Mujeres Negras
Esperanzas y Estrategias para el siglo XXI
24/03/1997
- Opinión
En vísperas del siglo XXI, es necesario consolidar una estrategia global para
la emancipación de las mujeres, en especial para las mujeres pobres,
trabajadoras y discriminadas por su condición étnica.
Cualquier estrategia global sólo será consecuente si tenemos en cuenta las
diferencias culturales y compromisos de solidaridad.
Una base sólida de acción podrá ser construida a partir de una nueva visión de
solidaridad internacional. Y, la solidaridad presupone responsabilidad,
interés recíproco y fidelidad en la lucha común.
Estamos hablando de una solidaridad orgánica, donde los grupos o unidades
organizativas sean la base principal, los actores centrales de los
intercambios.
La introducción de la solidaridad étnica, de género y de clase en la Campaña
Continental de los 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular (1992),
constituyó un paso en ese sentido, como también en la construcción de una
perspectiva común frente a la ofensiva neoliberal, que hace apología de las
leyes de mercado para suprimir los derechos sociales conquistados por los/as
trabajadores/as.
La importancia de destacar el tema de la solidaridad étnica, de género y de
clase, ganará fuerza en la medida en que haya disposición para sacar
conclusiones capaces de realimentar la lucha de las mujeres negras y estimular
la capacidad de organización en nuestros países y en el plano internacional.
Precisamos redefinir valores tanto en el ámbito interno del movimiento negro,
del movimiento popular y del movimiento de mujeres, para proyectarlos a la
sociedad como un todo.
Creo que las mujeres negras tienen en sus manos la tarea de diseñar su nuevo
papel en la sociedad, para re-ubicarse en ella, y redefinir su identidad
frente al otro, para enfrentar los conflictos que resultan de las relaciones
sociales desiguales, esto es, el machismo, el racismo y la pobreza. Esto es
autonomía.
Nadie podrá hacer eso en nuestro lugar, a no ser nosotras mismas.
Para eso necesitamos estar en constante diálogo político con los sectores que
componen el movimiento de mujeres, y también con los demás sectores sociales.
Aquellos/as que como nosotras, enfrentan las condiciones de pésima calidad de
vida son, más que cualquiera, posibles aliados nuestros.
La triple explotación
El punto específico en los diagnósticos sobre la situación de las mujeres
negras, se delinea en torno al hecho de que la realidad les impone mecanismos
de explotación y opresión atribuidos a su condición de mujer, de trabajadora y
de mujer negra, por lo tanto la superación de tales mecanismos sólo se
lograrán a partir de la intervención política en esos tres aspectos de la
realidad.
El racismo, como instrumento político-social, que garantiza el privilegio
material y simbólico de la sociedad a una sola etnia, sólo será erradicado
cuando sus mecanismos, sutiles o abiertos, dejen de excluir a las mujeres
negras de los beneficios sociales, abriendo camino para una mejor calidad de
vida pública y privada.
Quiero llamar la atención sobre la dimensión de esa exclusión que, me parece,
afecta directamente a un determinado segmento femenino y étnico, e
indirectamente a su entorno familiar y social, en la situación de padres,
hijos, enamorado, marido, compañero de vida afectiva, en el mundo del trabajo
o en la lucha política, afectando a todos en su totalidad. Tales mecanismos
de exclusión fragmentan el ser, mujer u hombre, a desempeñar solamente
determinados papeles, tareas específicas para el ser masculino o femenino, que
anulan el desarrollo del potencial humano existente en cada uno.
A través de esa reflexión construiremos la base de una política de género que
tenga nuestra cara, que represente nuestra realidad. Así daremos nuestra
contribución al feminismo, con la esperanza de dar cuenta de la diversidad de
situaciones que viven las mujeres de los diferentes grados de violencia física
y psicológica a las que están sometidas.
Si nuestro desafío político es combatir todas las formas de discriminación,
tenemos un objetivo común y no podemos perderlo de vista a pesar de los
diferentes caminos que cada sector pueda seguir.
El debate sobre la solidaridad en la organización de las mujeres negras, es un
tema importante para que podamos definir hasta qué punto el hombre blanco en
general, y el hombre negro en particular, están dispuestos a solidarizarse con
nuestra lucha.
Hasta qué punto la mujer blanca en general, y la mujer negra en particular,
están dispuestas a solidarizarse con nuestra organización, hasta qué punto
quienes participan de los privilegios de la riqueza van a solidarizarse con
nuestra lucha. Ya conocemos algunos límites de esas indagaciones.
No basta la solidaridad de palabras, queremos acciones concretas y cotidianas.
No podemos apoyar proyectos políticos ineficaces contra la triple explotación
de la mujer negra. De esa forma corremos el riesgo de no modificar la
realidad según nuestros intereses y apenas maquillar los cambios, hoy
denominados reformas, que limitan nuestro poder de decisión.
Estamos hablando de solidaridad política en las definiciones de las
estructuras de poder, de solidaridad económica en las definiciones de los
programas financieros, de solidaridad social de apoyo a las luchas y de
estímulo a las redes de comunicación capaces de desmantelar la ideología
neoliberal y extender la comprensión de los efectos desagregadores para la
población excluida.
En base a ese diálogo podremos intercambiar responsabilidades y potencializar
nuestra fuerza política junto al movimiento de mujeres, al movimiento negro y
popular.
La autonomía
La organización contemporánea de las mujeres negras, al colocar como dilema la
triple militancia -o sea las dificultades de intervenir en el campo del
movimiento negro, en el movimiento de mujeres y en la lucha clasista, o como
quieran, contra la pobreza y la miseria- crea un falso dilema, que nos desvía
de una intervención cualitativa y nos empuja hacia la discusión de la
autonomía tanto en relación al movimiento negro cuanto en relación al
movimiento de mujeres y popular. Esa propuesta tiene un efecto más dispersivo
que aglutinador de nuestra lucha.
Es preciso estimular la intervención de la mujer negra en cualquier lugar
donde esté organizada.
El debate sobre la autonomía no podrá tener como consecuencia la fragmentación
del campo de lucha, pero sí aportar políticas cualitativas.
El sentido de autonomía que nos interesa es la libertad de organización y la
introducción de temas de nuestra realidad pertinentes en el debate general con
la sociedad, y en particular al interior de los sectores del movimiento negro
y del feminismo.
La autonomía hace transparente el arco de fuerzas existentes, a partir del
cual podamos establecer alianzas mínimas. Es imposible establecer alianzas
sin realizar críticas y establecer criterios para el desarrollo de la lucha
contra la discriminación de las mujeres negras.
Cada grupo u organización será responsable por los avances y límites de su
estrategia. Solidaridad no significa someter políticamente a otro u a otra,
pero sí criticar lo que sea necesario y garantizar la confrontación de ideas
con respeto a la persona humana.
Quiero afirmar con esa idea que no se debe apoyar marcos de fuerza sin antes
establecer criterios para la definición del arco de alianzas.
Reflejando tales estrategias, estaremos priorizando un sector poblacional
carente de políticas organizativas y sociales y, por encima de todo, avalando
las relaciones sociales dominantes, que buscan encubrir tal realidad,
disimulándola con políticas paternalistas y de poca repercución social para
los sectores más excluidos.
El control ideológico
Por lo tanto es preciso realizar la crítica de algunos valores e ideologías
dominantes, que interfieren negativamente en la calidad de vida de las mujeres
negras.
* la ideología etnocéntrica de la belleza de la mujer, de la sumisión,
fragilidad, emotividad e irracionalidad de las mujeres. Así como el uso de
tales comportamientos en técnicas de adiestramiento de mano de obra y
propaganda ideológica para el aumento del consumo.
* cómo tales características pueden significar la incorporación o exclusión
del mercado de trabajo, la manutención o no de una estructura familiar y de
relaciones afectivas.
* el uso comercial de nuestra sexualidad, que está expandiéndose hacia la fase
de la adolescencia, con la proliferación del turismo sexual y el tráfico de
mujeres.
* la cuestión de la dirección de la familia es un dato histórico para las
mujeres negras, que está ampliándose a todas las mujeres, con tendencia a
fortalecerse frente a las consecuencias de una política neoliberal, que
provoca el desempleo en masa y el fortalecimiento de la economía informal.
* la fragmentación de la estructura familiar en las familias negras, con la
ausencia del "padre", del "marido", del "jefe de la casa", impone una
sobrecarga de responsabilidades a la mujer negra; dada la necesidad de
corresponder a todos los papeles sociales (masculinos y femeninos), lo que le
confiere un papel femenino muy diferenciado del de las mujeres blancas.
* la cuestión de la paternidad responsable como un mecanismo importante a ser
rescatado para la resistencia de la población negra.
* la cuestión de los derechos laborales, para enfocar la cuestión de las
trabajadoras domésticas y la salud mental de las mujeres negras.
* la cuestión de la eliminación de la pobreza, como la esterilización en masa
de mujeres y hombres y el exterminio a través de la violencia racial.
Cada realidad exige la definición de temas prioritarios para la organización
de nuestra lucha.
Ejemplos recientes de prácticas organizativas como el Congreso Continental de
los Pueblos Negros de las Américas y el II Encuentro de Mujeres Afro-
latinoamericanas y Afro-caribeñas, demuestran que el momento de intercambio
internacional no puede ser restringido apenas a una visión de divulgación de
experiencias. Es preciso fortalecer una visión de que esos momentos son
cualitativos para la creación, sustentación política y fortalecimiento de las
instancias internacionales capaces de viabilizar las transformaciones en
curso, en la perspectiva de la solidaridad económica, política y social entre
los diversos sectores que componen el movimiento de mujeres. Una solidaridad
capaz de unificar la lucha por el combate a los efectos del neoliberalismo.
- Gevanilda Gomes dos Santos es integrante de la Articulación de Mujeres Negras
de Sao Paulo, Brasil.
https://www.alainet.org/es/articulo/104713
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