Abrir las puertas del infierno
06/04/2004
- Opinión
Antes de la guerra de Irak, en una reunión de la Liga
Árabe, el Secretario General, Amr Musa, señaló
acertadamente que una guerra de Estados Unidos en Irak
"abriría las puertas del infierno". Hoy en Irak esas
puertas están mucho más abiertas de lo que nunca antes
habían estado, especialmente para Estados Unidos.
"Los sunníes y los chiíes se han unido contra los
estadounidenses", me dijo un hombre en una calle del
barrio de Shuala de mayoría chií, en la zona oeste de
Bagdad, mientras hablábamos junto a un vehículo militar
estadounidense averiado. Este mismo sentimiento también
se tenía en el cuartel general de la organización de
Moqtada al-Sadr, que el día anterior se había lanzado
al asalto de las fuerzas estadounidenses.
En efecto, todos en la zona coinciden en que las
fuerzas de ocupación fueron expulsadas de Shuala por
los sunníes y los chiíes luchando conjuntamente y por
grupos locales desorganizados, no por las milicias del
Mahdi al-Sadr.
Aunque la resistencia crezca hasta tal grado que
Estados Unidos no la pueda controlar, y esto depende
más del gran Ayatollah Ali al-Sistani que de Paul
Bremer o de George Bush, lo que está muy claro es que
los sucesos de los últimos diez días han establecido un
punto de inflexión en la ocupación de Irak.
Se nos ha explicado una versión de lo sucedido adaptada
a los intereses de Estados Unidos. Según esta versión,
"grupos aislados de extremistas partidarios de Saddam"
existentes en Faluya, en una acción descontrolada,
asesinaron a cuatro contratistas que custodiaban
convoyes de alimentos. Según George Bush, Moqtada al-
Sadr lucha precisamente ahora contra las fuerzas
estadounidenses porque "prefiere emplear la fuerza
antes que dejar que la democracia florezca".
La verdad es bastante distinta. Faluya, aunque con
fuerte implantación sunní, apenas era partidaria de
Saddam. Sus imames tuvieron problemas al negarse a
obedecer sus órdenes de elogiarle en los sermones.
Muchos de sus habitantes son salafíes (El Wahabismo es
una rama del Salafismo), un grupo que se convirtió en
objetivo de la persecución de Saddam.
De hecho, durante la guerra, Faluya no fue uno de los
núcleos de resistencia. Se unió a la resistencia a
partir del 28 de abril de 2003, cuando las tropas
estadounidenses abrieron fuego contra un grupo de entre
100 y 200 manifestantes pacíficos, matando a 15 de
ellos. Los ocupantes declararon que habían repelido una
agresión con armas de fuego, pero el Observatorio de
Derechos Humanos investigó el asunto y descubrió que
los agujeros de los proyectiles hallados en la zona
demostraban lo inconsistente de semejante historia,
además de que todos los testigos iraquíes mantuvieron
que la multitud se encontraba desarmada. Dos días
después, otros tres manifestantes fueron asesinados.
Estos sucesos fueron la causa de que mucha gente de la
zona se uniera a la resistencia y formaran sus propios
grupos (véase una entrevista con uno de ellos en el San
Francisco Chronicle - http://sfgate.com/cgi-
bin/article.cgi?file=/c/a/2003/10/07/MN953.DTL&type=pri
ntable)
La generalización de la violencia y las frecuentes
medidas de represión colectivas impuestas en la ciudad
han hecho que el sentimiento de odio y hostilidad
contra las fuerzas de ocupación sea en Faluya mucho
mayor que en otros lugares.
El incidente más reciente, en el que fueron asesinados
cuatro mercenarios de Blackwater Security, una compañía
formada por ex marines ( Blackwater realiza funciones
similares a las de los soldados en Iraq y se ve
implicada en los combates) no se produjo casualmente.
De hecho, precisamente la semana anterior, los marines
estadounidenses habían llevado a cabo duras incursiones
en Faluya, matando al menos a siete civiles, entre los
que se encontraba un periodista gráfico. Los vecinos
hablaban de ello como la causa del ataque al grupo de
Blackwater y del espantoso espectáculo que se produjo
después.
Tras los recientes enfrentamientos en Faluya, y el
sitio a la ciudad en el que murieron 12 marines, dos
soldados más y al menos 66 iraquíes, no parece que haya
posibilidad de salir de este atolladero en el futuro
inmediato.
No satisfechos con este problema masivo con los
sunníes, la ACP (Autoridad Provisional de la Coalición)
ha decidido también hostigar a los chiíes seguidores de
Moqtada al-Sadr.
Cualesquiera que sean las opiniones de Moqtadar al-Sadr
sobre la democracia, la afirmación de Bush de que había
iniciado esta espiral de violencia para derrocarla es
ridícula. En primer lugar, a pesar de la retórica
agitadora de al-Sadr, él y sus seguidores siempre han
estado a un paso de la violencia directa contra las
fuerzas de ocupación. En segundo término, el incidente
que ha desatado esta ola de violencia total ha sido el
cierre de su periódico al-Hawza, lo que constituye un
flagrante acto anti democrático. De hecho, el periódico
no se clausuró por apología directa de la violencia,
sino por publicar la declaración de un testigo directo
que afirmaba que el atentado con un supuesto coche
bomba que mató a gran número de voluntarios de las
nuevas fuerzas de defensa iraquíes, había sido
realizado desde un avión (y en consecuencia por Estados
Unidos).
En general, no existe una manera más eficaz para hacer
reír a un iraquí que hablarle sobre cómo Estados Unidos
están trayendo la democracia y la libertad al país.
Cuando se comenta el último problema causado por los
estadounidenses, es normal contestar irónicamente "Así
es la libertad". Al preguntar a Rasul Gurawi, portavoz
de al-Sadr en la oficina de Thawra- el barrio de dos
millones de habitantes donde, quizás, al-Sadr recibe su
más firme apoyo- sobre la declaración de Bush, me
contestó: "¿Esto es la democracia? ¿Atacar a
manifestaciones pacíficas? ¿Matar gente y destruir
edificios?".
Mientras los ocupantes pierden simultáneamente el
control de Basra, Najaf, Kerbala, Nasiriya, Kufa, Kut y
Diwaniya, Shuala en Thawra y Kadimiya en Bagdad, Bremer
y Bush han dado marcha atrás. Ahora afirman que en
lugar de perseguir a al-Sadr por su actividad política,
lo hacen por su conexión con el asesinato, el pasado
abril, del religioso chií Abdul Majid al Joei. En
efecto, uno de los factores que precipitaron la
reciente espiral de violencia fue la detención de
Mustafa Yacubi, uno de los principales colaboradores de
al-Sadr, acusado del mismo asesinato. Aunque también
afirman que no tuvieron nada que ver con esta detención
y que fue un juez iraquí quien, actuando de forma
independiente, dictó la orden judicial.
En Irak esta explicación no se la cree nadie.
Precisamente se ha conocido que las órdenes de arresto
se habían dictado hacía tiempo pero se habían mantenido
en la recámara a la espera del momento oportuno. De
hecho, afirma Gurawi, el ministerio de justicia iraquí
declaró públicamente que no tenía información sobre la
implicación de Sadr o de Yacubi en el asesinato de Joei
y que no eran buscados por el gobierno iraquí.
Sea como sea, la respuesta militar de la administración
estadounidense y su retórica vacía no solamente no
convence a los iraquíes sino que además ayuda a
exacerbar una situación en la que Estados Unidos ha
perdido el control.
Aunque la situación en Faluya parece deberse a sucesos
casuales (inevitables entre tantas refriegas), las
apariencias indican que el acoso a los grupos de al-
Sadr estaba programado deliberadamente. En este caso,
se trataría presumiblemente de un intento de retirarle
de la esfera política antes de la simbólica
"transferencia de soberanía" del 30 de junio.
Pero les ha salido el tiro por la culata, como
cualquiera que leyera las noticias y las interpretase
por sí mismo, sin recurrir a las versiones de otros,
podría haber previsto. La señal resultó evidente ayer
con la muerte de tres soldados estadounidenses en el
barrio Kadimiya de Bagdad. Mientras los partidarios de
al-Sadr son probablemente una mayoría en Thawra y una
minoría muy importante en Shuala, en Kadimiya su
influencia siempre había sido insignificante.
Si bien en estos momentos la violencia que ha estallado
constituye la noticia principal, en cierto modo no
refleja la auténtica realidad. La matanza de más de 100
personas en los diez últimos días es una tragedia, pero
no es sino el reflejo de la vida cotidiana bajo la
ocupación
Los habitantes de los barrios chiíes de Bagdad, que
están resistiendo violentamente a los americanos, hasta
ahora odiaban con fuerza a Saddam. Sufrieron bajo su
represión y también sufrieron del abandono,
especialmente durante el periodo de sanciones, ya que
los escasos recursos disponibles se asignaban a zonas
políticamente más favorables al régimen. Por ello,
esperaban grandes mejoras cuando Estados Unidos se
hicieron cargo de la situación.
El Jeque Sadun al-Shemary, antiguo miembro del ejército
que participó en el alzamiento de 1991, y que en la
actualidad es portavoz de la organización de al-Sadr en
Shuala, me dijo: "Las cosas están exactamente como en
tiempos de Saddam, quizás peor".
Esto es todo lo que se necesita saber sobre la
ocupación de Iraq.
Rahul Mahajan es el editor de la web Empire Notes
http://www.empirenotes.org y en la actualidad está
informando desde Bagdad. Su último libro es "Full
Spectrum Dominance: U.S. Power en Iraq and Beyond". Se
puede establecer contacto con él en
Rahul@empirenotes.org
Título original: Opening the Gates Of Hell
Autor: Rahul Mahajan
Origen: ZNet/ Iraq. 7 de abril de 2004
Traducido por Felisa Sastre y revisado por Joana
Llinàs
https://www.alainet.org/es/articulo/110005
Del mismo autor
- Report from Baghdad -- Opening the Gates of Hell 07/04/2004
- Abrir las puertas del infierno 06/04/2004