Pueblada. Fines de 2001
31/01/2002
- Opinión
Es histórico. Una pueblada volteó al gobierno constitucional. Antes era
una tarea de los militares, o producto de un golpe económico del gran
capital. Claro, siempre era una combinación de esos factores: militares y
poder económico, o mejor, de los primeros al servicio de los segundos.
Ahora no, el pueblo movilizado los desalojó del gobierno. Es cierto que la
pueblada tiene un serio límite por la ausencia de alternativa política,
pero ello no le quita mérito. Los gobiernos constituidos a posteriori lo
hicieron legalmente, pero con menor legitimidad. El régimen político está
jaqueado por el pueblo.
"¿Qué va a pasar ahora?", me pregunta una amiga progre. "¿Qué?, le dejamos
el gobierno al populismo de Rodríguez Saá y al peronismo?" Otra vez varios
indeseables en el gobierno: Franco, Grosso, Reviglio, Vernet y muchos más.
La respuesta vino más rápido de lo esperado y un nuevo caceroleo produjo el
retiro del prontuariado Carlos Grosso. Antes, la crisis se había llevado a
David Expósito, que apenas estuvo horas al frente del Banco de la Nación.
Había hablado de más y pareciera que en el clima político de fines de
diciembre ya no hay lugar para la impunidad de la palabra y los actos. A
las pocas horas todos los funcionarios del gobierno surgido hacía
escasamente una semana ponían su renuncia a disposición de un presidente
que ya no reía como al principio.
La voz del pueblo habló por boca de las cacerolas y se llevó el gobierno de
De la Rúa. Ahora, a menos de una semana de haber asumido, arrastraba el
gabinete del nuevo gobierno y amenaza al conjunto del régimen político. Es
que se cuestiona a la Corte Suprema de Justicia, al Parlamento y la
inconstitucional resolución de la Asamblea Legislativa de pretender
resolver la crisis con el alejamiento anticipado del gobierno de la
Alianza. Los protagonistas supérstites del régimen político parecen
desconocer que el pueblo argentino ha empezado a perder el miedo y ahora
desafía el Estado de Sitio y la legitimidad de un poder político precario
de los gobernantes. La elección de Eduardo Duhalde no cambia las cosas.
Otra vez el acuerdo del bipartidismo, entre el PJ y la UCR, le dio
continuidad a un régimen cuestionado.
¿Qué quién dirige la protesta? Nadie claramente, y cada quién donde puede y
en la medida que se protagonizan los acontecimientos, y según haya sido la
conducta previa y durante las movilizaciones populares de ahora y de cara
al qué hacer en el hoy y mañana. No se puede entender la protesta actual
sin la diversidad convergente de modalidades de resistencia.
Lo más visible es el caceroleo, que se atribuye a capas medias urbanas y a
una masa de actitud previa silenciosa, cuyo antecedente inmediato anterior
fue el llamado voto bronca en las elecciones de octubre, principalmente en
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Pero también hubo saqueos durante la gesta popular del 19 y 20 de diciembre
e incluso antes pero no una semana después. Hay quiénes sostienen que
éstos fueron inducidos por punteros del PJ de la provincia de Buenos Aires
y desde ese razonamiento objetan un movimiento de miles de personas que
actuaron para satisfacer necesidades y afectaron el corazón del régimen
capitalista: la propiedad privada. Es cierto que algunos afectados fueron
pequeños propietarios y que los grandes tuvieron especial custodia de la
policía, pero buena parte de las acciones fueron realizadas por
organizaciones que remiten al territorio y les sirve para afianzar
iniciativas colectivas que potencian la identidad organizativa de tipo
territorial.
El cuadro se completa con movilizaciones y convocatorias orgánicas de
partidos de izquierda, para acompañar y/o protagonizar los sucesos, y
también de organizaciones sindicales, sociales, de derechos humanos, etc.
Más aún, de una masa juvenil muy aguerrida, acostumbrada a confrontar
cotidianamente contra la prepotencia policial en los barrios, canchas o
lugares de concentración popular, y que ahora lo hace en la escena pública
donde transcurre la política, en las principales calles y plazas.
Son tres formas las asumidas por la pueblada: cacerolazo, saqueos y
movilizaciones. Remito a un conjunto diverso de iniciativas e individuos y
organizaciones que constituyen de hecho un sujeto social activo que
enfrenta al gobierno y al poder, aún por razones muy distintas. Alguien
puede salir contra el corralito bancario, por que con o sin razón,
visualiza esas disposiciones restrictivas al funcionamiento de la banca
como una necesidad de los banqueros y de ningún modo como un fenómeno de
modernización derivado de la bancarización.
Mucho podrán explicar sobre los beneficios de operar con múltiples
instrumentos bancarios, pero culturalmente el veredicto del pueblo está
sancionando la disposición de los banqueros con el anterior y el presente
gobierno. Los jubilados no quieren colas en la calle en un verano caliente
y tampoco la aceptarían si el tiempo fuera el tórrido invierno. Son
reivindicaciones de sectores que operan en los bancos, quizá la minoría,
pero siente que la afecta el límite a la extracción de fondos, la cola para
hacer trámites y la mala atención, con independencia de la buena
disposición que pudieran tener los trabajadores bancarios. La ausencia o
demora en el clearing y la contribución al deterioro de la normal cadena de
pagos de un amplio sector informal de la economía que interactúa con
sectores formalizados o incluso de algunos que operan en las dos franjas,
ora formal, ora informalmente. Es en su conjunto caldo de cultivo para la
bronca. Es cierto que algunos abonan el apoliticismo y desde su protesta
reclaman contra todos los partidos, incluso la izquierda y así, pedían que
no hubiera banderas identificatorias en los días de la pueblada.
Otros salen porque hace rato que salen. Son parte del activo social que
viene protagonizando la resistencia. Vienen de cortes de calles y de
rutas, o de acompañar a la Madres de la Plaza de Mayo los jueves, o en las
convocatorias diversas de las organizaciones de derechos humanos. Son los
participantes de la Consulta Popular por el Seguro de Empleo y Formación,
de las caravanas para su difusión y de las múltiples marchas que se han
sucedido en los tiempos previos, del silencio, por la resistencia o por el
trabajo, contra la represión policial o por causas diversas. Son
piqueteros o huelguistas, con las cosas claras o no. Militantes de la
resistencia en definitiva. Son los que abonaron un clima social durante
años y que muchas veces, esas iniciativas populares de movilización y
protesta fueron sindicadas de inútiles. Algunas voces, principalmente de
los medios, se preguntaban sobre el sentido de paros, piquetes y marchas,
si al final todo sigue igual.
La realidad demuestra que no todo sigue igual, que la fogata alimentada por
años se ha transformado en un fogón y que puede constituirse en hoguera y
arrastrar la miseria acumulada por años del régimen político. En todo
caso, es una apuesta a la constitución de un sujeto popular que pueda
conducir el proceso social argentino por caminos alternativos, que en mi
pensamiento y objetivos resumo en el socialismo, aunque esa sea una
categoría a rellenar por el propio movimiento popular en la construcción de
la nueva sociedad. Pero pensarlo es ya una forma de trabajar para su
materialización, o en todo caso, ese es el sentido de la participación de
los individuos y organizaciones que luchan por el socialismo.
Hay quién salió por primera vez y solo se animó a batir palmas, o hacer
sonar una cacerola y otro, en general joven, que se le animó en las barbas
de la brutal policía represora. Uno y otro hizo su experiencia. Ambos
produjeron adrenalina en la superación del miedo y del prejuicio. No te
metas era la consigna previa. Ahora trocada en una convocatoria aluvional
al protagonismo. No es lo mismo una que otra, pero el resultado es la
satisfacción. "Estoy contento porque nunca había participado y de pronto
me vi junto a vecinos a los que nunca había prestado atención y todos
cortando la calle y golpeando cacerolas, botellas, o prendiendo gomas en
pleno barrio de Belgrano", me relataba un amigo. "Mi hijo con 16 años
estaba en primera fila del enfrentamiento a los policías. Así lo vi en la
tele y me dio mucho miedo y luego orgullo, ya que recordé mis acciones
juveniles de otros tiempos", así reflexionaba una madre militante de ATTAC,
reflejando las contradicciones de sentimientos en esos difíciles momentos.
"Ves estas zapatillas de marca -me indicó un joven de pelo muy largo- me
las dio un pibe que había saqueado y mientras corría repartía el producido
entre todos aquellos que se le cruzaban".
Son relatos de protagonistas de una pueblada, con éxitos para quienes la
vivimos desde lugares y experiencias distintas. Desde la novedad a la
reiteración de participaciones, pero sabiendo que estas puebladas no son
una más. La masacre demuestra que no es una más. 32 muertos entre el 19 y
20 de diciembre, más la masacre de Floresta del custodio ex policía y los
gases y palos recibidos, son clara demostración de que algo nuevo está
ocurriendo. El pueblo se está constituyendo como sujeto que decide en la
escena política. La protesta en la calle define las renuncias de
funcionarios públicos y de equipos enteros. El pueblo no sabrá que cosas
son las que hay que hacer, pero sabe que es lo que no quiere que le hagan.
En el medio y desde la práctica se construye el "qué hacer".
Antecedentes cercanos de la pueblada
Los fenómenos son complejos y por lo tanto no se puede ser simplista en el
análisis de las causas de la pueblada. El abono objetivo deviene de las
consecuencias sociales de la política hegemónica aplicada desde 1975 y
cimentada con el terrorismo de estado de la dictadura genocida en 1976.
Pero lo destacable es el abono subjetivo de las luchas sucedidas desde
entonces hasta nuestros días. Cada una de esas luchas agregó lo propio.
Los protagonistas del levantamiento popular de fines de diciembre del 2001
son los millones de movilizados en un ciclo político de contraofensiva del
capital contra el poder de los de abajo expresado en la resistencia
creciente entre 1969 y 1975.
La ofensiva del capital se llevó a 30.000 personas y dejó instalado el
miedo, la manipulación ideológica de la sociedad y la modelación del
consenso a las políticas de las clases dominantes en el poder. Ese fue el
contenido de la democracia vigente estos 18 años y es por ello que fue
perdiendo legitimidad en buena parte de la sociedad. La resistencia fue
defensiva, contra la dictadura primero, contra el ajuste y las
privatizaciones después. La "contra" define una etapa, la defensa, incluso
de lo indefendible, como las propias empresas del Estado, que como
expresión de un Estado clasista, estaban al servicio de la acumulación de
capitales, ganancias y poder de las empresas más concentradas, de adentro o
de afuera del país.
La hipótesis que quiero sostener es que ahora se construye una resistencia
de ofensiva, que aunque sigue siendo en contra del gobierno anterior
(Alianza) o de éste (PJ), ya empieza a definir un camino de construcción,
aunque sea marcando al gobierno lo que no puede hacer, o a quién no debe
designar. No sólo obstaculiza el accionar del gobierno, sino que le
establece ciertas condicionalidades. No olvidemos que en los últimos años,
los que establecían condicionalidades eran el FMI y los organismos
internacionales, los inversores externos, las consultoras internacionales y
el gran capital, que actuaban como el poder de veto a cualquier
disposición.
El ciclo de la resistencia del último cuarto de siglo debe ser analizado,
pero para precisar en los acontecimientos más visibles del último tiempo
quiero remitirme al ciclo de luchas iniciado en 1997 con los piquetes de
Cutral Có, como el acontecimiento más visible. El piquete ha sido quizá,
la forma más combativa en que se expresó la resistencia desde entonces
hasta el presente. Los dos congresos nacionales de piqueteros del 2001
muestran un intento por sintetizar esa práctica social de lucha. Una
práctica que no puede ser apropiada por ninguna corriente en particular.
Que debe reconocerse la presencia de distintas identidades políticas y
tradiciones de lucha entre los que disputan la hegemonía del movimiento de
piqueteros, donde conviven las identidades de la izquierda partidaria, la
Federación de Tierra y Vivienda de la CTA, como diversas organizaciones
sociales integradas por ex militantes de los partidos de izquierda o
incluso de organizaciones sociales que les dieron cobertura en el algún
momento y que por diversas circunstancias, incluso la decepción, las
abandonaron oportunamente.
Incluso, el balance político de los congresos piqueteros y de la práctica
de los cortes es diferente según se integre alguna de las fracciones
hegemónicas o minoritarias. Es prematuro aún hacer un balance, pero desde
adentro del movimiento hay distintas lecturas y muchas más desde afuera.
Lo real es la existencia de una práctica que fue ganando consenso social,
al punto que en barrios de clases medias urbanas de la Capital Federal,
junto al caceroleo se desarrollaron cortes de calles, con quema de gomas,
maderas, cartones, en un intento de reproducir la escenografía del piquete.
Quienes hegemonizan el movimiento han buscado formas de negociación con los
poderes de turno que significaron flexibilizar los cortes, permitiendo la
circulación parcial del transporte y limitando los efectos de la medida de
protesta. Apuntan a disputar el consenso de la opinión pública mientras
logran sus objetivos en la administración de los subsidios por el gobierno
cedidos. Quienes quieren ir más allá no han logrado masa crítica de
piqueteros para hacer realidad su radicalidad discursiva o propositiva,
aunque también terminaron, por lo menos algunos agrupamientos,
administrando planes de empleo. Más allá de la utilidad manifiesta que un
Plan Trabajar tiene para el receptor individual, debe consignarse la
perversa relación que se establece entre el Estado actual y las
organizaciones de la Resistencia, que hace sospechosas algunas conductas a
la hora de la toma de decisiones por una u otra modalidad de confrontación
con el poder.
Los paros generales han sido otra forma de contribución a la acumulación de
fuerzas de la resistencia popular y dicho más allá de la hegemonía y el
proyecto político de los convocantes. Quizá fue muy claro el tema el 6 de
abril de 2001, cuando el grupo de Moyano levantó el paro decretado para ese
día, dándole una tregua al reciente designado Ministro de Economía, Domingo
Cavallo. Los rebeldes de la CGT señalaron que había expectativas populares
en el discurso heterodoxo que había hecho manifiesto Cavallo al asumir.
Del mismo modo puede mostrarse la asociación de Daer y Moyano, eufóricos
con el nuevo Presidente designado por la Asamblea Legislativa luego de la
renuncia de De la Rúa. También pueden destacarse los silbidos a Moyano en
los congresos piqueteros. Pero esas defecciones de los dirigentes no le
quitan mérito a la lucha de los trabajadores en tanto oposición al ajuste
del gobierno de la Alianza y aún, en la última etapa del menemismo. Ese
accionar, con muchas más sombras que luces, ha sido parte de los múltiples
torrentes que nutren la resistencia.
En torno de la CTA y de la articulación con otras organizaciones sociales
se gestó una de las experiencias que tributan a la múltiple resistencia.
Son parte de la constitución del bloque popular de la resistencia. Se
registran en el periodo que analizamos los dos Congresos que definen a la
CTA, tanto las secuelas del Congreso fundacional, como Central de
Trabajadores en la confrontación contra el menemismo, como el segundo
congreso en Mar del Plata en 1998, que le da una base programática que lo
inscribe en las mejores tradiciones del movimiento sindical combativo de
los 60/70. Pero incluye el límite de la dispersión de proyectos políticos
que se expresan en la cúpula y que influyeron negativamente durante el
cónclave marplatense y el proceso político emergente durante la sucesión
presidencial de 1999 y con incidencia, aún hoy, en la definición por
construir una alternativa política.
Es que el hecho de coexistir en 1998 una mayoría de dirigentes de la CTA
que veían con simpatía el fenómeno político de la Alianza entre la UCR y el
Frepaso y una minoría vinculada con la izquierda, esterilizó la
potencialidad de ir más allá, demandada por una masa estimada en 8.000
congresales y participantes en el 2° Congreso de la CTA, que se
identificaban claramente con un sentimiento contra el modelo, e incluso el
sistema. La existencia de Diputados con origen sindical en los gremios
adheridos a la CTA y el hecho de que acompañaran proyectos antipopulares
debilitó la capacidad del accionar en la construcción de la resistencia que
impulsa la CTA.
Los encuentros por un Nuevo Pensamiento (1997, 98, 99, 2000 y 2001),
pensados por la izquierda allí contenida como renovación del pensamiento
crítico, expresan también los límites de ese valioso intento por sintetizar
la práctica militante de un espacio social con la reflexión intelectual.
Es que no toda la riqueza de la resistencia y del pensamiento pudo
contenerse en esos masivos encuentros, de donde surgió la propuesta de la
Consulta popular a una iniciativa de la CTA por resolver el problema del
empleo en forma alternativa. El mérito puede anotarse en la decisión de
construir una Central de los trabajadores ante la deserción de la CGT y en
la capacidad de articular con otros afluentes del movimiento popular, tal
como el cooperativismo, el movimiento agrario y de pequeños y medianos
empresarios. El punto más alto de esa movilización se logra en este
periodo en las sucesivas iniciativas que se transitan desde la Marcha
Grande por el Trabajo en Junio y Julio del 2000, las caravanas de
Septiembre de 2001 (ocultadas por la prensa en la cobertura de los
atentados en EEUU) y la votación culminada dos días antes de la pueblada
que le costó el gobierno a la Alianza. Fueron 3 millones de voluntades a
favor de un seguro de empleo y formación, una asignación universal para
menores de 18 años y otra para la vejez sin cobertura previsional.
Voluntades obtenidas en una movilización nacional protagonizada por 60.000
militantes.
Pero también las elecciones han sido tributarias de la resistencia y en ese
sentido es importante la contribución de la Izquierda partidaria. Debe
recordarse que el 25% de los electores de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, en octubre de 2001, optaron por alguna de las opciones ofrecidas por
la izquierda y ello derivó en la existencia de tres diputados en la Cámara
de Diputados de la Nación. Es un hecho novedoso en este ciclo
constitucional. Hay que adicionar que buena parte del voto bronca,
anulados, impugnados, en blanco y abstenciones llevan el signo de la
izquierda y por lo tanto más de un tercio de la población porteña había
manifestado su confrontación desde el escenario electoral, al modelo y al
sistema. Desde el 2000 existen cinco diputados en la legislatura de la
ciudad que produjo el cacerolazo más visibilizado en todo el país. Son
todos elementos que aportan al desarrollo de una resistencia, que incluye
el programa disperso de la izquierda, es decir, de la lucha conciente por
el Socialismo.
La alternativa política como asignatura pendiente
Los antecedentes de lucha validan nuestra hipótesis de cambio en el
escenario de la resistencia. Sí es este un momento de inflexión, los
efectos sociales y políticos de la ofensiva del capital pueden haber
encontrado su límite: el que establece el pueblo. Bien vale reivindicar la
categoría pueblo, que había sido abandonada, o reemplazada por la más
difusa "gente". El pueblo remite a una categoría histórica, que con
hegemonía de los trabajadores constituye un bloque popular que desde las
propias reivindicaciones contra el bloque de clases sociales en el poder,
está en condiciones de formular un proyecto para el conjunto de la
sociedad. Hablamos de un proyecto político integral, que pueda actuar en
todos los escenarios de la lucha de clases.
Ese proyecto requiere de instrumentos articulados que permitan una
acumulación de fuerzas en la disputa del poder. Ello implica articular
organizaciones, propuestas e iniciativas políticas que hoy transitan por
carriles paralelos, y a menudo por caminos que se alejan o incluso
desencontrados. Ese es el desafío y no es inevitable que ello ocurra. Es
un problema de voluntad política del movimiento de masas en la resistencia
y de sus dirigentes. Es una construcción humana e histórica.
* Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas,
FISyP. Profesor titular de Economía Política en la Facultad de Derecho de
la Universidad de Rosario.
* Texto publicado en "Rebeliones y Puebladas: diciembre 2001 y enero
2002. Viejos y nuevos desposeídos en Argentina". Cuadernos de la FISyP,
cuaderno 7 (2° serie), enero de 2002
https://www.alainet.org/es/active/1789
Del mismo autor
- La disputa del orden capitalista más allá de la guerra y la militarización 04/04/2022
- Las sanciones a Rusia y el impacto en América Latina y el Caribe 18/03/2022
- El G20 y la agenda del poder mundial 17/02/2022
- La lógica histórica del FMI es el ajuste y las reformas estructurales 04/02/2022
- El gobierno acordó con el FMI 31/01/2022
- La pandemia es funcional a la ofensiva del capital 16/12/2021
- La pandemia no terminó 02/12/2021
- El problema es el capitalismo y no el clima 02/11/2021
- Debates sobre la deuda pública en Argentina 30/08/2021
- ¿Fracaso del neoliberalismo? 28/06/2021