La globalización imperial los tiempos del MERCOSUR después del Fast-track
15/07/2002
- Opinión
En una dura pelea donde se han enfrentado poderosos lobbys y grupos de
intereses, el sector del presidente George W. Bush, expresado por los
empresarios petroleros y el “complejo militar-industrial” ha ganado la
partida e impondrá sus pretensiones dentro y fuera de los Estados Unidos.
La noticia económico-comercial más importante del mes de agosto fue opacada
por las turbulencias financieras del Mercosur, los muertos de Colombia y la
violenta polarización política en Caracas. El 6 de este mes, el presidente
de los Estados Unidos, George W. Bush, firmó la Ley denominada "Autoridad
para la Promoción del Comercio", que le confiere completa autonomía
ejecutiva para negociar acuerdos comerciales internacionales.
Se puso final a más de 7 años de puja parlamentaria y de lobbys en los
Estados Unidos, para saber cuál de los poderes de la Unión podía arrogarse
el derecho constitucional de pactar tarifas y leyes comerciales que
afectarán a largo plazo la economía y la sociedad norteamericana. Tamaña
responsabilidad fue duramente peleada porque es mucho más que comercio. Se
trata del poder del gobierno norteamericano para establecer las bases de un
nuevo sistema de relaciones hemisféricas. El comercio y la integración son
apenas el soporte de un largometraje cuyo reparto lo conformarán treinta y
cuatro repúblicas (excepto Cuba), con economías y estados tan desiguales,
que sólo es posible imaginarlas juntas y en orden, en una película.
Contra todo pronóstico, el joven Bush lo ha logrado. Todos los intentos de
su padre y luego los de Clinton, por obtener el fast track, o "vía rápida",
fracasaron irremisiblemente. No hace más de un año, la Representante de EUA
para el Comercio, Charlene Bashefsky, criticó duramente al presidente
norteamericano por "atreverse a solicitar autonomía comercial". Esta alta
funcionaria de Washington solicitó someter ese "delicado poder de
negociación" al Congreso, tal como se hizo con China para su ingreso a la
Organización Mundial de Comercio y con Jordania para firmar el acuerdo
comercial bilateral.
Si el joven Bush pudo lograrlo fue por una combinación de hechos nuevos: La
declinación de la economía norteamericana desde octubre de 2000, el nuevo
escenario político mundial después del derrumbe de la Torres Gemelas
(2001), la nueva vulnerabilidad financiera y política de los estados
sudamericanos (2002), especialmente los del Mercosur, y por último, la
fuerte presión ejercida por más de 20 estados de la Comunidad Andina,
Centroamérica y El Caribe (excepto Venezuela) para echar a andar el ALCA lo
antes posible. La explicación es muy simple. Estos estados, incluyendo
México, tienen más de la mitad de su comercio exterior comprometido con el
mercado interior de los Estados Unidos. El caso de México es más
complicado, porque antes de ingresar al NAFTA facturaba el 80% de sus
ventas en tierra norteamericana; hoy ese compromiso supera el 90% de sus
cuentas externas.
La "vía lenta" del Mercosur
Algunos especialistas sostienen que los estados del Mercosur deben
apresurarse a "ser un bloque más armónico y sólido para resistir la presión
del fast track". Esto opinan, por ejemplo, Albert Fishlow, de la
Universidad de Columbia y Renato Baumann, director de la Oficina de la
Comisión Económica para América Latina, en Brasil. El problema de este
prudente consejo es que cae en un momento singular del bloque. Su
vulnerabilidad financiera acercó al global trader Brasil al límite del
default, rompió el tradicional equilibrio bancario uruguayo, somete al
estado paraguayo a la disyuntiva de enfrentarse a su sociedad civil por 200
millones de dólares que ofrece el FMI, un dilema parecido al caso
argentino. Chile, por su parte, mantiene su propio ritmo a favor del ALCA,
como vía para tratar de remontar la caída de su PBI a menos del 1,5% al
2002. Bolivia, deberá resolver dos conflictos: que Perú o Chile le permitan
usar sus costas para exportar montañas de gas a EE.UU., y que el nuevo
gobierno de Sánchez de Lozada pueda concertar con un Parlamento dominado
por diputados anti ALCA.
A pesar de estos líos del presente, el Mercosur pudo demostrar armonía y
solidez en dos aspectos. Por un lado, para enfrentar el golpismo militar en
Paraguay, Ecuador y Venezuela. El otro es que al calor de sus encuentros y
desencuentros tarifarios, se conformó como una zona económica y comercial
de relaciones completamente nuevas. Esto incluye a Chile y Bolivia. Estas
relaciones alcanzaron la integración cultural a través del turismo masivo,
las relaciones de estado y la migración. Sólo basta recordar que dos países
que estuvieron al borde de la guerra, Argentina y Chile, hoy están
conectados por 11 pasos fronterizos ampliamente transitados, inversiones
millonarias y una corriente turística jamás registrada. Sergio Amaral,
ministro de Desarrollo de Brasil, señaló el 11 de agosto que el Mercosur
logró "posiciones armónicas" en las dos negociaciones claves más recientes:
con la Unión Europea y en las reuniones de Guatemala donde se negocia el
ALCA. Otro aspecto donde se avanza en bloque es en el de tener
instituciones comunes, como en la UE.
¿Podrá el Mercosur andar más rápido que el ALCA? ¿Será parte de una
integración mayor sudamericana? Estos son los desafíos inminentes después
del 8 de agosto, el día que el joven Bush obtuvo la "Autoridad para la
Promoción del Comercio" (fast track).
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