La medida justa que nos falta

02/06/2003
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La cultura imperante es excesiva en todo. No tiene sentido de la auto-limitación ni sentido de la medida justa. Por eso está en una crisis peligrosa para su propio futuro. El desafío es: ¿cual es la medida justa que preserve el capital natural y la sobrevivencia? La justa medida es el optimo relativo, el equilibrio entre el más y el menos. Por un lado, la medida es sentida negativamente como límite a nuestras pretensiones. De ahí nace el deseo y hasta el placer de violar el límite. Por otro, es sentida positivamente como la capacidad de usar, de forma moderada, las potencialidades para que duren más. Eso solo es posible, cuando se encuentra la justa medida. Las culturas de la cuenca del mediterráneo, de donde venimos, egipcia, griega, latina y hebrea, postularon siempre la búsqueda de la medida justa. Esa era y es también la preocupación central del budismo y de la filosofía ecológica del Feng Shui chino. Para todas, el símbolo mayor era la balanza y las respectivas divinidades femeninas, tutoras de la justa medida. La diosa Maat de los egipcios cuidaba para que todo fluyese equilibradamente. Pero los sabios egipcios pronto entendieron que la justa medida exterior solo se alcanza a partir de la justa medida interior. Sin la convergencia de la Maat interior con la exterior perdemos la medida justa, vale decir, el equilibrio y nos mostramos destructivos. Una de las características fundamentales de la cultura griega fue la búsqueda insaciable de la medida en todo (metrón). Es clásica la formulación de: "méden ágan", "nada en exceso". La diosa Némesis venerada por griegos y latinos, representaba la justa medida en el orden divino y humano. Todos los que se atrevieran a traspasar la propia medida (llamada de hybris= autoafirmación arrogante) eran inmediatamente fulminados por Némesis. Era el caso de los campeones olímpicos que, similar a nuestros días, se dejaban endiosar por el público ó los filósofos y los artistas que permitían la excesiva exaltación de sus vidas y obras. La Biblia judeocristiana funda la medida justa en el reconocimiento del límite intraspasable entre Creador y criatura. La criatura jamás será igual a Dios. Esa era la pretensión de nuestros ancestros en el paraíso terrenal, imaginaban que lo conseguirían comiendo el fruto prohibido. Y lo comieron, traspasaron el límite impuesto, pero no se volvieron Dios y fueron expulsados del paraíso. Es pecado rechazar el límite y no reconocer la condición de criatura. A pesar de la expulsión, permaneció el imperativo de la medida justa en la forma de "cultivar y guardar" el jardín del Edén, es decir: vivir la ética del cuidado. Detrás de "cultivar" resuena siempre "culto" y "cultura" que señalan el trato respetuoso de la Tierra (culto). Y atrás de "guardar": el aprovechamiento sustentable de sus recursos para atender las necesidades humanas y no para fines de acumulación. En el lenguaje bíblico, ser "imagen y semejanza de Dios" significa ser el representante y el lugarteniente de Dios en medio de la creación. Como tal, se debe prolongar el acto creador divino, creando también con la misma benevolencia con que Dios creó todas las cosas ("y vio que todo era bueno"). El efecto final de las intervenciones, bajo la medida justa, es la cultura, como hominización y humanización de la naturaleza. Aprendamos de los antiguos como sanar la crisis civilizacional: viviendo sin exceso, en la justa medida y en el cuidado esencial para con todo lo que nos rodea. * Leonardo Boff. Teólogo. Traducción ALAI
https://www.alainet.org/es/articulo/107632
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