Carta abierta a Jorge Semprún

10/10/2003
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Semprún: La cabeza piensa donde pisan los pies. Los del presidente Lula, los míos y los de todos nosotros latinoamericanos caminan sobre el suelo de esta América Latina históricamente tan expoliada por las naciones europeas. Minas, ni estado, produjo entre los siglos 18 y 19 más oro que la suma de toda la plata extraída en nuestro continente en el mismo período. Nuestro oro financió la Revolución Industrial, pagó las deudas de la corona francesa, y a nosotros nos quedaron los agujeros y el sufrimiento de los hombres y mujeres libres que los europeos cazaron en África y trajeron como esclavos a América. Sólo nosotros, los latinoamericanos, conocemos el tamaño de nuestro dolor. ¡Qué alentador sería ver a los europeos pagar la enorme deuda social contraía con el Tercer Mundo! No fueron Dios y la naturaleza los que hicieron a África tan miserable, escenario de guerras cuyas armas no son fabricadas en ese continente ni comercializadas por empresas africanas. América Latina sabe el tamaño de su sufrimiento como colonia de España y de Portugal, de Holanda, de Francia y de Inglaterra. Por eso nuestros héroes no son los reyes y hombres que destacaron al frente de guerras sino figuras libertarias como Bolívar y Tiradentes, Tupac Amaru y Martí, Sandino y Che Guevara. Los que lucharon años para que hoy Brasil sea un país democrático, después de 21 años de dictadura militar, y que después de la redemocratización construyeron el movimiento social y político que llevó a Lula a la presidencia de la República, saben bien lo que significa la Revolución Cubana para los latinoamericanos. Cuba es un símbolo de resistencia. Bloqueada hace más de 40 años, permanentemente amenazada, lugar de acciones terroristas y conspirativas, se vio obligada a protegerse porque el gobierno de los Estados Unidos no entendió que Fidel, tras la victoria de la Revolución desfiló por la Quinta Avenida de Nueva York en busca de solidaridad y no de hostilidad. Hoy Cuba presenta, según el BIRD, los mejores índices sociales entre los países de América Latina, especialmente en materia de salud y educación. El analfabetismo alcanza apenas al 0.2% de los cubanos, casi todos personas de edad avanzada. En la enseñanza fundamental hay un profesor por cada 20 alumnos, límite máximo de estudiantes por clase. La mortalidad infantil es de 6.5% por cada mil nacidos vivos, en el primer año de vida, mientras que en los Estados Unidos es de 9/1000. Ahora sin ningún apoyo externo, Cuba enfrenta toda clase de dificultades para asegurar dignidad a 11 millones de habitantes. ¿Qué país de América Latina puede mostrar este cartel que se exhibe en la Habana cerca del aeropuerto: "Esta noche millones de niños dormirán en las calles del mundo. Ninguno de ellos es cubano"? Semprún: Nosotros, los brasileños, abominamos de la pena de muerte, aunque exista en nuestro medio en una forma que el gobierno de Lula se empeña en combatir: el hambre, el desempleo, la violencia urbana y rural, etc. Todas las veces que el gobierno cubano decidió aplicarla le manifestamos nuestro descontento. Yo mismo entregué a Fidel, junto con los escritores Antonio Callado y Fernando Morais, un manifiesto, encabezado por el Cardenal Pablo Evaristo Arns, expresando nuestra posición contraria a la pena de muerte con ocasión de la sentencia al general Ochoa. Es, por lo menos, una ligereza acusar al presidente Lula de omisión cuando se trata de derechos humanos. ¿Qué otro país del mundo se empeña tanto como el Brasil de hoy para erradicar el hambre en nuestro planeta? Usted conoce muchos artistas e intelectuales que luchan por la erradicación del Aids. Merecen aplausos. Hoy el virus HIV infecta a 40 millones de personas en el mundo. ¿Pero cuántos luchan contra el hambre, que según la FAO amenaza a 840 millones de personas? El hambre mata 20 veces más que el Aids y, sin embargo, nosotros, los bien nutridos, sabemos que el Aids no hace distinción de clases. Por eso nos moviliza. El hambre no; el hambre sólo ataca a los miserables. Por eso nos empeñamos tan poco en combatirla. En su reciente viaje a Cuba el presidente Lula tuvo el cuidado de oír a diferentes sectores de la sociedad. Recibió al Cardenal Jaime Ortega y a Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, quien le entregó información sobre la situación de los presos políticos. Estuvo también con la madre del brasileño Paulo Hilel, preso en Cuba bajo acusación de tráfico de personas. Esas conversaciones versaron sobre derechos humanos. Lula y Fidel son amigos. Y entre amigos se dice todo, sin que haya necesidad de transformar la crítica en denuncia para, de ese modo, someterse a la vergüenza de merecer aplausos de aquellos a quienes les gustaría ver a Cuba, de nuevo, como el burdel del Caribe, territorio libre de los mafiosos, condenada a perder las inestimables conquistas de la Revolución. Pero puedo revelar que Lula trató, sí, de la cuestión de los derechos humanos, incluso de la situación de los prisioneros. Dos presidentes tienen el derecho de abordar temas que no necesariamente tienen por qué llegar al conocimiento de los medios de comunicación, a menos que ellos decidan hacerlos públicos. Derechos humanos significa, sobre todo, garantizar a una nación condiciones dignas de alimentación, salud y educación. El don mayor de Dios es la vida. Y Cuba puede mostrarse orgullosa de asegurar vida a través de esos tres derechos básicos a toda su población, lo que no sucede con los demás países de América Latina. Si queremos más libertad en Cuba, que Cuba sea primero liberada del bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos. Y quede libre también de tantos como todavía creen que la democracia se conquista a través de sabotajes, secuestros y acciones terroristas. * Frei Betto es asesor especial del presidente Lula y autor, junto con Leandro Konder, de "El individuo en el socialismo". * Traducción de José Luis Burguet..
https://www.alainet.org/es/articulo/108573?language=es
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