Costa Rica en la mira del militarismo de Bush

30/06/2002
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Un grupo de prestigiosos intelectuales y artistas estadounidenses acaba de hacer un llamamiento invitando a la población de los Estados Unidos a resistir frente a la guerra y a la agresión desatadas por la Administración Bush tras los terribles acontecimientos del 11 de septiembre del 2001. Los responsables de los servicios de seguridad dibujan diariamente a los norteamericanos una realidad de amenazas terribles y casi inevitables, sin duda para tratar de justificar la locura militarista que se ha apoderado de un gobierno controlado por la rama más ultraconservadora de la política y de los negocios estadounidenses. Lo que Bush califica como "lucha titánica contra el terrorismo" se ha convertido prácticamente en el único tema de su presidencia. Su última medida, además de la licencia concedida a la CIA para acabar con políticos extranjeros, ha sido el anuncio de la creación de un megaministerio de seguridad con 170 mil empleados y 37.000 millones de dólares de presupuesto. La militarización de todas las fuerzas de seguridad y de policía, y la supresión de importantes derechos civiles, hace temer a muchos norteamericanos el regreso a los años infames del macartismo, ahora con los Estados Unidos convertido en la única superpotencia y el señor Bush dotado de poderes imperiales que le permiten con su sola firma definir como "terrorista" a un país o a un grupo de personas, y someterlos, en consecuencia, a los más terribles castigos. El reino de la arbitrariedad, como denuncian los estadounidenses que no tienen miedo, amenaza así con convertirse en la nueva legislación local y global, paradójicamente de la mano de un presidente que ocupa el sillón de Lincoln tras unas elecciones calificadas por muchos de fraudulentas. Es en este contexto que los costarricenses hemos recibido la noticia de que los gobiernos de Estados Unidos y de Costa Rica firmaron el pasado 6 de junio un convenio para establecer una Escuela Internacional de Policía en nuestro país, dirigida por los estadounidenses, para adiestrar a las fuerzas del orden de la región en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. Lo primero que habría que decir es que al país no se le está hablando Con la verdad. Después de su visita a Washington, el presidente Pacheco dio a entender que la idea de la Escuela de Policía se le había ocurrido al presidente Bush casi en el curso de la entrevista conjunta. Pero resulta que todo venía bien cocinado desde la administración Rodríguez. Es posible que en este caso, como en los de corrupción que sacuden al gobierno anterior, don Abel Pacheco no haya sido suficientemente informado, y algunos de sus colaboradores le quieran heredar las "tortas" de la infausta administración Rodríguez; no es casual que dos altos funcionarios del anterior gobierno que siguen con don Abel, el ministro de Seguridad, Rogelio Ramos, y el embajador en Washington, Jaime Daremblun, hayan llevado el peso de "las negociaciones" y se hayan apresurado a convencer al presidente Pacheco de las bondades de la firma del convenio, hasta el extremo de que sin estar siquiera informada la Asamblea Legislativa, que debe ratificar o no el convenio de marras, el ministro Ramos ya tiene el terreno donde se instalaría la escuelita y hasta tiene pensado hablar con el Colegio de Licenciados y Profesores para que se permita a los alumnos-gendarmes a retozar en el centro de recreación de ese gremio nacional. Sabemos ahora, también, que el gobierno de los Estados Unidos pensó originalmente en instalar la escuela policial en Panamá, pero desistió por "razones políticas", según admitió un funcionario de la embajada de los Estados Unidos en San José, que agregó que al final se decidieron por Costa Rica por la "estabilidad democrática" de nuestro país. En Panamá funcionó de 1946 a 1984 la Escuela de las Américas. Por ahí pasaron y se graduaron más de 60.000 militares y policías de América Latina, responsables, en su gran mayoría, de las atrocidades y crímenes cometidos contra nuestros pueblos. El Pentágono fue obligado a publicar los manuales de entrenamiento utilizados en la escuela, en los que se abogaba por el uso de la tortura, de la extorsión y de la ejecución. Esa escuela de dictadores -por ahí pasaron Noriega, Banzer, los que derrocaron a Allende y mataron a monseñor Romero-, torturadores y asesinos, fue trasladada a Fort Benning, en Georgia, hasta que la Cámara de Representantes votó por el cierre de la escuela en 1999. Sin embargo, un comité de la Cámara y del Senado votó finalmente por mantenerla abierta, siempre que la escuela cambiara de nombre. Para exorcizar el templo de víctimas y de verdugos, se le puso entonces el piadoso nombre de Instituto de Cooperación en la Seguridad del Hemisferio Occidental. Probablemente es una sucursal de ese "instituto" lo que se quiere instalar en Costa Rica. El funcionario de la embajada de los Estados Unidos en San José, Vance Stacy, admitió en declaraciones publicadas el pasado 26 de junio por el periódico La República, que "mundialmente hay países en que las fuerzas armadas tienen funciones policiales, por esa razón no podemos decir que no habrá militares". No hacían falta tampoco esas declaraciones, para saber que en esa guerra que Bush le ha declarado al terrorismo, y que dice que puede durar "una generación", la frontera entre lo militar y lo policial ha desaparecido. Costa Rica está así ante un enorme desafío. Conservar su tradición de país civilista, sin ejército y amante de la paz, o dejarse empujar y subirse al carro de la locura represiva y belicista de los ultras que están hoy en la Casa Blanca. Como dramáticamente nos dicen esos intelectuales y artistas estadounidenses que acaban de alzar la voz contra la guerra y por la paz: "Debemos tomarnos muy en serio a los gobernantes cuando hablan de una guerra que durará una generación y cuando hablan de un nuevo orden. Nos hallamos frente a una nueva política imperial hacia el mundo y una política interior que genera y manipula el miedo para limitar los derechos". Costa Rica no debe ser cómplice de esa política del miedo y de la guerra. Nuestro camino no es el de Bush. La violencia y el terrorismo no serán nunca erradicados incrementando las máquinas de guerra y de represión. Es una afrenta para el único país de América que abolió el ejército, que se pretenda alquilar su territorio para entrenar a quienes son responsables de tanto dolor y de tanta muerte. José Merino del Río: Coordinador del Foro de Acción Política "Otra Costa Rica es posible, otro mundo es posible", exdiputado de la Asamblea Legislativa de Costa Rica.
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