Autopistas de peaje vs. plazas públicas

Mercado y ciudadanía en Internet

15/07/1998
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El encontronazo entre la Internet de carácter fundamentalmente académico, cooperativo y libre de los primeros tiempos y la sociedad "real", con sus fuerzas políticas y económicas dominantes, operado a partir de los primeros años 90, está siendo decisivo, está cambiando la Red y son muchos los temas que debieran discutirse a la luz pública. Estas fuerzas políticas y económicas están protagonizando casi todos los intentos de establecer mecanismos legales y extralegales destinados a controlar los contenidos de la Red, su publicación, difusión y uso. Se discuten propuestas de legislación o de "autorregulación" y se producen fuertes movimientos y constantes operaciones comerciales, todo lo cual, en su conjunto, comienzan a dibujar y diseñar el mapa de carreteras y los códigos de circulación de las futuras autopistas de la información. El protagonismo en este proceso de construcción está recayendo, cada vez más, en los poderes económicos y políticos. Y en estos tiempos de neoliberalismo económico rampante, observamos dos tendencias que parecen dirigirse a convertir Internet en un espacio más al servicio de las grandes corporaciones. Que lo consigan o no, es otro cantar. La primera es la promulgación de leyes que favorezcan la apropiación y capitalización de la información, leyes referidas a la extensión de los derechos de propiedad intelectual más allá de unos límites sensatos y a la creación de un entorno digital seguro y fiable para la expansión de los negocios. La segunda se refiere a la promoción del comercio electrónico más allá, también, de unos límites deseables. Ha hecho su aparición la economía y un pensamiento que ve Internet como la base de una nueva economía. Lo que algunos han denominado el pensamiento único. Lo triste es que todo esto se acepta con un espíritu muy poco crítico y con excesiva naturalidad. Que Internet puede ser un medio para el desarrollo de nuevas empresas y nuevas modalidades de desarrollo económico es algo evidente y saludable. Que el comercio electrónico puede representar una sensible mejora en la calidad de vida, también. Pero que una cosa y la otra se conviertan en el principio rector del desarrollo del mundo digital es un reduccionismo económico inapropiado que choca con la lógica que ha estado -y sigue estando- en la base del desarrollo de Internet: la lógica de la comunicación. La colonización del ciberespacio La sociedad de la información es algo más que economía de la información. Esta es sólo una parte de aquella. Tan importante como ganar dinero en Internet es disponer de foros públicos de discusión y de participación ciudadana, clubs y asociaciones virtuales, ayuntamientos digitales, telemedicina, recursos educativos, fondos de documentación, centros de investigación, jardines, teatro en la calle, bibliotecas, fiestas, cafés para tertulias, conciertos, etc. Como ha mostrado Jürgen Habermas, los medios de comunicación de masas empezaron a ver pervertida su función de proporcionar un espacio público comunicativo cuando adoptaron criterios que supusieron la comercialización de la información. La audiencia pasó de ser un potencial actor, al que se le suministraba información y opiniones para que adquiriera los conocimientos que le permitiera participar en la vida política y ciudadana, a convertirse en la mercancía que aquellos venden y que los anunciantes compran. Esto mismo es lo que está empezando a suceder en la red cibernética: la colonización de la misma por los criterios económicos y comerciales. Lo que debiera ser un espacio social en el que los individuos y los grupos sociales interactúan para resolver necesidades individuales y, sobre todo, públicas, a través de la difusión (libre) de información, sustraídos, en buena parte, de los imperativos y las lógicas del poder y del dinero, va cayendo, poco a poco, en los dominios de la lógica comercial. En ésta no es la difusión de la información y la subsiguiente cooperación para el enriquecimiento de la misma mediante la creación de espacios públicos de iniciativa social lo que predomina. Por el contrario, todo lo anterior no es, en el mejor de los casos, más que un medio para el desarrollo de intercambios privados de mercancías. Esa lógica comercial nos conducirá al establecimiento de autopistas de peaje y establecimientos comerciales adecuadamente dispuestos en los puntos claves de su recorrido. En lugar de espacios de interacción social, se quiere desarrollar mercados para transacciones privadas. La información busca difundirse constantemente, actualizarse, compartirse... Esa es su lógica. La mercancía -y la información mercantilizada- se difunde para ser apropiada, consumida y, finalmente, para desaparecer en ese proceso de consumo. Es ésa una relación conflictiva. Podamos aceptarla dentro de unos límites sensatos, pero nos causará problemas gratuitos y conflictos evitables si la extendemos más allá de esos límites razonables. Entender que la lógica de la comunicación y la del mercado son, en buena medida, conflictivas, debiera ayudarnos a desestimar esos planteamientos reduccionistas y economicistas, y a preservar esferas públicas donde la información fluya libremente. Sería una lástima que dilapidáramos la gran oportunidad de desarrollar plazas públicas, donde los/as ciudadanos/as entran libremente para reunirse y compartir, libremente también, información no mercantilizada. Plazas públicas para que reconstruyamos nuestros lazos de cooperación y solidaridad, donde reconstruyamos una esfera social de interacción entre individuos iguales sin interferencia del poder ni del dinero. Y plazas públicas donde también, ?por qué no?, existan sus establecimientos comerciales, sus servicios con valor añadido..., es decir, su mercado de los domingos. -277
https://www.alainet.org/es/articulo/104227?language=en

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