Carlos Burgos: símbolo de una sociedad corrupta

01/10/2014
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Carlos Burgos, convertido en millonario siendo alcalde de San Juan de Lurigancho, acaba de perder a su segundo hijo, al igual que el primero, en circunstancias no muy claras, por decir lo menos. Tanto él como el alcalde Roberto Torres de Chiclayo afrontan centenares de juicios pero, por arte de magia, como nuestro ex­presidente de la República Alan García, salen bien librados de todos los juicios. Es probable que el presidente de la Región Ancash, César Álvarez, culpable de mil latrocinios, salga también por la puerta chica como ya lo hizo el ex­coronel de la policía, Benedicto Jiménez. El ex­presidente de la República, en prisión por robo y delitos de lesa humanidad, hace huelga para que en su celda dorada se le reinstale un teléfono. Su hija, que ha compartido y disfrutado del poder, quiere ser presidente de la República, y con una elevada masa de ciudadanos a favor. Una Susana que grita “¡No a la reelección!”, pero cuando le preguntan por qué va a la reelección, dice “Cambié de opinión”. ¿Qué pasa con nuestra sociedad?
 
Y no se trata solamente de un personaje político. Desde el más grande hasta el más pequeño de nuestros políticos está inmerso en la corrupción. La población sabe que los aspirantes a puestos políticos gastan millones de dólares en sus campañas, y cuyos sueldos, si salen elegidos, nunca compensarán dichos gastos, ¿por qué entonces los eligen? “No importa que roben pero que hagan obras”, es la frase del día. La corrupción está en todo el tejido social. Desde el ciudadano más humilde hasta el más ilustrado utiliza las una y mil formas de corrupción, hasta para hacer avanzar su expediente en el poder judicial, en la administración pública, en sus estudios, etc.
 
¿Cómo explicar este comportamiento social? O comencemos diciendo, las medidas que actualmente se utilizan para contrarrestar la corrupción ¿tienen esperanza de victoria? Algunos piden más policías, pero si todos sabemos que la policía, como institución, está corrompida. Otros piden más serenazgo, pero si ellos son dirigidos por alcaldes corruptos, ¿qué esperanza de victoria existe? Se arman mesas de trabajo, instituciones y más instituciones, si sabemos que todo eso no es nada más que un circo que sirve para mecer a la población.
 
¿Cómo volver a nuestros valores tradicionales? Porque los que ahora existen son precisamente de sociedades corruptas. El dinero que impulsa a tener más dinero para ser bien visto, una casa de standing en un lugar de standing requiere dinero, mucho dinero. ¿Cómo salir de estos nuevos valores de la sociedad occidental? La educación ya no es un signo de valor, la honestidad tampoco, la transparencia menos. ¿En dónde radica el problema?
 
La sociedad está corrupta porque en lo más profundo de la economía se ha instalado un mecanismo que genera ese comportamiento. Es este mecanismo que pervierte a tirios y troyanos. Nadie se escapa. Y esto desde hace aproximadamente diez mil años. Recordemos a los romanos. Cuando querían eliminar a un enemigo le hacían beber la cicuta. Recordemos a los ingleses en su época de gloria que hacían trabajar de sol a sol a sus obreros para acumular más dinero. Actualmente vemos cómo Estados Unidos se lanza a la conquista de recursos naturales sin importarle los miles, millones de muertos, heridos, sin casa, sin alimentos; con el pretexto de “salvar al mundo” de los terroristas. No es solamente de ahora, pero tampoco ha sido de siempre.
 
Los nuevos valores de la sociedad, incluso la corrupción, son el fruto de un mecanismo que yo llamo la Repartición Individualista. Este mecanismo, actualmente, permite que el empresario se apropie del 100% del resultado neto del acto económico; en castellano, se apropie la totalidad de las utilidades que genera una empresa Y para ello no escatima en matar de hambre a sus trabajadores, no pagar a sus abastecedores, hacer caso omiso a todos sus compromisos con el Estado y la sociedad. Pero hay empresarios y Empresarios. Los chiquitos realizan tanto esfuerzo y triquiñuelas y, al final, no les alcanza ni para comprar pan. En cambio, los grandes, sin mucho esfuerzo se apropian la casi totalidad del valor agregado por la sociedad presente y pasada.
 
Una de las características de nuestra economía moderna es que un bien tiene su contrapartida en dinero. Una manzana = 1 sol. Lo uno u lo otro, es igual. Esto ha conducido a que los angurrientos por el dinero ya no se preocupen en hacer rodar sus fábricas para tener dinero. Es suficiente tener dinero y a partir de él, tener más dinero. El dinero crea más dinero. Es la nueva economía de la especulación financiera. Una actividad económica desnaturalizada. Ya no se trabaja para producir bienes y servicios sino más dinero. Y quien lo tiene, no importa cómo lo obtuvo, es el admirado.
 
Más aún. Habida cuenta que los políticos manejan, a través del presupuesto público, una muy buena fracción del Producto Bruto Interno del país (PBI), los mafiosos se orientan a ser políticos para tener acceso fácil a ese dinero y a todo el poder político, administrativo, judicial, policial, militar…, que se convierte en dinero y más dinero.
 
Esta es la espiral de perversión humana que tiene como base a la Repartición Individualista, uno de los elementos malsanos y mortíferos de nuestra economía moderna.
 
Lima, sjl, 2 de octubre del 2014
 
Dr. Hugo Salinas
 
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