El caso de Ecuador:

Imperialismo impone dictaduras de nuevo tipo

05/12/2019
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Movilización de las mujeres en Quito contra las medidas económicas del FMI
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 546: Tiempos de estallidos sociales 03/12/2019

Ecuador vivió en octubre, el más grande estallido social desde el “retorno a la democracia”, año 1979, es decir, en 40 años. Ese estallido social fue detonado por la promulgación del Decreto 883 que liberaba los precios de los combustibles para que se muevan en la “lógica” de mercado internacional, y buscaba implementar otras políticas económicas profundamente neoliberales y anti-nacionales, como reformas laborales que precarizaban el trabajo, entre otros aspectos lesivos a la economía popular. Esa rebelión social tomó forma de un Paro Nacional que fue in crescendo en la Sierra y en sectores de la Amazonía, se transformó en levantamiento indígena y luego se convirtió en una verdadera insurrección nacional, siendo el epicentro la ciudad de Quito, por su carácter de capital de la República.

 

La fuerza de la furia ciudadana sorprendió a todos porque de una u otra manera el gobierno de Moreno había logrado funcionalizar para su plan de “descorreizar” el país a importantes organizaciones sociales o a sus dirigentes. Es decir, la dirigencia social se vio rebasada por las masas en rebelión. Ese relámpago revolucionario lo vivió Ecuador sin organización política popular articulada, pero trajo como resultado el trastoque total del escenario político que hasta ese momento existía y la derogatoria del Decreto 883.

 

Descorreizar se convirtió en una “noción” posicionada por la prensa mercenaria, como sinónimo de lucha contra la corrupción, lucha falsa e instrumentalizada (lawfare) para perseguir a la militancia de la Revolución Ciudadana y método escogido para neutralizar toda opción nacional-popular que haga frente al neoliberalismo. Esta descorreización ha terminado por crear una corriente “correísta” que no se explica con solo decir, seguidores de Correa, el problema es más complejo, pero no lo vamos a analizar en este momento.

 

A través de la impostura y discurso de la descorreización, hoy desgastado, el gobierno de Moreno logró desmontar el modelo pos neoliberal aplicado por el gobierno de Correa y frente a la aparente apatía del pueblo ecuatoriano, la oligarquía se creyó segura para seguir profundizando el festín neoliberal. En general, hasta la promulgación del Decreto 883, todo les había salido relativamente bien, como por ejemplo, el retorno de presencia militar gringa, entre otras cuestiones.

 

Pero la naturaleza volcánica del pueblo ecuatoriano se mostró una vez más. Lo que estaba sucediendo en realidad era acumulación de energía tectónica. Una señal clara de que la fuerza del levantamiento popular de octubre trastocó el escenario político, es que el proyecto de ley enviado a la Asamblea Nacional, como forma de insistir en el sometimiento a las exigencias del FMI, y que para ponerlo en términos sencillos, significaba 10 o 30 Decretos 883, se archivó con los votos de diversas fuerzas políticas antagónicas entre sí. De por medio, están obviamente las aspiraciones electorales de partidos como el socialcristiano. Es decir, a pesar de que contaban con una favorable correlación de fuerzas para aprobar ese proyecto de ley muy nocivo para el país, este no pasó. Este nuevo fracaso del gobierno de Moreno no significa que renuncia a seguir buscando la forma de materializar sus objetivos.

 

Después de lo descrito, la pregunta es ¿De dónde saca fuerza y cómo se sostiene un gobierno extremadamente debilitado, que busca seguir insistiendo en la profundización de unas políticas que benefician a reducidas élites y vacían de soberanía al Estado? A nuestro modo de ver, mucho de aquello se explica o se comprende si observamos el actual contexto internacional.

 

Podríamos decir que prácticamente toda Nuestra América ha evolucionado a zona de disputa geoestratégica, y no solo geopolítica. Antes en nuestra historia hubo países que se habían convertido en territorios exquisitamente geoestratégicos en su momento: Cuba, Nicaragua, a causa de sus respectivas revoluciones; o el Chile de Allende, por ejemplo. Pero hoy, por lo menos, dos hechos claves convierten a nuestro subcontinente en moneda estratégica: 1) La transición hacia un nuevo ‘sistema’ internacional en proceso, donde varios lacayos gobernantes se conforman en ser peones de lo que acontece en el escenario internacional, hipotecando nuestro futuro ad infinitum, por su actitud servil y carente de visión estratégica, al boicotear que actuemos como región, y; 2) La agudización de las contradicciones sociales provocadas por el capitalismo financiero actual y su herramienta, el neoliberalismo.

 

Respecto al primer punto, las transiciones de poder en la historia de la humanidad no son nuevas, en los últimos quinientos años han sucedido dieciséis transiciones de acuerdo a Graham Allison, de las cuales doce se dirimieron con guerras; por ejemplo, las relaciones de poder mundial cambiaron al término de la Primera y Segunda Guerras Mundiales; hubo potencias que dejaron de serlo y otras que emergieron. Lo importante es identificar las variables y las tensiones que tornean el gran juego. Además, comprender las tendencias es vital para adaptarse en términos táctico-estratégicos.

 

Pero hay una particularidad a resaltar en la actual transición de poder, que la dirección de esa transición es de Occidente a Oriente. El presidente francés, Emmanuel Macron, lo dijo con claridad, admite la derrota de la hegemonía occidental por haber llegado a su fin ante potencias como Rusia, y en especial China. Y es así, los nuevos centros económicos y financieros afinan acciones junto con potencias emergentes como Irán o India. En este sentido, el surgimiento de sistemas financieros alternativos es una realidad, China y Rusia con el objetivo de liberarse de la dictadura del dólar y la frecuente política estadounidense de las sanciones, han creado sus propios sistemas de pago internacionales, por ejemplo, el CIPS (siglas de China Internacional Payments System), y el ruso SPFS (siglas de Sistema para la Transferencia de Mensajes Financieros), son mecanismos en uso creciente en el comercio bilateral, para dejar de lado al SWIFT, bajo control estadounidense.

 

La competencia entre EE.UU. y China se hizo pública y notoria en el actual gobierno de Trump, pero ésta inició en el gobierno de Obama. EE.UU. ha tomado conciencia de que la actual transición de poder juega en su contra, y esto explica la guerra comercial desatada por Trump y su ‘política proteccionista’, cuando antes EE.UU. era el adalid del ‘libre comercio’, rol que ahora lo quiere asumir China; una señal más de que este país está consiguiendo controlar de manera creciente los hilos económicos, financieros y comerciales del emergente sistema internacional.

 

En esa transición del poder mundial, como gran jugador, América Latina es prácticamente irrelevante por propia decisión de sus gobiernos, con ciertos aspectos que habría que matizar, pero que por espacio, no lo vamos a hacer. Pero Nuestra América es relevante en el marco de la competencia existente entre EE.UU. y las demás potencias que le disputan el poder a EE.UU., por ello planteamos que toda nuestra región, se ha convertido en una zona geoestratégica. Por ello EE.UU. ha revitalizado la Doctrina Monroe con agresividad, -potencial Plan Cóndor II en vigencia-. El mismo jefe del Comando Sur, almirante Craig Faller, en una reciente gira a nuestra región expresó su preocupación por la influencia China en todos los “niveles de poder” en América Latina y el Caribe.

 

Obviamente todos los procesos de transición de poder son competitivos, por ende, conflictivos, el problema es que Nuestra América está atrapada en ese juego porque ella misma ha destruido la capacidad de moderar de alguna forma a su favor los intereses en disputa. Por ejemplo, se había creado UNASUR para patear la pelota como equipo en el escenario mundial, pero los gobiernos lacayos al servicio de la geoestrategia gringa, neutralizaron ese organismo, al menos, por el momento. Pero además de no desarrollar nuestros propios instrumentos de política internacional, se insiste en permanecer en otros, como la OEA, que justamente es la herramienta gringa para mantenernos sometidos a la política del Departamento de Estado.

 

Prueba de que en la competencia entre China y EE.UU. nuestra región pierde oportunidades, está el ofrecimiento de China de invertir en la zona CELAC 200 mil millones de dólares con la condición de que fuesen proyectos regionales conjuntos. Esto demuestra adicionalmente que China tiene una estrategia, no solo para América Latina y el Caribe, sino para el mundo, como lo es su proyecto de la nueva Ruta de la Seda, de grandes implicaciones geopolíticas y geoestratégicas. En cambio, lo que tiene EE.UU. para nuestra región es fuerza bruta, incrementa sus prácticas subversivas para controlar una región que ha decidido rebelarse contra un modelo que empobrece y saquea sus recursos naturales, el neoliberalismo.

 

El ‘lawfare’, los golpes de Estado en Honduras y Bolivia, la guerra de amplio espectro contra Venezuela, el fracaso del proceso de paz en Colombia, y otros hechos, nos indica que EE.UU. ha perdido liderazgo moral y para controlar su ‘patio trasero’ ha tenido que recurrir a una estrategia más militar que política en el intento de revertir los avances democrático-populares en nuestra región.

 

A diferencia de China y Rusia, EE.UU. ha perdido orientación estratégica. Pruebas de que EE.UU. actúa como simple policía del mundo, es que incluso ha provocado contradicciones con sus propios aliados, por ejemplo con la Unión Europea, incluso los ha espiado, como lo denunció Snowden. Impone sanciones a un miembro de la OTAN como es Turquía por la compra de los S-400 a Rusia, y no debemos olvidar el intento de golpe de Estado contra Erdogan. Ha perdido la guerra en Siria, Irak, Yemen y Afganistán. En fin, habría más aspectos a señalar, el punto es que EE.UU. ya no tiene la fuerza de imponer sus aspiraciones ‘universalistas’. No tiene una política exterior racional, sino básicamente una estrategia militar y una actitud arrogante. Su actual crisis existencial radica en la incapacidad de poner en armonía sus aspiraciones, con sus reales capacidades.

 

EE.UU. promovió la democracia liberal en Nuestra América, mientras esas “democracias” obedecían a sus intereses. Hoy, en el marco de lo señalado, ya ni siquiera cuida las formas, como lo demuestra la actuación de sus autoproclamados y el regreso a los golpes clásicos de carácter militar, como es el caso de Bolivia. En política hay pocas recompensas por mitigar daños, y el daño que provoca ese comportamiento es irreversible, como lo habíamos señalado, adicionalmente al racismo que sus lacayos han demostrado en los últimos levantamientos populares equiparándose al comportamiento de los conquistadores españoles. EE.UU. ha perdido todo liderazgo moral en Nuestra América. La actuación injerencista de los EE.UU. finalmente acabará por socavar totalmente su influencia y prestigio en nuestra región.

 

La actual institucionalidad mundial, ya no refleja la realidad geopolítica y geoestratégica vigente, los mismos EE.UU. se han encargado de atentar contra el derecho internacional y el orden que les favorecía. EE.UU. ha aumentado el peso de su carga moral, al violentar toda esa normativa. Se están concibiendo y surgen paulatinamente nuevas organizaciones internacionales, básicamente en Eurasia, que gravitarán definitivamente para completar la transición de poder de Occidente a Oriente. En ese marco, no nos sorprendería que desaparezca la ONU, así como desapareció en su momento la Sociedad de las Naciones, y aparezca otra organización con los países que realmente liderarán la geopolítica mundial, a la que gradualmente se vayan sumando otros países, o quizá el modelo sea grandes organizaciones regionales constituidas con base a zonas de influencia, que pueden en un momento coordinar a nivel mundial, es decir, una especie organización de organizaciones. Los mismos EE.UU. se han ido retirando del sistema de Naciones Unidas.

 

Para abordar el segundo punto, era necesario colocar los elementos de contexto anteriores. El capitalismo que domina hoy día es el financiero, este tipo de capitalismo arruina las economías nacionales en beneficio de unos pocos súper ricos. Lo que se busca es la inviabilidad de los Estados-Nación –el caos creativo- para convertir a los países en simples proveedores de materias primas. De ahí que, por ejemplo, en zonas de África, prácticamente gobiernan transnacionales con sus ejércitos privados, también es el caso de Colombia.

 

No vamos a abordar el punto de la desigualdad y la concentración, ya que existe suficiente información en la red, pero si destacar este dato de la Swiss Federal Institute of Technology, que indica que 147 empresas controlan el 40% de las acciones de 43.000 corporaciones radicadas en 116 países. De ahí que los niveles de resistencia social contra la globalización neoliberal se acrecientan en todo el mundo.

 

Los acontecimientos de los últimos meses y semanas en Nuestra América, no hacen más que reflejar lo antes analizado, somos una zona geoestratégica en disputa, y el imperialismo yanqui se empeña por todos los medios en disciplinar geopolíticamente y sostener lo que considera su ‘patio trasero’, para al menos en el futuro mantenerse como potencia económica, ya que hegemón mundial dejará de serlo en pocos años.

 

Ahora, si bien tenemos denominadores comunes en Nuestra América, cada uno de nuestros países tiene su particular realidad. Lo que acontece en el caso ecuatoriano, se explica en primer lugar por graves errores de tipo estratégico en la conducción de lo que fue el gobierno de la Revolución Ciudadana. Esto nos lleva a proponer que los vigentes o nuevos procesos revolucionarios o nacional-populares deben desarrollar un tipo de instrumento político más integral que contemple secciones especializadas de procesamiento de información y análisis estratégico, expertos para enfrentar la guerra psicológica, el “lawfare”, etcétera, es decir, conformarse como organizaciones más sofisticadas para enfrentar justamente la muy sofisticada estrategia imperialista, que busca perpetuar su dominio en nuestra región. Además es necesario plantearse la creación de democracias populares para superar la caduca democracia liberal-burguesa.

 

Titulamos el artículo de esa manera, porque el gobierno que Moreno ha impuesto, es prácticamente una dictadura de nuevo tipo, la institucionalidad democrática ha sido destruida, no hay estado de derecho, y a pesar de su casi nula credibilidad y apoyo popular, se sostiene gracias a la férrea unidad de los poderes fácticos, que han soslayado sus propias contradicciones secundarias. En este sentido, el objetivo básico del gobierno de Moreno/Nebot/Lasso/Bucaram ha sido destruir lo que llaman el correísmo e insertar de nuevo al Ecuador en la globalización neoliberal y su capitalismo financiero, de ahí el regreso del FMI y toda la política económica implementada que básicamente favorece al sector bancario-financiero globalizado y a grandes transnacionales y grupos económicos.

 

16 de noviembre de 2019

 

- Mario Ramos es director del Centro Andino de Estudios Estratégicos (CENAE), Ecuador.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203682?language=es
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