Vida antes y después de la muerte

05/11/2020
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¿Quién no tiene, mucho o poco, miedo frente a la muerte, en particular la muerte propia? La pandemia y su cercanía mortal para todas y todos, la payasada de Halloween que quiere disimular la presencia de la muerte, nuestras visitas a los cementerios, este año bien limitadas, y los años que pasan… nos obligan a mirar la muerte de manera razonada y creyente para enfrentarla y prepararnos a ella de la mejor manera, es decir viviendo y amando en plenitud.

 

Razonablemente, vida y muerte van siempre juntas. Nuestro cuerpo es un proceso permanente de células que mueren mientras otras nacen para mantenernos con vida. Para alimentarnos absorbemos la vida de otros seres vegetales principal y lastimosamente animales ‘muertos’. Digo ‘lastimosamente’ porque descubrimos que la carne es particularmente dañina tanto para las personas, como para el medio ambiente, sin olvidar el maltrato a los animales que sacrificamos ‘inhumanamente’ a nuestros apetitos alimenticios. Por eso aumenta el número de personas y de asociaciones que dejan de comer carne y fomentan un consumo más sano y respetuoso de los animales y la naturaleza. Gandhi decía que “comer carne nos hace violentos” por asimilamos la violencia con la que se mata a los animales que comemos, además de las ‘torturas’ que les hacemos pasar con criarlos encerrados y engordados químicamente y a la fuerza. Además nuestra dentadura tiene sólo 4 dientes caninos -la cuarta parte de nuestros 32 dientes- que nos recuerdan cuál es el límite del consumo de carne, o sea, una vez cada 8 días. Así habla ‘la naturaleza’, a la que bien poco caso hacemos… ¡Por eso “morimos antes de tiempo”!

 

Razonablemente, todas y todos estamos hechos para vivir más allá de la muerte. Somos a través de nuestros padres una encarnación de la Vida, una expresión materializada del Amor. Por eso que la vida no nos pertenece: nosotros pertenecemos a la Vida y al Amor. Nuestra existencia tiene sentido cuando hacemos crecer la vida y el amor. La muerte no es más que el abrazo de la Vida y del Amor más plenos: Estallan, quieren estallar la Vida y el Amor en nosotros sin frontera ni límite: Volvemos de dónde venimos, más grandes por lo que hemos vivido de bonito, fraterno y verdadero. La muerte es otro nacimiento, otro parto doloroso y glorioso a la vez.

 

Razonablemente, “¡Hay muertos que nunca mueren!”. Así decimos de grandes personajes que nos acompañan a lo largo de los siglos, de parientes y amigos que están con nosotros a lo largo de nuestras vidas y sobre todo a lo largo de nuestras luchas por la vida, por más vida y más amor, luchas por la vida personal, la vida de los demás, en particular de las víctimas de toda clase de atropellos, y por la vida de la naturaleza. Nos acompañan estos ‘muertos que no mueren’, como el Che Guevara y Mahatma Gandhi, Luther King y Buda, Berta Cáceres y Domitila Barrios, Tránsito Amaguaña y Chico Méndez, etc.: “Santos” que nos están en el calendario católico. Y un tal Jesús de Nazaret. ¿Los hemos festejado el pasado 1 de noviembre, en la fiesta de todos los santos?

 

Religiosamente, parece que la creencia en la vida después de la muerte es tan antigua como el ser humano, por los restos de ritos y de pinturas antiguas que descubrimos de nuestros ancestros. Uno de estos ritos han conservado todas las religiones: la vela que acompaña a los difuntos en su velada, entierro y recuerdo. Pues la ‘muerte’ de la vela permite la ‘vida’ de la llama: ¡Qué linda representación de la resurrección! Lo mismo pasa con ‘El amor es más fuerte que la muerte’, tema de tantas canciones y significado de abrazo en la muerte de “los amantes de Sumpa” en la península de Santa Elena, descubiertos abrazados ‘eternamente’ después de la muerte, debida según parece a algún cataclismo natural.

Religiosamente, ¿cómo no ‘adorar’ el cosmos cuya belleza nos delectan las fotos de las galaxias tomadas por los satélites mandados a millones de kilómetros de nuestro planeta? Nos revelan la creación en marcha, la fuerza impresionante de las estrellas y las nubes de gases antes de que se condensen en materia. Somos ‘polvo’ de estas estrellas: vida de esta vida, belleza esta magia inconmensurable, amor que anida en esta cuna universal. Eso no puede morir, más bien se dinamiza y se eterniza en nosotras y nosotros. Somos tan minúsculos y tan grandes a la vez, frágiles e inmortales al mismo tiempo.

 

Dejémonos envolver por esta inmensa capacidad de vida, de amor, de creación, de belleza que está sembrada en nosotros, para compartirla, multiplicarla, celebrarla… hasta decir, con Francisco de Asís: “¡Aquí estoy hermana Muerte!” para dejarnos llevar hacia más plenitud de vida, amor, creación, belleza y felicidad. Aprendamos a celebrar esta nueva creación que gozan nuestros difuntos y a mirarla más allá de la muerte porque es la gran puerta hacia más y mejor que hoy. Cultivemos esta ‘muestra de divinidad’ que comenzamos a vivir hoy y que estallará mañana… a la manera, para los cristianos, de Jesús de Nazaret, modelo del Hombre nuevo y de la Mujer digna. A eso nos invita el papa Francisca en su última carta: construir “una Hermandad universal mediante la fraternidad universal, la amistad social y el amor político”.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/209640?language=en
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