Por qué voto por Lula

18/09/2002
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Mi voto es para Lula. Aunque soy cristiano y creo en los milagros, no creo que Dios hará por el Brasil lo que los brasileños nos negamos a hacer. Por tanto, no hará caer maná del cielo para matar el hambre de 53 millones de personas; no enviará un rayo para erradicar la deuda e(x)terna; no transformará el Banco Central en un rey Midas para garantizarles el éxito a los proyectos sociales. Por eso, no voto a Garotinho.. Como estoy decepcionado con los ochos años de gobierno de Cardoso, en los cuales el Brasil tuvo el menor crecimiento de toda la historia de la República, y ahora se hunde en una deuda pública en torno a los $ 214 mil millones, tampoco quiero ver al frente las mismas caras: a Malan dirigiendo la economía en nombre del FMI; a Pedro Parente haciendo como que entiende de energía eléctrica; al ministerio de Justicia cruzando los brazos ante el crimen organizado. Por eso no voto a Serra. Y como tengo memoria larga y guardo el amargo recuerdo del breve período Collor, mi locura no es suficiente para que cometa la estupidez de votar a Ciro Gomes. Le dejo a él los votos de Collor y de ACM. No el mío, que aprecio mucho. Nunca confié en salvadores de la patria que, como Janio Quadros, confunden más que aclaran, cambiando de opinión según la conveniencia política del momento. Nombrado ministro de Hacienda por Itamar Franco, tras la desastrosa entrevista del ministro Ricúpero, Ciro Gomes quedó cuatro meses en el gobierno de Cardoso y creó suficientes problemas para no ser llamado de nuevo al cargo en el segundo mandato del presidente. Su desequilibrio emocional ante las preguntas de los periodistas no me permite suponer que, una vez elegido, quedará curado de la intemperancia y la agresividad. Y estoy cansado de ver a PFL usufructuar el poder sin dejar caer del banquete de los hartos al menos unas migajas para los pobres. Y PFL está con Ciro. Votaré a Lula porque tiene peso político, un partido consistente, un programa viable, un equipo envidiable. Prefiero estar al lado de María Victoria Benevides, Dalmo Dallari, Fabio Konder Comparato, Marilena Chaui, Luis Pinguelli Rosa, Emir Sader, etc. y también de la CUT (Central Unitaria de Trabajadores), de la CMP y del MST (Movimiento de los Sin Tierra), que están con Lula, antes que andar mal acompañado. Lula no será la salvación de la patria, pero tiene todos los requisitos para sacar al Brasil de la condición de Belindia (un híbrido de Bélgica con la India) o de Colombina (la violencia de Colombia con el hundimiento de Argentina). En fin, de reducir considerablemente la desigualdad social. Según el Banco Mundial, nada sospechoso, el 20 % de los brasileños más ricos embolsan el 64 % de la renta nacional, mientras que el 20 % de los más pobres se quedan con la migaja del 2.2 %. Entre 60 países del mundo, Brasil es el tercero en asesinatos, por detrás de Colombia y de Puerto Rico. De los 76 millones de trabajadores, 13 están desempleados. De los que trabajan, el 24.4 % gana 1 salario mínimo al mes y sólo un 2.6 % gana por encima de 20 salarios mínimos al mes. O sea, el 52 % de los trabajadores ganan como máximo $ 114 por mes. Y hay más de un millón de niños de entre 10 y 14 años en el mercado de trabajo, a veces con jornadas semanales de hasta casi 50 horas. Son datos oficiales. Como trabajador metalúrgico y sindicalista, Lula priorizará las inversiones productivas, combatirá la especulación financiera, promoverá la reforma tributaria y, con ella, los mecanismos de distribución de la renta. Si él no pudiera garantizar a cada brasileño al menos un plato de comida al día, se sentirá desmoralizado. Es impensable un gobierno Lula sin reforma agraria, impuestos al capital especulativo y una política eficaz de combate al hambre. Lula va a invertir la pirámide de la educación, que en Brasil anda patas arriba. Basta decir que 1/3 de la población con más de 10 años de edad es analfabeta funcional, pues no terminó cuatro años de estudios. De los recursos del MEC destinados a la enseñanza media, sólo el 8 % va a los alumnos oriundos de la esfera de los 20 % más pobres de la población. Y de los recursos que llegan a las universidades públicas, casi la mitad se gasta con alumnos que pertenecen a la casta de los 20 % más ricos. El gobierno Lula va a inyectar más recursos en la educación, estrategia prioritaria para sacar al Brasil del atraso. ¿Qué tanto vale Lula? Solo no vale nada. A menos que elijamos, con él, un Congreso Nacional progresista. Aún así, no será suficiente. Si resulta elegido, Lula sólo tendrá condiciones de gobernabilidad si hubiera una permanente movilización de la sociedad civil. Será el primero en gobernar, no contra el pueblo, ni para el pueblo, sino con el pueblo, haciendo que se vuelva real nuestra democracia formal. Ésta es la alianza que hará viable el gobierno de Lula: con el pueblo brasileño. Fuera de eso, ni él ni el Partido de los Trabajadores tienen salvación. Mas para que el sueño se haga realidad es necesario, desde ahora mismo, poner todo el empeño en la elección de Lula, así como de gobernadores, senadores y diputados, que habrán de garantizar condiciones para cambiar el Brasil. Para mejor, por supuesto. Traducción de José Luis Burguet
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