El Consenso de Washington en debate

19/02/2004
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Desafío al lector a que diga dónde se realizó el encuentro para debatir las tendencias actuales de la globalización y su impacto sobre el desarrollo, en el que se dieron cita cerca de 1500 economistas de 50 países; representantes de 11 organizaciones internacionales, entre las cuales se destacan el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo, la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, la Comisión Económica para América Latina, el Sistema Económico de América Latina, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, la Asociación Internacional de Economía; los premios Nobel de Economía de 2000, Daniel Mc Fadden y James Heckman; el sitematizador del llamado Consenso de Washington, John Williamson; el ex presidente de Colombia, Ernesto Samper y el ex ministro de Economía de México, Jesús Silva Herzog y varios prestigiosos economistas de todo el mundo. Antes de que pierdas tu tiempo imaginando algún país de la OCDE, te respondo que fue en Cuba, bajo bloqueo norteamericano y gravísimas dificultades económicas, así como bajo una enorme campaña en contra de su régimen económico y social y su sistema político. Si te dijera que al mismo tiempo se desarrollaba una Feria Internacional del Libro, ampliamente concurrida, con la presencia de intelectuales de varios países, solo aumentaría tu sorpresa. Esta sería aún más agravada por la constatación de que una reunión tan importante no fue difundida en ningún medio de comunicación occidental. En el Sexto Encuentro Internacional de Economistas sobre la Globalización y el Desarrollo, organizado por las Asociaciones de Economistas de América Latina y el Caribe, que reúne a los colegios de economistas de la región, y por la Asociación Cubana de Economistas y Contadores, se dio continuidad a un amplio debate sobre los principales problemas del mundo contemporáneo, que se realiza desde hace cinco años en Cuba con la presencia siempre inquieta y provocadora del comandante Fidel Castro y varias autoridades del gobierno cubano. Yo he tenido la oportunidad de participar en casi todos los encuentros con conferencias magistrales y con intervenciones que siempre tuvieron el objetivo de profundizar y ampliar el debate científico sobre temas de alta intensidad ideológica. El lector puede imaginarse la dureza del debate que se originó entre representantes de corrientes teóricas, ideológicas y políticas tan distintas, así como de instituciones tan diferentes y una representación muy amplia de economistas de todo el mundo, pero sobretodo de América Latina, de formación mayoritariamente de izquierda. Pero lo importante es que se desarrolló el debate sobre bases francas y a alto nivel, sin romper el trato caballeroso y hasta el espíritu de fraternidad entre ciudadanos de todo el mundo en la búsqueda del conocimiento. Me gustaría resumir aquí los puntos de mayor interés científico, como siempre lo hago en estos artículos. Yo los resumiría en los siguientes puntos: a) las perspectivas de la economía mundial, con especial interés en las posibilidades de la recuperación mundial en curso, su carácter, su fuerza y duración; b) el balance de la experiencia neoliberal, con especial énfasis en el Consenso de Washington, aprovechando la presencia de su formulador; c) las alternativas viables al cuadro extremamente negativo presentado por las economías de la mayor parte de los países llamados en desarrollo, conforme el reconocimiento unánime de todas las corrientes en presencia. Sobre el primer punto me tocó presentar el tema bajo el título de "límites y posibilidades de la recuperación económica internacional", pero el mismo fue abordado por casi todos los conferencistas y participantes. Mi posición no es nueva; siempre consideré la recesión del final de 2000 a 2002 como una crisis de 8 a 10 años, agravada por la intervención económica del FED, el Banco Central de Estados Unidos, que elevó de manera absurda la tasa de interés ( del 3,5% al 6% anual cuando debería bajarla, como lo hizo solamente en 2003, llevándola al 1% anual, faltando bajarla hasta el punto ideal para asegurar la recuperación que sería el 0,75% ). Al mismo tiempo, siempre he definido el período iniciado en 1994, como una nueva fase a) de las ondas largas de Kondratiev, caracterizada por el crecimiento económico cortado por recesiones menos graves. Esta visión no es compartida por la mayor parte de los economistas de izquierda que rechazan la existencia de las ondas largas, por puro prejuicio, el cual va en contra de los datos de historia económica del moderno capitalismo. Como lo he señalado varias veces, este prejuicio está ligado a la idea clásica de que la revolución es consecuencia del "derrumbe" general del capitalismo que se confunde con las crisis económicas. Este debate alcanzó su auge al final del siglo XIX y a comienzo del siglo XX. Es natural que sea retomado al final del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Esta es una reafirmación del carácter cíclico no sólo del funcionamiento de la economía sino también de su reflejo en el plan teórico. Al contrario, los períodos cíclicos de descenso económico ( las fases b- de Kondratiev) se caracterizan por ondas contrarrevolucionarias como la que vivimos entre 1967 y 1993, iniciada por la intensificación de la guerra del Vietnam y la victoria parcial de la guerra de Irak. Los momentos revolucionarios, victoriosos o no, se concentran en los períodos de quiebre de las olas de crecimiento, como 1917 o como 1968, o en las fases iniciales de recuperación económica, cuando se definen los caminos de la misma. Por otro lado, en los períodos largos de recesión, caracterizados por el aumento del desempleo y la pérdida de perspectivas de crecimiento, conocemos auges contra-revolucionario o incluso reaccionarios que provocan retrocesos tan brutales como fue el nazi- fascismo de entre las dos guerras mundiales y particularmente con la crisis de 1929. La posibilidad de una crisis del tipo de 1929, como lo veían muchos en la crisis de 2000-2002, hubiera sido un anuncio de ascenso reaccionario de largo plazo y no la reapertura de una ola revolucionaria como lo creían algunos. No hay por lo tanto ninguna postura revolucionaria en pretender que la recuperación actual es imposible. Lo que importa es comprender sus limitaciones que se ligan sobretodo a las dificultades del capitalismo contemporáneo de combinar el crecimiento económico con la generación de empleos. Aquí también hay que evitar un error peligroso. Muchos economistas de izquierda identifican la dificultad de generación de empleo actual con los efectos del cambio tecnológico. Es absolutamente necesario demostrar que el aumento de la productividad no tiene que generar desempleo si es acompañada de la disminución de la jornada de trabajo y por lo tanto de la distribución colectiva de los resultados del avance tecnológico. La dificultad del capitalismo de realizar esta distribución es una característica intrínseca de este sistema que no nos cabe discutir acá. Las exposiciones de los premio Nobel de economía y de los representantes de la mayoría de las organizaciones internacionales ( hay que destacar la categoría teórica del representante de la UNCTAD, capaz de realizar un enfoque macro económico global, complejo y relevante) no aportaron casi nada a esta discusión, a pesar de su interés en estos temas. El aparato conceptual que manejan es básicamente estático y altamente simplificador, ignorando las relaciones entre lo económico, lo socio-político y lo cultural e ideológico. El segundo tema adquirió una alta relevancia por la presencia de John Williamson que, además de haber definido el concepto del Consenso de Washington en 1989, ha publicado recién un libro de balance del mismo y una propuesta para su corrección. El argumento central de este economista es que una parte importante de este consenso no fue aplicada. Él insiste sobretodo en la adopción del cambio fijo por gran parte de las políticas de los años 90s, lo que entraría en choque con sus recomendaciones de un cambio flexible. La discusión y los datos aportados por todos los lados, demostraron sin embargo que no se trata de aspectos parciales del plan conducido por el FMI y el Banco Mundial. Estas organizaciones alcanzaron la hegemonía de las políticas económicas del mundo en desarrollo en la década del 70 y sobretodo en los ochenta, a partir de las dictaduras militares instauradas en los países en desarrollo. Eric Toussaint, del movimiento en contra de la deuda externa, presentó una lista de las intervenciones de estas organizaciones a favor de las dictaduras militares que sostuvieron con sus préstamos. En el plano teórico, estuvo en discusión una vez más la naturaleza de la teoría de fondo neoliberal y las políticas económicas por ella recomendada. El libre comercio es una falsedad pues vivemos en un mundo de mercados "imperfectos", como lo afirman incluso los neoclásicos más relevantes como Joseph Stiglitz o simplemente mercados monopólicos como los economistas marxistas y algunos institucionalistas lo demostraron ya al final del siglo XIX. Abrirse al mercado mundial sin fuertes garantías de control del movimiento de bienes, servicios y capitales es entregarse a las economías más poderosas y a las empresas multinacionales en expansión. Por fin, el tema de las alternativas se ha convertido en un punto crucial que llama la atención de todos los movimientos intelectuales, científicos, políticos e ideológicos que han crecido enormemente en los últimos años, en la búsqueda de una comprensión de los grandes problemas de nuestro tiempo. Se ha llamado la atención sobre el vínculo de esta discusión y el avance de movimientos sociales y de manifestaciones electorales a favor de una alternativa de centro izquierda en el momento actual. De esto se trata, de dar a este movimiento un arsenal de propuestas capaces de producir un consenso de las fuerzas populares, un nuevo bloque histórico parece anunciarse a favor de retomar el crecimiento económico, una redistribución significativa del ingreso y una mayor integración económico, política y cultural de las regiones en desarrollo. En este sentido, la política exterior del gobierno Lula ha abierto enormes esperanzas, mientras que la constatación de su política económica conservadora se muestra en pugna con estas perspectivas liberalizadoras. Esta sumisión del pensamiento de la izquierda a las tesis económicas neoliberales, fruto de la imposición de un terror ideológico expresado en la idea del pensamiento único y de la falta de alternativas es un punto neurálgico de la coyuntura. Se propuso que el tema de las alternativas se convierta en el aspecto central del próximo encuentro. Esta es una tendencia que se manifiesta en casi todos los frentes del renacimiento impresionante del movimiento popular en el mundo. Como parte del desarrollo de estas alternativas, se pretende crear una red de redes, que utilice ampliamente los instrumentos puestos a nuestra disposición por las nuevas tecnologías de la comunicación. * Profesor titular de la UFF, coordinador de la Cátedra y Red UNESCO-UNU sobre Economía Global y Desarrollo Sostenible (www.reggen.org.br).
https://www.alainet.org/es/articulo/109472?language=en
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