La guerra: nueva etapa
17/04/2004
- Opinión
El país se ha visto conmovido por una serie de noticias de orden
público en las últimas semanas. Los lamentables sucesos de
Guaitarilla, las víctimas del fuego amigo de Tolima y de Meta,
noticias sin confirmar sobre numerosas bajas de la fuerza pública
en la Amazonia colombiana, frecuentes debates públicos entre las
agencias de inteligencia del Estado. ¿Que está pasando? En los
últimos años se ha contado con información pública bastante
cercana a la realidad de lo que ha sido el día a día del
desarrollo de nuestra guerra interna. Pero recientemente las
noticias no parecen reflejar la intensidad del enfrentamiento que
se está viviendo. No voy a especular acerca de las razones que
pueden estar orientando esa insuficiencia de información. Mi
objetivo es plantear que el nivel de los combates entre la Fuerza
Pública y las Farc es mucho más alto de lo que se tiene conciencia
en la opinión urbana. Ese alto nivel de enfrentamiento en muchas
zonas del país es el que, en mi criterio, explica la ocurrencia de
un número grande de errores operativos y el aumento en el número
de bajas de las Fuerzas Armadas. La excepción es Guaitarilla, que
es un caso más complicado.
El Gobierno ha empezado a comprender la situación real del
conflicto colombiano.
¿Cuántos de ustedes saben que hace más de dos meses se realizan
intensos combates en la zona alta de la cordillera Central en
Cauca, donde las Farc están usando artillería artesanal? O
¿Cuántos tienen claro que en el bajo Caquetá está en marcha la más
grande operación de los últimos 20 años contra el estado mayor de
las Farc, comandada por el general Castellanos, el mismo que
dirigió el operativo exitoso contra los frentes de las Farc en el
occidente de Cundinamarca? ¿O que en el sur y en el oriente de
este departamento se persigue implacablemente a Romaña, quien al
parecer está al mando de 1.000 hombres intentando recuperar el
espacio perdido por la guerrilla gracias a los éxitos del
Ejército? ¿O que en muchas regiones del país se están bombardeando
regularmente concentraciones guerrilleras, en desarrollo de
informaciones de inteligencia técnica? ¿O que en la Sierra Nevada
de Santa Marta y en regiones de Antioquia hay severas
restricciones en el acceso de alimentos ya hace meses?
De manera creciente, las Fuerzas Militares han aumentado su
actitud ofensiva, y han profundizado sus operaciones en zonas de
retaguardia de la guerrilla. Los ascensos en la cúpula militar de
fines del año pasado se hicieron con el criterio de llevar a
oficiales con actitud ofensiva y experiencia operativa al mando
efectivo de tropa. La política previa de bajas mínimas ha dado
paso a otra de resultados, con menos énfasis en la preservación de
las propias fuerzas. Ello ha llevado a que parte de los oficiales
del Ejército y la Policía se quejen de una excesiva presión en
busca de resultados, ejercida por el Presidente.
Todo indica que estamos en una nueva etapa caracterizada por duros
enfrentamientos. Me atrevo a decir que el Gobierno ha empezado a
comprender, ahora sí, la situación real del conflicto colombiano y
ya no tiene la actitud triunfalista de hace pocos meses, cuando
afirmaba que la situación estratégica era de derrota de la
guerrilla, sobrevalorando los éxitos iniciales y dándoles un peso
exagerado a las deserciones guerrilleras. Estamos llegando al
corazón de la situación. Esta guerra es larga, compleja y difícil
de resolver. Y si bien es correcto presionar militarmente a la
guerrilla, es necesario entender que el conflicto es político-
militar y que la política debe estar al mando, tanto para el éxito
de las armas como para las posibilidades de encontrar una solución
definitiva. Porque en el conflicto colombiano no va a haber
vencedores ni vencidos. La única solución definitiva es un acuerdo
político negociado con sinceridad, sin repetir los engaños del
pasado.
Revista CAMBIO, de Bogotá. 18 de abril de 2004
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