Los pecaminosos ahorristas clase "B"

Sobre liberales, neoliberales y racionales

02/05/2004
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  • Opinión
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Hoy queremos hablar de las famosas leyes del mercado que, para algunos economistas, son las que movilizan a las sociedades, a los países y a los continentes, que están vinculadas a razones de racionalidad, de conveniencia que expresan naturalmente tanto los individuos, en particular, como a los diversos sectores de la sociedad, en general. Si las naranjas se venden más baratas en tal o cual puesto de la feria, si las mismas son de calidad pareja a otras más caras, es evidente que la gente las comprará allí. Lo mismo pasa con muchos elementos de la vida cotidiana y también con los costos y beneficios de la elección de un centro educativo, de un barrio en donde vivir y miles de elementos más que hacen a la cotidianidad de la vida. Eso es la racionalidad, una cualidad innata del género humano. También a nivel global, estas leyes del mercado, basadas en una lucha entre la oferta y la demanda, son determinantes de los flujos comerciales, muchas veces inestables, que determinan movimientos en un sentido u otro de materias primas, "commodities", elementos industriales, etc. Todo este introito no es para defender públicamente lo que expresa casi con devoción religiosa, semana a semana, el doctor Ramón Díaz, para quién el mercado reina sobre todos los otros elementos y sostiene que, de ninguna manera, se debe actuar en su regularización, afirmando que el Uruguay es un país demasiado regulado y que esa es la razón de nuestras crisis. Regulación – dice- que nos impide escapar del estancamiento. Claro que hay que diferencias entre liberalismo a ultranza que expresa el doctor Díaz, a lo que sostienen y aplican algunos tenaces gobernantes que, de acuerdo a su visión de las cosas, en el mundo existen grupos rectores, siempre de carácter multinacional, a los que se les debe rendir pleitesía y, además, encaminar los capitales para que – en base a un reflujo proclamado pero no seguro – se produzcan inversiones en negocios que siempre favorezcan a los detentadores del poder económico. Una ida y vuelta de la que los pueblos son nada más que espectadores. Ese sipayismo a ultranza de los Batlle, de los Alfie y de muchos otros que difunden con convicción esa manera de gobernar, es el que ha llevado al país a una crisis de una profundidad inédita. Una visión que impulsó a no hacer nada, en un camino pro cíclico que ahora, hasta los organismos multinacionales de crédito, han comenzado a revisar. Es bueno, para ello, ver el viraje dado por el presidente del BID, Enrique Iglesias, que ha comenzado a plantear la necesidad de caminos anticíclicos, como forma de escapar de las crisis. Los cantos de sirena Pese a los cantos de sirena del ministro de Economía, que menciona crecimiento y reactivación, debemos tener en claro de lo que se está hablando. Recordar desde el pique que la Rendición de Cuentas del año pasado no incluía los miles de millones de dólares que se entregaron en 2002 para el "salvataje" de la banca y que desaparecieron de inmediato de los circuitos nacionales del dinero, alegándose para no cuantificar ese faltante, que no tenían que computarse porque los dólares "iban a ser devueltos". Ahora sabemos, que las pérdidas fueron totales y que si no se "maquilla" la próxima Rendición de Cuentas, el superávit previo del que habla Alfie (3,5 %), no será más que una ilusión contable, coyuntural y mentirosa. ¿De esto no se han dado cuenta los técnicos del FMI que auditan continuamente nuestras cuentas públicas? Crecimiento hay, porque existe una coyuntura internacional favorable para la carne y la soja, pero ¿ello modifica en algo la situación dramática que se vive en el país? ¿Cuántas personas han dejado de ser pobres, cuando han sorteado la indigencia? ¿Cuántos niños han podido abandonar, luego del crecimiento anunciado, la endémica desnutrición infantil? ¿Cuántos desocupados han modificado su dramática situación? ¿Cree Alfie que jugando con los números se puede solucionar la gravísima situación del país, especialmente cuando se han corrido los vencimientos de la deuda para adelante? ¿Cómo se cree que será el futuro de un Uruguay al que se le deja un endeudamiento monstruoso y una población empobrecida a extremos nunca vistos que requiere la aplicación, obviamente, una batería de políticas sociales? Cuando desde estas páginas mencionamos que el modelo era impracticable y que, empobreciendo a la gente se iba directamente al default, no hubo respuestas contundentes refutando nuestras afirmaciones. Quizás algunos, prefirieron el silencio, despreciando nuestro análisis, aplaudiendo, eso si, las medidas que en seguidilla adoptaba el Ministerio de Economía y/o el Banco Central, sosteniendo invariablemente "qué estaban en el camino correcto" Y luego se siguió adelante con otra parte, la más irracional, tirando para adelante las obligaciones, especialmente las vinculadas al endeudamiento. "Qué paguen los que vengan después" dijeron, sabiendo que esa pesada carga seguramente caerá sobre un gobierno de distinto signo, intentando que el insoportable peso de las obligaciones le impida gobernar. Lo insólito que se sorprenden y reaccionan cuando los economistas del Encuentro Progresista hablan de renegociar vencimientos. Como si existiera otro camino para poder hacer viable a un país que gracias a la aplicación a rajatabla de un modelo impracticable, tiene desesperadamente que crecer. La irresponsabilidad Además de la reprogramación de las obligaciones externas, hay otros ejemplos paradigmáticos, que están mostrando cual es la estrategia del gobierno. El Ministerio de Vivienda ha destrabado créditos de por lo menos cuatro cooperativas de vivienda. Pero, como ha sido ello. Durante el año en curso, antes de las elecciones, se anuncia la medida y se entregan partidas mínimas que, quizás, les alcancen a las referidas cooperativas para la compra de algunos ladrillos. El grueso de los pagos se deja para los años venideros, cuando sea otro el gobierno que deba comenzar a timonear la crisis. Hay más ejemplos al respecto, casi infinitos. Pero el sentido de esta nota era otro y, evidentemente, que nos hemos ido un poco por las ramas para graficar una situación que afecta al país. No sabemos a esta hora que pasará con la categoría "B" de los ahorristas del Banco de Montevideo, que tuvieron la desgracia de aceptar, a sabiendas o no, que su dinero obtuviera mayores ganancias, qué es la reacción racional de cualquier persona que concurre a un banco aparentemente nacional, calificado con las tres "A" de una consultora de "prestigio" internacional, sobre el que el gobierno aseguraba su solvencia y la "acrisolada" seriedad de la empresa que lo sustentaba. ¿Qué haría el lector que tuviera ahorros para depositar ante las diversas ofertas que se le propusieran, en el mostrador del banco por gerentes sonrientes y amables? Nadie haría otra cosa que actuar racionalmente. Y ello no es una culpa, como tampoco lo es poseer una 4x4, como lo ha señalado como culpa el neoliberal Jorge Batlle. Por ello sorprenden las diferencias que existieron sobre la valoración de esas decisiones, repetimos que racionales, sobre las que se han producido alineamientos en posiciones más que encontradas que, además, han mostrado como un grupo de personas queda desamparado, pese a lo que seguramente tendrán que ser resarcidas cuando la justicia falle sobre las demandas que seguramente iniciarán y se cobrarás también más adelante. Lo que también es racional.
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