Cuándo caerá Bush?
29/07/2003
- Opinión
Los días de George W. Bush están contados. Tiene serios
problemas que no se disolverán así nomás. El tejido de
justificaciones para la invasión de Irak se deshilacha
fragmento a fragmento. Tanto el presidente de Estados Unidos
como Tony Blair han hecho el intento de retractarse de sus
más egregias aseveraciones. Las famosas armas de destrucción
masiva no se hallan por ningún lado. Si aparecen algunas
enterradas en las profundidades, en algún sitio, será la
prueba de que las famosas armas no estaban listas ni
disponibles para hacer la guerra, definitivamente no en los
45 minutos que anunciaba el primer ministro británico. Los
tubos de aluminio resultaron ser exactamente lo que Saddam
Hussein decía que eran: material para fabricar cohetes. Las
presuntas ligas entre Saddam Hussein y Al Qaeda fueron
siempre poco probables y no hay evidencia que las confirme.
Bush culpa ahora a la Agencia Central de Inteligencia,
mientras la bancada republicana del Comité de Inteligencia
del Senado acusa a la CIA de filtrar materiales que ponen en
dificultades al presidente. Los ladrones rompen filas.
Estados Unidos ya vivió antes circunstancias semejantes, no
hace mucho tiempo. Para el presidente Richard Nixon la
cobertura de Watergate funcionó al principio, y sólo los
francotiradores daban lata. Pero cuando intentó señalar
chivos expiatorios (recuerden a John Dean), éstos comenzaron
a revelar la verdad. Nixon se religió. Pero hasta ahí llegó.
Al final tuvo que renunciar a su cargo cuando fue inminente
que sería procesado.
Por supuesto, ambas situaciones son muy diferentes en sus
detalles. Pero existen sorprendentes similitudes. Ambas
ocurrieron en el contexto de una ambivalente postura de la
opinión pública estadunidense en torno a la guerra e implican
a presidentes que insistieron en usar todos los instrumentos
a su alcance para intimidar a sus oponentes y sortear las
políticas que los habrían frenado. Ambos presidentes tenían a
su alrededor a personas con maestría en técnicas de parapeto.
El vicepresidente Dick Cheney debe haber tomado clases con el
procurador general de Justicia de Nixon, John Mitchell.
En la política -mundial, nacional, local- uno puede lograr
mucho respaldo si va ganando. Pero a veces ese apoyo se
evapora tan pronto como empieza uno a perder. Bush prometió a
Estados Unidos (y al mundo) la transformación de Irak, de
hecho de todo Medio Oriente, con sólo derrocar a Saddam
Hussein. En este momento, casi tres meses después del colapso
militar del régimen iraquí, ¿cuál es la situación de Irak?
Todos los días mueren soldados estadunidenses a manos de
acciones guerrilleras con claras repercusiones. La policía
iraquí, recientemente designada por las fuerzas de ocupación,
amenazó con renunciar si los soldados estadunidenses no
abandonaban las estaciones de policía, sabiendo que sus vidas
corren peligro por la asociación tan cercana con el ejército
invasor. Parece ser que los soldados no son vistos como
protectores de quienes cooperan con ellos sino como una
asociación forzada que pone en peligro la existencia.
Las fuerzas de ocupación han sido incapaces de restaurar un
suministro mínimo de energía eléctrica en los centros urbanos
iraquíes. Francamente me sorprende. Uno pensaría que el
gobierno estadunidense podría reunir el número necesario de
ingenieros, transportar el equipo requerido y procurar la
protección básica a los profesionistas, de modo que la
electricidad funcionara en el lapso de una o dos semanas. ¿Es
acaso tan costoso? ¿Hay otras prioridades? ¿ No lo considera
importante Estados Unidos? Los iraquíes comunes la viven como
la prioridad número uno y comienzan a enojarse. Muy pronto el
país comenzará a añorar el régimen que Estados Unidos
derrocó.
Entre tanto, en Gran Bretaña el heroico aliado de Estados
Unidos, Tony Blair, está también sumido en serios problemas.
Los conservadores han decidido que no hay beneficio alguno en
respaldarlo. Los liberales nunca lo hicieron. Crece el número
de funcionarios públicos laboristas que aguarda sin hacer
nada.
En este preciso momento, Estados Unidos anuncia que juzgará a
seis personas, dos de los cuales son ciudadanos británicos,
en la bahía de Guantánamo. Una tormenta se cierne sobre Gran
Bretaña entre los más respetables juristas que objetan lo que
consideran procedimientos sospechosos, incluso ilegales.
Están conminando a Blair para que haga que Estados Unidos
entregue a estos hombres ante la justicia británica. Pero
Blair no puede prometer a Estados Unidos que confesiones
extraídas sin asesoría legal aguanten la prueba de las cortes
británicas. No hay una salida fácil, pues Estados Unidos no
puede ayudar a Blair sin poner en riesgo toda la estructura
de la pesadilla de Guantánamo. Al mismo tiempo, el gobierno
estadunidense tiene dificultades para convencer a algunos
abogados estadunidenses que funjan como defensores de estos
hombres, pues los litigantes argumentan que las reglas están
dispuestas en su contra ilegítimamente.
Se suponía que la victoria estadunidense en Irak tendría el
efecto de hacer que sus recalcitrantes aliados -Francia,
Alemania, Rusia- revirtieran sus posiciones. No hay signos
que lo demuestren. ¿Por qué habrían de revertirla? En marzo,
cuando la revista Time llevó a cabo una encuesta en Europa
con la pregunta "¿quién de los tres siguientes, Corea del
Norte, Irak o Estados Unidos, es la mayor amenaza para la paz
mundial?", un contundente 86.9 por ciento contestó que
Estados Unidos. Y dicho país y Europa están en el sendero de
la confrontación en torno a asuntos mundanos de comercio. En
esto, Estados Unidos tiene, claramente, una posición débil.
La Organización Mundial de Comercio tiene dictámenes contra
Estados Unidos en estos asuntos. Muchos países pequeños
rehúsan plegarse ante Estados Unidos (unos calladamente,
otros no tanto) en su insistencia de ser el único país por
encima de las leyes internacionales.
Por último, pero no por eso de menor importancia, la economía
estadunidense no está muy bien que digamos. Además, hay
conservadores que gritan que el régimen de Bush no es
realmente conservador, porque aumenta, no disminuye, el papel
del Estado. Howard Dean comienza a ser visto como el
potencial candidato demócrata. Y aunque no obtuviera la
nominación, algo que sí podría lograr, ya forzó a los otros
candidatos a "moverse hacia la izquierda" si han de captar
algo del apoyo que Dean parece estar convocando.
¿Podrá Bush darle la vuelta a todo esto? A corto plazo, tal
vez. Si logra capturar a Saddam Hussein, eso le ayudaría. De
nuevo, estoy sorprendido de que Estados Unidos no haya podido
lograr tal captura. Pero no debería sorprenderme. Tampoco han
capturado a Bin Laden, ni vivo ni muerto, después de casi dos
años de persecución. El mullah Omar también anda suelto, y
parece que reorganiza a los talibanes.
Y en cuanto a los halcones que rodean a Bush, un día después
de la caída de Bagdad arengaban en favor de invadir Siria.
Pero todo eso se calmó después. Ni Irán ni Corea del Norte
frenaron su impulso de adquirir armas nucleares. Muy por el
contrario, están a punto de presumirlas. Estados Unidos ha
sido muy prudente. No parece siquiera tener tropas
disponibles para lo urgente que es reforzar su posición en
Irak. En esas condiciones no podría, seriamente, avanzar
sobre Irán o Corea del Norte. Las iniciativas diplomáticas
tampoco han logrado mucho, ni en Israel/Palestina, ni en el
nordeste asiático ni en América Latina.
Si yo fuera Bush estaría muy preocupado. Tal vez él no lo
está. El orgullo va primero que la caída. Pero apuesto que
sus brillantes asesores políticos se están mordiendo las
uñas. Se sentían muy seguros, hace tan poco. Pero el barco
del Estado se topó con aguas revueltas. Puede no hundirse de
inmediato. Pero, ¿llegará a puerto a salvo? Los nomios no son
como para que sonrían con displicencia.
* Immanuel Wallerstein. Director del Centro Fernand de la
Universidad de Binghamtom © Immanuel Wallerstein
Traducción: Ramón Vera Herrera
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