Participación de la mujer inmigrante en el comercio ambulatorio de Berlín
30/06/1995
- Opinión
El comercio ambulatorio, conocido también como ambulante, retomó su impacto
coincidentemente con la desintegración de la ex-República Democrática Alemana y
los principales sucesos de 1990: las primeras elecciones del 18 de marzo, la
reunificación monetaria del 1 de julio y la reunificación política del 3 de
octubre. En este contexto, el comercio ambulatorio se dirigió al público
ofreciendo, además de productos provenientes de la Ex-Unión Soviética,
souvenires vinculados a la historia de la Ex-RDA: símbolos del honor,
distinciones, grados, insignias y galones de la Policía de Seguridad y de la
Armada Popular.
Los resultados de la investigación "Impacto de la caída del muro en el Comercio
Ambulatorio de Berlín", que realicé entre 1990 y 1993, demuestran la mayor
presencia de población masculina inmigrante (60%) en este mercado, sin ser menos
relevante la participación de la mujer como vendedora en la vía pública. Las
formas en que la mujer inmigrante ingresa al mercado ambulatorio de Berlín se
dan bajo tres modalidades. Primero, la mujer como comerciante y propietaria del
negocio, bajo cuya responsabilidad se ejecuta la búsqueda de los permisos, la
inversión, el abastecimiento y la administración. Segundo, la mujer como
comerciante asociada del negocio, en la que cumple un papel secundario
generalmente como acompañante del marido en la venta (la venta se asume como un
rol familiar en la que todos están comprometidos, la mujer que abastece de
alimentos al puesto de venta y los hijos o parientes como traductores o
vendedores de reemplazo). Tercero, la mujer como comerciante asalariada que
vende su fuerza de trabajo a otros comerciantes en la vía pública a manera de
ocupación transitoria, percibiendo como ingreso un porcentaje de las ventas,
comisiones o un sueldo por el número de horas trabajadas. Generalmente se
trabaja para los negocios de amigos o conocidos, muchas mujeres latinoamericanas
en situación irregular optan por esta alternativa para subsistir.
El carácter fluctuante y golondrino del comercio a incluido, en este ámbito, a
los músicos ambulantes latinoamericanos que se trasladan en los distritos de
Berlín ofreciendo el arte de la música andina. La venta de cassettes de estos
músicos, ejercido en muchos casos por mujeres, se considera trabajo "ilegal"
quedando expuestos a la detención policial y hasta la expulsión del país.
Las mujeres, en el comercio ambulatorio de Berlín, representan el 20% de los
cuales el 19% son inmigrantes y se distribuyen de la siguiente manera:
- las mujeres vietnamitas representan el 8%, ellas se dedican a la venta
exclusiva de cigarrillos en las inmediaciones del tren urbano S-Bahn
Schönhauser Allee;
- las mujeres latinoamericanas representan el 5%, siendo la mayoría peruanas
procedentes de Lima y Arequipa dedicadas a la venta de joyería artesanal,
ellas se ubican en Alexander Platz;
- las las mujeres turcas, kurdas y árabes representan el 3%, ellas se dedican a
la venta de souvenires procedente de Rusia y se ubican en la Puerta de
Brandenburgo y en las inmediaciones del Museo del Muro (Casa Checkpoint
Charlie);
- las mujeres rusas, polacas y búlgaras representan el 3%, ellas participan en
la venta de souvenires que traen de sus propios países, su estancia es
transitoria en el mercado ya que practican la migración de retorno o la venta
es sólo una actividad de fines de semana;
- y las mujeres alemanas representan el 1%, ellas comercializan lentes de
verano, postales de la ciudad y souvenires en la calle Kurfürstendamm. La
edad promedio de las vendedoras ambulantes oscila entre los 25 y 35 años de
edad.
Es importante señalar el incremento de la población brasileña y peruana en
Berlín. Según datos oficiales de la Oficina de Estadísticas de Berlín el índice
de crecimiento se elevó de 6.5% a 9.8% de 1992 a diciembre de 1993. Estas cifras
serían más elevadas si sumáramos el número de mujeres latinoamericanas que no
están registradas oficialmente.
En Berlín, el trabajo en la vía pública se considera como una actividad
económica independiente sujeta a declaración de impuestos; es necesaria la
obtención de cuatro permisos expedidos por las autoridades locales quiénes
reglamentan esta actividad. Los costos de estos permisos ascienden a 700 marcos
(460 dólares) en promedio. En muchos casos, estas reglamentaciones son
desconocidas por las vendedoras ambulantes migrantes ya que su actividad es sólo
transitoria, sobre todo en el verano y en los períodos de mayor turismo. El 4%
de las vendedoras inmigrantes manifestaron que realizaban el comercio ambulante
con permiso de venta, el 6% de ellas contaban con permisos incompletos y el 9%
no tuvieron nunca permiso de venta. La falta de acceso a la información, debido
al desconocimiento del idioma, impiden a las vendedoras cumplir con las
exigencias administrativas.
Las mujeres, cuya estancia en el país es de condición irregular y participan del
ejercicio de la venta ambulante, son sujetos sin derecho en la actividad
económica. El comercio ambulatorio que ejerce la mujer migrante se caracteriza
por ser físicamente pesado, se debe transportar y cargar la mercadería durante
las horas de venta entre 8 a 10 horas diarias; requiere de un capital inicial
que corre el riesgo de perderse en caso de un decomiso; se necesita de
información y contactos para el abastecimiento que se realiza en base a acuerdos
verbales de confianza, con muchos riesgos pues puede producirse un desalojo o a
una detención policial en casos de operativos sorpresas.
Todos estos riesgos enfrentan diariamente las mujeres migrantes árabes,
asiáticas, africanas y latinoamericanas cuando se incorporan al mercado laboral
en la lucha por la subsistencia; lucha que, en muchos casos, incluye a sus
familias. Cuando una mujer migrante es reclutada en el mundo "negro" se le
minimizan sus orígenes culturales y su educación. Debe, además, enfrentar el
racismo, la discriminación y la violencia que se expresan a través de los
bajísimos salarios en la producción de servicios, así como las seducciones,
amenazas y violaciones en las casas donde se ejerce el trabajo doméstico, o
vejámenes y maltratos en el trabajo sexual.
Para la mujer migrante estas experiencias negativas generan efectos psicológicos
como frustraciones y desequilibrio emocional, producidos por el miedo y las
inseguridades así como el desencuentro cultural que conlleva al aislamiento
individual o colectivo. Sin embargo, para el caso de las mujeres peruanas
ambulantes entrevistadas en Alexander Platz, este aislamiento fue positivo pues
les permitió crear un espacio de reflexión dentro de la actividad comercial que
desarrollan para subsistir.
* Este documento es parte de "Latinoamericanas en Europa: desilución en la tierra prometida", serie Aportes para el Debate
No. 3.
https://www.alainet.org/es/articulo/104954?language=en
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