Reflexiones sobre el Foro Social Mundial
23/01/2004
- Opinión
En estos días se
realiza el Foro Social Mundial en Mumbai, India. La
importancia que ha adquirido este encuentro de varios
movimientos sociales, organizaciones no-gubernamentales
volcadas hacia las cuestiones mundiales, organizaciones
populares y representantes de gobiernos con compromisos
sociales empieza a suscitar discusiones y expectativas
contradictorias.
Este debate se hace aún más necesario en la medida en que este
Foro se articula explícita o implícitamente con un creciente
movimiento anti-globalización que se manifiesta en acciones de
eficacia creciente en contra de las tendencias dominantes en
las organizaciones internacionales en favor de poderosas
intereses económicos que chocan en contra de las necesidades
de la mayoría de la población mundial.
Por otro lado, tanto el Foro como los movimientos anti-
globalización se caracterizan por una gran diversidad interna
que exige mecanismos de generación de consenso, un cierto
pragmatismo y una amplitud de criterios poco común en la
historia de los movimientos de cuestionamiento social.
Dígase de paso que no hay ninguna razón estructural que
obligue a los movimientos rebeldes y de izquierda para
identificarse con fórmulas autoritarias de organización. Sin
profundizar en lo que significó históricamente el auge del
anarquismo en los movimientos sociales del final del siglo
XIX, él se caracterizaba por proponer formas no autoritarias
de movimientos populares, a pesar de que su práctica distaba
mucho de sus ideales.
El autoritarismo es claramente una herencia de las sociedades
pre-socialistas que se proyectan en las propuestas y sobretodo
en el comportamiento de las gentes sometidas a las condiciones
de vida de las sociedades pre y capitalistas. A pesar de sus
pretensiones liberales, el moderno capitalismo industrial
estaba profundamente anclado en la despótica disciplina del
trabajo colectivo en las fábricas y empresas en general.
Las organizaciones obreras, principalmente los sindicatos y
los partidos socialistas y posteriormente los comunistas, se
forjaron en el cuadro de la disciplina de masas impuesta por
las empresas a sus trabajadores. Marx y Engels vieron en este
aprendizaje un factor favorable al desarrollo de la eficacia
de la acción obrera (no para el socialismo). De formación
liberal y burguesa y hasta anarquista, a ellos no les
encantaba esta característica impuesta por la dialéctica de la
lucha de clases, pero nunca transformaron sus preferencias
personales en guías para la comprensión y para la acción
social.
Pero la evolución de la economía contemporánea hacia la
hegemonía de las actividades de servicio sobre las actividades
industriales ha cambiado significativamente la naturaleza de
los movimientos sociales. Se trata de una gran masa de
trabajadores asalariados que se somete a condiciones de
disciplina menos rigurosas que el asalariado industrial en la
medida en que su trabajo no está condicionado tan directamente
por el movimiento de las máquinas cuya precisión no permite
ninguna flexibilidad.
Asimismo las unidades de comando a que se someten ya no son
expresiones tan inmediatas de la propiedad privada. La
empresa moderna pasa a reflejar cada vez más una forma de
socialización de la propiedad privada que son las sociedades
anónimas, la cual hace diluir progresivamente la figura del
patrón en la del director de empresa y del manager o gerente
cada vez menos comprometidos con la propiedad particular en sí
misma.
Al mismo tiempo el avance de la automatización, de la
informática y recientemente de la robótica ha creado nuevos
conceptos de la disciplina del trabajo colectivo sin el rigor
serial exigido por el sistema productivo industrial dominado
por el tiempo mecánico. La gestión de las unidades
productivas depende cada vez más de pequeños equipos altamente
integrados y responsables por el funcionamiento de inmensos
sistemas de producción que pueden situarse en locales
distantes entre sí, unidos por medios de comunicación cada vez
más avanzados.
Estos cambios en las condiciones materiales de la producción
han tenido efectos cada vez más definitivos en los
comportamientos institucionales y en el concepto de
organización de la acción social. Es pues natural que estos
cambios terminasen por afectar también el comportamiento de
los movimientos sociales y de los partidos políticos. Una de
las criaturas más complejas y diferenciadas de esta nueva
realidad son las organizaciones no gubernamentales.
Ellas reflejan muy inmediatamente las ambigüedades y
complejidades que involucran las relaciones entre lo público y
lo privado y las nuevas y antiguas formas de propiedad en las
nuevas sociedades post-industriales. Exactamente por su
flexibilidad ellas pueden asumir tareas no previstas y ocupar
posiciones estratégicas en la gestión de la sociedad
contemporánea.
Asimismo, los movimientos sociales tradicionales también se
ven obligados a cambiar sus métodos de actuación que no
corresponden más a las formas del proceso productivo en
expansión. Ellos deben adaptarse a nuevas formas de
disciplina colectiva, menos verticales y más interactivas, así
como las personas perciben sus relaciones de trabajo, incluso
en instituciones básicas como la escuela la educación refleja
muy rápidamente estos cambios.
De esta forma, estos nuevos estilos de organización están
reflejando cambios muy radicales en el conjunto del
comportamiento social, lo cual les garantiza una mayor
eficacia. Se trata por lo tanto de una rebelión en el seno
mismo de las instituciones creadas por la sociedad
contemporánea. En este sentido, el hecho que la globalización
se encuentre en el centro mismo de estas movilizaciones
reflejan su percepción aguda de los efectos de un conjunto de
fenómenos en el cual están inmersos estos jóvenes y las
instituciones a las cuales se vinculan.
En este sentido Inmanuel Wallerstein tiene mucha razón cuando
identifica estos movimientos antiglobalización con la
revolución radical que emergió en los movimientos de 1968, la
cual cuestionaba el conjunto de la idea de "modernización" y
buscaba situarse adelante de la misma, en un nuevo plan
histórico. Los ideólogos de la globalización han intentado
apoderarse de este poderoso movimiento histórico al buscar
identificar los profundos cambios que vivimos con la
integración creciente de la humanidad en una sola civilización
planetaria, en un retorno al pasado liberal que buscaron
identificarla con el fin de la historia.
De ahí el profundo malestar que asalta a la humanidad en las
dos últimas décadas. Las relaciones sociales y las ideologías
ultrapasadas buscan detener el avance de la humanidad para
mantener sus privilegios y ventajas. Con esto limitan el
avance del pensamiento humano y buscan insertar en sus
instituciones arcaicas los movimientos revolucionarios que
surgen en las bases mismas de la sociedad, limitándolos y
constriñéndolos.
El Foro Social Mundial y los movimientos anti globalización
son el reflejo de la necesidad de toda una nueva generación de
librarse de las cadenas impuestas por estas limitaciones
reaccionarias. Ellos revelan incluso una sensibilidad colosal
hacia las reivindicaciones de identidad cultural de las
fuerzas y procesos sociales que parecerían los más arcaicos a
ser superados por la falsa modernización.
El alto desarrollo de las fuerzas productivas contemporáneas
asegura - al contrario – la posibilidad de supervivencia de
formas culturales y civilizacionales que pueden convivir con
las nuevas fuerzas productivas sin perder los elementos
emocionales de sus orígenes.
De la misma forma, el hambre, el analfabetismo, el trabajo
esclavo, el trabajo infantil y tantos otros males históricos
que el capitalismo no pudo resolver en el cuadro de su
globalización excluyente, desigual y concentradora, pueden
perfectamente ser resueltos en el cuadro de las nuevas fuerzas
productivas que dispone la humanidad, desde que ella se
aplique en este sentido.
Es interesante ver cómo estas organizaciones acogen los varios
acuerdos obtenidos en las cúpulas de la humanidad realizadas
bajo la égida de las Naciones Unidas en la década de los 90s
del siglo pasado, así como las resoluciones de la Cumbre del
Milenio, como una agenda válida para unir estos movimientos
sociales tan diferenciados en el diseño de un nuevo mundo
posible.
https://www.alainet.org/es/articulo/109267?language=es
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