La Política Fiscal Colombiana
14/10/2003
- Opinión
En un país de malos lectores, es muy probable que nadie se lea las 140
páginas del fallo de la Corte Constitucional que tumbó el cobro del IVA
sobre los productos básicos de la canasta familiar, desde la papa, la
carne, el pan y la leche hasta los medicamentos y el transporte público.
Los primeros que dejarán de leerla serán los propios críticos de la
Corte, que, siguiendo el mal ejemplo del Director de la Dian, habrán
sacado apresuradamente sus conclusiones e incluirán esta decisión en su
lista favorita de fallos-fallas de la Corte. Ya se ve venir desde lo
más alto del establecimiento económico la trillada crítica a la Corte
por creerse un Robin Hood criollo, por inmiscuirse en cuestiones
económicas que corresponden sólo a los expertos, por ahondar el hueco
fiscal y por poner en peligro las "reglas de juego" que hacen que el
mercado funcione como un relojito.
Pero una mirada rápida a la sentencia muestra que quienes se pasan por
la faja las reglas del juego son el equipo económico del gobierno y el
Congreso, no la Corte. Vale la pena leer el fallo. No por la prosa
redundante de la Corte, que para curarse en salud tiene que repetir una
y otra vez a lo largo de interminables páginas los mismos argumentos
certeros que habrían cabido en unas pocas. Pero el lector paciente que
haga el sacrificio literario se encontrará no sólo con las razones
contundentes de la Corte sino con una entretenida historia sobre las
chambonadas del equipo económico del gobierno que muestra quiénes son
los que desconocen las reglas del juego y cómo se les iba a pasar a los
pobres la cuenta de cobro de la política de seguridad democrática.
Fueron tres las razones de la Corte para tumbar el IVA del 2% que el
gobierno quería cobrar sobre la canasta familiar básica a partir de
2005. En primer lugar, faltando sólo un día para la terminación del
período legislativo y en medio del zafarrancho de fin de año en el
Congreso, el entonces Ministro Junguito decidió pedirle a los miembros
de la Cámara de Representantes "meditar" la ampliación de la base del
IVA a la canasta familiar. Semejante improvisación, según el ex-
Ministro, había sido a su vez "meditada" con el equipo económico y el
Presidente. El problema, como lo dice en otras palabras la Corte, es
que las condiciones del último día de sesiones del Congreso no son
precisamente las ideales para la meditación, ni para la deliberación
democrática. Como lo saben bien los economistas del gobierno, la
deliberación democrática en materia de impuestos es la regla de juego
más antigua de las democracias liberales –¿se acuerdan del principio
según el cual "no hay tributación sin representación?". Cualquier
lector desprevenido del fallo se hace la siguiente pregunta, que la
Corte no plantea: ¿por qué, a pesar de haber presentado el proyecto de
reforma tributaria al Congreso tres meses atrás y no haber incluido en
él el IVA para la canasta familiar, el gobierno esperó hasta el último
momento para introducir un cambio que acababa con un principio
fundamental del sistema tributario existente desde la creación del IVA
en 1963?
La segunda regla de juego violada por la extensión del impuesto es tal
vez menos familiar para los miembros del equipo económico. Se trata del
principio de equidad y progresividad en la tributación, establecido en
el artículo 363 de la Constitución. El principio de progresividad no
significa, como parece pensar el gobierno, extender poco a poco
("progresivamente") el IVA hasta que cubra todos los bienes y servicios,
incluyendo los pocos que los pobres pueden comprar. Significa, en
cambio, que los ricos deben pagar más impuestos que los pobres. La
Corte reitera lo obvio cuando dice que no es equitativo ni progresivo
un sistema tributario que, en lugar de concentrarse en controlar la
evasión y eliminar las amnistías y las exenciones para los ricos, se
dedica a gravar la papa, la panela y el bus.
Lo que sí es novedoso en el fallo de la Corte es la conexión
convincente que hace entre los ingresos y los gastos del Estado. La
situación podría haber sido distinta si los 800.000 millones que el
gobierno buscaba recaudar con el IVA adicional fueran a ser invertidos
en aliviar la miseria de los 23 millones de colombianos pobres (o al
menos de los 11 millones de indigentes entre ellos). Pero el gobierno
tenía planes muy distintos para la plata recaudada. Según el ex-
Ministro de Hacienda y la Ministra de Defensa, en lugar de por lo menos
amortiguar la caída en picada del gasto social, la plata iba a
financiar el gasto público en seguridad y defensa. Cuando creíamos que
los pobres ya estaban poniendo en muertos su cuota de sacrificio para
la guerra, resulta ahora que también la deberían financiar.
La última regla de juego violada por el IVA del 2% es la protección de
lo que la Corte llama el "mínimo vital", es decir, las condiciones
materiales mínimas para vivir con dignidad. Para el 60% de la población
colombiana que sobrevive con menos de $5.600 pesos al día y gasta casi
todo su ingreso en comida, vivienda y transporte, el nuevo impuesto –
que seguramente luego sería aumentado gradualmente—significaría comer
aún menos o resignarse a andar a pie. Y ni hablar de acceder a otros
productos de la canasta a los que se les iba a extender el IVA, como la
carne, el pescado o los cuadernos escolares. De pronto en esto el
gobierno tiene razón. Como de hecho la plata de los pobres hace rato no
alcanza para comer carne o comprar cuadernos, ya se puede decretar que
salieron de la canasta familiar y que, como artículos de lujo, deben
ser gravados con el IVA.
El IVA del 2% se cayó porque desconocía las reglas elementales del
juego político y económico establecidas en la Constitución. Si es
cierto, como dicen los miembros del establecimiento económico, que la
inseguridad jurídica perjudica la economía, entonces deben ser ellos
los primeros en cumplir con las reglas del juego. Culpar a la Corte por
proteger esas reglas es inexacto e injusto. Es que, en el fondo, el
problema de muchos críticos de la Corte no es con la Corte misma, sino
con las reglas de juego que tenemos, con la Constitución. Por eso están
tratando de desmantelarla poco a poco.
* César A. Rodríguez Garavito es Profesor de Derecho de la Universidad
de Los Andes e Investigador en Sociología Económica de la Universidad
de Wisconsin-Madison.
https://www.alainet.org/es/active/4779?language=en
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