El Dios de Bush

13/05/2004
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
En el sentimiento nacional de Estados Unidos encontramos un cemento filosófico-moral puritano con vocación absoluta. Esta cultura tiene hoy día una representación política fuerte, a través del grupo de nuevos cristianos interpretes dogmáticos del Antiguo Testamento que rigen la administración Bush. El propio presidente es un convertido que rara vez desaprovecha la oportunidad de citar la Biblia: "La libertad a que estamos apegados no es el don de América al mundo, sino el don de Dios a la Humanidad" fundiendo de esta manera su misión político- militar al designio de Dios. Así, a Bush le gusta decir: "Los acontecimientos no son movidos por cambios ciegos ni por el azar, sino por la mano de un Dios justo y fiel". Es una visión que le permite encajar su militarismo y sus guerras en una visión bíblica del mundo. Su posición mesiánica considera que Estados Unidos tiene el privilegio de cumplir su destino de salvar al mundo, si es necesario por la fuerza. Su cristianismo derechista comparte con el judaísmo ultraortodoxo un Dios colérico: "Por Dios te despojaré como se descorteza un árbol". No hace falta insistir que la ocupación israelí de los territorios palestinos se siente inspirada y legitimada por un alma nacional y divina que le ha sido otorgada por la Torah que es la ley de Jehová. La idea de estar cumpliendo una misión divina ha influido en el sentimiento nacionalista norteamericano en una manifestación de superioridad de su modelo político frente a los modelos europeos. Estos últimos por ser débiles e imperfectos necesitan regirse por un entramado normativo e institucional que con frecuencia les hace incapaces de combatir el Mal de la manera más eficaz, es decir con la espada. Por el contrario un gobierno fuerte es aquél que no se detiene y menos aún se subordina a espacios multilaterales de negociación y consenso: la misión purificadora es impune a los controles terrenales, ya que es el brazo de la Providencia Divina. Dicho de otro modo, el derecho que emana de esta misión altera el orden y las obligaciones legales que Estados Unidos tiene con el mundo en general. Lo dicho hasta aquí es para llamar la atención de lo siguiente: la invasión de Irak, como la de Afganistán, se presentan como una respuesta al terrorismo islámico, cuando en realidad son la expresión de intereses económicos –control de recursos naturales- pero también, en palabras de Juan Goytisolo, la manifestación de una guerra entre dioses justicieros que representan civilizaciones en choque. El fundamentalismo no es exclusivo del Islam. La ética protestante y la idea calvinista de la purificación dominan la política de Estados Unidos, en la línea señalada por algunos próceres: "El movimiento puritano nos hizo eclesiásticos en la política" Uno de sus presidentes, Ulysses Grant, en su segundo discurso inaugural dijo: "Creo que el Hacedor está preparando al mundo para que, llegado el momento, se transforme en una gran nación que siga nuestros pasos". ¿Quién puede negar que estos principios son los que han madurado el proyecto político interno norteamericano y sus relaciones exteriores? Sobre ello pivota la conciencia de haber construido el mejor sistema político y económico y su vínculo con la actuación de Estados Unidos en el mundo. De hecho la relación constitucional existente entre el principio de "guía de naciones" y los poderes reales del ejecutivo en las relaciones exteriores viene sancionada desde la Constitución de Filadelfia de 1787. El grupo que gobierna hoy Estados Unidos es muy peligroso desde el momento que considera que el respeto a la legalidad internacional es un signo de debilidad. De ahí al menosprecio de los organismos y las prácticas multilaterales no hay ni un solo paso. La clave de este comportamiento se encuentra en la idea de que el derecho del destino manifiesto, para ser llevado a la práctica, debe configurar una hegemonía mundial no sujeta a las decisiones de otros. El unilateralismo no comparte el poder en el mundo por más que eventualmente necesite aparecer como parte de una coalición internacional. La idea de liderazgo único es tan clara que las elites norteamericanas no comprenden como Europa no acepta de buena gana esa supremacía que se expresa en un poderío militar incomparable. Pero este modo de estar en el mundo no es solamente consecuencia de ser un poder Imperial, sino que es también la expresión de quien cumple una misión salvífica ordenada por el Dios de la naturaleza y de la naciones que impone a Estados Unidos altas obligaciones. El fundamentalismo protestante del gobierno norteamericano comparte con Bin Laden una visión guerrera y apocalíptica que contempla la aniquilación del enemigo e incluso la de multitudes inocentes. La idea de arrasar Faluya para liberarla se puede trasladar al campo de cualquier región del mundo, de cualquier ciudad, de cualquier país entero. El fundamentalismo de las elites gobernantes de Estados Unidos se convirtió hace mucho tiempo en un asunto político. Aun cuando el cristianismo ha tenido una Ilustración, un Spinoza, un Kant y un Marx, la versión de los nuevos cristianos de Bush retrocede al Antiguo Testamento "Dar el grito de guerra –se refiere a la conquista de Jericó por Josué- porque el señor os entrega la ciudad. La ciudad con todo lo que hay en ella será consagrada al exterminio en honor del Señor" La fórmula consagrar al exterminio traduce la expresión hebrea "entregar el anatema"; el anatema es la destrucción completa del enemigo con sus bienes y pertenencias. Efectivamente, cuando la ciudad cayó, los asaltantes se dedicaron al exterminio de todo lo que había en ella, pasando a cuchillo a todos los seres vivientes. La fusión de lo religioso y lo político, se da obviamente en un Islam enfrentado a la modernidad, a pesar de Avicenas, de Averrores y del gran Ibn Jaldún. Pero en el caso norteamericano esta fusión supone el gran chollo para unas elites que siendo integristas se dedican al negocio del petróleo y de la industria de armamentos. Apoyándose en esos dos pies el Imperio puede dar grandes zancadas militares gritando consignas morales a favor del Bien y contra el Mal, al tiempo que se aseguran la acumulación del poder en esta Tierra animados por la ética protestante, la misma que predestina la pobreza de los pobres y la muerte de los muertos sin que de ello pueda culparse a lo ganadores que puesto que han sido predestinados para serlo sólo cumplen la voluntad del Altísimo. Durante presidencias anteriores el discurso religioso había sido sustituido por términos puramente políticos. La base filosófica- política se había transformado en conceptos políticos, desplazando de un primer plano la justificación moralista y colocando en su lugar complejas elaboraciones políticas. Bush supone una regresión, la vuelta a la América de los predicadores y de la violencia en las áridas praderas. Cuanto antes se vaya mejor para la humanidad.
https://www.alainet.org/es/articulo/109927?language=es
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS