El petróleo es de ellas
21/06/2004
- Opinión
Cupo al propio presidente Lula, hace poco más de un mes,
anunciar discretamente la realización de la sexta ronda de
licitaciones de las áreas petrolíferas brasileñas, prevista
para el próximo 15 de agosto. En las cinco primeras rondas,
realizadas durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso,
las empresas extranjeras remataron, a precios simbólicos,
áreas descubiertas por la Petrobras, ganando automáticamente
el derecho de exportar todo el petróleo de ellas extraído.
En 1997, el PT, en la oposición, votó contra la ley que
permitía eso, y al hacerlo usó adjetivos muy duros contra el
gobierno de entonces. En el 2004, el PT, en el poder, se
prepara para patrocinar una megasubasta de las áreas donde
Petrobras ya encontró 6,6 mil millones de barriles de petróleo
de excelente calidad, correspondientes al 50% de las reservas
nacionales comprobadas.
¿Qué adjetivos merece un partido que actúa así?
Ningún motivo legítimo hay para este indignante cambio de
posición. Al contrario. Toda la evolución del sector
petrolero, en Brasil y en el mundo, apunta a la necesidad de
fortalecer a Petrobras y a actuar con gran cautela. Los
argumentos usados por Fernando Enrique para abrir el sector al
capital extranjero se muestran falsos: en vez de buscar nuevas
reservas, las empresas privadas entran solo en las áreas donde
Petrobras ya había hecho con éxito la prospección, una
actividad cara y arriesgada. Comprarán billetes premiados.
Es lo que se repite ahora, con la subasta de los llamados
"bloques azules", de gran potencial. Como estamos a las
vísperas de la autosuficiencia en la producción brasileña de
petróleo –una conquista histórica para Brasil-, las áreas que
el gobierno de Lula entregará a las multinacionales solo
podrán entrar en operación para exportar. Por lo menos tres
motivos vuelven desastrosa esa decisión.
La geología brasileña es desfavorable para el hallazgo de
petróleo, de modo que no debemos esperar que grandes
descubrimientos se sucedan. Nuestras reservas comprobadas y
probables, de 16 mil millones de barriles, podrían garantizar
un horizonte de autonomía de cerca de 18 años, que será
dramáticamente reducido por la política actual. Gracias al
esfuerzo y a la competencia de las generaciones pasadas,
Brasil se volverá autosuficiente en el 2006, pero la política
implantada por Fernando Enrique y confirmada por Lula nos
reconducirá a una posición importadora en menos de una década.
Esto sucede en un momento en que, en el mundo, dos procesos se
suman, para sugerir justamente el camino opuesto. De un lado,
el vertiginoso crecimiento de China y de la India, fuertemente
dependientes de importaciones, ha aumentado la demanda mundial
y presionado los precios hacia arriba. En la próxima década,
China habrá doblado su consumo y precisará obtener en el
exterior más del 80% de todo el petróleo que necesita. La
dependencia de abastecimiento externo ya es de 50% para
Estados Unidos, 60% para Europa y 100% para Japón, lo que
permite entrever el potencial del conflicto inmerso en esta
cuestión.
De otro lado, hoy se sabe que las reservas mundiales fueron
groseramente sobreestimadas. En todos los casos, están siendo
revisadas a la baja. Durante la reciente epidemia de fraudes
contables, las más respetables multinacionales del sector
presentaron datos falsos para elevar el valor de sus acciones.
Las reservas de Shell fueron infladas en un 24%, las de El
Paso en 33% y las de Enron en 30%. Diversos países hicieron
lo mismo, inclusive grandes productores, como los Emiratos
Árabes, Arabia Saudita y México. Anunciaron poseer
yacimientos entre 20% y 40% mayores que los verdaderos, pues
las cuotas de producción, definidas en el ámbito de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), son
proporcionales a las reservas declaradas. Hay mucho menos
petróleo disponible del que se pensaba.
Como la elevación del consumo y el descubrimiento de fraudes,
el mercado mundial se sumerge en una gran incertidumbre. En
cerca de un año, el precio del petróleo pasó de cerca de 28
dólares a 40 dólares el barril y no presenta tendencia
descendente. Autores insospechados anuncian nuevos shocks.
El embajador Rubens Recupero, escribe: "La tendencia a un
aumento sensible y continuo en el precio del petróleo es
estructural y no apenas fruto de manipulaciones del mercado.
La dificultad en los precios (...) puede venir en cinco años,
con un shock mayor elevando el barril a 50 dólares". El
economista Paúl Krugman sigue la misma línea: "El mercado del
petróleo está distendido hasta el límite de la ruptura (...)
La última vez que los precios alcanzaron los niveles actuales,
poco antes de la Guerra del Golfo (1991), había capacidad de
producción excedente en el mundo, de modo que había espacio
para enfrentar serias perturbaciones de oferta, en el caso de
que ellas surgiesen. Esta vez, esto no se aplica (...) Los
nuevos hallazgos han sido cada vez más raros (...) Los precios
del petróleo están altos y pueden subir aún más".
Se prevé que en el 2010 asistiremos al pico de la producción
mundial y comenzaremos a ver una declinación en la oferta.
Algunos, más asustados, ya hablan de un petróleo a 100 dólares
el barril hacia fines de la próxima década. El dato es
especulativo, pero la tendencia es cierta.
En este contexto –con un mercado estresado, precios en alza,
conflictos a la vista y a las vísperas de un shock anunciado-,
el gobierno de Lula decide retirar del control de Petrobrás y
entregar a las empresas multinacionales 6,6 mil millones de
barriles de las reservas comprobadas brasileñas (repito: la
mitad de las reservas comprobadas brasileñas). Esas empresas
tendrán un festín de exportaciones durante algunos años. A
cambio, nos darán algunas dádivas que el ministro Palocci
traspasará al día a los bancos internacionales, nuestros
acreedores. A causa de esta destinación prevista, la
suspensión de la licitación, según el ministro, "emitiría una
señal negativa para los mercados".
¿Qué adjetivos merece un gobierno que actúa así?
El petróleo, como se sabe, es un recurso no renovable, sin el
cual, con la base técnica actual, ninguna economía funciona.
Un país carente de ese recurso, como Brasil, y que necesitará,
en algún momento, reencontrar el camino del desarrollo,
precisa gerenciar con mucho cuidado sus propias reservas,
insertándolas en un planteamiento estratégico de largo plazo.
Percibir esto no depende de la ideología ni exige
formulaciones sofisticadas. Basta la decencia.
Invirtiendo el lema de la campaña popular que llevó a la
creación de Petrobrás, el gobierno Lula decretó que el
petróleo es de ellas. Me faltan los adjetivos. (Traducción
de ALAI).
* César Benjamín es autor de A opçao brasileira
(Contraponto, 1998. nona ediçao) y Bom combate (Contraponto,
2004).
https://www.alainet.org/es/active/6336
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