El Ecumenismo latinoamericano ante un nuevo milenio
24/03/1997
- Opinión
Buenos Aires.- Este fin de siglo encuentra a América Latina
viviendo un fenómeno religioso inusitado. Junto a Africa, el
Caribe y, en menor medida, Asia, se ha convertido en el epicentro
del cristianismo. El 70% de los cristianos del mundo habitan en
estas regiones y algunas proyecciones indican que para los
comienzos del nuevo milenio sólo un 25% de ellos vivirá en la
zona del mundo que se extiende de Estados Unidos a Rusia, el
\"antiguo\" mundo cristiano.
Pero el cristianismo no sólo ha crecido numéricamente en nuestro
continente sino que también aumentó su diversidad. De una
Iglesia Católica Romana hegemónica hasta pocos lustros atrás, nos
encontramos ahora ante iglesias y movimientos evangélicos
independientes que alcanzan al 20% de la población en varios
países y comienzan a tener un protagonismo público activo e
interesante, ya sea porque sus miembros incursionan sin timidez
en la arena política o porque conocen al detalle y utilizan sin
reservas los medios masivos de comunicación, así como en el siglo
XVI el reformador Lutero supo sacar provecho de la recién
inventada imprenta para divulgar rápidamente el pensamiento
protestante por toda Europa.
Pero no sólo el mundo cristiano experimenta cambios sustanciales
en nuestro continente. También existe un despertar de la
religiosidad indígena, en sus diversas expresiones, y un
reconocimiento de los cultos afroamericanos que, reprimidos
durante varios siglos, salen a la luz con una fuerza que gana
adeptos entre una población deseosa de reencontrar sus raíces y
reconstruir su identidad como pueblos dignos de una cultura y una
espiritualidad propias. Y entre los no-cristianos crece la
certeza de que es necesario construir nuevas relaciones sociales,
en justicia y en procura de la paz, que derribe las barreras de
la exclusión y plantee la necesidad de un macroecumenismo basado
en la solidaridad cósmica en defensa de la vida.
Si bien la palabra \"ecumenismo\" significa \"toda la tierra
habitada\", hasta ahora se la ha aplicado al diálogo entre algunos
sectores del cristianismo. Pero este nuevo panorama religioso
que acabamos de describir y que marca una realidad tangible en
nuestro continente desafía a una nueva concepción: un ecumenismo
capaz de entablar un diálogo rico y valiente con las nuevas
expresiones cristianas que crecen a un ritmo vertiginoso, con la
antigua religiosidad existente en estas tierras o que cruzó el
océano con los esclavos africanos y que hoy se quita los ropajes
\"cristianizados\" bajo los cuales sobrevivió durante varios siglos
y se muestra tal cual es, y con los sectores no-cristianos
solidarios con la vida.
La búsqueda de un diálogo macroecuménico
El proceso que culminó en la recordación de los 500 años de
conquista europea de América dio lugar a un diálogo fructífero
entre cristianos ecuménicos y representantes de la religiosidad
indígena, con algún acercamiento también a la afroamericana.
Tanto el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), que reúne
en su membresía a 140 iglesias protestantes, como los líderes
católicos y protestantes, incluyendo obispos, teólogos y
autoridades de iglesias evangélicas, que participaron de la
Asamblea del Pueblo de Dios hicieron un excelente aporte a la
protesta generalizada que impidió una celebración \"victoriosa\"
de la llegada de Cristóbal Colón a estas tierras.
Así, en 1992 la Asamblea del Pueblo de Dios celebró su primera
reunión en Quito, Ecuador, mientras que el CLAI auspició el
Programa de los 500 años y celebró la consulta \"Martirio y
Esperanza\", en Cochabamba, Bolivia. Los documentos que se dieron
a conocer en estas reuniones como así también las declaraciones
finales de las mismas abren una instancia importante de
acercamiento entre cristianos y religiosos indígenas, que va más
allá de la solidaridad en la búsqueda de justicia, de no
discriminación, de respeto a las culturas nativas y llega a
marcar el comienzo de un diálogo hasta ahora vedado.
El tema fue discutido en la III Asamblea General del CLAI, que
se realizó en Concepción, Chile, en enero de 1995. En una de las
ponencias más controvertidas que se presentó durante la Asamblea,
la joven teóloga brasileña Nancy Cardoso sacudió a la reunión
cuando consideró públicamente que \"aún no tenemos condiciones
teológicas, pastorales y políticas para asumir el desafío
ecuménico en todas sus dimensiones en América Latina... si así
fuera, al menos podríamos ayudarnos para no permitir más que, en
nombre del cristianismo, las otras religiones sean tomadas como
demoníacas y sus rituales y prácticas usados como blanco para ser
combatidos por cristologías y eclesiologías arrogantes y
manipuladoras de la religiosidad del llamado pueblo cristiano\".
Otro brasileño, esta vez el obispo Pedro Casaldáliga, se refiere
a la cuestión del macroecumenismo y la experiencia vivida en la
I Asamblea del Pueblo de Dios, en 1992. El obispo considera que
el término \"macroecumenismo\" fue en realidad acuñado públicamente
en esa reunión y que allí se le dio el sentido de \"dialogar
interreligiosamente pero siempre con un compromiso social por los
excluidos, hacer de la fe en el Dios de la Vida un culto
militante a la vida, por amor a la obra y al sueño de ese Dios\".
Para Casaldáliga, este macroecumenismo lleva a \"rever nuestra
teología, nuestra cristología, y nuestra eclesiología,
aculturadamente miopes, secularmente colonizadoras. Se trata de
creer efectivamente en la voluntad salvífica universal de Dios
que envió su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para
salvarlo\".
El tipo de diálogo que impulsa el macroecumenismo recién comienza
a implementarse en nuestro continente y requiere de un
seguimiento eficaz que sepa tener una clara visión de las
cuestiones culturales y de las cosmovisiones específicamente
religiosas involucradas en este intento.
Superando el invierno ecuménico
Pero no sólo es necesario abrir espacios de diálogo con las
religiosidades indígena y afroamericana, sino que es, sin duda,
importante que las diversas confesiones cristianas que existen
en nuestro continente animen también una relación que durante
varios años ha pasado por una suerte de \"invierno\". A la
controversia provocada por las críticas del Vaticano a la
teología de la liberación, en cuyo desarrollo han estado
involucrados muchos teólogos y centros de estudios protestantes,
y por la condena a las experiencias de las comunidades eclesiales
de base y de la iglesia popular, sobre todo en Centroamérica, hay
que agregar los embates católicos a las nuevas iglesias
evangélicas misioneras e independientes que han surgido en el
continente en las últimas décadas. Muchas de ellas han sido
calificadas peyorativamente como \"sectas\" por el propio CELAM,
provocando irritación en el ámbito protestante y un enfriamiento
progresivo en las relaciones recíprocas.
Así como en Medellín y en Puebla la presencia y la participación
protestantes había sido auspiciosa, como así también las
referencias al ecumenismo en los documentos finales de ambas
conferencias, no ocurre lo mismo en Santo Domingo. Esto hizo que
el CLAI decidiera no invitar oficialmente a delegados del CELAM
a su III Asamblea General, marcando la necesidad de un nuevo
planteo en el diálogo interconfesional. En el documento final
de esta asamblea, el CLAI señala que es importante reconocer que
el protestantismo, que incluye al creciente movimiento
pentecostal, ya es parte constitutiva de la identidad del
continente latinoamericano, que se manifiesta como pluricultural
y plurireligioso. De allí que el diálogo a entablarse debe tener
en cuenta todas las expresiones del protestantismo, sin
discriminaciones, sin etiquetamientos y con la certeza de que los
cambios culturales, políticos y sociales ocurridos en América
Latina señalan que la unidad de los cristianos \"tiene
necesariamente que celebrarse como concomitante expresión de la
diversidad\".
Dafne Plou, periodista argentina, es presidenta latinoamericana
del WACC. Integrante del Area de Mujeres de ALAI.
https://www.alainet.org/es/active/418
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