De eso no se habla
08/03/2010
- Opinión
Hay tantos temas en este presente triste y trágico de
la humanidad que uno se siente llevado a mirar hacia
fuera y olvidar los problemas que llenan de injusticias
y tristezas al propio país. En la Argentina está
pasando algo, no es como antes que todos se callaban la
boca y el agente de la esquina ponía cara de ovejero
para sembrar las sonrisas celestinas de los asustados.
La defensa de Zanon por sus propios obreros y por la
solidaridad de la República es un ejemplo de la
búsqueda de más democracia y una burla a una justicia
obediente al poder; la marcha de los vecinos de Munro
empujada por la asamblea popular de Carapachay, donde
se repudió a la comisaría de Munro por su gatillo fácil
y la continuidad de la desaparición de jóvenes (el
pueblo en la calle, con la única arma de la palabra y
los policías armados hasta los dientes y escondidos
detrás de barricadas que rodeaban a la comisaría), y
tantos otros hechos que demuestran que la defensa de la
vida y de la fuente de trabajo es mucho más importante
que los discursos de los descoloridos candidatos para
las próximas elecciones, anémicas de la manutención del
poder por los de siempre.
Bien, vamos a levantar la ropa sucia de nuestra
sociedad para mostrar cómo se miente, cómo se
traicionan los derechos humanos, qué miedos tiene toda
la justicia, el gobierno y los responsables de hechos a
los cuales les han puesto el sello "De eso no se
habla", o el dictado del fascismo argentino: "Para
esos, ni justicia".
Y lo vamos a nombrar. Porque es un caso que atañe a la
democracia argentina. Con él se ha traicionado todo lo
legal. Se lo ha condenado a las mazmorras por encima
de toda legalidad. Para demostrar que todo en la
Argentina es una farsa, basta comparar cómo se trató a
los militares, cómo se trató a los grandes estafadores
de las ventas de armas, de los negociados, de la
explotación y cómo se esconde ad infinitum el caso
Gorriarán Merlo. Y los cuatro culpables de esta burla
brutal y oscura a la palabra justicia se llaman:
Alfonsín, Menem, de la Rúa! y Duhal de. Y todo su
cohorte de simuladores que actúan en la materia oficial
de Justicia y Derechos Humanos. En Alfonsín: la
irracional diferencia en el tratamiento a Rico y sus
carapintadas a quienes fue a visitar en helicóptero al
cuartel mientras que contra los civiles de La Tablada
ordena una represión cruel, brutal, típica de los
tiempos de Videla y Suárez Mason, para lo cual manda
intervenir al asesino general Arrillaga, aquel de la
desaparición de los abogados de derechos humanos en Mar
del Plata. Se hará una orgía, nueve de los 29 muertos
fueron asesinados siendo ya prisioneros, con los
oficiales poniendo sus patas sobre los cadáveres de los
caídos, el señor presidente de la Nación fotografiado
junto a los vencidos muertos y desechos por las bombas
y la metralla, con los prisioneros tratados como las
peores bestias. No, por supuesto, no se va a juzgar a
nadie de los represores de Arrillaga, para ellos sigue
valiendo el cínico y vergonzoso obediencia debida.
Pero para los presos, un juicio sin derecho a
apelación, en la Argentina de la llamada nueva
democracia nacida en 1983. Un juicio que fue una
verdadera vergüenza con los acusados ya condenados de
antemano. De allí se los enviará a una verdadera
cárcel de ratas, la construida por Videla, donde los
prisioneros durante muchos años no pudieron recibir ni
un rayo de sol. Mientras tanto Rico hacía otro golpe y
mataba a un soldado conscripto. Pero eso no fue nada
para condenarlo ya que fue liberado por Menem, quien
acaba de decir que "le gusta la derecha".
El 28 de diciembre de 1995, Menem pegará otro golpe
contra la democracia: con el presidente mexicano
Zedillo –otro como él– preparará una acción de los
servicios de informaciones y secuestrará a Gorriarán
Merlo en México, un golpe a lo "gangster" ya que la
acción debería haberla realizado la policía mexicana y
luego, de acuerdo con las leyes y los tratados, Menem
haber pedido la extradición de Gorriarán. No, nada de
eso. Para qué, si se hubiera tratado de un general
desaparecedor, o un ministro ladrón por supuesto que se
hubieran respetado paso a paso las acciones legales,
pero para un hombre de izquierda no valen las
disposiciones internacionales. Y en una acción
nocturna se trajo a Gorriarán a la Argentina. La
Comisión de Derechos Humanos de la OEA rechazó el
proceder argentino-mexicano y ha exigido el regreso de
Gorriarán al lugar de donde fue raptado. Pero los
sucesivos gobiernos argentinos de Menem, De la Rúa y
Duhalde se han callado la boca y se hacen los sordos en
un flagrante delito de no cumplir con los tratados
internacionales. Esto es una vergüenza para todos los
argentinos, pero es que los gobernantes que nos sirven
los arreglos politiqueros creen que la ley no vale para
todos los ciudadanos sino sólo para ellos y sus
sospechosos seguidores. En cambio, qué ejemplo nos dio
a los argentinos el Brasil cuando se negó a extraditar
a cuatro incursores de La Tablada que se habían
refugiado en su territorio: al pedido de Menem le
respondió la justicia brasileña que no se entregaba a
ciudadanos cuyos acciones eran de carácter político.
Por su parte, Lula ya hizo un pedido para que se dejara
en libertad a Gorriarán Merlo ya que ni la justicia ni
el gobierno habían cumplido con lo que le correspondía.
Uno, como ciudadano común se pregunta cómo puede haber
tanto cinismo en los que nos gobiernan: por ejemplo, el
caso Rico que se levantó dos veces contra las
instituciones republicanas y es responsable de
homicidio de un inocente soldado sea hoy candidato a
gobernador de la provincia de Buenos Aires. Peor
todavía: el caso del comisario Patti, asesino y
torturador comprobado, con homicidios plenos de
bestialidad sea hoy candidato de la democracia
argentina para el mismo cargo bonaerense. ¿Es
aceptable eso? ¿A dónde nos ha llevado la vergonzosa
política radical de la obediencia debida y punto final?
Ante esta realidad: ¿quien puede confiar en nuestras
instituciones? Es preciso dar una solución ya mismo a
este estado de cosas.
Tiene que comenzar ya el gran debate, no podemos
apartar la vista y mirar para otro lado. En estas
condiciones este país no es democrático, está dominado
por un clima sibilino y de consenso con el delito.
Además ya se ha perdido demasiado tiempo para la ética
en este doble juego de sonrisas para algunos y cárcel
para los otros. Más que siempre pagan los platos rotos
aquellos que equivocados o no quieren cambiar una
sociedad de aprovechados y víctimas por otra de
dignidad para todos los pobladores. Aquí tienen que
moverse todos: legisladores, hombres de la justicia,
intelectuales, sindicatos, organizaciones barriales.
Recuerdo con dolor y con vergüenza cuando fuimos a
entrevistar a los ministros de De la Rúa: los presos de
La Tablada habían iniciado una huelga de hambre que
duraría 120 días. Los rostros de los presos y los
rostros de los ministros. Lo que se pedía era que se
cumpliera con la CIDH y con las leyes de la verdadera
justicia. Fuimos mil veces. El rostro del ministro de
Justicia, hermano de De la Rúa, como una efigie de
mármol del templo de Baco, y los demás funcionarios,
mirando el infinito. Por último no tuvieron otra
salida que oír el clamor de los siempre sacrificados
organismos de derechos humanos. Pienso yo, ¿tendremos
que volver al pasado, para que finalmente se cumpla con
la ley y la voluntad de encontrar el camino de la
verdadera justicia? ¿En qué tierra vivimos, a los
uniformados, saludo uno; a los luchadores, el cepo?
* Página/12. Buenos Aires, 12 de abril de 2003
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