Génova y las múltiples crisis de la globalización
30/07/2001
- Opinión
Génova es un nombre asociado con la aparición del capitalismo en Europa
hace
seis siglos. Ahora, Génova puede convertirse en símbolo de la crisis de la
globalización corporativa.
El contexto histórico de la reunión es que en menos de una década, el
sistema global capitalista ha pasado del triunfo a la crisis. En momentos
en que el mundo se encuentra al borde de una recesión profunda, nos
convendría analizar algunas de las dimensiones claves de esta transición
histórica, es decir las múltiples crisis que sacuden el proyecto
globalista.
La última década del siglo veinte empezó con el colapso resonante de las
economías socialistas de Europa del Este y mucha bulla triunfalista sobre
el
génesis de una economía global impulsada por el mercado que dejaría
obsoletas a las fronteras y que rodaría gracias a los avances en la
tecnología informática. Los agentes claves de la nueva economía global
fueron las empresas transnacionales, que se presentaron como la encarnación
de la libertad del mercado debido a su mayor capacidad para lograr la más
eficiente combinación de: tierra, mano de obra, capital y tecnología.
A mediados de la década nació la Organización Mundial del Comercio (OMC)
que
fue pintada por los militantes de la globalización como la manera de
proveer
el andamiaje legal e institucional de la nueva economía global. Al crear
un
sistema global que radicaba en las reglas basadas en el principio
primordial
de un comercio más libre, la OMC serviría como el catalizador de un proceso
económico que rendiría el mayor beneficio para el mayor número de gente.
Fue el tercer pilar de una Santa Trinidad, que serviría como guardián de un
nuevo orden económico, en conjunto con los otros dos, el Fondo Monetario
Internacional que promovería un flujo de capitales cada vez más libre, y el
Banco Mundial que supervisaría la transformación de los países en
desarrollo
según la receta de libre mercado, y manejaría su integración en la nueva
economía mundial.
La crisis del multilateralismo
Sin embargo, aún cuando los profetas de la globalización hablaron de una
creciente caducidad de los estados nacionales y la irrelevancia cada vez
mayor de los intereses nacionales, el beneficiario principal del orden
global Post Guerra Fría fue EE.UU. Aunque supuestamente fue un mecanismo
de
libre comercio, los acuerdos principales de la OMC promovieron un monopolio
para las empresas estadounidenses: El Acuerdo sobre Los Derechos de
Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio consolidó el dominio de
las empresas de EE.UU tales como Intel y Microsoft sobre las innovaciones
de
alta tecnología, mientras el Acuerdo sobre Agricultura institucionalizó un
sistema de competencia monopólica por los mercados de terceros países,
entre
los intereses agro-industriales de EE.UU. y la Unión Europea.
Cuando la crisis financiera asiática hundió a países vistos por muchos
miembros de las élites políticas y empresariales de EE.UU. como los
competidores más formidables de EE.UU, Washington no intentó salvar a las
economías asiáticas con la promoción de políticas de expansión. Más bien,
utilizó al FMI para que desmantele las estructuras de un capitalismo
asiático asistido por el estado, lo que era considerado como barrera
importante a la entrada de bienes e inversiones de las transnacionales
estadounidenses que por años clamaron ferozmente por su pedazo del "Milagro
Asiático". Fue menos un asunto de creer en la repartición de los supuestos
beneficios del libre comercio, que maximizar las ventajas geo-económica y
geo-estratégica, la verdadera razón del apoyo de EE.UU a las políticas del
FMI, Banco Mundial y la OMC. Como señaló Chalmers Johnson, no es difícil
creer que el comportamiento oportunista de Washington durante la crisis
financiera asiática reflejó el hecho de que "al haber derrotado a los
fascistas y a los comunistas, EE.UU ahora busca derrotar a sus últimos
rivales para el dominio global: las naciones del Este de Asia, que
aprovecharon de las condiciones de la guerra fría para enriquecerse"
La estrategia preferida de EE.UU. para alcanzar sus intereses durante la
mayoría del período Post Guerra Fría fue actuar bajo una capa multilateral,
ya sean las instituciones Bretton Woods, las Naciones Unidas, o el Grupo de
los Ocho, quienes le proveyeron el marco para el "liderazgo hegemónico".
No
obstante, cuando estas instituciones obstaculizaron los intereses de EE.UU
éste no vaciló en actuar de forma unilateral. Así fue, y cada vez con más
frecuencia, durante los años 90, al eliminarse los incentivos para el
comportamiento multilateral por la competencia Soviética.
En lo que tuvo que ver con la ONU, quedó de manifiesto el uso instrumental
de las agencias multilaterales. Mientras utilizó a la ONU para cubrir su
política de aislamiento a Iraq, al mismo tiempo Washington negó a la ONU el
pago de sus cuotas por no haberse sometido plenamente a la política
estadounidense. Y cuando no pudo lograr un mandato a través de la ONU,
simplemente la ignoró y empezó a trabajar a través de instituciones más
flexibles, por ejemplo cuando utilizó la cobertura de la OTAN para realizar
el bombardeo a Yugoslavia durante el conflicto en Kosovo.
El G8 (entonces G7, sin Rusia) surgió en la década de los setenta para
proveer un mecanismo de toma de decisiones más multilateral entre los
países
capitalistas más avanzados, en particular en materia económica. Pero,
especialmente bajo la administración actual de George W. Bush Washington ha
tomado un rumbo unilateralista que ha acarreado agudos conflictos con otros
miembros sobre los aspectos candentes de Cambio Climático, la Defensa Anti
Misiles, y la reconciliación entre los dos Coreas. El brusco abandono de
un
acuerdo negociado con mucha dificultad, el Protocolo de Kyoto sobre Cambio
Climático, señala un histórico punto bajo en el comportamiento unilateral,
y
no se puede subestimar su contribución a erosionar la alianza entre EE.UU y
la Unión Europea que ha servido como base de la hegemonía occidental
durante
los últimos cincuenta años.
La crisis de legitimidad
Una creciente dependencia del unilateralismo por parte de EE.UU y su
manipulación descarada de los mecanismos multilaterales para lograr la
hegemonía, fue una fuente clave de la crisis de legitimidad que empezó a
afectar al orden global a finales de los noventa. Pero, tan importante
como
esta erosión del multilateralismo como fuente de deslegitimación, es la
comprensión generalizada de que el sistema no pudo cumplir con su promesa.
Y que el sistema no haya dado prosperidad a todos, sino apenas la ilusión,
fue algo conocido desde hace tiempo por algunos observadores. Sin embargo,
la realidad de la creciente pobreza y desigualdad global fue neutralizada
por las altas tasas de crecimiento y prosperidad en unos pocos enclaves de
la economía mundial. Por ejemplo, el Este de Asia durante los años 80,
donde las tasas fueron tomadas (equivocadamente) como parangones del
desarrollo alineado con el mercado. No obstante, cuando colapsaron esas
economías, en 1997, salieron a la luz del día las locuras de la economía
neoliberal. Todas las explicaciones de que esa crisis fue el resultado de
un capitalismo clientelar, no pudieron encubrir el hecho de que fue la
liberalización de los capitales especulativos de las restricciones
regulatorias, en mayor parte debido a la presión del FMI, la que provocó el
colapso asiático. El FMI también fue examinado severamente por haber
impuesto programas draconianos sobre las economías asiáticas luego de las
políticas de crisis que sólo aceleraron la contracción económica, salvaron
a
la banca y a los inversionistas especuladores extranjeros, y
reestructuraron
las economías según el "patrón americano".
El papel del FMI en el Este de Asia provocó un nuevo análisis de su rol en
imponer los programas de Ajuste Estructural en muchas partes de Africa, el
Sur de Asia, y América Latina durante los años 80, y el hecho de que, como
en Asia, estos programas exacerbaron el estancamiento, ampliaron la
desigualdad, profundizaron la pobreza. Tanto así, que el FMI, en un
esfuerzo desesperado por limpiar su historia, cambió el nombre de la
Facilidad del Fondo de Ajuste Estructural Extendido (ESAF en inglés) por la
Facilidad para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza, antes de la
reunión anual Banco Mundial/FMI en Washington en septiembre de 1999.
La crisis financiera asiática provocó la desintegración de la legitimidad
del FMI. En el caso de la OMC, la situación se tornó más dramática aún.
En
los últimos cinco años de la década, cada vez más gente y comunidades se
dieron cuenta de que al adherirse a la OMC, firmaron una especie de carta
de
dominio empresarial que veneraba lo que el conocido activista de los
consumidores, Ralph Nader, llamó el principio de "comercio uber alles", o
comercio corporativo por encima de la equidad, la justicia, el medio
ambiente, y casi cualquier cosa importante para nosotros. Muchos países en
desarrollo descubrieron que al unirse a la OMC cedieron sus derechos al
desarrollo. Las muchas corrientes de descontento y oposición se juntaron
en
las calles de Seattle, y las salas de reunión del Centro de Convenciones de
Seattle, en diciembre de 1999, para rebatir la Tercera Reunión Ministerial
y
desencadenar una severa crisis institucional que todavía mantiene en vilo a
la organización.
El Banco Mundial, bajo el liderazgo del australiano transformado en
estadounidense, James Wolfensohn, pareció tomar un rumbo que le permitiría
escapar de los daños sufridos por sus instituciones hermanas, hasta que
ésta
también se encontró bajo fuego a principios del 2000 por parte de una
fuente
inesperada: la Comisión Meltzer. Desde que asumió el manejo de la
organización a mediados de los años 90, Wolfensohn logró relativizar las
críticas a través de un trabajo de relaciones públicas muy eficiente y la
cooptación a Organizaciones No Gubernamentales. Pero cuando las críticas
de
gente de izquierda fueron repetidas por una comisión creada dentro del
Congreso de EE.UU., el juego terminó. La Comisión, encabezada por el
académico conservador Alan Meltzer, concluyó que en cuanto a su objetivo
declarado de eliminar la pobreza a nivel mundial, la actuación del Banco
fue
miserable y que sería mejor encargar la tarea a cuerpos regionales.
No debe sorprender que ante las críticas de la izquierda y de la derecha,
haya una retórica sobre la reforma del sistema multilateral en las agencias
multilaterales y los gobiernos del G8, que son sus auspiciantes más
poderosos. La cancelación de la deuda, una nueva arquitectura financiera
global, y la reforma de la estructura de toma de decisiones en la OMC y en
los gemelos Bretton Woods, constan entre los aspectos de alto perfil que
crearon expectativas de cambio.
En la mayoría, estas iniciativas han resultado decepcionantes, con poca
acción concreta. La más prominente iniciativa de reforma, el plan del G8
de
aliviar el servicio de la deuda externa de los 41 países pobres altamente
endeudados (los HIPC), en realidad sólo rindió una reducción de mil
millones
desde que empezó en 1996 - es decir una reducción en el servicio de su
deuda
de sólo 3% en cinco años!
En lo que tiene que ver con la arquitectura financiera internacional, se ha
evitado una discusión seria sobre los controles al capital especulativo,
como es el impuesto Tobin. Un FMI no reformado sigue al centro del
"sistema
de apagar incendios". Una línea de crédito preventiva del Fondo (que
ningún
país quiere utilizar), y un Foro de Estabilidad Financiera sin dientes - en
el cual hay poca participación de los países en desarrollo - parecen las
únicas "innovaciones" que emergieron de las crisis asiática, brasileña, y
rusa, de los últimos tres años.
Supuestamente el G8 iba a liderar la reforma de las estructuras de toma de
decisiones de las instituciones multilaterales que establecen las reglas y
manejan el capitalismo contemporáneo. Sin embargo, la discusión sobre cómo
democratizar la OMC se desvaneció, y según el Director General, Mike Moore,
el poco transparente sistema de "consenso" que desencadenó la revuelta de
los países en desarrollo, en Seattle en diciembre 1999, es "no-negociable"
Y
en cuanto al FMI y el Banco Mundial, ya no existe discusión sobre la
posibilidad de quitarles el poder de voto a EE.UU y la Unión Europea para
favorecer a los países en desarrollo, menos aún eliminar la práctica
medieval de siempre de seleccionar un europeo para encabezar el Fondo, y un
estadounidense para liderar el Banco.
La corporación bajo la lupa
A finales de la última década del siglo veinte, se evaporó el triunfalismo
que caracterizó a los inicios de la década, lo que dio paso a una profunda
crisis de legitimidad del orden multilateral. Esta crisis, además, se
tradujo en una creciente incomodidad global respeto al principal actor de
la
globalización: la corporación multilateral.
En los años 90 varios factores se juntaron para enfocar la atención del
público en la corporación - los más extraordinarios de estos fueron: las
prácticas depredadoras de Microsoft; las depredaciones ambientales de
Shell;
la irresponsabilidad de Monsanto y Novartis en promover los organismos
genéticamente modificados (transgénicos); la explotación sistemática de la
mano de obra sumamente barata por parte de Nike; y el encubrimiento por
parte de Ford, Firestone y Mitsubishi, de defectos serios en sus productos.
El sentido de emergencia ambiental también se difundía a inicios del siglo
21, y para un creciente número de gente, fue posible ver la causa del
rápido
deshielo de las capas polares en las políticas de las grandes empresas
petroleras, en la promoción continua de una inestable civilización
petrolera
por parte de las grandes empresas de autos y, en un sentido más general, en
el proceso de crecimiento descontrolado impulsado por las corporaciones
transnacionales.
Irónicamente, en EE.UU fue durante el apogeo de la Nueva Economía cuando la
desconfianza en la corporación alcanzó su nivel más alto en décadas. Según
una encuesta realizada por Business Week, "72 por ciento de estadounidenses
dicen que las empresas ejercen demasiado poder sobre su vida" . La revista
advirtió "América Corporativa, ignora estas tendencias a su riesgo" .
Algunos de los miembros más iluminados de la élite global tomaron estas
advertencias en serio, y su reunión anual en Davos, Suiza, se convirtió en
el espacio para elaborar una respuesta que iría más allá de la fracasada
estrategia de negar que la globalización corporativa creará problemas
tremendos, y para promover una visión de la "globalización con compasión".
No obstante, la tarea fue descomunal, porque se volvió cada vez más
evidente
que en un mercado global sin regulación, fue cada vez más difícil
reconciliar las demandas de responsabilidad social con las demandas de
rentabilidad. Lo mejor que una "globalización con conciencia" podría
ofrecer es, como admitió el conocido promotor de la globalización, C. Fred
Bergsten, un sistema de "redes tradicionales de seguridad... para ayudar a
ajustar el trastorno" y "habilitar a la gente para que aproveche del
fenómeno (de la globalización) y vaya con él en vez de oponerse a él"
El nexo estratégico
El poder de las corporaciones es una dimensión del poder global. Pero
existe un poder estratégico de iguales consecuencias, que más que el poder
corporativo, se concentra en EE.UU. No se puede presumir, como en el
marxismo ortodoxo, que el poder estratégico esté determinado por la
dinámica
del control corporativo. No se puede presumir que el estado de EE.UU sea
un
simple sirviente de los intereses de las corporaciones de ese país.
Efectivamente, en Asia el motivo principal de la política de EE.UU ha sido
la extensión estratégica antes que el expansionismo corporativo, por lo
menos hasta mediados de los ochenta. Y en el caso de China, el deseo del
capital estadounidense de explotar el mercado chino ha discrepado con cada
vez mayor frecuencia con el Pentágono, que ve en China un enemigo a ser
interceptado en vez de asistido por capitales occidentales que lo
convertirán en una verdadera amenaza. De hecho, en muchas instancias puede
ser que el poder corporativo y el poder estatal no están sincronizados.
Dicho esto, un objetivo primordial del estado militar estadounidense
transnacional muy bien instalado en Asia del Este, en Oriente Medio, y
Europa, y que proyecta su poder sobre el resto del planeta, es el
mantenimiento de un orden global que asegure la primacía de los intereses
económicos de EE.UU. Puede ser que el columnista del New York Times,
Thomas
Friedman, se equivoque sobre los impactos benéficos de la globalización,
sin
embargo, tiene toda la razón cuando asevera que:
La mano invisible del mercado nunca funcionará sin un guante escondido.
McDonalds no puede prosperar sin McDonell Douglas, el diseñador del avión
F-
15 de la Fuerza Aérea de EE.UU. Y el guante invisible que mantiene a salvo
el mundo para el florecimiento de las tecnologías de Valle Silicona se
llama
el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, y el Cuerpo de Marines de EE.UU.
Con la creciente ilegitimidad de la globalización corporativa, y la brecha
cada vez más grande entre la minoría próspera y una mayoría cada vez más
marginada, la intervención militar para mantener el estatus global se
convertirá en un aspecto constante de las relaciones internacionales, sea
que ésta se justifique en base a la lucha contra el narcotráfico o el
terrorismo, la contención de los estados "peligrosos", la oposición al
"fundamentalismo islámico" o la contención a China.
No obstante, no es posible decir que la estructura militar hegemónica de
EE.UU padece de una crisis de legitimidad tan profunda como la que afecta a
los procesos y a las instituciones de la globalización corporativa. La
estructura militar estadounidense permanece sólidamente enraizada en Europa
y Asia, por una razón ideológica: el profundo temor de las élites europeas
y
asiáticas de que, sin la actuación de EE.UU como "hegemón benévolo", ellas
solas no pueden generar órdenes regionales que garanticen la paz entre sí.
De todas maneras, este sentimiento no es tan fuerte como antes. El colapso
del poder soviético creó la condición para que los aliados de Washington
re-
evalúen el rol del poder de EE.UU. Han aumentado las dudas ante la
insistencia del Pentágono de construir un sistema de defensa anti misiles -
más contra enemigos potenciales que reales- mientras prepara una nueva
cruzada de guerra fría contra China. Efectivamente, estos acontecimientos
abrieron los ojos de muchos aliados de Washington sobre el hecho de que la
mayor amenaza para la seguridad de ellos ahora puede ser Washington mismo.
La degeneración democrática
Sin embargo, no es el poder militar o corporativo la mayor fuerza de EE.UU
sino, siguiendo el pensamiento del italiano Antonio Gramsci, el poder
ideológico - su "poder suave"
Estados Unidos es una democracia lockeana, y su habilidad de proyectar su
misión como la extensión de sistemas centrados en elecciones libres para
escoger gobiernos cuyo objetivo es la promoción de los derechos y
libertades
liberales, sigue siendo una importante fuente de legitimidad en muchas
partes del mundo. La tendencia en el Tercer Mundo de abandonar los
regímenes autoritarios a cambio de democracias formales resultó a pesar de
EE.UU., antes que por su causa. Pero, en particular bajo la administración
de Clinton, Washington aprovechó exitosamente los vientos democráticos, y
en
el proceso proyectó la imagen de opositor a las dictaduras en vez de
partidario de los regímenes represivos.
Sin embargo, durante los últimos años las democracias estilo Washington o
Westminster - o como William Robinson las llamó "poliarquías" - con su
enfoque en los derechos y elecciones formales y su sesgo contra la equidad
económica lograda a través de medidas como la redistribución de recursos e
ingresos - degeneraron en sistemas políticos cada vez más estancados y
polarizados como los de Filipinas, Brasil, y Pakistán. El Banco Mundial y
el Banco Asiático de Desarrollo hablan continuamente de la plaga de la
corrupción en los países en desarrollo. No obstante, la corrupción más
profunda es la que está empotrada en las estructuras políticas y económicas
que sólo son superficialmente democráticas pues son pervertidas por las
realidades de la inequidad económica, que es la mayor preocupación de la
vasta mayoría de gente del Sur.
El estancamiento de los sistemas democráticos liberales del Tercer Mundo
sucedió al mismo tiempo que un número cada vez mayor de estadounidenses
comprendió que su democracia liberal está tan corrompida por la política
del
dinero de las corporaciones que merece ser designada como una plutocracia.
De hecho, señala William Pfaff, "en ninguna parte existe algo de la escala
del sistema Americano de gastos e influencia políticos" El hecho de que el
candidato más favorecido por las Grandes Corporaciones perdiera el voto - y
según algunos estudios el voto electoral también - y aun así logró la
presidencia de la democracia liberal más poderosa del mundo no ayudó a
apuntalar la legitimidad del sistema político de un país que muchos
observadores han descrito como ya metido en "una guerra civil cultural"
También existe una creciente crisis relacionada con el gobierno democrático
en Europa, en parte debido a que los partidos políticos son cada vez más
cautivos de los intereses del dinero, como demostró el caso de Helmut Kohl
y
el partido Demócrata Cristiano de Alemania. Pero existe otra causa, que es
el proceso poco transparente utilizado por las élites tecnocráticas aliadas
con las élites corporativas en nombre de la integración y racionalización
europea, para erosionar el principio de subsidiaridad. Esto lo hacen
canalizando el poder efectivo de la toma de decisiones hacia las
estructuras
tecnocráticas que permanecen fuera del control de los votantes, y en cuya
cumbre se encuentra la Comisión Europea.
La crisis de sobreproducción
Desde el punto de vista de las élites del Norte, lo que hace tan volátil a
la crisis de legitimidad de las instituciones claves del sistema económico
y
político global, es la manera en que ésta se cruza con la profunda crisis
estructural de la economía global.
Nació el G8 para coordinar las políticas macro económicas de los países
ricos y navegarlas entre la Scylla de la inflación y el Caribdis del
estancamiento. Sin embargo en los últimos años resultó difícil sincronizar
las iniciativas fiscales y monetarias, y la poca cooperación que se alcanzó
no logró sacar a Japón de su recesión de una década, o evitar el inicio de
una nueva recesión global.
La razón de por qué la recesión parece inmune a los mecanismos ortodoxos y
monetarios, aun cuando éstos se coordinan internacionalmente, es que los
desequilibrios están creciendo desde hace tiempo. El auge a inicios y
mediados de los noventa provocó una explosión de actividad de inversión a
nivel global que a su vez conllevó a una tremenda sobre capacidad en todas
partes. Los indicadores son claros. La capacidad de la industria de
computadoras de EE.UU estaba creciendo en un 40% por año, muy por arriba de
los proyectados incrementos de la demanda. La industria automotriz global
ahora vende sólo 74% de los 70,1 millones de carros fabricados cada año.
Hubo tal cantidad de inversión en la infraestructura global de
comunicaciones que informan que el tráfico llevado por las redes de fibra
óptica alcanza sólo 2,5% de la capacidad instalada.
Visto en retrospectiva, las ganancias del sector corporativo de EE.UU
dejaron de crecer después de 1997 , lo que llevó a una oleada de fusiones,
con el propósito principal de eliminar competencia. Las más prominentes
fueron la unión entre Daimler Benz - Chrysler - Mitsubishi, la compra de
Nissan por Renault, las fusiones entre Mobil - Exxon, y entre BP - Amoco -
Arco, y la gigantesca "Alianza Estrella" dentro de la industria
aeronáutica.
Otra avenida tomada para evitar la caída de rentabilidad industrial fue
canalizar la inversión hacia la actividad especulativa, sobre todo en la
bolsa y el sector de bienes inmuebles, lo que acarreó el auge y colapso
espectacular en el Este de Asia en los años noventa . Fue esta misma
fiebre
especulativa la que durante los años noventa sostuvo al complejo Wall
Street
Silicon Valley que a su vez impulsó a la economía de EE.UU. como a la
global. Durante algún tiempo esta "Nueva Economía" parecía negar las leyes
económicas, mientras estrellas del Internet como Amazon.com, registraron
una
explosiva y aparentemente continua subida en el valor de sus acciones aun
cuando seguían operando a pérdida.
Pero todo el discurso sobre la aparición de una nueva economía se
desvaneció
cuando la ley de la gravedad alcanzó al sector especulador a fines de los
noventa, con el resultado de la pérdida de U.S.$4,600,000,000,000 del
dinero
de los inversionistas en la Bolsa de Wall Street, una suma que, como señaló
Business Week, equivalió a la mitad del PIB de EE.UU, y cuatro veces a la
riqueza borrada en el crac de 1987 .
En resumen, son cada vez más claros dos aspectos de esta crisis
estructural:
ya no tiene que ver con un colapso "rutinario" y viene en un momento
extraordinario de gran desafecto popular con el proyecto globalista y sus
instituciones claves.
El movimiento global de protesta
Visto así, y con la crisis de legitimidad cada vez más profunda de las
instituciones principales del sistema global a finales de los años noventa,
Seattle fue un cataclismo que se venía. La fuerza de la reprimida ira
global siguió expresándose en Washington durante las reuniones del Banco
Mundial/FMI en la primavera del 2000; en Chiang Mai Tailandia, durante la
reunión anual del Banco Asiático de Desarrollo en mayo de 2000, en
Melbourne
durante el Foro Económico Global, a inicios de septiembre 2000, y en Praga
durante la reunión del Banco Mundial /FMI a finales de septiembre 2000.
Mientras la élite global se reunía en Davos, Suiza, a finales de enero del
2001 para analizar el significado del creciente "movimiento anti
globalización" unos 12,000 representantes de las organizaciones de la
sociedad civil y movimientos políticos se reunieron en Porto Alegre,
Brasil,
para aseverar que "es posible otro mundo". El Foro Económico Mundial
encontró su némesis ideológica y política en el Foro Social Mundial. Un
aspecto de Porto Alegre fue la celebración del poder del movimiento, otro
fue el cobrar fuerza para el próximo paso. Ese paso tuvo como objetivo la
Cumbre de las Américas en la Ciudad de Quebec, a finales de abril del 2001.
Un propósito importante de la Cumbre era avanzar el Área de Libre Comercio
de las Américas (ALCA), proyecto clave de la élite corporativa de EE.UU. A
pesar del esfuerzo de los medios de comunicación establecidos de pintar a
los manifestantes como desinformados o anarquistas, la confrontación de
Quebec, como la de Seattle, fue un contratiempo grande, en cuanto a
legitimidad, para el sistema de globalización corporativa. De igual
manera,
el enfrentamiento de 20,000 manifestantes ocupó el centro del escenario
durante la Cumbre de la Unión Europea en Gotenburgo, en Junio.
Sin embargo, uno no debe sobre estimar el impacto de las manifestaciones
hasta la fecha, ni hacerse de la vista gorda sobre sus debilidades en
cuanto
a una agenda compartida o la toma de decisiones. Tampoco hay que
subestimar
sus consecuencias. Uno de los promotores más fervientes del Consenso de
Washington, C. Fred Bergsten, ahora admite que "las fuerzas anti
globalización están en el ascenso" . Bergsten está obsesionado por un
temor
"gramsciano": las estructuras del sistema todavía lucen sólidas, pero
cuando
desaparece el consenso o legitimidad, puede ser sólo un asunto de tiempo
antes de que las mismas estructuras se desintegren, en particular cuando se
toma en cuenta la crisis de sobre producción arriba mencionada, junto con
la
recesión, desempleo, e incrementos de la pobreza e inequidad que ésta
conlleva.
El futuro en juego
La crisis del sistema no necesariamente resultará en otro sistema, más
benigno, de relaciones internacionales. Como mencionó visionariamente Rosa
Luxemburgo, en la primera parte del siglo veinte, antes de la aparición del
fascismo en una Europa plagada de crisis, que el desenlace puede ser la
"barbarie", en la cual los ideales y los temas de la oposición progresista
son apropiadas por fuerzas demagógicas, hostiles a la libertad, equidad y
democracia. Razón por la cual es tan crítica la articulación de las
alternativas o la alternativa. El gran reto de los opositores de la
globalización corporativa sigue siendo la creación de estas visiones y
programas alternativos centrados en un proceso participativo para crear las
instituciones que de nuevo subordinarán el mercado a la sociedad,
promoverían la genuina equidad entre géneros y colores, y entre y dentro de
los países, y establecerán una relación benigna entre la comunidad humana y
la biósfera.
Del éxito de esta tarea depende el futuro que hoy pende de la balanza.
* Walden Bello es el Director Ejecutivo de Focus on the Global South, con
sede
en Bangkok, Tailandia, y profesor de Administración Pública en la
Universidad de Filipinas. Enfoque sobre Comercio No 64, Focus on the
Global
South, julio 2001. Traducción: Gerard Coffey.
Referencias
1. Chalmers Johnson, Blowback: The Costs and Consequences of American
Empire
(New York: Henry Holt and Company, 2000), p.206.
2. Michael Moore Discurso ante la UNCTAD X, Bangkok, 15/02/2000.
3. "Too Much Corporate Power", Business Week, Sept 11/09/2000, p.53.
4. "New Economy, New Social Contract", Business Week, 11/09/2000, p,80.
5. C. Fred Bergsten, "The Backlash against Globalization", discurso ante la
reunión de la Comisión Trilateral, Tokyo, abril 2000 (Bajado del Internet).
6. Thomas Friedman, The Lexus and the Olive Tree (New York: Farrar, Straus
Giroux, 1999), p.50.
7. Ver William Robinson, Promoting Polyarchy: Globalization, US
Intervention, and Hegemony (Cambridge: Cambridge University Press, 1996).
8. William Pfaff, "Money Politics is Winning the American Election",
International Herald Tribune, 11-12/03/2000, p.8.
9. Ver entre otros análises, Robert Brenner, "The Economics of Global
Turbulence", New Left Review 229 (mayo-junio 1998) y A. Gary Shilling,
Deflation (Short Hills, NJ: Lakeview Publishing Co., 1998).
10. "Too Much of Everything", Business Week, 9/04/2001, pp.74-76.
11. John Plender, "Falling from Grace", Financial Times, 27/03/2001, p.14.
12. Ravi Arvind Palat, "Miracles of the Day Before?: The Great Asian
Meltdown and the Changing World-Economy", Development and Society, Vol. 28,
No. 1 (junio 1999), p.40.
13. "When the Wealth is Blown Away," Business World, 26/03/2001, p.33.
14. Bergsten, "The Backlash against Globalization".
https://www.alainet.org/es/articulo/105268
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