Globalización neoliberal y globalización católica

¿Una nueva Santa Alianza? A propósito de la Declaración Dominus Jesus

23/11/2000
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I. Sentido e importancia del documento -El contexto geopolítico Si bien es cierto que la declaración Dominus Jesus no hace ninguna alusión al contexto geopolítico en el cual se ubica, esta contextualización es necesaria para entender el sentido objetivo del documento. El contexto es el de la globalización neoliberal, proceso de colonización y homologación del mundo de parte de las grandes potencias; que desconoce y conculca el derecho de los pueblos a la autodeterminación y la diversidad. Con este documento la Iglesia Católica institucional se suma a la tendencia homologante del proceso, disociándose de la resistencia de los pueblos, las culturas y las religiones que reivindican su derecho a la autodeterminación y la diversidad. Ella establece así, en el proceso de homologación, una santa alianza entre el proyecto de Dios y las leyes del mercado; entre la concentración del poder económico y político y la concentración del poder religioso. Si el pensamiento único neoliberal presenta el capitalismo como el fin de la historia política y económica, el pensamiento único vaticano presenta el catolicismo como el fin de la historia religiosa. Por lo demás, la alianza entre los dos procesos de homologación no es nueva. Tiene un antecedente próximo en la lucha anticomunista que ha marcado el siglo XX, cuando la Iglesia Católica, identificando en el comunismo ateo su enemigo principal, se alió con su antiguo enemigo, el liberalismo, y tomó partido por el imperialismo capitalista. Otro antecedente de esta alianza fue la conquista de América, momento crucial en el proceso de globalización capitalista, cuando el cristianismo le brindó la justificación ética y teológica y al mismo tiempo, con la evangelización, el instrumento de homologación cultural y religiosa. Esta alianza fue preparada a su vez por el pacto constantiniano, por el cual la iglesia decidió reconocer y legitimar el proceso de globalización conquistadora, desatado por el imperio romano, convirtiéndose ella misma, desde ya, en instrumento de homologación cultural y religiosa. -Una toma de partido antiecuménica En el terreno religioso, el proceso de globalización provoca la tendencia de las religiones por un lado a descubrirse y reconocerse mutuamente, estrechando vínculos de diálogo y colaboración, por el otro a afirmar cada una su identidad y por tanto su diversidad respecto a las otras. Este clima influye también profundamente en la búsqueda de los cristianos. Por distintos caminos, ellos descubren las otras religiones, toman conciencia de su importancia y de sus valores, se dan cuenta del carácter minoritario del cristianismo en la historia presente y pasada. En el continente indoafrolatinoamericano, este descubrimiento tuvo un momento fuerte en las contracelebraciones del V centenario, cuando minorías cristianas se sumaron a la Campaña 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular, reconociendo el derecho de aquellos pueblos a la autodeterminación y la diversidad. Al mismo tiempo ellos tomaron conciencia de la responsabilidad de las iglesias y de la "evangelización" en la destrucción de las culturas y religiones originarias y afroamericanas, y decidieron contribuir, en espíritu de desagravio, a su rescate. Surgió en este clima, desde las bases cristianas, el movimiento "Asamblea del Pueblo de Dios" que se llamó "macroecuménico", para significar que su ecumenismo rebasa las fronteras de las iglesias cristianas e involucra a las otras religiones. Sin embargo, lo que estas minorías cristianas perciben como una fuente de enriquecimiento, las iglesias institucionales, y sobre todo la católica, lo perciben como una amenaza y como un cuestionamiento de su hegemonía. El documento Dominus Jesus expresa claramente esta preocupación, reafirmando en tono contundente la Iglesia Católica como única depositaria de la Revelación en su integralidad y por tanto como itinerario necesario de la salvación. Documento que, si fuera tomado en serio por los fieles católicos, marcaría el fin del ecumenismo y del macroecumenismo. Esto parece particularmente paradójico en el año del Jubileo, entendido como momento fuerte en el proceso de liberación de los pueblos, pero es coherente con un Jubileo entendido como reafirmación de la centralidad histórica del cristianismo romano. Con este documento, la Iglesia Católica hace más explícita su concepción del ecumenismo y del macroecumenismo, que se caracterizan justamente por el reconocimiento de su centralidad. -Momento culminante del proceso de restauración posconciliar Esta toma de partido integralista no es evidentemente un detalle doctrinal: sino que implica toda una interpretación del cristianismo, contrapuesta a la interpretación "pluralista" del panorama religioso y de los caminos de la manifestación de Dios a la humanidad. Es una toma de partido que se inserta coherentemente en la ideología de Juan Pablo II y del Cardenal Ratzinger; y que lleva a las últimas consecuencias su proyecto de restauración. Forma parte de este proyecto la reinterpretación del concilio desde el punto de vista de la minoría conciliar (de la cual el propio Karol Woytila era miembro). Por eso, no voy a asumir, en mi análisis y evaluación del documento, el punto de vista de los hermanos que señalan una contradicción entre su contenido y la práctica ecuménica y macroecuménica de Juan Pablo II. Porque esta práctica no cuestiona en ningún momento la teología romanocéntrica de la cristiandad: pretende pues impulsar la unidad cristiana y religiosa, pero alrededor de Roma. Por lo demás, en el documento Juan Pablo II es la fuente más citada (27 veces), precedido sólo por el Concilio Vaticano II (en la interpretación restauradora). La congregación por la Doctrina de la Fe, que después del Concilio parecía llamada a convertirse en un organismo promotor de la investigación teológica, se reafirma, en cambio, con este y otros documentos, como continuadora de la tradición inquisitorial de la curia romana -Una provocación a la conciencia de los católicos Sin embargo, con todos sus límites éticos, filosóficos y teológicos, el documento tiene un aspecto positivo. Mostrando en su lógica implacable la ideología de Juan Pablo II, obliga a los católicos a tomar partido frente a ella; a definir su propia concepción de la fidelidad a Jesús; a decidir si esta fidelidad es compatible con la adhesión a esa ideología. Creo que en este desafío está la importancia de la Dominus Jesus. Quiero señalar desde ya algunos ejes de la contradicción entre las dos concepciones del cristianismo que se enfrentan sobre este terreno: La contradicción que el documento pone en el centro de la atención es la que opone dos percepciones de la misión de Cristo, caracterizadas la primera por la universalidad de su poder, la segunda por la universalidad de su amor. La universalidad de su poder tiene como consecuencia el carácter exclusivo de su misión salvífica; la universalidad del amor implica de su parte el reconocimiento gozoso de los infinitos caminos por los cuales la humanidad descubre a Dios y Dios se revela a la humanidad. Esta contraposición remite a una más fundamental entre dos percepciones de Dios, caracterizadas una vez más la primera por su poder absoluto y universal, la segunda por su amor liberador universal. La misma contraposición se refleja en la concepción de la iglesia, caracterizada para la teología de la cristiandad por su poder y su misión salvífica exclusiva e universal, para la Teología de la Liberación por su compromiso de amor liberador universal. De aquí brotan concepciones distintas y opuestas de la identidad cristiana, definida por la teología de la cristiandad como adhesión a la verdad revelada en su integralidad, propuesta auténticamente por la Iglesia Católica; y por la Teología de la Liberación como reconocimiento de Dios Amor Liberador Universal, en la práctica del amor humano universal, es decir de la opción por los oprimidos y las oprimidas como sujetos. II. Contenido del documento -El blanco: la teología del pluralismo religioso Para captar el sentido central de la Declaración, el camino más seguro es identificar el problema que ella pretende plantear y las orientaciones doctrinales a las cuales pretende contraponerse. Ahora, este contexto está explícitamente indicado en los primeros párrafos de la Declaración; y, todavía más claramente, en la intervención del Cardenal Ratzinger en la conferencia de prensa de presentación del documento. El problema, es el de la relación entre el cristianismo y las otras religiones. La doctrina que el documento quiere rechazar es la teología del pluralismo religioso. Ratzinger la define como "la idea que todas las religiones son para sus fieles caminos igualmente válidos de salvación". En esta perspectiva, los cristianos tendrían que sustituir el diálogo a la misión y al llamado a la conversión. El diálogo pone en el mismo plano su propia posición y la del otro, estableciendo entre los interlocutores una relación de reciprocidad. En cambio, el llamado a la conversión supone la convicción de que la doctrina cristiana es la única plenamente y definitivamente verdadera y pretende comunicar esta convicción al interlocutor. Ratzinger reconoce, en su intervención introductoria, que el "pluralismo religioso" se presenta de formas muy distintas y afirma que la Declaración no pretende encerrarlas en una fórmula única. Sin embargo, hace exactamente lo contrario, indicando como presupuesto filosófico fundamental de estas teorías el relativismo, según el cual lo que es verdadero para algunos no lo es para otros (4); o el relativismo religioso, que "termina con pensar que una religión es tan buena como otra"(22).(*) -La Iglesia Católica, depositaria exclusiva de la Revelación plena y definitiva Este trasfondo histórico nos permite entender que el corazón del documento es la afirmación de la misión única e universal de la Iglesia Católica como canal de la revelación y como instrumento de salvación; por tanto de su superioridad respecto a las otras iglesias y religiones. Por consiguiente, es la solemne reafirmación de su misión evangelizadora universal orientada a convertir a todas las personas y todos los pueblos. Porque Jesucristo continúa su presencia y su obra de salvación en la iglesia y a través de la iglesia (16), que es su cuerpo, con la que constituye el "Cristo total". La Iglesia fundada por él subsiste plenamente en la Iglesia Católica, y sólo en ella(16-17) "Como hay un solo Cristo, uno solo es su cuerpo, una sola es su Esposa, una sola Iglesia Católica y apostólica." (16)Ella es depositaria y anunciadora del evangelio, es decir de la plenitud de la verdad que Dios nos ha dado a conocer sobre sí mismo. (5) Ella no es un camino de salvación al lado de otros, sino que es necesaria para la salvación de todos los hombres. (20) En otras palabras, la verdad, de la cual la Iglesia Católica es depositaria y anunciadora, es plena y definitiva: las otras religiones, con sus verdades parciales, no pueden enriquecer su conocimiento de Dios y no habrá en el futuro revelaciones de Dios que lo completen. Por consiguiente, la Iglesia Católica, tiene la obligación, por amor a todos los hombres, de ser misionera, es decir de anunciar constantemente a Cristo y de comunicar a los hombres la plenitud de la verdad y de los medios salvíficos, que le fue confiada por Dios (22). Ella debe proclamar la necesidad para todos los hombres de la conversión a Jesucristo y de la adhesión a la iglesia a través del bautismo y de los otros sacramentos, para participar plenamente de la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. (22) Dios quiere que todos los hombres lleguen al conocimiento pleno de la verdad (1 Tim. 2, 4) porque en la verdad se encuentra la salvación (22). Sin embargo, su excelsa condición los hijos de la Iglesia no deben atribuirla a sus propios méritos sino a una gracia especial de Cristo. (22) La Declaración, hay que reconocerlo, puede contar con algunos pronunciamientos "eclesiocéntricos" del Vaticano II: "Esta es la única Iglesia de Cristo? que nuestro Salvador confió después de su resurrección a Pedro para que la apacentara, confiándole a él y a los demás apóstoles su difusión y gobierno y la erigió para siempre como columna y fundamento de la verdad." (16 ), (Lumen Gentium, 8). No menos contundente el texto con el cual se concluye la declaración: "Creemos que esta única religión verdadera subsiste en la Iglesia católica y apostólica, a la cual el Señor confió la obligación de difundirla a todos los hombres, diciendo a los apóstoles: Id, pues y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado" (Mt 28, 19-20) (23) (Digitatis Humanae, 1). Este y otros pronunciamientos del Vaticano II atestiguan el persistente horizonte eurocéntrico y eclesiocéntrico de su problemática. Para los que queremos reinterpretar el mensaje de Jesús en la perspectiva del Tercer Mundo y del Mundo, la apertura del Vaticano II es un importante punto de partida, pero sólo un punto de partida. No puede ser considerada un punto de llegada insuperable, como pretende la curia romana. -Valor y límites de las otras iglesias y religiones La Iglesia de Cristo, que existe en plenitud sólo en la Iglesia Católica, existe sin esta plenitud en otras comunidades. Estas "no están desprovistas de sentido y de valor" (17) como medios de salvación, pero cuya virtud deriva de la plenitud de la iglesia. Algunas de ellas son "iglesias particulares", otras "no son iglesias en sentido propio". (17) Además, la iglesia considera las religiones del mundo "con sincero respeto", pero no puede establecer con ellas un diálogo en condiciones de paridad por lo que se refiere a los contenidos doctrinales y a los fundadores. (22) Porque fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad, pero cuya eficacia deriva de la plenitud de gracia y verdad que fue confiada a la Iglesia Católica. (16-17) Además "otros ritos no cristianos, en cuanto dependen de supersticiones o de otros errores, constituyen más bien un obstáculo para la salvación". (21) Los no cristianos "objetivamente se hallan en una situación gravemente deficitaria si se compara con la de aquellos que en la Iglesia tienen la plenitud de los medios salvíficos". (22) Porque a las otras religiones "no se les puede atribuir un origen divino ni una eficacia salvífica ex opere operato, que es propia de los sacramentos cristianos". (21) Es significativo que para fundamentar esta categoría de "eficacia salvífica ex opere operato" la Declaración no brinde ningún texto bíblico sino sólo una cita del concilio de Trento. (21, nota 88) Presentando la declaración, el Cardinal Ratzinger observaba que las religiones "forman parte de la historia y las culturas de los pueblos, donde la mezcla entre el bien y el mal es indudable". Caracterizando así las religiones, el cardenal parece excluir que el cristianismo "forme parte de la historia y las culturas de los pueblos, donde la mezcla entre el bien y el mal es indudable". Es importante, según la Declaración, distinguir netamente la fe cristiana y las creencias de las otras religiones. La fe teologal es la acogida de la verdad revelada por Dios Uno y Trino; la creencia en las otras religiones es una experiencia religiosa todavía en búsqueda de la verdad absoluta y carente del asentimiento a Dios que se revela (7) Sin embargo, la teología está llamada a explorar si y en qué medida elementos de las otras religiones pueden entrar en el plano divino de salvación (14) (lo que, por ahora, le parece a la Congregación por la Doctrina de la Fe bastante dudoso). Los textos inspirados por el Espíritu Santo, que por tanto tienen a Dios como autor, afirma la Declaración, son únicamente los libros canónicos del antiguo y nuevo testamento, con todas sus partes: es decir los que son reconocidos como inspirados por la Iglesia (8) y que fueron entregados por Dios a la misma Iglesia. Estos libros "enseñan con fidelidad y sin error la verdad que Dios quiso enseñar". Los otros "aunque contengan lagunas insuficiencias y errores", "no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres (8) Sin embargo, los elementos de bondad y gracia que están en ellos presentes, "los reciben del misterio de Cristo". Entonces, el diálogo con las otras religiones no es para la Iglesia Católica un momento de enriquecimiento: ella pues encuentra en las otras religiones sólo destellos de la verdad que ella posee en plenitud. Este diálogo forma parte, en cambio, de su misión evangelizadora, de su missio ad gente, que sigue siendo la de convertir todas las personas y los pueblos al cristianismo. (2, 22) -Contenido cristológico La cristología es, a primera vista, la parte fundamental del documento. Este se abre con la referencia al poder y al mandato de Jesucristo: "Me ha sido dado todo poder en cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado." (Mt.28, 18-20) "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado". (Mc. 16, 15-16) Además, la cristología es objeto de las tres primeras secciones de la Declaración. En ellas se afirma que "la revelación de Jesucristo tiene carácter definitivo y completo". (N.5) Su acción salvífica se extiende más allá de los confines de la Iglesia y alcanza a toda la humanidad. (12) Él es el Salvador único e universal del mundo (13): "no hay bajo el cielo otro nombre", para que todo el que crea en él no perezca. Según Ireneo, Él salva de los infiernos a todos aquellos que lo siguen (15, p.24, nota) (pero, ¿cuál es el destino de los que no lo siguen?). Hay un solo Dios y un solo mediador. La voluntad salvífica universal de Dios es ofrecida "una vez para siempre" en el misterio de Cristo. (14) Ninguna acción salvífica de Dios se cumple fuera de esta única mediación. (14) Estas tesis tienen como fundamento la divinidad exclusiva de Jesús. Jesús y solamente él es el Hijo de Dios y el Verbo del Padre. (10, 15) Por tanto existe una única economía divina, obra del Verbo y del Espíritu Santo. (12) Es el mismo Espíritu quien esparce las semillas de la Palabra presentes en los ritos y culturas, y los prepara para su madurez en Cristo. Esta única ecónoma divina representa el único camino para entrar en comunión con Dios. (12) Esta cristología supone que Dios, Uno y Trino es el único verdadero (7) (no debemos creer en ningún otro). Además, lo describe como un monarca absoluto, que decide libremente a quienes se va a revelar y a quienes no; a quienes va a otorgar la gracia y a quienes no. -Fundamentación teológica del documento La fundamentación teológica de la eclesiología parece evidente. La Iglesia Católica es la única depositaria de la verdad revelada en su integralidad y de los medios de salvación en su plenitud porque es la única iglesia fundada por Jesucristo. Su superioridad sobre las otras religiones procede de que ella es la única depositaria de la verdad revelada; mientras que las otras religiones son expresión de una búsqueda humana de Dios. La declaración supone entonces una contraposición entre la iniciativa de Dios y la del hombre; supone, por eso mismo, una imagen de Dios que valora mucho más el sometimiento de la persona que su participación en el dinamismo creador. El carácter completo y definitivo de la verdad que ella posee se debe al carácter completo y definitivo de la revelación de Jesús. Esta a su vez se funda en la divinidad exclusiva del proprio Jesús. Sin embargo, el fundamento real de toda la construcción es la autoridad de la Iglesia Católica. Los textos más citados en la Declaración son los documentos de Juan Pablo II (Redemptoris Missio, Ut unum sint, Fides et Ratio) y los del Concilio Vaticano II, en la interpretación, como lo hemos señalado, del propio Juan Pablo II y de la minoría conciliar. Por lo demás, este carácter de la Declaración es expresamente anunciado desde un principio. Ella pretende retomar "la doctrina enseñada en documentos precedentes del Magisterio, con el intento de corroborar las verdades que forman parte del patrimonio de la fe de la Iglesia." (3) Al mismo tiempo, la Declaración denuncia entre los fundamentos del pluralismo religioso "la tendencia a leer e interpretar la Sagrada Escritura fuera de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia". (4) Lo que muchos cristianos consideran como un legítimo ejercicio de la libertad religiosa, es para la Declaración una fuente de errores. La autoridad de la iglesia interviene también decisivamente en la selección e interpretación de los textos bíblicos. Se consideran inspirados únicamente los libros canónicos y en la versión reconocida por la iglesia. El tono autoritario del documento corresponde a este tipo de argumentación. Vuelven continuamente fórmulas como "debe ser firmemente creída" (5, 10, 11, 13, 14, 16, 20) "es contraria a la fe de la Iglesia" (6, 10, 19), "los fieles están obligados a profesar"(25), etc. III. Discusión del documento -Interpretación del pluralismo religioso y de su concepción del diálogo En la caracterización del pluralismo religioso que el documento presenta como blanco de sus argumentos, muchos cristianos "pluralistas" no se reconocerán. Ellos pues no piensan que una religión es buena como otra, ni que la verdad es relativa. Lo que ellos excluyen es que una institución humana haya recibido de Dios la autoridad de definir cuál religión es verdadera y cuál es falsa, cuáles libros son inspirados por Dios y cuáles no; que una institución humana pueda considerarse depositaria exclusiva de la verdad plena y definitiva revelada por Dios; que Dios se haya reducido a manifestarse a través de un único canal, en una época y en una región limitadas de la historia humana, desentendiéndose de la gran mayoría de la humanidad. Ellos piensan que todos los conocimientos de Dios, inclusive los que proceden de la revelación, tienen un carácter parcial; que por tanto pueden ser enriquecidos por otros conocimientos parciales. Estas reflexiones son válidas, en la perspectiva pluralista, también para las verdades reveladas por Jesús de Nazaret. Aquellos mismos que reconocen su divinidad exclusiva, subrayan el carácter auténticamente humano, y por tanto limitado, de sus palabras; el carácter auténticamente humano y por tanto limitado, de los testimonios que relataron, interpretaron y transmitieron sus palabras. El hecho que esas verdades broten de la Verdad infinita del Verbo, no quita su carácter limitado y perfectible. Asimismo dialogar en condiciones de paridad no significa afirmar la equivalencia de todas las religiones, sino excluir que una institución tenga, por investidura divina, la autoridad de imponerse como la única religión verdadera. En el diálogo religioso, como en cualquier diálogo humano, cada interlocutor tiene el derecho de considerar su propia posición como válida; pero ninguno tiene el derecho de considerarse depositario de la verdad total y definitiva. Creo necesario denunciar una vez más el método escasamente científico y muy ideológico con el cual la Congregación para la Doctrina de la Fe desarrolla su polémica. La declaración recuerda las instrucciones sobre la Teología de la Liberación, que ese dicastero interpretaba como un subproducto del materialismo ateo, lo que le permitía descalificarla y refutarla fácilmente. Sin embargo, ninguno de los aludidos se reconoció en esa interpretación. Esta metodología descalifica más bien los documentos que la adoptan y los priva de todo valor doctrinal. Su única eficacia consiste en brindarles nuevas armas a los defensores intolerantes de la ortodoxia. -Evaluación del argumento de autoridad que fundamenta el documento El documento pretende fundar la autoridad y superioridad doctrinal de la Iglesia católica. Sin embargo, su argumento fundamental es justamente la autoridad de la misma iglesia y particularmente del papa Juan Pablo II. Este planteamiento es válido como información sobre lo que piensa el magisterio católico, pero no como fundamentación teológica de su dóctrina. Es una forma de argumentación que convence a los ya convencidos, pero no a las personas que están en búsqueda. La autoridad de la Iglesia Católica interviene también, como lo hemos señalado, en la selección e interpretación de los textos bíblicos, que tiene un carácter eclesiocéntrico y romanocéntrico. Ella no toma en consideración la hipótesis, sustentada por muchos biblistas rigurosos, que la versión actual de los evangelios no tenga carácter estrictamente histórico sino en gran medida apologético: que tenga entonces como objetivo no de relatar los dichos y hechos de Jesús, sino de justificar la orientación del proceso de institucionalización eclesiástica y particularmente su estructura jerárquica y monárquica. Esta hipótesis lleva por ejemplo a cuestionar la autenticidad de afirmaciones atribuidas a Jesús, como la que abre y fundamenta toda la declaración vaticana: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado". (Mc. 16, 15-16) Pero sobre todo, ella impone, por fidelidad al mensaje auténtico de Jesús, una relectura crítica de sus interpretaciones, inclusive de las que proponen los evangelios. -El problema hermenéutico que el documento plantea La interpretación eclesiocéntrica de la Biblia propuesta por el magisterio católico y cuestionada por muchos teólogos evangélicos y católicos pone en el centro de la atención el problema hermenéutico. Ella pues depende evidentemente, me parece, de la "precomprensión" a partir de la cual el magisterio orienta su enfoque. Por cierto, él pretende realizar una lectura "integral" de la Biblia, que contrapone a la lectura "reductora" y "sociológica" desarrollada por los teólogos de la liberación. Sin embargo, me parece evidente el papel que juega la precomprensión en la identificación de los textos fundamentales para definir la esencia del mensaje de Jesus y por tanto la identidad cristiana. Estos textos llevan a poner en el centro del mensaje el poder de la Iglesia Católica, como única iglesia fundada por Jesús y como depositaria exclusiva de la revelación plena y definitiva. En otras palabras, el magisterio católico encuentra en la biblia la confirmación de tesis que han constituido su clave de lectura de los textos. La afirmación de la autoridad universal de la Iglesia Católica se funda a su vez en el poder universal de Jesús y remite a una imagen de Dios Uno y Trino, como Monarca absoluto. Como teólogos de la liberación, reconocemos, por lo menos en la práctica, la necesidad de leer la Biblia a partir de una "precomprensión", que oriente la selección, jerarquización e interpretación de los textos. Esta orientación la brinda para nosotros la opción por los oprimidos y las oprimidas como sujetos: opción que los evangelios nos presentan como el alma del mensaje de Jesus y como el eje de la identidad de su movimiento; opción que Jesús vincula a la Revelación de Dios como Amor Liberador. Esta opción nos lleva a percibir una profunda continuidad entre el mensaje de Jesús y la Revelación de Dios Amor Liberador propuesta por el Éxodo y que muchos teólogos asumen como clave de lectura de toda la Biblia. Sin embargo, me parece importante subrayar que esta opción tiene una validez ética independiente de la Biblia, lo que explica la posibilidad, para cristianos y no cristianos, de encontrar en ella una inspiración común de su compromiso. Es esta opción que inspira por un lado nuestra evaluación de la Declaración Vaticana y de la teología que la sustenta; por el otro, nuestra visión de las religiones no cristianas y del diálogo con ellas. -Evaluación de la ideología exclusivista Según esta ideología, sólo una minoría de la humanidad sería destinataria de la revelación del verdadero Dios, tendría la posibilidad de escuchar su palabra y de conocer su interpretación auténtica, podría llegar a una verdadera fe. La inmensa mayoría de la humanidad sería excluida del camino más directo para conocer a Dios ; tendría acceso a él sólo por caminos indirectos. Las personas y los pueblos no podrían llegar a un conocimiento auténtico de Dios por su propia búsqueda. En esta perspectiva, el verdadero Dios no quiere ser descubierto por la búsqueda humana; quiere decidir él mismo con absoluta libertad a quien se va a revelar y a quien no. El problema es que este camino de la "manifestación de Dios" ha sido trazado en gran medida por el poder y las armas de los imperios. La gracia de la fe, Dios la habría reservado a las personas y los pueblos que fueron víctimas de las conquistas y colonizaciones. Para descubrir el verdadero Dios, el camino de la imposición y la violencia sería más eficaz que él de la libre búsqueda humana. Ahora, ¿por qué lo que las personas y los pueblos han descubierto con sus esfuerzos tendría más valor a los ojos de Dios que lo que fue objeto de imposición? ¿El esfuerzo y la libre iniciativa de las personas no es acaso el don fundamental de Dios? El Dios Amor Liberador ¿se siente más reconocido por el sometimiento de sus siervos o por el dinamismo de sus hijos? Cuestionando la contraposición entre búsqueda humana y manifestación de Dios, queremos también cuestionar la contraposición entre fe y creencia. Esta contraposición supone que la única revelación de Dios a la humanidad sea la que Él le habría reservado a la minoría privilegiada de la humanidad. Sin embargo, los que creemos en la universalidad de su amor liberador, pensamos que también la manifestación de este amor es universal y que por tanto los canales de su revelación son infinitos. Si la fe es el ascenso a la revelación de Dios, las formas de fe son también infinitas. Es cierto que las creencias son expresión de una búsqueda humana de Dios, pero lo es también la fe cristiana, cuando deja de ser un consenso pasivo y tiende a convertirse en una opción. Es cierto que en las creencias de las religiones se mezclan verdades y errores, pero la misma mezcla existe en la fe cristiana y en la doctrina del magisterio. -Universalidad de la misión de Jesús y revelación de Dios Amor Liberador La declaración vaticana pretende afirmar el carácter universal y definitivo de la misión de Jesús. En realidad la interpreta en términos tales que limitan su alcance a la pequeña parte de la humanidad que llega a conocerlo. El concepto de Dios implicado en esta interpretación es, como lo hemos señalado insistentemente, el de un dueño absoluto y despótico, que se manifiesta a los que quiere y no se preocupa por establecer relaciones conscientes con la mayoría de la humanidad. Esta tendría con Jesucristo y el verdadero Dios una relación salvífica objetiva, pero sin saberlo. En cambio, reconocer auténticamente la misión universal de Jesús significa atribuirles un papel central a los elementos realmente universales y definitivos de su misión, que son, como lo hemos señalado, por un lado el mandamiento del amor universal y por el otro la revelación de que Dios es Amor Liberador. Forma parte también de este mensaje, la relación entre la práctica del amor humano liberador y el descubrimiento del Dios Liberador. Sin embargo, el carácter universal y definitivo de este mensaje no significa que él representa la última palabra de Dios a la humanidad, sino una palabra abierta a su incesante revelación, que acompaña la historia de la humanidad desde su primer momento y la acompañará hasta su fin. La fe cristiana en Dios se funda esencialmente en el testimonio de Jesús, como nos fue transmitido por los varios movimientos que él suscitó, y en la experiencia de Jesús vivo, que anima la vida espiritual de sus discípulos. Sin embargo, ella es fortalecida y enriquecida por todos los testimonios religiosos que atraviesan la historia de la humanidad pasada y presente. Seguirá siendo fortalecida y enriquecida por los testimonios futuros. El Dios Amor Liberador no dejará nunca de manifestarse, por caminos siempre nuevos, en la experiencia y la búsqueda religiosa de la humanidad. La apertura de los cristianos a estos múltiples canales de la manifestación de Dios no es expresión de "relativismo" sino de confianza en el amor de Dios y en la sinceridad de la búsqueda religiosa de la humanidad que se realiza en el cristianismo y fuera de él. El diálogo con los no cristianos forma parte de la practica del amor por ellos y ellas, que se expresa en el reconocimiento de su libertad y en la valoración de su experiencia religiosa. Es un acto de fe en el amor universal de Dios y un reconocimiento de los infinitos caminos por los cuales se manifiesta. Es un enriquecimiento de nuestro conocimiento de Dios y de nuestra identificación con Él. La teología exclusivista, que pretende afirmar la universalidad de la Revelación cristiana se convierte efectivamente en una cárcel ideológica, la de la cultura occidental, en la que Dios queda encerrado. Por tanto, el movimiento macroecuménico es un aporte fundamental no sólo a la liberación humana, sino también a la liberación de Dios. -Conclusión Quiero concluir subrayando el aporte positivo que esta declaración, a pesar de todo, le puede brindar a la conscientización y la reflexión de los católicos. Llevando hasta las últimas consecuencias el modelo de cristianismo inspirado por la teología de la cristiandad, ella nos pone una vez más a los católicos ante la necesidad de definir nuestra concepción de la fidelidad a Jesús de Nazaret: ¿implica ella el sometimiento a las orientaciones de la institución eclesiástica o no supone más bien la capacidad de movilizarnos autónomamente, en comunión con otros creyentes, cristianos y no cristianos, comprometidos en la práctica del amor y en la búsqueda de Dios? La unidad que queremos realizar y por la cual Jesús ha rezado ¿se funda en la ortodoxia ("la salvación se encuentra en la verdad", 22) o en la práctica del amor? Además, esta provocación hace más clara la diferencia y la contraposición entre, por un lado el ecumenismo y el macroecumenismo católico institucional, y por el otro el ecumenismo y macroecumenismo popular. El primero, por su intolerancia romanocéntrica se convierte en un obstáculo al diálogo y a la unidad, o como afirma con eficacia el hermano Marcelo Barros, en una actitud cismática. La reafirmación de la teología de la cristiandad, realizada por esta Declaración, representa por fin un motivo más para rescatar los cristianismos originarios en su diversidad; para rescatar sobre todo el espíritu de libertad con el cual ellos interpretaron y actualizaron el mensaje del maestro y amigo y con el cual escucharon las mociones del Espíritu de Dios. Ella nos estimula a compartir la sorpresa y la alegría de Jesús, delante del centurión romano: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande!" (Mt. 8, 10) Nos estimula a recordar y actualizar la palabra de Jesús a la samaritana: "Creeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalem adoraréis al Padre... Llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y verdad? Dios es espíritu y los que adoran deben adorar en espíritu y verdad." (Jn, 4, 21-24) (*) Otros presupuestos que, según la declaración, inspirarían el "pluralismo religioso" son: la convicción de la inaferrabilidad e inefabilidad de la verdad divina, ni siquiera por parte de la revelación cristiana; el subjetivismo de quien considera la razón como única fuente de conocimiento y que por tanto no logra alcanzar la verdad del ser; el eclecticismo de quien, en la búsqueda teológica, asume ideas derivadas de diferentes contextos filosóficos y religiosos; sin preocuparse de su coherencia y conexión sistemática ni de su compatibilidad con la verdad cristiana; la dificultad de comprender y acoger en la historia la presencia de eventos definitivos y escatológicos; el vaciamiento metafísico del evento de la encarnación del Verbo eterno. (4) Giulio Girardi es teólogo italiano.
https://www.alainet.org/es/articulo/104981?language=en
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