sol y sereno. A dónde duerme el Haití histórico, rebelde y libertario. No el de los "boats peoples" que huye a Miami y habita en los suburbios de París, New York, Québec y en los bateyes de Santo Domingo. Tampoco, el del contraste entre Cité Soleil y Petionville. ¡Qué despierte en catarsis caminando radiante por el mar Caribe con sabor a azúcar y aroma de alcohol! Él, álgido brotando en carnaval de las caderas de una negra diciendo: ¡Bonsair la société! * Darío Solano es animador
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