Corrida por la derecha
Petras habla de las presidenciales en EE.UU.
03/07/2000
- Opinión
A cuatro meses de las presidenciales en Estados Unidos, los sondeos señalan
que el candidato republicano George Bush aventaja por unos puntos a su
oponente demócrata y actual vicepresidente Al Gore, pero en uno y otro bando
reconocen que nada está dicho y cada cual está afinando su "marketing"
político para en la recta final tratar de romper a su favor la indiferencia
que ha mostrado el electorado en lo que va de la campaña. ALAI dialogó con
el conocido investigador James Petras, docente de la Universidad de
Binghamton, NY, quien se refiere a este proceso y sus alcances para
Latinoamérica.
- Acaso la imagen que expresa mejor las diferencias entre los dos
principales partidos de los Estados Unidos sea aquella que dice que son
similares a las que se dan entre la Pepsi y la Coca Cola. ¿Existe alguna
variante en las elecciones en curso?
En estas elecciones hay un giro un poco más a la derecha de lo que, en
términos generales, configuraba el mapa político. Al Gore es más
intervencionista, más militarista en la política exterior y su política
doméstica tiene un tinte igual de conservador que la del presidente Clinton.
Es menos demagogo que Clinton, menos expresivo en cuanto a mostrar alguna
simpatía hacia los pobres, a cuales de todas maneras los está excluyendo de
los programas sociales.
Bush es un político de la derecha dura, estilo Reagan, pero que sabe que en
este momento con una política de ultraderecha no puede lograr la adhesión
del electorado y, por lo mismo, está tratando de moverse un poquito por
fuera de los fundamentalistas.
Entonces, de modo general, estamos ante una de las elecciones con menos
diferencias entre los grandes candidatos. La diferencia radica en que Gore
se manifiesta en favor del aborto, Bush dice que no lo está, pero va a
implementar la ley. Por tanto, en el fondo, no hay mucha diferencia. Sobre
la política de libre comercio de la Organización Mundial del Comercio (OMC),
ambos están en la misma onda, no hay ninguna variación en eso. Asimismo,
los dos candidatos quieren fortalecer la presencia norteamericana en todas
partes del mundo. En este sentido, desde el ángulo de retirar o bajar el
perfil americano, creo que ninguno de los dos tiene intención de reorientar
las prioridades desde la política imperial hacia una reconstrucción
doméstica.
- ¿Cuáles son los temas que han entrado al debate y cuáles se los soslaya?
Bueno, hay que tener presente que la prosperidad capitalista y la
polarización social están ahí y van a seguir. Ambos lados hablan de
prosperidad, bajo desempleo, etc., pero no toman en cuenta el fenómeno más
importante que es el problema de salud, siendo que no tenemos cobertura
social, como tampoco el problema de los nuevos empleos mal pagados ni mucho
menos el problema de inseguridad de trabajo. En eso hay un gran consenso en
el sentido de que el modelo está funcionando muy bien y que no hay que
cambiar nada, que hay que seguir e, incluso, profundizarlo.
El debate sobre la privatización de la seguridad social ya no entra en el
juego, por lo menos en debates abiertos. Estos dos candidatos, en el
pasado, consideraron una posibilidad, pero como la reacción fue muy fuerte,
creo que ninguno lo va a plantear en la campaña. Tal vez después de la
elección el ganador podría apuntar hacia una privatización en parcelas; es
decir, mantener una parte estatal, pero abriendo un espacio para que la
gente pueda manejar sus fondos, invertirlos, etc.
- Si así están las cosas, ¿qué pasa con los sectores progresistas que
tradicionalmente han respaldado al Partido Demócrata?
Esta campaña ha generado un dilema para los liberales progresistas porque
cuestiona el argumento de votar por el mal menor. Los más deshonestos se
han concentrado en urgar las expresiones derechistas de Bush para con
microscopio tratar de encontrar las diferencias, pero ni siquiera lo hacen
con algo de energía y entusiasmo. Entonces, el debate se centra en qué
hacer.
- Una de las características de los procesos electorales en Estados Unidos
ha sido el gran ausentismo. ¿Consideras que se puede esperar una
modificación de esta tendencia?
Creo que el ausentismo promedio en las elecciones presidenciales va a seguir
o aumentar en estas elecciones, el 50 % de ausentismo va a mantenerse o
aumentar. Es más, las personas que están desinteresadas en las campañas
electorales van a volcarse hacia campañas de presión, de acción directa, de
protestas sobre luchas locales y actividades nacionales e internacionales
para meter temas que no aparecen en la campaña electoral, para tratar de
forzar definiciones de los candidatos. En esta línea se inscribe la
protesta contra la OMC, el problema de deuda externa, entre otras. Y es que
quienes son excluidos del debate van a tratar de forzar los términos en que
se presenta la campaña, para por lo menos hacer escuchar sus puntos de vista
y en la medida que ello se dé entrar al debate. Pero, independientemente si
entran o no, ellos van a tomar medidas para generar alguna oposición.
- Si en estas elecciones la figura del mal menor no resulta tan convincente,
en el marco del bipartidismo predominante, ¿qué les queda a estas fuerzas
contestatarias?
Hay una tercera opción, es la candidatura de Ralph Nader, un gran líder
defensor del consumidor, vocero del ambientalismo, anti-corporaciones, en el
sentido norteamericano, que tiene un apoyo, un prestigio nacional, y que va
a presentarse como candidato de los verdes. Puede tener una buena votación
como tercer candidato si hace una campaña seria, la vez anterior hizo una
campaña simbólica y eso le quitó muchos votos. Si toma en serio su
compromiso y acepta donaciones en torno a 100 dólares por persona, si acepta
un buen financiamiento, porque hay dinero dispuesto a apoyarlo, y si se hace
una campaña nacional con visitas en todos lados, es posible que llegue a
conseguir un 5%, lo que no es insignificante en una elección estilo
norteamericano. Estamos hablando de 5 o 10 millones de votos, estamos
hablando de una posibilidad real porque hay un público disponible. Él está
en favor de todo lo que las mayorías silenciosas demandan: servicio nacional
de salud, protección del ambiente, defensa del consumidor ante la
biogenética, temas que ocupan la mentalidad de millones de americanos.
Entonces, puede constituirse en una gran sorpresa siempre y cuando corra
como candidato serio.
- En los últimos meses Estados Unidos ha sido escenario de movilizaciones
que han impactado a nivel mundial, como las que se produjeron en Seattle y
Washington. ¿Han tenido algún eco interno?
Yo creo que debemos analizar en primera instancia el hecho de que Seattle
tiene mucho más impacto que Washington. Seattle aglutinó a miles de
personas que no eran radicales, que no eran integrantes de ONG's ni
sindicalistas ni comprometidas con alguna lucha en particular, que no eran
activistas. En Washington, en cambio, se manifestaron más activistas que
gente común. En todo caso, el hecho es que los medios de comunicación
bajaron el perfil de la protesta, no le dieron importancia, la policía
saturó la ciudad, no dejó que la gente se acerque a los lugares de
reuniones, etc. Es decir, se dio un doble juego: represión y supresión,
por tanto el impacto fue menor...
- ¿Y qué queda de todo eso?
Yo creo que un factor importante es el doble discurso de la cúpula sindical
cuyo liderazgo se había renovado, desplazando a la vieja guardia. Pues
bien, mostró que también se trataba de una dirección burocrática con
vínculos al Partido Demócrata pero que quería abrir un diálogo con sectores
progresistas, intelectuales, universitarios, movimientos sociales.
Entonces, qué pasa, apoyan las protestas pero dirigen sus millones de
dólares a financiar a los representantes y candidatos del Partido Demócrata
que va en contra de lo que los movimientos están reivindicando.
Ahora bien, este doble juego que hace la cúpula sindical perjudica la
posibilidad de ampliar las redes y dar una continuidad de gran nivel a lo
que ocurre en estos lugares. Por tanto, quedan los movimientos sociales
activos, las ONG's con sus redes y sus actividades locales, pero con mínimas
posibilidades de tener una presencia en los medios de comunicación y
proyectarse hacia el público más general. Obviamente eso no elimina la
posibilidad de volver a lanzar otras acciones pero sí limita la capacidad de
convocar a la gente para actividades menos dramáticas, para movilizar en las
elecciones, para ganar posiciones institucionales, etc.
Cabe, entonces, desagregar lo que fue Washington y Seattle en dos
componentes: la burocracia sindical que convoca a miles de sindicalistas,
por un lado, y los sindicalistas y movimientos sociales que tienen una
crítica más radical y posiciones más consecuentes que la dirección sindical,
por otro.
- Si bien entiendo, la limitación de este segundo componente sería su
dispersión y localismo. ¿Hay alguna posibilidad para que supere tal
limitación y articule un proyecto nacional?
Al momento no está nada claro. La candidatura de Nader podría ser un punto
de referencia para todos los movimientos sociales, para que se agrupen en
torno al desafío que él representa. Nader puede agrupar sindicatos locales
y dirigentes locales en torno a su campaña, eso es muy probable y viable,
mas no veo que se proyecte una agrupación nacional.
El movimiento de Seattle fue una convergencia de muchos grupos, luego cada
cual vuelve a su casa, mantiene contacto por internet, y así articula más un
flujo de comunicaciones que una coordinación estable y organizada. Pero,
más allá de todo eso, dando un enfoque menos global, yo creo que Seattle
tiene una gran significación simbólica en tanto animó a miles de jóvenes en
el sentido de que pueden actuar, de que pueden impactar, de que se pueden
organizar, etc. En este sentido, tal vez menos concreto, podría tener una
significación más importante, como punto de referencia similar a lo que en
los 60 representó Berkeley... pienso en aquello de que el mito puede ser tan
fuerte como la realidad.
- En todo caso, la elección del electorado estadounidense será entre los dos
partidos del establecimiento. ¿Hay elementos como para anticipar qué le
puede esperar a Latinoamérica y el Caribe en los próximos años?
Para los gobernantes norteamericanos y los grandes sectores económicos, las
relaciones con América Latina es lo más positivo de este siglo. La forma
como están vinculadas las relaciones actuales son las mejores posibles,
desde el ángulo económico, político, y en lo demás. Han comprado todo lo
importante en la producción, sus mercancías tienen acceso, cobran la deuda
externa, etc... no pueden pedir más, lo tienen todo y quieren quedarse con
ese status quo porque es una maravilla. Eso está expresado en el discurso
de Clinton que dice que tenemos más democracia, más libertad económica y más
sociabilidad. Por tanto, ninguno de los dos candidatos tiene la mínima
intención de cambiar esta situación, más bien aspiran a profundizarla en lo
que les sea posible. En los círculos de poder está fuera de discusión eso
de cancelar la deuda. El discurso es para que Alemania cancele su deuda con
Rusia, que Europa cancele su deuda con África... en eso Estados Unidos está
de acuerdo, pero para nada está en consideración que haga lo mismo respecto
a la deuda de América Latina.
- En su política regional, para EE.UU. es muy importante la relación
particular hacia México, la cual últimamente ha registrado puntos de
tensionamiento. ¿Será porque de lado y lado de la frontera están en un año
electoral?
Los principales candidatos Vicente Fox y Francisco Labastida no tienen
ningún interés de provocar conflictos con EE.UU. Ambos favorecen la
liberalización, la libre entrada y salida de capitales. Hay entredichos
sobre políticas de migración, brutalidad contra los mexicanos, problemas de
narcotráfico, etc. Pero Washington en todo el mundo está dispuesto a
colaborar con los peores delincuentes siempre que mantengan las puertas
abiertas, económicamente. Por ejemplo, el narcotráfico que sale de
Afganistán y Turquía, pasa por Kosovo, Albania, Washington lo sabe, tiene
los nombres fichados, hay pruebas suficientes, pero son los que apoyan
estratégicamente la política de EE.UU. y no los hace nada.
De hecho, los conflictos que existen en parte tienen metas más allá del
conflicto, por lo que hay que ir por debajo de los conflictos que parecen
verdaderos conflictos para ver la otra política, ésa es la visión
estratégica. Así, bajo el problema del narcotráfico EE.UU. se atribuye la
potestad de "certificar" a otros países según le convenga. Todo el aparato
del PRI, con pocas excepciones, está metido en el narcotráfico, en el
sexotráfico, esclavos de sexo que pasan de América Latina hacia California,
Texas, pero más allá de todo esto para Washington lo que cuenta es que hay
intereses estratégicos de por medio.
- En este momento también hay signos en cuanto introducir cambios en la
relación con Cuba.
No es simplemente el voto de los gusanos en Miami que influye en la actitud
intransigente hacia Cuba, porque hace años los empresarios norteamericanos
querían abrir inversiones en Cuba, competir con Europa en turismo,
inmobiliaria, agricultura, medicina, etc. Yo creo que Clinton, Bush y Gore
comparten una ideología visceral contra Cuba... y también un concepto de que
el cortoplacismo de los negocios no toma en cuenta de que, si consigue
sobrevivir y prosperar, Cuba se presenta como un modelo heterodoxo para
América Latina, en tanto mantiene un sector estatal, salud social, etc.
Entonces, bajo esta visión estratégica no admiten siquiera una economía
mixta como una alternativa en América Latina, no toleran la mínima
desviación del modelo monolítico. Es un tipo de stalinismo, una visión
stalinista de la política, que supone que cualquier desvío podría tumbar
todo el sistema, parece irracional pero es así.
En el Departamento de Estado el argumento es más o menos así, si permitimos
las exportaciones, la inversión americana, podríamos modificar a Cuba tanto
que estaría conforme con el resto de países de América Latina, es la parte
liberal favorable a una apertura que todavía es minoritaria. La otra dice,
si entramos vamos a estar encuadrados por un sistema semiestatista, economía
mixta, que va a perjudicar nuestra política en América Latina. Entonces hay
una pugna en debate, el sector mayoritario con miedo estratégico, mientras
el otro sostiene que se puede lograr una transformación de Cuba con más
capitales, con grandes inversiones, profundizando las diferencias de clases
y la conformación de una élite pro-norteamericana, para no operar
simplemente a partir de los grupos disidentes.
https://www.alainet.org/es/active/861
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