Elecciones: ¿qué le reclama el trabajo a la política?
01/01/2000
- Opinión
1. Un electoralismo desfasado
El escenario político electoral es de fragmentación. Además, la
campaña electoral ha sido opacada por la combinación original en
este país de fenómenos diferentes como el impacto de la guerra de
Irak y el desinterés de una parte considerable del electorado por
las elecciones. Cálculos actuales indican que posiblemente voten
sólo 16 millones de electores, sobre un padrón de 25 millones.*
Sin embargo, no se puede decir que los candidatos no hayan
desarrollado sus plataformas electorales. Por cierto que Kirchner
ha presentado una plataforma neodesarrollista, Menem una
neoliberal-conservadora, Rodríguez Saa una nacionalista, Carrió un
mix entre socialcristianismo y socialdemocracia moderada, al
igual, en este último sentido, que el socialismo y el radicalismo;
y López Murphy una plataforma fundada en el liberalismo económico.
En realidad, en todas las elecciones desde 1983 hasta ahora los
candidatos han contado con plataformas y programas.
El problema es que esas plataformas y programas no se corresponden
con las capacidades de los partidos. Los programas,
lamentablemente, son también productos mediáticos, creados por
"equipos técnicos" y difundidos a la sociedad por los medios. No
son el producto de la participación de los afiliados. El partido
es sólo una herramienta electoral, y por eso poco puede hacer para
garantizar el cumplimiento del programa. Los electores conocen
esta última realidad, y por lo tanto descreen de los partidos.
También sabe de la falta de voluntad política de los partidos el
establishment, que cuenta con suficientes poder económico y
cuadros político-técnicos como para obligar, luego de las
elecciones, a los candidatos a aplicar sus políticas
neoconservadoras. La Iglesia Católica y otras instituciones
religiosas, sectores progresistas de las FFAA confinados
injustamente en ghettos, asociaciones sindicales y populares, no
han sido consultados por los partidos.
2. El mundo del trabajo como fuerza política
Pero hay, entre otras, una fuerza social gigantesca que podrá ser
marginada relativamente de estas elecciones, pero que posee el
poder potencial de arruinar a cualquier presidente electo: el
mundo del trabajo formal productivo. En el sentido amplio el
mundo del trabajo abarca aproximadamente a 12 millones de
personas, de las cuáles 8 millones son los trabajadores
asalariados, 2 son empresarios de todas las categorías, y el resto
se compone de profesionales liberales, científicos, trabajadores
de la cultura y la educación, etc. El núcleo duro del mundo del
trabajo está constituido por los trabajadores asalariados, las
empresas y las instituciones de ciencia y tecnología: sin este
núcleo duro ninguna economía puede funcionar positivamente.
La debilidad de los candidatos y de los partidos descansa en su
alejamiento actual del mundo del trabajo. Esto me hace recordar
una frase pronunciada hace algunos años por el ex presidente
Clinton: "¡Es la economía, estúpido!".
La economía, si es observada a través de su existencia material
visible, da cuenta de sus capacidades productivas y su relación
con la demanda efectiva generada por los mercados locales e
internacionales. Las sociedades observan con preocupación la
marcha de la economía real, porque de su buena performance depende
su nivel de vida. Hoy más que nunca en este país, porque persiste
la depresión y el alto endeudamiento, la pobreza y el desempleo.
Dado que el país está involucrado en la segunda ola de
mundialización de la economía y forma parte del Mercosur, no podrá
solucionar sus problemas aislado del mudo. Esta realidad
económica es lo visible, lo que la gente percibe. Pero si
logramos pasar de lo visible a lo "invisible" vamos a darnos
cuenta de que la economía organiza en redes, no sólo materiales
sino sociales, a empresarios, trabajadores, instituciones de
ciencia y tecnología, etc.
La economía como suma de relaciones sociales se vuelve "economía
política". La política es vigorosa cuando tiene sus raíces en la
economía política. La economía política organiza a sectores y
capas sociales con intereses y prácticas sociales que se expresan
políticamente. La economía política permite regular a los
mercados. Por ausencia de la incorporación de los agentes de la
economía real a la política, en estas elecciones un sector del
mundo del trabajo votará a desgano, y otro muy numeroso se
abstendrá.
Hubo dos momentos en la historia argentina contemporánea en que la
política y la economía política marcharon juntas. El primero fue
con la ejecución del proyecto de la Generación del '80: ese
momento duró hasta fines de 1920. El segundo fue con la formación
del peronismo y la aplicación del modelo nacionalista-
industrialista, y este momento duró desde 1945 hasta 1952, cuando
empezó su declinación; durante el peronismo se institucionaliza la
sociedad salarial. Después de esos momentos, sólo hemos vivido
momentos "aparentes" pero efímeros de acercamiento de la economía
política y la política (por ejemplo entre 1973 y 1975, entre 1983
y 1985, y entre 1991 y 1994).
Cuando la política y la economía política se asociaron, nacieron
fuertes movimientos políticos: en el primer momento fue el Partido
Autonomista Nacional (PAN), partido de la elite terrateniente
aristocrática y excluyente, pero transformadora; en el segundo, el
Partido Justicialista (PJ), que monopolizó la representación de la
sociedad industrial-salarial.
3. Los partidos pierden su centralidad en el régimen político
Ahora bien, los partidos actuales no tienen vínculos orgánicos y
dinámicos con el mundo del trabajo. Esto afecta la calidad de la
democracia. Son partidos de la "sociedad política", pero no están
afincados ni procesan los intereses del mundo del trabajo. Todos
los partidos han perdido afiliados. El PJ, el más poderoso,
registra, en las elecciones internas abiertas y simultáneas para
elegir candidatos en la provincia de Buenos Aires, que sólo vota
el 6% de su padrón electoral (9 millones, es decir unos 600.000
electores). En este gigantesco escenario de absentismo se
localizan comportamientos políticos favorables a instalar
gobiernos cívico-militares autoritarios de derecha o "chavistas".
El PJ, si bien mantiene su fuerte presencia en el electorado de
origen asalariado, ya no conserva su vínculo orgánico-dinámico con
los trabajadores por el debilitamiento de la fuerza de su columna
vertebral sindical. Otros partidos importantes no se sienten
responsables frente al mundo del trabajo y adecuan sus discursos
laborales a las necesidades electorales. En el pasado, este tipo
de doble discurso fue dominante en la Alianza.
Ahora bien, una hegemonía política es estable y duradera cuando
interpreta y da direccionalidad a las líneas de fuerza que se
generan en la sociedad civil. En este caso, nos referimos a la
relación de la política con el mundo del trabajo, pero deberíamos
incluir a otras líneas de fuerza, como lo son la disposición de la
sociedad argentina a preservar al democracia pluralista, los
movimientos de derechos humanos, las asociaciones involucradas en
la lucha contra la pobreza y el desempleo, los movimientos anti-
belicistas, etc.
Los partidos argentinos se han degradado intelectualmente, y por
eso no pueden representar al mundo del trabajo. No son partidos
que garanticen la unidad política del pueblo para salir de la
crisis actual y preservar la democracia pluralista. Está en
crisis el régimen político y el sistema de representación. Los
partidos políticos argentinos están en crisis, y sus opciones son
autorreformarse o languidecer hasta su desaparición, sin que ello
altere al régimen democrático formal. Es necesario que en estas
elecciones surja un gobierno de coalición democrático fuerte. Los
candidatos que sostengan esta opción ayudarán a sus partidos a
autorreformarse.
Forzando y aplicando la idea de Clinton a la Argentina "fin de
época", se podría afirmar que estas elecciones deben castigar a
charlatanes de ocasión con la siguiente frase: "¡Es el trabajo,
estúpido!". En efecto, lo que el mundo del trabajo le reclama a
la política es un plan de "reindustrialización" integrada y
competitiva para una economía de mercado regulada. Levantar
100.000 nuevas empresas, hacer retroceder al desempleo a menos de
un dígito y sacar de la pobreza y el desempleo al 50% de la
población. La política tiene ahora la palabra: ¿será capaz de
liderar el proceso de reconstrucción económica que se requiere
para preservar al Estado-nación, capaz de jugar un rol protagónico
en el mundo global? Esta es la verdadera pregunta que se hacen los
argentinos conscientes de cara a las próximas elecciones.
* Paper elaborado para el Panel "EL MUNDO DEL TRABAJO EN LOS
PROGRAMAS ELECTORALES" Lunes 7 de abril de 2003, Hotel Castelar,
Buenos Aires. Con auspicio de la Fundación Friedrich Ebert de
Argentina
** Julio Godio. Director del Instituto del Mundo del Trabajo.
El presente artículo se publica por gentileza del Instituto del
Mundo del Trabajo. Rebanadasderealidad.com.ar 07 de abril de 2003
https://www.alainet.org/es/active/3472
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