Otra ganadería es posible
12/08/2013
- Opinión
Se puede hacer ganadería en armonía con el ambiente, y con prácticas que son perfectamente aplicables al ambiente caribeño.
La separación entre la ganadería y la agricultura ha sido uno de los peores desastres agropecuarios de América Latina. Los animales domésticos son parte esencial de la producción agrícola pues el estiércol que producen es indispensable para la fertilidad de los cultivos. Al separarse la agricultura de la ganadería las siembras se quedaron sin su fuente principal de fertilizante natural, y la ganadería sin agricultura ha obligado al ganadero a alimentar los animales con insumos externos, los cuales vienen de grandes distancias. Y encima de eso, el estiércol pasa a ser un desperdicio y un problema ambiental y de salud pública.
La ganadería, como actividad especializada separada de la agricultura, se convirtió así en motor de deforestación y destructor de la biodiversidad, asociada a latifundios que concentran las tierras en pocas manos y perpetúan el hambre y la pobreza rural, procesos observados a lo largo de la historia latinoamericana. Inclusive en indicadores económicos como la productividad por área y por animal y creación de empleos, el modelo ganadero convencional queda muy mal parado.
Informa la reportera ambiental Tracy L. Barnett:
“Los ganaderos han despejado millones de hectáreas de selva tropical y bosques secos tropicales para crear pastizales para el ganado, liberando así incontables toneladas de carbono a la atmósfera... causando olas de sequías y erosión, eliminando el hábitat de vida silvestre y degradando los ríos que fluyen a través de ellos. Cerca del 27% del suelo colombiano es utilizado ahora para la producción de ganado y la deforestación continúa a una agresiva tasa de 300,000 hectáreas por año, de acuerdo con un artículo escrito por (Alicia) Calle y otros autores, publicado en la prestigiosa revista Forest Ecology and Management.
La crianza de ganado convencional requiere la aplicación de 100 a 800 kilogramos de úrea por hectárea al año, un fertilizante importado de alto costo basado en combustibles fósiles que contamina las cuencas regionales, degradando así, la calidad del agua y suprimiendo la población de peces. Los bosques tropicales que una vez se extendieron a lo largo y ancho del Valle del Cauca (Colombia) fueron tumbados hace más de un siglo y muchas hectáreas fueron convertidas en ranchos de crianza de ganado. Desde ese entonces, el negocio más lucrativo del azúcar ha suplantado la mayoría de las granjas de ganado, causando así un impacto ambiental aún mayor por el uso extendido de herbicidas y pesticidas.” (1)
¿Es la ganadería necesariamente un enemigo de la biodiversidad y la protección ambiental? La ciencia de la agroecología no rechaza la ganadería, sino que busca reintegrarla a la agricultura en sistemas eco-eficientes. Mediante la innovadora propuesta de sistemas intensivos silvopastoriles, la ganadería en áreas tropicales sí puede aportar beneficios ambientales considerables, incluyendo la conservación de la biodiversidad. Tales sistemas, ya puestos en práctica en Colombia y otros países, tienen beneficios comprobados no sólo ambientales sino también productivos.
Estos sistemas combinan en el mismo espacio animales junto con hierbas de forraje y árboles. La operación de éstos se fundamenta sobre cuatro principios: 1) incrementar la biomasa vegetal y biodiversidad, 2) detener la degradación de los suelos y promover su rehabilitación, 3) protección y uso racional de fuentes de agua y 4) aumentar la productividad animal por hectárea.
Los beneficios de los sistemas silvopastoriles son numerosos. Ofrecen variados servicios ambientales, como secuestro de carbono, retención de suelos y agua- lo cual protege cuencas hidrográficas-, flores que benefician polinizadores, y además sirven de corredores de vida silvestre. La presencia de árboles ayuda a mantener y mejorar la fertilidad de los suelos y contrarresta su compactación, fija nitrógeno, y ayuda a recargar los nutrientes en el suelo. Beneficios económicos incluyen la producción de madera, productos medicinales, forraje para animales, resinas, aceites esenciales, miel, y frutas, semillas y vainas que además de alimentar gente también nutren al ganado y la vida silvestre.
Hay que aclarar el uso de la palabra “intensivo”. No es intensivo en el sentido agroindustrial, sino que se refiere a la eficiencia de procesos biológicos como fotosíntesis y fijación de nitrógeno.
El tratamiento ético de los animales de la finca es un factor central en esta nueva ganadería ecológica. Dado que la agroecología es un enfoque que atiende aspectos sociales, culturales y económicos del agro, ésta es útil para emprender un acercamiento al tratamiento de los animales de la finca desde la ética. Uno de los principales referentes latinoamericanos en este campo es el científico cubano Roberto García Trujillo, de la Asociación Cubana de Agricultura Orgánica. En su libro Los Animales en los Sistemas Agroecológicos, publicado en 1996, plantea que “la concepción agroecológica del manejo de los animales de granja, no sólo incluye los puntos de vista productivos y económicos, sino también los de bienestar animal, necesidades, libertades y ética.”
García Trujillo deja claro que las consideraciones éticas en el trato de animales no se riñen con los criterios de productividad: “Hoy día se demuestra cada vez más que un manejo y alojamiento de los animales que permita su bienestar no sólo nos hace más humanos, sino que se pueden lograr mejoras productivas y económicas importantes.”
Estos sistemas intensivos, ecológicos y éticos ya son una realidad. Tenemos el ejemplo de la reserva natural El Hatico en el valle del Cauca en Colombia, la cual tuve el gran privilegio de visitar hace unos meses como parte de un contingente de estudiantes de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA). Hasta 1970 era un típico rancho convencional con uso intensivo de agroquímicos, poca cubierta de árboles y poca densidad de animales por área. Tras una transformación agroecológica en un sistema intensivo silvopastoril, el Hatico es ahora una operación rentable con 70 especies de árbol que ha aumentado su producción de leche y eliminado el uso de fertilizantes (2). Esta finca, que cuenta con la asesoría profesional de la Fundación Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV), además ha resultado ser muy resiliente ante inclemencias del tiempo relacionadas al cambio global, como fue el caso de la sequía descomunal en un período de oscilación de El Niño.
Y, ¿por qué no se ha implementado esta propuesta de manera masiva? Hay dos obstáculos primarios que han impedido su difusión. El primero es la falta de capital, los costos iniciales de implementación de estos sistemas son sustanciales, va a contrapelo de la visión convencional de que la ganadería es una actividad de baja inversión. El segundo obstáculo es de conocimiento. La complejidad técnica de los sistemas silvopastoriles intensivos requiere de conocimientos especializados que no son comunes entre profesionales del agro.
Los conceptos y técnicas de esta nueva ganadería se podrían emplear en Puerto Rico, para beneficio de la protección ambiental, la creación de empleos y la seguridad alimentaria.
Ruiz Marrero es autor, periodista investigativo y educador ambiental puertorriqueño. Tiene una maestría en ecología social de Goddard College y es catedrático del Instituto de Ecología Social. Su cuenta Twitter es @carmeloruiz
Notas
(1)
(2) “Native trees and shrubs for the productive rehabilitation of tropical cattle ranching lands” Por Enrique Murgueitio, Zoraida Calle,∗, Fernando Uribe, Alicia Calle y Baldomero Solorio.
https://www.alainet.org/es/articulo/78401
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