Querida doña Lindu

27/10/2002
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Su hijo Lula tomará posesión el 1º de enero del 2003 como presidente del Brasil. Me acuerdo de usted, señora, en la casita en que vivía en São Bernardo do Campo. Hice su entierro en 1980. Su hijo apareció esposado, rodeado de policías, preso por la dictadura militar por liderar las huelgas del ABC. Temí lo peor cuando vi a los metalúrgicos discutiendo si convenía rescatarlo de las manos de la policía. Doña Lindu, usted era pobre, analfabeta, emigrante y de una dignidad reverencial. Su marido la mandó para Garanhuns y él vino a São Paulo a buscar trabajo. Más tarde, usted reunió a sus siete hijos y en un camión de madera siguió el mismo camino detrás de él. Lula tenía siete años. Encontró a su padre con otra familia. Ante el desamparo en que se encontraban la madre y los hermanos, Lula trabajó de lustrador, de vendedor ambulante y de tintorero. Ahora, doña Lindu, él pone en práctica la herencia que usted le dejó: la valentía ante los desafíos de la vida. A pesar del dedo perdido en el trabajo, no se desanimó y siguió la profesión de tornero-mecánico; ni se desesperó cuando, por falta de atención médica a los pobres, murieron su mujer y el bebé que llevaba en su seno; tampoco temió a la dictadura al denunciar el fraude en los índices salariales y al llevar a los metalúrgicos del ABC a huelgas históricas. Su hijo venció, doña Lindu, no porque sacara un diploma, ni por ser rico o famoso, sino porque construyó el más combativo y más ético partido político del Brasil; fue el diputado constituyente más votado del país; fundó la CUT; disputó cuatro elecciones presidenciales y llevó esperanza a millones compatriotas. Lula enseñó a la nación que es posible hacer política con decencia, vergüenza en la cara, tolerancia en las relaciones personales e intransigencia en los principios. Gracias, doña Lindu, por haber dado al Brasil un presidente con capacidad de liderazgo, trasparencia ética y profundo amor al pueblo, sobre todo a aquellos que, como su familia, conocen en su carne y en su espíritu el sufrimiento y la pobreza. El Brasil merece un futuro mejor. El Brasil merece este fruto de su vientre: Luiz Inácio Lula da Silva.
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