El contraalmirante no tiene quien lo escuche
25/08/1998
- Opinión
Montevideo.- En el marco de una comisión investigadora parlamentaria sobre una presunta estafa de su hijo a
inversionistas estadounidenses, el contraalmirante retirado Eladio Moll (Comandante de la flota
uruguaya hasta febrero pasado) mencionó explícitamente la ingerencia de los militares "yanquis" en
los procesos dictatoriales latinoamericanos, y específicamente en el uruguayo.
Con su movida, el contraalmirante Moll logró que los negocios o negociados de su hijo pasaran a
un segundo plano, pero abrió una polémica en la que participó hasta el embajador de Estados
Unidos en Uruguay, el infante de la marina Chistopher Ashby. Concretamente, en la oportunidad
Moll se dirigió al diputado del Movimiento de Participación Popular (Frente Amplio) y ex
guerrillero tupamaro José Mugica, diciéndole: "Tengo el orgullo de decir que usted está ahí y que
sus amigos vivieron porque existen unas Fuerzas Armadas orientales, ya que la orden de los
gringos era que no valía la pena que ningún guerrillero viviera después de que se le sacara la
información".
Preocupaciones
Como reacción inmediata, el ministro de Defensa Nacional, el blanco Raúl Iturria, manifestó su
"preocupación" por las declaraciones del marino, mientras que el embajador estadounidense las
consideró "ridículas". Instalada la polémica, el contraalmirante Moll afirmó tener en su poder
documentación que prueba lo por él dicho, e incitó al embajador Ashby a confrontar en el ámbito
que considerara pertinente, sugerencia que el estadounidense desechó de plano. En realidad, lo
dicho por Moll no es nada nuevo, esas cosas ya se sabían hace treinta años, cuando los Tupamaros
ejecutaron al instructor en tortura Dan Mitriona, enviado desde Estados Unidos para enseñar esas
técnicas de interrogación a policías y militares uruguayos. El escándalo surge por decirlo quién lo
dice.
El sinceramiento de Moll viene a sumarse a las recientes declaraciones del ex director de
Inteligencia Policial de inicios de los 70, Alejandro Otero, quien también reconoció en reportajes de
los semanarios Tres y Mate Amargo que Mitrione había venido a estas costas a enseñar a torturar a
los guerrilleros presos. En entrevista concedida al semanario Brecha, el contraalmirante Moll
explicó que la doctrina "se impartía en las academias militares y en otros organismos donde
participaban militares latinoamericanos. La Escuela de las Américas era uno de los lugares de
difusión, pero también se impartió, aquí en el país, como lo acaba de afirmar el comisario Alejandro
Otero sobre la misión de Dan Mitrione". Más adelante, el marino afirma que "sería conveniente
recordar que por la Escuela de las Américas pasó la mayoría de los dictadores de América Latina."
Resulta en extremo sintomático que mientras el gobierno del presidente Sanguinetti ha manifestado
su malestar por el reconocimiento de Fidel Castro de que Cuba ayudó a la insurgencia
latinoamericana (y uruguaya) en las décadas del 60 y 70, ninguna explicación ha pedido el gobierno
estadounidense sobre las declaraciones del contraalmirante y del comisario. Por el contrario, el ex
comandante del Ejército, el general retirado Daniel García, desmintió a su colega (y a los propios
manuales estadounidenses), y afirmó que las instrucciones para los interrogatorios que él había
leído eran "prácticamente policiales". Por su parte, el presidente Sanguinetti ordenó su arresto a
rigor por 15 días y la formación de un tribunal de "honor" militar para juzgarlo.
Duros y blandos
El contraalmirante (r) Eladio Moll, a diferencia de la mayoría de sus compañeros de generación en
las tres armas, no estuvo en la primera línea de fuego durante toda la dictadura. En 1976 fue
separado de sus funciones activas, tal vez -como él sugiere- por haberle avisado a Wilson Ferreira
Aldunate (entonces exilado en Buenos Aires) que sus colegas pensaban asesinarlo junto con Zelmar
Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. Los tres políticos (el primero y el último del Partido Blanco y
Michelini del Frente Amplio) desarrollaban desde la capital argentina una amplia tarea de oposición
a la dictadura del colorado Juan María Bordaberry. Utilizando las facilidades de la por entonces
existente "Internacional" del Terrorismo de Estado, los "duros" de la dictadura cívico-militar
uruguaya encabezados por el entonces canciller (y vuelta la democracia parlamentario colorado)
Juan Carlos Blanco, habría ordenado el crimen con la oposición de algunos sectores de las Fuerzas
Armadas, especialmente de la Marina.
Esos mismos comandos uruguayos habrían sido los responsables de las desapariciones de más de
140 uruguayos entonces exilados en Argentina, en lo que parece haber sido una "mosqueta" interna
fruto de sus contradicciones. Esas mismas contradicciones llevaron seguramente al asesinato en
París del coronel Ramón Trabal, crimen atribuido a la insurgencia que propició la ejecución de
cinco prisioneros políticos cuyos cuerpos fueron luego abandonados en las cercanías de la ciudad
de Soca para que parecieran víctimas de un enfrentamiento.
Para demostrar su teoría de no acatamiento a las directivas estadounidenses de asesinar a los
prisioneros luego de interrogarlos, el contraalmirante Moll relata una ilustrativa anécdota: "En 1980
vino al país una comisión de la Cruz Roja. Caminando con un chileno y un francés, me
preguntaron por qué me parecía a mí que en Chile hubiera 126 presos políticos y en Argentina 26,
mientras en Uruguay había más de 3.000 . Le respondí: "En la pregunta ustedes tienen la
respuesta".
El honor perdido
Vuelto a la vida civil, Eladio Moll siente que las "Fuerzas Armadas tienen que ser aceptadas por la
sociedad", y propone una "vía uruguaya" para solucionar el problema de los detenidos-
desaparecidos, en un clima de total reserva, y sin la participación de los partidos políticos (un tete a
tete entre "combatientes"). El ex jefe del servicio de inteligencia de las Fuerzas Armadas y ex
comandante de la flota de mar olvida que aquí las víctimas de la dictadura cívico-militar fuimos
todos, y no sólo los guerrilleros. Si se quiere que las Fuerzas Armadas orientales recuperen su
honor, hay que empezar por su mea culpa respecto a la brutal reducción de salarios que aplicó, a la
multiplicación escandalosa de la deuda externa, al enriquecimiento ilícito de la mayoría de su
oficialidad, al oscurantismo educativo que aplicó, en fin, a la vida miserable a la que nos sometieron
a quienes nunca quebrantamos la ley. Y por supuesto que tienen que decir donde están los niños
que robaron y los cadáveres de los asesinados. No alcanza con sugerir que las cosas podrían haber
sido peores.
Mucho, pero muchísimo menos aceptable es la reflexión final que --a título de amenaza - efectúa el
contraalmirante (r) en la entrevista de Brecha: "Hay una teoría -afirma muy suelto de cuerpo- según
la cual en este siglo (?) los períodos de democracia están seguidos por períodos de golpe. Yo no sé
si los plazos no se nos están acortando. Es vital que los liderazgos políticos entiendan la
problemática militar". Más vital sería que los liderazgos militares entendieran de una buena vez la
problemática civil, que no es otra cosa que un profundo deseo de autogobernarse sin la presión de
estos guardianes tutelares soberbios y omnipresente hasta el hartazgo.
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