Elecciones en El Salvador
07/04/2003
- Opinión
El pasado 16 de marzo, menos de la mitad del electorado salvadoreño
concurrió a las urnas para elegir autoridades municipales y legislativas.
El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) recibió el
mayor número de votos, pero no los suficientes como para modificar la
correlación existente en el Parlamento.
La nueva Asamblea Legislativa estará integrada por 31 diputados del FMLN, 27
de la oficialista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), 16 del Partido
de Conciliación Nacional (PCN), 5 del Centro Democrático Unido (CDU), 4 del
Partido Demócrata Cristiano (PDC) y uno de la coalición Demócrata Cristiana
? Social Demócrata (PDC-PSD). Esta composición no varía mucho de la actual,
donde el bloque de derecha ha mantenido alianzas estratégicas para la
aprobación de leyes como la dolarización de la moneda, la privatización de
las telecomunicaciones, la energía eléctrica, entre otras.
El Salvador registra uno de los índices más altos de ausentismo electoral en
Latinoamérica. En estos comicios, si bien bajó unos puntos, alcanzó el
58.4% del padrón electoral (2,518,030 votantes). Según los oficialistas,
después de más de diez años de guerra este es el resultado lógico de
transición democrática; los más críticos responsabilizan a un sistema
electoral deficiente, así como a la inequitativa estructura social del país.
Si bien el FMLN no logró consolidar una mayoría de izquierda, su influencia
en el Parlamento será crucial en el nombramiento de magistrados de la Corte
de Justicia, tratados de Libre Comercio, el nombramiento del Presidente de
la Corte de Cuentas de la República, la elección del Fiscal General de la
República, prestamos internacionales, entre otros.
El triunfo del FMLN evidencia el rechazo que ha causado la política
económica impulsada por el gobierno, al querer privatizar el sistema de
salud y el agua potable, hecho que ha significado una huelga que lleva seis
meses sin resolverse y que ha impulsado la movilización social y el
fortalecimiento de las organizaciones populares.
En estas elecciones, la campaña para alcaldes y diputados evidenció un gran
aparato de marketing electoralista. El oficialista ARENA realizó una campaña
netamente populista, promocionó sus líderes en las tarimas junto a cantantes
populares, se realizaron prácticas clientelares de donaciones económicas e
intimidaciones psicológicas en las zonas rurales principalmente, además de
una gran cobertura de radio y televisión, y la oportuna inauguración de
obras por parte del gobierno. Al parecer, tanto derroche causó recelo en la
población urbana, razón por la cual el FMLN, con la candidatura Carlos Rivas
Zamora, ganó por tercera vez la alcaldía del municipio de San Salvador, el
más importante electoralmente.
Estructura excluyente
En el Salvador, la ley de elecciones permite participar a los ciudadanos en
las contiendas electorales sólo a través de la estructura partidista, a la
cual el Estado destina un fondo económico para la realización de las
campañas electorales, que además puede ser otorgado en calidad de anticipo.
La ciudadanía mira con recelo éstas prácticas electorales que se cree, sólo
le cuestan dinero al Estado y, existe una opinión generalizada que las
califica de corruptas. Por esta razón, la utilidad del sistema de
representación parlamentaria no es visibilizada y se desconfía de los
resultados. Existen graves acusaciones de fraude y dificultades existentes
al momento de votar, muchos de los votantes no se hallan registrados. Tal
parece que los motivos que generaron el conflicto armado en El Salvador no
han desaparecido.
Después del acuerdo de Chapultepec (1.992), que daba fin a una guerra civil
que duró más de una década, donde se realizó la entrega de armas por parte
de las fuerzas insurgentes y a la vez se convino el desmantelamiento de los
escuadrones de la muerte, el sistema de representatividad electoral se
convertiría en el mecanismo por medio del cual todos los sectores sociales
podrían participar de la vida política. Así el FMLN se convirtió en partido
político legalmente constituido.
En ese entonces, los salvadoreños se encontraron ante el dilema de escoger
entre la tranquilidad del olvido y la impunidad. Mucho se habló de la
restauración del país y el oficialismo promovió la paz del perdón de las
ofensas. Sin embargo, los motivos para una ruptura histórica de tal
magnitud, que afectó a casi toda la población, no fueron incluidos en la
plataforma política de negociaciones.
Tras cuatro períodos de elecciones, promovidas como mecanismos de
implementación de la vida democrática en El Salvador, las expectativas de
equidad, paz y seguridad no han podido ser concretadas. El elevado índice
de desconfianza que los ciudadanos otorgan a las instituciones democráticas
y partidos políticos, fomentan una creciente apatía. Hecho que pudiese
fisurar el actual sistema político del país; pues la representatividad
electoral no ha logrado una democracia participativa.
El sistema electoral y de partidos de El Salvador no permea las demandas de
la población, tampoco parece incluir a la gran mayoría excluida del país.
Las críticas se centran en la actual estructura de partidos, la que
reproduce la forma autoritaria y carismática con la que tradicionalmente se
ha gobernado el país. De ahí que, ni el FMLN con su línea de izquierda
tradicional, ni ARENA con sus propuestas políticas neoliberales de
privatización, convenzan al electorado. Las justificaciones van desde
acusaciones mutuas, hasta argumentos que señalan al proceso de transición a
una vida civil desarmada. Los cierto es que, los partidos políticos no
convocan, ni dan solución a las demandas ciudadanas.
La violencia permanente
Quizá haya sido el fuerte anhelo de paz, después de una guerra civil tan
cruel como la salvadoreña lo que momentáneamente haya disimulado las
incoherencias del sistema, que hoy saltan a la vista. Si bien los índices
de violencia han disminuido, El Salvador es una de las naciones con las más
altas estadísticas de homicidios en el mundo. La delincuencia ha brotado
abruptamente y el origen de la inequidad social no ha sido abordado, no se
han modificado las condiciones sociales que provocaron la ruptura de esta
historia, campea la impunidad frente a los crímenes de guerra.
A pesar de la realización de importantes reformas en los sistemas policial y
jurídico, a través del establecimiento de normas claras y la independencia
de la institución militar de la vida civil, la violencia y la inseguridad
continúa marcando la cotidianidad de los ciudadanos. Existe una generación
hija y huérfana de la guerra a quien tanto sus motivos como sus efectos no
parecen abandonar; de ahí la gran cantidad de población armada, la aparición
de pandillas juveniles.
En la cultura política de los salvadoreños, la violencia forma parte de la
estructura del poder, la colisión de fuerzas económicas y políticas que
generaron la guerra civil se mantiene latente. Partidos tan cuestionados
dentro del conflicto armado como ARENA, siguen reciclando sus prácticas de
dominación, a través de un discurso que promociona la desmemoria histórica:
no se ha realizado ningún reconocimiento oficial de los muertos inocentes,
ni la reparación de las víctimas sobrevivientes.
Si bien las instituciones oficiales pretenden la restauración del país, es
evidente la incapacidad de las élites políticas por crear una democracia
participativa. La maquinaria electoralista carismática y clientelar, ejerce
una violencia simbólica que legitima las desigualdades a través del discurso
oficial que culpa a los ex-insurgentes -entre ellos los efemenelistas- de
los conflictos ocurridos en el pasado.
Mucho de la inseguridad política del país se hace posible gracias a la
manipulación de los medios de comunicación en manos de sectores económicos
importantes y de la censura gobiernista. Así, el 25 de marzo pasado, el
espacio editorial "Sin Censura" que se transmitía como parte del noticiero
de TV Doce y que se caracterizaba por su punto de vista crítico fue
definitivamente cerrado, coincidencialmente después del triunfo electoral
del FMLN. Además existen claros registros de que TV Doce sufre desde hace
años un bloqueo en la asignación publicitaria, hecho que ha influenciado
considerablemente en la economía de este canal. Lo cierto es que, hasta hoy
no se han dado explicaciones claras acerca de la censura que recibió este
espacio de opinión. "La calidad de una democracia se mide, entre otros
factores, por la diversidad y vigorosidad del debate público y de la crítica
política...", manifestó Probidad, la organización de Periodistas Frente a la
Corrupción (PFC).
En una sociedad donde los espacios de debate son censurados, donde el miedo
y la violencia forman parte de la cotidianidad, la democracia representativa
no representa, manipula. Acostumbrados a ser violentados, a vivir en
situaciones extremas de peligro, muchos de los salvadoreños no encuentran en
los mecanismos regulares de control y justicia salida a la impunidad. No
encuentran en el horizonte electoral la posibilidad de construir una
democracia que cure las graves heridas de miles de personas que perdieron
sus medios de reproducción social, sus viviendas, sus seres queridos; que
transforme la arbitraria estructura política y económica de El Salvador.
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