Efervescencia social en Bolivia
22/09/2003
- Opinión
Nuevamente se aproximan conflictos en el horizonte político y social en
Bolivia. Después de las violentas jornadas del denominado "febrero negro" de
2003, y de los duros enfrentamientos entre indígenas de los Andes y el gobierno
de Bánzer Suárez (2000-2001), corren hoy nuevos vientos de beligerancia social
y estatal.
Este escenario se define dentro de un contexto histórico y estructural muy
particular. Según A. Bello y M. Rangel, en Bolivia el 81,2% de la población es
indígena (1). De acuerdo al Censo de Población y Vivienda de 2001, la población
autoidentificada como indígena es del 61,21%, (2) lo que quiere decir que en
Bolivia es mayoría, pero hasta hace poco era considerada como una simple
mayoría estadística. El mapa de pobreza del 2001 muestra que estas poblaciones
son, además, los más pobres. La población pobre en Bolivia es del 58,6%, de la
cual el 90,8% (3) está en el área rural. Pese a que, según el Instituto
Nacional de Estadística, la pobreza ha bajado a nivel nacional de 70.9%
(censo de 1992) al 58.6% (censo de 2001).
Después de las violentas jornadas de febrero, el gobierno de Sánchez de Lozada,
parecía haber entendido la impopularidad de sus medidas, especialmente del
impuestazo. Había dejado de ser ministro de Estado Sánchez Berzain, uno de los
acusados, junto a Freddy Teodovich, como responsables en el más alto nivel
político-estatal de los trágicos días de violencia social y estatal. A la
posibilidad incierta de dicha reflexión interna del gobierno, por la aparente
"humildad" asumida con respeto a los derechos ciudadanos y democráticos, no ha
cambiado su manera de gobernar el país. Por el contrario, se observa que en ese
"tiempo de humildad", ha planificado un sistema de represión más violenta
contra las protestas sociales y los movimientos indígenas y campesinos. Esto es
elocuente por la nota presentada en Juguete Rabioso (agosto-septiembre, 2003)
donde se muestra un plan militar de represión violenta definido como
antidisturbios, mismo que consiste en reducir físicamente a los actores
sociales de protesta, aún con la posibilidad de su eliminación física, porque
los grupos llamados Agrupación Táctica Antidisturbios (ATA) están acompañados
de 'una...Ametralladora'. (4)
En ese sentido, hay una línea de pensamiento y acción en el gobierno, apoyado
por los grupos políticos aliados (Unión Cívica Solidaridad, Movimiento de la
Izquierda Revolucionaria) de implantar un régimen de terror fundado en los
mismos marcos legales recientemente sancionadas en el Congreso Nacional. Es
decir, se ha diseñado una especie de ingeniería político-militar para abortar
toda posibilidad de acción colectiva y beligerante de los distintos sectores
sociales demandantes de una gestión más acorde con las condiciones de vida
social y económica de la población y de los indígenas. Posiblemente este diseño
político-militar haya sido iniciado entre los mismos días del "febrero negro"
porque allí mueren más de 30 ciudadanos. Claro, esta indignación colectiva
viene como una acumulación social desde la década de los noventa, mismo que
explota en abril-septiembre de 2000 y junio-julio de 2001. Febrero es la
culminación y manifestación pública de ese descontento generalizado con el
gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario, MNR, y del modelo
económico de libre mercado.
Entonces, ante esta situación social y política, el gobierno de Sánchez de
Lozada se ha armado de argumentos políticos poco valederos, pero con
instrumentos jurídicos, posiblemente más efectivos, como es la ley de la
Seguridad Ciudadana (no. 2494) (5) con la que se criminaliza la protesta
social porque hay una sanción de cinco a ocho años de cárcel para los que
realicen los bloqueos "de los transportes públicos, por tierra, aire o agua".
El mismo hace recordar una anterior propuesta realizada en la gestión de
Bánzer Suárez, por Alberto Valle, ex prefecto de La Paz, de regular las marchas
y protestas sociales mediante una solicitud a la prefectura.
Así, más que legitimarse ante los múltiples sectores sociales, el gobierno no
encuentra una posibilidad real de convencer a dichos sectores (indígenas y
sectores populares con influencia directa de los pueblos indígenas), porque se
ha envuelto, además, en escándalos de niveles públicos impresionantes, aunque
eso no es novedad en Bolivia. Tal es el caso de los conscriptos utilizados en
trabajos particulares. El caso más bullado es el del denominado "macororó", que
involucra al ex ministro de Defensa, Freddy Teodovich, y a mandos intermedios
de las Fuerzas Armadas.
Otro caso de importancia pública por demás elocuente es la falsa lucha contra
la corrupción cuando el vicepresidente Carlos Mesa, como encargado de la
oficina anticorrupción, no tiene, como se ha visto, facultades o poder real
para luchar contra la corrupción. Otro caso referido es la imputación por la
Fiscalía General de la Nación a los responsables del "febrero negro", en el que
aparecen los responsables intelectuales de lo que podemos llamar la "masacre
del MNR", es decir, los ex ministros de Defensa y del Gobierno. Otro hecho no
menos importante es lo que se viene llamando el "facturazo", el cobro de
facturas falsas, medida que está siendo resistida por casi todos los
sectores. Es decir, no hay acciones de gobierno de merezcan una consideración
o consideren las condiciones económicas de la población. Por el contrario,
hay una nueva reforma tributaria expresada en la expedición de un nuevo Código
Tributario (no. 2492) (6) orientado fundamentalmente a achicar el déficit
fiscal del 6% anual, mismo que tiene la lógica de extraer los recursos a los
sectores desfavorecidos.
Nuevos mecanismos de represión
Dentro de las teorías de los movimientos sociales, se afirma que para que
éstos existan deber haber ciertas condiciones estructurales y coyunturales como
mecanismos detonantes. Y esas condiciones están muy presentes en la polémica
relación sociedad y Estado. Enumeremos los mismos. El gobierno ha sancionado un
nuevo Código Tributario al que hacíamos referencia arriba. Con ello lo que se
pretende es recaudar fondos que vayan a paliar el déficit fiscal pero sobre la
base de los impuestos de los sectores menos favorecidos. Las empresas
petroleras "capitalizadoras", según se ha denunciado, no están pagando los
impuestos que corresponden. A esto se suma, aunque el gobierno no lo reconoce
públicamente, la firme convicción de exportar el gas por puertos chilenos. En
este punto el gobierno parece no tener muy en cuenta la multitud de voces de
rechazo a dicho comercio de gas a México y Estados Unidos. Esto es muy notorio
en la expresión de lo que podemos llamar los "caminantes del altiplano" en la
última marcha realizada hacia la ciudad de La Paz.
Estos caminantes están exigiendo la no-venta de gas por puertos chilenos. Se
pide la industrialización interna de este líquido vital para la vida social y
económica contemporánea. Incluso se ha anunciado desde 2002, de que si el
gobierno hace un contrato unilateral con las petroleras, habrá una "guerra
civil". Otro hecho importante planteado por distintos sectores, entre ellos
los movimientos indígenas, es una nueva Asamblea Constituyente como un
mecanismo político-jurídico de reformar el sistema político y económico. La
Constitución Política del Estado no prevé una Asamblea Constituyente ni el
referéndum, lo que muestra de que esta Constitución está muy rezagada con
relación a otras constituciones de otros países latinoamericanos.
Otra ley que está despertando mucha preocupación e indignación es la ley de la
Seguridad Ciudadana. Dicha ley lo que hace, en términos sociológicos y
políticos, es el re-establecimiento de un régimen autoritario porque revoca la
libre expresión y la libre demanda social y ciudadana, que es un derecho
fundamental en cualquier sociedad en el mundo contemporáneo. A este conjunto
de medidas se suma otro hecho de mucha importancia social: la rebaja de las
pensiones de los jubilados, en algunos casos de hasta el 50%. Hecho
cuestionable si tomamos en cuenta de que muchos de ellos no tienen otro
ingreso que las rentas acumuladas como producto de su trabajo. En este mismo
campo, el gobierno no atiende la demanda de las esposas de los excombatientes
de la guerra del Chaco, en circunstancias en que más de 10 mujeres de la
tercera edad están en huelga de hambre en las inmediaciones del propio
Ministerio de Gobierno.
Efervescencia social
Las demandas sociales se multiplican. Los campesinos o indígenas exigen el
cumplimiento de los 72 puntos acordados en la gestión de Bánzer Suárez.
Asimismo, se pide la autonomía universitaria en la ciudad de El Alto por parte
de uno de los sectores que no deja de tener importancia. En la ciudad de El
Alto se pide a viva voz la anulación inmediata de los formularios maya y paya
que desde la primera semana del mes de septiembre se ha convertido en parte de
las conflictivas relaciones entre el municipio de El Alto y las organizaciones
sociales vecinales. A esto se suma el fracaso de la firma del Reencuentro
Nacional entre la Iglesia Católica y la Asamblea de Derechos Humanos de
Bolivia.
Este nuevo escenario social y político se complica, además, porque se anuncia
desde el mes de agosto nuevos bloqueos campesinos e indígenas, particularmente
en Omasuyus, las provincias del altiplano norte de La Paz y los yungas de
Caranavi. A todo esto, se añade se suma un hecho que va tener implicancias
sociales muy delicadas: la sentencia a 30 años de cárcel para ocho dirigentes
cocaleros dictada en el Chapare por una juez por el supuesto asesinato de
un militar y su esposa en los conflictos de septiembre 2000. Este caso es
excepcional porque hasta el momento no ha habido ningún policía, militar o
político que haya sido sentenciado a la privación de libertad por ese tiempo.
Habría que recodar que hay más de 70 muertos en el Chapare por los conflictos
sociales desde 1997. En el altiplano y los valles de Bolivia durante este
mismo tiempo han muerto más de 35 campesinos o indígenas. ¿Dónde están los
responsables de estas muertes? Aquí conviene puntualizar que hay una evidente
acción judicial para criminalizar los delitos particularmente cometidos por
los campesinos o indígenas, en cuanto referentes de las movilizaciones
sociales.
Otro caso particular en este campo es el conflicto que mantienen las
comunidades de Pucarani y la justicia estatal. Los indígenas, atrincherados en
la radio San Gabriel, exigen la libertad inmediata del dirigente Edwin Huampu.
Lo que plantean las comunidades indígenas es el respeto a la justicia indígena.
Sostienen que es muy dudoso la participación del mencionado dirigente en el
asesinato de dos ladrones de ganado ocurridas en las comunidades de la región.
Entonces se está gestado condiciones particulares para generar mayores grados
de violencia social y estatal. Anuncios de guerra civil se gritaron a viva voz
en los bloqueos de los caminos del altiplano de La Paz entre 2000 y 2001. Hoy
se ha vuelto a escuchar este mismo llamado en las instalaciones de radio San
Gabriel. Los dirigentes cocaleros también en las últimas semanas han declarado
que en Bolivia podría desatarse una guerra civil.
Dentro de este contexto de nubarrones de conflicto y enfrentamiento, en las
primeras semanas del mes de septiembre de 2003 se observan marchas y
movilizaciones desde distintos sectores, entre ellos jubilados, maestros,
policías, militares (dados de baja), ciudadanos alteños, campesinos o indígenas
de las provincias de La Paz y del interior y del movimiento sin tierra (el
problema de tierra es otro detonante por la gran concentración de tierras en
manos de una élite blanca en el Oriente, el Chaco y Pando y Beni).
En este sentido se están creando condiciones estructurales y coyunturales para
una subversión del orden económico y político, es decir, del modelo de libre
mercado. Y por otra parte, hay aprestos muy evidentes, como manifestamos
arriba, de violencia estatal fundada en la fuerza militar y policial. Una
muestra del mismo es el nuevo nombramiento como Ministro de Defensa de Sánchez
Berzain que en 1996 fue partícipe de la masacre de Amayapampa y Capacirca,
conocida como la Masacre de Navidad, y de la reciente masacre del MNR del
"febrero negro". Como si se confirmara esta afirmación en los últimos días,
éste ha manifestado, desde las instalaciones de las fuerzas armadas en Santa
Cruz, que la institución militar hará respetar el orden establecido.
Desde el Estado se ha impuesto, entonces, una lógica autoritaria, poco
democrática, muy poco abierta al diálogo. Se actúa desde una lógica jurídica
con argumentos técnicos abstractos. Es decir, hay un tecnicismo secante y desde
esa visión se quiere solucionar los problemas estructurales de Bolivia. Como
consecuencia de ello, se está creando lógicas contrapuestas de enfrentamiento
y violencia estructural. Por lo que es muy evidente la reconstrucción de nuevas
"fronteras étnicas" entre sectores indígenas o indios y sectores históricamente
favorecidos por el Estado como son los empresarios de la élite blanco-mestiza.
Notas bibliográficas
(1) Bello, Alvaro y Rangel, Marta, "Etnicidad, raza y equidad en América
Latina y el Caribe", CEPAL. Santiago de Chile, 2000.
(2) Bolivia: Censo de Población y Vivienda, "Autoidentificación con Pueblos
Originarios o Indígenas de la Población de 15 años o más de edad",
http://www.ine.bo/beyond/esn/Table Viewer/wdsvew/print.asp , 2003.
(3) Bolivia: Mapa de pobreza de Bolivia, INE, 2001.
(4) Juguete Rabioso, "Instrucción militar extraordinaria antidisturbios: Está
vigente la doctrina' de seguridad del Estado", Juguete Rabioso, año 3, No 87,
agosto-septiembre, La Paz, 2003.
(5) Ley de Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana, No. 2494, La Paz, 2003.
(6) Código tributario, No. 2492, La Paz, 2003.
https://www.alainet.org/es/active/5451
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