El Plan Colombia y el fascismo neocolonial

31/10/2003
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Después de la culminación del proceso de "pacificación" de Centroamérica a fines de los 80, a un costo humano de cifrado en 200 mil muertos en Guatemala, 75 mil en El Salvador y 50 mil en Nicaragua debido a la violencia sembrada por EE.UU. y sus socios locales, el terror del establecimiento busca afincarse sobre todo en el norte de Sudamérica, especialmente en Colombia, Venezuela y Ecuador. ¿Cuáles las razones? James Petras las explica del siguiente modo: "En Colombia, las fuerzas combinadas de la guerrilla controlan o tienen influencia sobre una amplia banda de territorio al sur de Bogotá hacia la frontera ecuatoriana, en el noroeste hacia Panamá y en varios bolsillos hacia el este y el oeste de la capital, además de unidades de milicia urbana. Paralelamente al movimiento guerrillero, las movilizaciones de campesinos y sindicatos convocaron a huelgas generales que sacudieron al régimen de Pastrana. En Venezuela el liderazgo de Hugo Chávez ganó varias elecciones, reformó las instituciones del Estado y ha tomado una posición independiente en política externa -llevando a que la OPEP aumente el precio del petróleo, desarrollando lazos con Iraq, extendiendo lazos diplomáticos y comerciales con Cuba. etc... En Ecuador un poderoso movimiento indígena- campesino (CONAIE) en unión con oficiales militares de bajo rango y con sindicalistas, tumbó al régimen neoliberal de Jamil Mahuad en enero del 2000" (Colombia de Vietnam al Amazonas, FICA, Bogotá, 2002). Este orden de acontecimientos llevó a EE. UU. a tipificar los países grancolombianos como una zona peligrosa para su seguridad nacional, es decir, infuncional a la globalización corporativa. La molestia de Washington sería tanto mayor cuanto que los disidentes andinos - llámense organizaciones indígenas o frentes guerrilleros- estarían limitando su acceso al petróleo, el agua, los minerales y la riqueza biogenética de la Amazonía. Liquidar a como dé lugar a los sujetos sociales que se oponen a la estrategia económica y geopolítica norteamericana llevó a que Clinton respaldara financiera y militarmente al Plan Colombia, puesto en vigor desde julio del 2000, y a que George W. Bush, representante de los "halcones" del complejo industrial-militar norteamericano, lo complementara con la Iniciativa Regional Andina, encaminada a la internacionalización de la guerra civil que desgarra a nuestro vecino norteño desde el asesinato del caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán en 1948. No se puede comprender objetivamente al Plan Colombia y a su anexo al margen de premisas como las siguientes: Primero. El relajamiento del dominio geopolítico estadounidense de América del Sur como consecuencia del retiro de la Base Howard de Panamá el año 1999. Segundo. La necesidad de dar continuidad a una estrategia orientada al control político de nuestros países. Si en tiempos de la Guerra Fría ese control se cumplió bajo la consigna de la "contención del comunismo", después de l989 viene realizándose como una fementida cruzada contra las drogas orientada a la criminalización de nuestras sociedades; y, después del ll-S del 2001, como una guerra al "narcoterrorismo". A este último respecto, conviene tener presente que en la semiótica del Pentágono los términos "terrorista" o "filoterroterista" tienen una lectura muy laxa, ya que incluyen a insurgentes armados, narcotraficantes nativos, organizaciones indígenas, sindicalistas, activistas de los derechos humanos, líderes religiosos, intelectuales no alineados y, en fin, a cualquier crítico del discurso del mercado y la democracia formal. Tercera. El Plan Colombia busca extrapolar al área andina la experiencia de Estados Unidos en la referida "pacificación" de Centroamérica, que culminó con la participación de los comandantes guerrilleros en lides electorales convencionales. Lo cual, en la práctica, significó la renuncia a una democracia profunda. Cuarta. El Plan Colombia ha sido catapultado para persuadir sobre la invencibilidad del poder militar de EE. UU. y la inevitabilidad del fundamentalismo neoliberal, así como sobre la futilidad de cualquier intento de cambio. * René Báez, economista ecuatoriano, es rofesor investigador de la PUCE. Quito.
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