Ministerio de Cultura: una nave sin rumbo

22/06/2020
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El Perú es un país diverso, sí. ¿Es un país intercultural? No.

 

El 14 de junio -hace 3 días, justamente 3 meses después de la cuarentena, estado de sitio- el Ministerio de Cultura ha publicado la resolución ministerial N°151-2020 ofreciendo “mecanismos de amortiguamiento para mitigar los efectos económicos en el sector cultura producidos en el contexto de la emergencia sanitaria por el COVID-19”. Lamentable. En tres meses el Mincul, no hizo nada por los artistas en general, no los tuvieron en cuenta para darles bono alguno. Lo mismo ocurrió en el caso de las comunidades nativas de la Amazonía. No las tuvo en cuenta en sus planes hasta que estalló el incendio. A esta doble ausencia, habría que agregar el patético escándalo de un supuesto artista que cobró 175 mil soles del Ministerio de Cultura sin que ninguno de los ministros que autorizó los pagos supiese por qué y para qué se le contrató. Con ese silencio nos inducen a imaginar la existencia de una mano invisible o de un fantasma que firma resoluciones a media noche. Las palabras de dicho señor en el Congreso ilustran bien lo que es: “Se ha dicho tanto de mí, aquí estoy, dando la cara. Soy el doctor honoris causa Richard Javier Cisneros Carballido y hoy van a saber de mí”. No habría sabido decir qué institución mexicana le dio ese honor, ni por qué. Sus fotos contándole al mundo lo feliz que se sentía de haber llegado a palacio de gobierno, ofreciéndose como asesor del presidente, lo muestran como un figureti salido de los bajos fondos de la farándula y las redes. Sus méritos como artista y conferenciante consejero no tienen por donde aparecer. El caso es un ejemplo más de la vieja corrupción estructural del país.   

 

La resolución ministerial sobre los mecanismos de amortiguamiento ofrece apoyos económicos a favor de personas naturales y jurídicas y adquisición de contenidos culturales con un fondo de 50 millones de soles. Los interesados deben probar que fueron víctimas de algún modo del corona-virus y presentar además un plan de amortiguamiento, el cual contiene como mínimo, el monto que se solicita, las acciones a desarrollar, los rubros afectados que se financian con el mismo. No se trata de un bono universal o una cantidad de dinero por cada institución cultural o para cada uno de los artistas en particular. Si entendí bien, se trata de un concurso: quienes presenten las mejores propuestas recibirán un apoyo, los que pierdan, no. Podría ser un mal comienzo, más aún si todo será presentado on-line y si sabemos que buena parte de los artistas indígenas tienen un acceso precario en ese saber. Habrá que esperar hasta fines de octubre próximo para conocer lo que la resolución ministerial llama “sistematización del registro de personas naturales y jurídicas que se dedican a fines culturales, creadores, productores de arte y de especialidades afines; así como de bienes del patrimonio cultural”.

 

En mi artículo anterior -Todos somos indígenas: pandemia y pueblos indígenas de la Amazonía (La Mula, 1 de junio) traté de mostrar la irresponsabilidad del gobierno y del ministerio de cultura frente a las comunidades nativas y andinas, las razones por las que creo que los pueblos indígenas del Perú son una reserva en riqueza y principios de reciprocidad y solidaridad, para el futuro del Perú; y para mostrar algunas de las contradicciones profundas existentes dentro del gobierno y del ministerio de cultura. A partir de una mirada antropológica, histórica y global del país, examinaré en este quinto artículo: la inexistencia de una política gubernamental sobre las culturas; el grave problema de la consulta previa como un juego para no tomar en cuenta las opiniones de los indígenas andinos y nativos sobre la explotación de la riqueza existente en sus territorios; el maltrato a la Educación Bilingüe intercultural; la pobreza teórica y el interés de las clases altas sobre la que reposa el concepto de cultura en singular; y, finalmente unas propuestas para resolver los problemas.

 

Dos meses después de decretar la cuarentena, no tenía el gobierno nada que se parezca a un plan para apoyar a las comunidades nativas y ribereñas de nuestra Amazonía; siguió actuando con buena voluntad para apagar los incendios de la pandemia, primero en la ciudad de Loreto, luego en Ucayali y en los últimos días en las provincias costeñas de Ancash, ahora, en Arequipa. En Lima, los policías y soldados persiguen en las calles aledañas al complejo textil y comercial de Gamarra a los peruanos que no tienen qué comer y buscan ganar algún dinero como ambulantes, mientras el Perú oficial repite su letanía “quédese en casa”, sabiendo muy bien que no pueden quedarse en casa quienes no tienen qué comer y otros que por razones diversas se niegan a obedecer órdenes de soldados y policías.

 

Un Ministerio de Cultura, 12 ministros en 10 años y ninguna política de cultura de los gobiernos ni de los ministros que tenga en cuenta la realidad del país

 

En 9 años y 10 meses de vida, pasaron por el Mincul 8 ministros (uno de ellos dos veces) y 4 ministras; un antropólogo estudioso del mundo andino, una antropóloga forense, cuatro artistas cantores y actores (uno de ellos también sociólogo) tres abogados, 2 arqueólogas, un sociólogo y político y un licenciado en turismo. El tiempo promedio de duración en el cargo es de 7.8 meses (en los extremos, una con tres años, y otro, con dos meses). De esta información precisa se desprenden tres conclusiones: una, ninguno de los 4 presidentes de la república que los nombró tuvo o tiene una política sobre la llamada cultura (en singular); dos, ninguno de ellos y ellas tuvo y tiene una propuesta personal suficientemente fuerte para marcar diferencias sustantivas con los presidentes que los nombraron; y, 3, Los presidentes no hicieron esfuerzo alguno por buscar personas competentes para el cargo por su conocimiento de los pueblos indígenas andinos, y amazónicos, salvo parcialmente el caso del antropólogo Juan Ossio, quien estuvo ocho meses en el cargo.

 

Para tratar de entender este patético caso político conviene hacer un rápido repaso de la formación y composición del Mincul y de sus principales responsabilidades. En el capítulo XI de mi libro Culturas: realidad, teoría y poder (Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, presentado en la feria del libro, Lima, 2019) he presentado una primera aproximación sobre el Ministerio de Cultura, creado en 2010 por el gobierno de Alan García Pérez.

 

El nuevo ministerio incluye el Instituto Nacional de Cultura (INC), la Biblioteca Nacional del Perú (BNP), el Archivo General de la Nación (AGN), la Academia Mayor de la Lengua Quechua, Instituto Nacional de Desarrollo de los Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuano (INDEPA) y el Instituto de Radio y Televisión Peruana (IRTP), la Escuela Nacional de Folklore y otras más. De la sede central en Lima dependen las “Direcciones Desconcentradas de Cultura” en cada uno de los departamentos y la Provincia Constitucional del Callao, llamados “Regiones”.

 

Algunas de las principales novedades fueron la creación de los viceministerios de interculturalidad y el de industrias culturales. Cuatro son las áreas programáticas del nuevo Ministerio de Cultura: el Patrimonio Cultural de la Nación, la Creación cultural contemporánea y artes vivas, la Gestión Cultural e Industrias Culturales y la Pluralidad étnica y cultural de la Nación (1). Cuando Luis Peirano Falconí era ministro, el Ministerio publicó en 2012 una versión preliminar del documento Lineamientos de política cultural (2013-2016) con la buena intención de promover un debate. Esa versión preliminar no fue reconocida oficialmente; hasta donde sé no se ha producido otro documento parecido.

 

Afirma el texto del Ministerio de Cultura que el Perú es una nación, y en este punto preciso sigue la “Tercera política de Estado -Afirmación de la Identidad Nacional”- del Acuerdo Nacional: “Nos comprometemos a consolidar una nación peruana integrada, respetuosa de sus valores, de su patrimonio milenario y de su diversidad étnica y cultural, vinculada al mundo y proyectada hacia el futuro. Con este objetivo, el Estado: a) promoverá la protección y difusión de la memoria histórica del país; b) desarrollará acciones que promuevan la solidaridad como el fundamento de la convivencia, que afirmen las coincidencias y estimulen la tolerancia y el respeto a las diferencias, para la construcción de una auténtica unidad entre todos los peruanos; y c) promoverá una visión de futuro ampliamente compartida, reafirmada en valores que conduzcan a la superación individual y colectiva para permitir un desarrollo nacional armónico y abierto al mundo”.

 

El Documento presenta 7 Lineamientos de política y sus respectivas acciones para realizarlos: 1: Impulsar una perspectiva intercultural, 2, promover la ciudadanía, 3, fortalecer la institucionalidad, 4, alentar la creación cultural, 5, defensa y apropiación social del patrimonio, 6, apoyar a las industrias culturales, 7, promover y difundir las artes.

 

Dentro del viceministerio de Interculturalidad se encuentra una de las disimuladas responsabilidades del Mincul: decidir quiénes son o no indígenas para hacerles la consulta previa mientras las consultoras escogidas y pagadas por las empresas privadas hacen los estudios de impacto ambiental (EIA), como condición previa para que las empresas, principalmente multinacionales y grandes empresas mineras peruanas, reciban la autorización de iniciar los trabajos para explotar los recursos existentes en los territorios de las comunidades andinas y nativas. Este es un punto central en la política económica de los gobiernos a nombre del Estado. 

 

Cómo explicar que el viceministerio de Interculturalidad no se ocupe de la educación bilingüe intercultural (EBI), tratada como una pariente pobre en el Ministerio de Educación, a pesar de su importancia tanto para los pueblos indígenas como para los estudiantes monolingües en castellano de todo el país.   

 

Luego de este breve repaso, es pertinente preguntarse, cómo explicar esta falta de rumbo en el ministerio. No basta tomar en cuenta los dos puntos que acabo de señalar; es indispensable también tratar de ir al fondo del pozo, allí donde anida un problema conceptual de primer orden: ¿cultura en singular o en plural? En las próximas dos secciones trataré de responder a estas preguntas.

 

Quiénes son o no indígenas, consulta previa, estudio de impacto ambiental y alianza del Estado con las empresas para tener en sus manos la decisión final reduciendo la consulta previa a una especie de letra muerta

 

Después de su derrota frente a los indígenas amazónicos en la rebelión de Bagua en 2008 y 2009, Alan García Pérez creó -pocos meses antes del fin de su mandato- el Ministerio de Cultura, dejándole al Estado y sus gobiernos una papa caliente; es decir un problema que no tiene cuando resolverse. Introdujo en el flamante ministerio la cuestión de la consulta previa a los pueblos indígenas, una obligación asumida por el Estado peruano como parte del acuerdo 189 de la OIT, antes de que el Estado u otras empresas privadas exploten la riqueza existente en sus territorios. Contar con un EIA y un registro nacional de pueblos indígenas, derivan de ese compromiso. (Sobre este punto ver mi ensayo Con los rostros pintados, tercera rebelión amazónica en Perú, Lucha indígena, Lima, 2010). Antes de seguir adelante, debo señalar que esta obligación del Acuerdo 189 de la OIT refrendado por la Declaración Universal de los pueblos Indígenas de la Naciones Unidas en 2007, fue una conquista de las luchas de los pueblos indígenas en el mundo, con la colaboración decisiva de antropólogos como el mexicano Rodolfo Stavenhagen. Ante la obligación de cumplir ese Tratado internacional, los empresarios tuvieron que aceptarla formalmente y a regañadientes, mientras los indígenas exigían su cabal cumplimiento y que sus opiniones tengan carácter vinculante. Lo primero que hicieron los empresarios, sus presidentes de la República aliados así como muchos funcionarios y hasta antropólogos, fue cuestionar la existencia misma de los pueblos indígenas. Es célebre la frase atribuida a la señora Nadine Heredia: “dirigente indígena con celular ya no es indígena”. Se dijo también que tampoco las comunidades campesinas andinas son indígenas. Por ese camino, los únicos indígenas a quienes habría que hacerles la consulta previa serían los no contactados, pequeños grupos que viven en el bosque y evitan entrar en contacto con la llamada civilización. Alan García, llegó al extremo de escribir que los indios no contactados eran un invento de antropólogos, curas y Ongs. Los avances del registro de pueblos indígenas en el ministerio fueron considerados como un tesoro especial guardado entre siete llaves y mostrado sólo a los interesados, como si los datos censales de la población peruana fuesen un secreto, solo accesible a un puñado de empresarios y funcionarios. Felizmente, esa tontería duró muy poco.

 

Llegados a este punto del camino conviene examinar las categorías indio e indígena, así como la cuestión de las identidades puestas en el escenario político peruano por los movimientos étnicos y políticos de los pueblos indígenas desde el último tercio del siglo XX.

 

Las palabras sirven para muchos fines, entre ellos nombrar objetos, lugares y personas. Están en general cargadas de valoraciones positivas, negativas o neutras. Sirven también para insultar. Las siguientes ocho acepciones de la palabra indio ilustran bien lo que quiero decir aquí. 1, indio = habitante del continente americano, por el malentendido histórico de Cristóbal Colón, cuando al llegar a las playas de Santo Domingo en el Caribe, creyó que estaba en la India. 2, indio = siervo de hacienda, propiedad de un señor terrateniente, prácticamente un esclavo en la terminología creada por el nuevo patrón colonial de poder (propuesta por Aníbal Quijano). 3, indio = insulto, para maltratar y discriminar a los habitantes de América (en su versión popular más difundida: “indio de mierda”). 4, indio = campesino, que trabaja en el campo y está articulada al mercado de diferentes maneras. 5, indio = indígena, en la lógica de identidad y autorreconocimiento por parte de las organizaciones amazónicas. 6, indio = indio que se reconoce como tal. 7. indio= indio moderno, que como José María Arguedas reconoce sus raíces andinas y que asume elementos centrales de la modernidad. 8, indio = originario de un lugar determinado (por iniciativa boliviana), en el preciso sentido de no aceptar las palabras indio e indígena para hablar de sí mismos.

 

Como a nadie le gusta que lo insulten, hubo y hay aún un rechazo a ser considerados como indios. Las organizaciones de los pueblos amazónicos prefirieron llamarse pueblos indígenas y se definen a sí mismos como indígenas. Por otro lado, indígena es el habitante de un lugar determinado. Los limeños son indígenas de Lima como los parisinos lo son de París y los quechuas de los Andes. En Bolivia prefieren definirse como originarios, que es exactamente igual a ser indígenas, la diferencia está en que la palabra originario no está cargada del desprecio como las palabras indio e indígena. Cuando se dice Todos somos indígenas, se expresa una voluntad de adhesión a la causa de sus pueblos sin que eso quiera decir que se es indígena.

 

Está en marcha en la actual sociedad peruana un proceso abierto de reconocimiento y afirmación de identidades como reacción a la vergüenza de sentirse inferiores. Esta oposición identidad-vergüenza es un complejo proceso que podría ser resumido en los pasos siguientes: 1. Conocimiento y valoración de las raíces de los pueblos de los que provenimos, 2. Nacimiento de un sentimiento de orgullo de esa pertenencia que se expresa en la voluntad explícita de hablar la lengua, reproducir los principios fundamentales de los ayllus y/o comunidades donde vivimos nuestra infancia y adolescencia, 3. Asumir los compromisos de pasar los cargos comunales-religiosos y espirituales en los calendarios tanto cristianos como incas (fiestas para los santos y santas de la Iglesia y para los Apus y la Pachamama) guiados por el principio de la complementariedad religiosa y espiritual antes que por la confrontación de ambas tradiciones, como un ejemplo práctico de ligar lo tradicional a lo moderno. 4. Surgimiento de una visión crítica por parte de intelectuales indígenas en el preciso sentido de personas bilingües que luego de haber aprendido a leer y a escribir siguen estudiando hasta convertirse en profesionales. Un juicio crítico supone cuestionar la sociedad en la que vivimos, revisar los contratos sociales impuestos y afirmar los intereses propios de los pueblos indígenas para defenderlos y evitar que las clases políticas que gobiernan los países los ignoren o impidan que puedan ser alcanzados. 5. Creación de una organización étnica (Aidesep en Perú en 1980, Conaie en Ecuador en 1983, por ejemplo) para afirmar las identidades y tratar de resolver algunos de los problemas más urgentes como la reivindicación de territorios, acceso a la tierra, educación intercultural bilingüe y atención a los graves problemas de salud. 6. Creación de una organización política independiente de las organizaciones étnicas con la cual se cuestiona el poder nacional y regional, y se ofrece un proyecto para cambiar la situación de los pueblos indígenas y de la sociedad (el Movimiento Pachakuti-Nuevo país, creado por los indígenas ecuatorianos en 1995, es el ejemplo mayor en América del Sur). 7. Formación de bloques o alianzas políticas entre las organizaciones políticas indígenas y partidos y movimientos políticos, con el explícito propósito de ganar las elecciones nacionales y cogobernar para realizar por lo menos parte de su proyecto político.

 

Vuelvo a la consulta previa para plantear una pregunta: ¿qué hace el tema de la adjudicación de la explotación de la riqueza (“recursos” naturales) en un ministerio que se ocupa del arte en todas sus formas, tanto de la “alta cultura”, como de la llamada “cultura popular” ? ¿Por qué no forma parte de un Ministerio como el de Energía y Minas o del Ambiente, que sería lo más lógico dentro de la perspectiva económica empresarial? La suerte de la riqueza nacional como botín para las empresas multinacionales, es demasiado importante para que sea vista dentro de un laberinto burocrático del Estado, sin transparencia alguna. Desde el punto de vista indígena, lo importante para ellos se expresa en una pregunta sencilla: ¿para qué sirve la consulta si no de toma en cuenta nuestras opiniones? Nuestra opinión indígena debería ser tomada en cuenta de todos modos, y por eso, debería ser vinculante. Lamentablemente, el derecho indígena a la cuestión previa tiene una debilidad estructural de origen, porque el Acuerdo 189 de la OIT no establece el carácter vinculante de esa consulta y en consecuencia el Estado se reserva el derecho de decidir. En este punto preciso se produce la alianza entre el Estado y las empresas multinacionales en contra de los intereses de los pueblos indígenas porque los Estudios de Impacto Ambiental, fundamentales para evitar que los pueblos indígenas sean afectados por la explotación del petróleo, gas, madera, oro, son pagados por las empresas. En buen romance, el Estado entrega al gato el estudio del daño que el gato podría causar en la despensa. En la última sección, volveré sobre este problema con una propuesta concreta.

 

El maltrato a la educación bilingüe intercultural

 

Hubo y hay en la educación peruana un crimen sin castigo: enseñar a los niños indígenas en castellano como si esta fuera su lengua materna. Fueron los evangélicos norteamericanos del Instituto Lingüístico de Verano, ILV, quienes en 1946 propusieron una educación bilingüe para los niños de los pueblos amazónicos con el propósito de traducir la Biblia a las lenguas indígenas, introducir el modo civilizado de vivir y enseñar el castellano como segunda lengua. Fue en las escuelas bilingües del ILV, donde aprendieron a leer y escribir quienes después serían a partir de 1970 los primeros dirigentes indígenas. De ellos partió la necesidad de buscar una educación bilingüe intercultural, para dejar atrás el propósito de la traducción de la Biblia y volver los ojos sobre la cultura y la espiritualidad de sus propios pueblos. Por iniciativa del Departamento de lingüística de San Marcos, de la cooperación internacional alemana, GTZ y de la iglesia católica peruana que surgieron entre 1960 y 1980, los primeros proyectos no religiosos de educación bilingüe y los primeros pasos en la educación bilingüe intercultural. El ministerio de Educación nunca tuvo una propuesta nacional de educación bilingüe intercultural tanto para niños indígenas como para niños y escolares monolingües en castellano. Se limitó a valorizar y reconocer oficialmente los estudios de las escuelas bilingües de proyectos privados, religiosos y no religiosos. El gobierno de Fujimori cerró la pequeña dirección de EBI en el Ministerio de educación y poco tiempo después se vio obligado a reabrirla por directa presión del Banco Mundial. Luego del Levantamiento indígena de Ecuador en 1990, la Marcha por la dignidad y el territorio, de los indígenas del Oriente boliviano a La paz, también en 1990, y la aparición del zapatismo en Chiapas, México en |1994, los funcionarios de ese Banco llegaron a la conclusión que era indispensable desmontar la bomba que los pueblos indígenas organizados representaban en América latina. Prepararon muchos “proyectos de desarrollo” con préstamos del Banco que pagamos los contribuyentes en cada uno de nuestros países. Uno de sus objetivos centrales fue fomentar la educación bilingüe intercultural a través del Ministerio de Educación y ONGs especialmente creadas con ese fin. El Banco Mundial presionó a Fujimori diciéndole algo muy simple: si usted no reabre la Dirección de Educación Bilingüe, su gobierno no tendrá los préstamos que pide tanto en educación como en los otros ministerios. Cumplida la tarea del desmontaje de esa bomba peligrosa, la EBI no tiene más la pequeña importancia que tuvo y ahora se habla de una “educación rural” en oposición a otra urbana, viejo lenguaje europeo de fines del siglo XIX.

 

Las escuelas de EBI pertenecen al Ministerio de Educación y el Viceministerio de Interculturalidad del Ministerio de Cultura tiene poco o nada que ver con ellas. De esa distancia derivada de problemas estructurales del Estado, quienes pierden son las escuelas EBI, los escolares indígenas y los niños monolingües en castellano.

 

Culturas (en plural) -pueblos-naciones-patrias-sangres y cultura (en singular) como concepto reservado para la llamada “alta cultura”

 

Hubiera sido muy importante que el Ministerio de Cultura explicase por qué si sostiene que Perú es un país multicultural, se habla de la cultura solo en singular. Si hay en la patria llamada Perú muchas naciones, por qué la realidad es pensada con el concepto de una nación, solo en singular. ¿A cuál de las muchas culturas representa el Ministerio? Parece evidente que estas preguntas no fueron planteadas por los equipos encargados de abordar teórica y prácticamente los temas y problemas; se limitaron a reproducir la inercia del inconsciente colectivo de la “alta cultura” que anida en la formación de quienes en el mundo oficial se sienten de algún modo especialistas en el tema de la cultura. La cultura entendida como bellas artes es la que tiene un mercado de objetos y servicios, producidos por las llamadas “industrias culturales” (galerías de pintura, conciertos de música clásica, de danza moderna o contemporánea, cerámica artística, libros-revistas, teatros, cinemas, etc.) cuya democratización con precios asequibles sería un objetivo estatal para disminuir la desigualdad existente. En la otra orilla -de lado de las capas populares en las ciudades- los pueblos indígenas de todo el país y los afrodescendientes, se ha formado también un mercado de objetos culturales que no pasa por galerías y centros comerciales de la alta cultura, salvo casos excepcionales.

 

El uso del concepto cultura en singular, como sinónimo de “alta cultura” en un país como Perú, plantea tres preguntas inevitables: si tenemos muchas culturas, ¿de qué cultura se trata?, ¿cuáles y cuántas son las otras culturas? y, ¿qué ocurre con las restantes?

 

Usar la categoría cultura en plural, debe suponer un cambio sustantivo de perspectiva teórica, un arreglo de cuentas con el concepto de “alta cultura”, y el desafío de imaginar otras y nuevas políticas culturales. Quienes concibieron el Ministerio de cultura no tuvieron un juicio crítico sobre los supuestos teóricos de su propuesta, urgidos por la política de aquel momento, lo entendieron como un nuevo espacio y campo de batalla en la lucha por el poder. No tuvieron interés alguno en buscar una correspondencia por lo menos mínima con la realidad peruana y la heterogeneidad y diversidad tanto cultural como lingüística de sus 30 millones de habitantes. Se limitaron a reproducir el viejo cuento colonial de la oposición culto-inculto, cultura- incultura. Se creen cultos los que fueron a la escuela y a la universidad, los que saben comportarse en la mesa sabiendo usar los cubiertos y las copas, y llaman incultos a quienes parecen “bárbaros”, toscos, y desconocen las buenas maneras. Una de las primeras lecciones para los estudiantes de antropología es la siguiente: cada niña o niño que nace en algún lugar del mundo recibe de sus padres una lengua y una cultura. La idea de que alguien no tiene cultura es sencillamente una tontería. Cada pueblo tiene su cultura; es decir, su modo de ser, vivir, sentir, pensar, amar, creer, reír, cantar, bailar, aprender, plantear y resolver problemas; imaginar la relación con la vida, la muerte, el más allá, los espíritus del bien y el mal, etc.

 

La histórica propuesta de “llevarle la cultura al pueblo” como si no tuviera la suya, proviene de una matriz propia del elitismo de las clases altas, de los ministros de cultura y sus altos funcionarios, salvo excepciones, por supuesto. El arte pertenecería a esas clases altas y los pueblos indígenas, y afrodescendientes solo haría artesanía, que es una forma de decir que hay un arte mayor y un arte menor. Lo mismo, ocurre con la música; clásica para unos, los escogidos, y popular, para el resto. A lo largo de mi trabajo de investigación en muchos años he llegado a la conclusión que debemos abandonar el uso del concepto cultura en singular y reemplazarlo por el plural para privilegiar las culturas de los pueblos, y dejar a la alta cultura de las bellas artes en su sitio, como un simple componente minoritario de la pluralidad de culturas en el país.

 

Si observamos el proceso histórico desde tiempos griegos y romanos, 2,500 años, más o menos, encontramos el concepto de nación como sinónimo de pueblo. Cada pueblo diferente a los otros por su territorio, lengua, cultura, modos de vestir y bailar, etc, era sencillamente una nación. Hubo y hay en el mundo millares de naciones. Los cronistas españoles cuentan que vieron en América centenares de naciones. Garcilaso Inca de la Vega, hablando de España y la sociedad inca, escribió en sus Comentarios Reales: “en ambas naciones tengo prendas”. Arguedas en su Yo no soy un aculturado escribió: “El cerco podía y debía ser destruido; el caudal de las dos naciones se podía y debía unir. Y el camino no tenía por qué ser, ni era posible que fuera únicamente el que se exigía con imperio de vencedores expoliadores, o sea: que la nación vencida renuncie a su alma, aunque no sea sino en la apariencia, formalmente, y tome la de los vencedores, es decir que se aculture. Yo no soy un aculturado; soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua”. Ambos autores comparten el mismo sentimiento. Pueblo-patria-sangre (en la metáfora de Arguedas), son las categorías que dan cuenta de los centenares de naciones que existen en nuestro suelo o patria.

 

Con la independencia de España en 1821-24, llegó otra acepción de nación que se gestó en Europa en la lucha de los burgueses contra el feudalismo. Con la revolución francesa quedó consolidado el concepto de estado-nación como una comunidad imaginada. Los libertadores e ideólogos de nuestra independencia llamaron nación a los hijos de españoles nacidos en la patria o suelo peruano. Crearon la república para ellos y ellas, dejando fuera a los indios, quienes representaban el 80 % de la población de entonces. En la lógica del Estado nación, la nación sería una, del mismo modo que el estado solo puede ser uno . El inconsciente colectivo de la colonialidad del poder (un estado, una nación, una religión, un dios único y verdadero, una lengua) vuelve a expresarse y a aparecer como si la realidad peruana de hoy correspondiese a ese deseo. No hubo en Perú, como en Europa, una burguesía interesada en acabar con los señores dueños de la tierra, de sus indios y esclavos, de sus virreyes y reyes. Esos señores dejaron de ser cortesanos del virrey para predicar el respeto a la constitución de la república al lado de los caudillos militares, mientras buscaban reconstituir parte del poder que perdieron por decisiones de San Martín y Bolívar, a quienes los echaron del naciente estado nación.

 

Dejo para otro artículo en el futuro la reflexión sobre la nación peruana a partir de la pandemia. Cuando se dice que no nos habíamos dado cuenta de que solo tenemos la mitad o menos de nación, es porque con la pandemia se ha abierto una grieta muy grande en el castillo de la nación ficticia.

 

Para cerrar esta sección solo diré algunas palabras sobre la interculturalidad, concepto que aún está de moda. Cuando en los ministerios de Cultura y Educación se afirma que el Perú “es un país intercultural” se confunde interculturalidad con diversidad cultural y los deseos con la realidad. No hay duda alguna sobre la diversidad y heterogeneidad del país, negada durante siglos y aceptada solo en los últimos 40 años. Cuando se habla de la interculturalidad como una relación entre culturas fundada en la igualdad, el respeto, el diálogo y la tolerancia, se está expresando un buen deseo, un amoroso y romántico deseo, porque desde que nuestra especie humana existe, las relaciones entre culturas están marcadas por la dominación, el desprecio, la persecución, la guerra y la muerte; es decir, nosotros contra los otros; civilizados, nosotros; bárbaros, los otros; para unos, el cielo; para los otros, el infierno. El Perú es un país diverso, sí. ¿Es un país intercultural? No. (Sobre la cuestión de la educación bilingüe, ver mi libro Por una educación Bilingüe en el Perú, Mosca Azul, Lima 1990).

 

¿Qué hacer?

 

Los cambios que la realidad actual del Mincul exige podrían ser agrupados en dos bloques. En el primero, se trata de medidas importantes que podrían contribuir a resolver sus contradicciones y problemas sin modificar la naturaleza del Estado. En el segundo, se toma en cuenta la perspectiva de una transformación profunda de la sociedad en el preciso sentido de la descolonización del poder para que el sistema político corresponda a lo que la sociedad es en su conjunto sin excluir ni dominar a ninguno de sus componentes.

 

Bloque uno

 

1. El primero, más importante y urgente es la necesidad de crear un organismo autónomo, independiente de los ministerios, encargado de proponer la política que el Estado debe asumir en la explotación de los recursos existentes en los territorios indígenas y de encargar y pagar los Estudios de Impacto Ambiental al margen de las empresas. Sería un organismo como el Banco Central de Reserva, Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria, Sunat, La Superintendencia Nacional de los Registros Públicos, Sunarp, La Oficina Nacional de Procesos Electorales, Onpe, el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil, Reniec, El Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual, Indecopi.

 

2. Sería indispensable salir del juego de hipocresías en que el tema de la consulta previa se ha convertido: que se apruebe una ley que otorgue el carácter vinculante de esa consulta y se reconozca como indígenas a todos los pueblos que tienen un territorio, una lengua, una cultura, una historia y un sentimiento de pertenencia, de identidad, de orgullo y un proyecto para desarrollar esos pueblos en el futuro.

 

3. Cambiar el nombre actual para llamarse Ministerio de Culturas, adecuar la heterogeneidad o diversidad cultural que ya se reconoce en los discursos a las acciones concretas de eso que se llama política cultural. No se trata de incluir la diversidad cultural dentro del esquema de la “alta cultura” como una especie de pariente pobre de las bellas artes o como un recurso de estrategia de marketing para “vender el país” y exportar todo lo que se pueda y atraer a decenas de millones de turistas del extranjero. Por el contrario, se trata de reconocer los espacios propios de las culturas peruanas y garantizar el derecho que tienen a expresarse con toda libertad. Volvamos a ver con espíritu crítico la atención prestada hasta hoy a las bellas artes o “alta cultura” en la actual estructura del Mincul, prestar atención a su importancia demográfica en el país, y reconocerla como parte de la cultura occidental criolla y, por eso, como un componente de la pluri o multiculturalidad del país. Lo nuevo y fundamental es rechazar sus privilegios y no aceptar la oposición entre arte y artesanía y entre arte mayor y arte menor. Será suficiente hablar del arte en general.

 

4. Una opción a tener en cuenta sería reunir a los ministerios de Educación y de Cultura en uno solo y por esa vía resolver el grave problema de haber separado la educación intercultural bilingüe, considerada como una pequeña dirección del Ministerio de Educación con poco o nada que ver con el Mincul. Para que todo el discurso sobre la pluriculturalidad del país tenga sentido sería indispensable una propuesta nacional de educación intercultural bilingüe de dos vías: una, para que todos los niños indígenas aprendan en sus lenguas maternas y reciban el castellano como segunda lengua y, otra, para que todos los niños que hablan solo castellano aprendan la lengua indígena más representativa de las regiones en que viven, como segunda lengua.

 

 

 

Bloque dos

 

El tema de fondo es cambiar la naturaleza del Estado, reconocer el carácter plurinacional de nuestro país, y abandonar el juego de palabras por el cual los ideólogos del Mincul sostienen sin argumentación seria alguna que el Perú es una nación con muchas culturas. Incluyen la pluriculturalidad dentro del viejo esquema del ideal del Estado nación con un estado, una nación, un territorio, una lengua, una religión con su dios único y verdadero. No tiene sentido alguno forzar el lenguaje que se usa.

 

Nos corresponde el deber de conocer de cerca lo que ocurre en nuestras fronteras Sur Este y Norte. Luego de un complejo y rico proceso político la coalición del Movimiento al Socialismo (MAS), y las organizaciones políticas representativas de prácticamente todos los segmentos sociales del país, asumieron la responsabilidad de convocar a una Asamblea Constituyente para discutir la naturaleza del Estado. Por primera vez en la historia, los pueblos indígenas estuvieran plenamente representados en esa Asamblea (La primera Constitución boliviana fue redactada en Lima). Con el apoyo de dos tercios de los electores, decidieron abandonar la República de Bolivia y reemplazarla por el Estado plurinacional boliviano. Luego, el gobierno de Evo Morales cayó por un golpe de estado aprovechando su grave error de querer reelegirse muchas veces, no teniendo necesidad de eso, porque bastaba nombrar otro candidato del MAS y dejar atrás su ego. Lo importante es que la nueva Constitución del Estado plurinacional de Bolivia continúa. La derecha boliviana no podría cambiarla democráticamente; podría hacerlo con otro golpe de estado. Para muestra basta un botón: el artículo primero de la Constitución Boliviana de 2008, vigente hoy, dice textualmente: “Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”.

 

No están reunidas en Perú las condiciones para la convocatoria de una nueva Asamblea Constituyente, pero su necesidad se impone para ver si por primera vez en nuestra historia una Constitución corresponde a lo que el país es. Lo importante es debatir propuestas, más allá del sectarismo de quienes creen que “su verdad” es la única que conviene al país.

 

PD

 

Para terminar, como en mis últimos artículos, incluyo el mapa de ayer 17 de junio, de la Universidad John Hopkins y, luego, el cuadro resumen de cómo va el corona virus también, hasta ayer, preparado por mi amigo Roberto Wangeman, economista y músico.

 

 

1) Al comienzo de la gestión del ministro Juan Ossio fueron igualmente incluidas en la nueva estructura las Escuelas Nacionales de Ballet, de Arte Dramático, de Folclore, de Bellas Artes y el Conservatorio Nacional de Música. Frente a la protesta de las Escuelas que no fueron consultadas, dichas escuelas fueron devueltas al Ministerio de Educación.

 

Rodrigo Montoya Rojas

Antropólogo

 

https://rodrigomontoya.lamula.pe/2020/06/18/ministerio-de-cultura-una-nave-sin-rumbo/rodrigomontoyar/

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/207403?language=es
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