El evangelio del Cristo armado. Liga Comunista 23 de Septiembre (México)

01/10/2019
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El padre Patillas y el Cristo armado
Foto: Carlos de Urabá
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En la colonia de Tateposco, Tlaquepaque, Jalisco (México) se encuentra  el templo de San José cuyo jefe espiritual es el cura José Álvarez Franco, mejor conocido como el padre “patillas”. A sus ochenta y tres años se le considera uno de los últimos representantes de la Teología de la Liberación en México.

 

En estas colonias marginales los vecinos por lo general suelen reunirse en la parroquia que es donde tradicionalmente se desarrolla gran parte de la vida social. El cura ejerce el papel de intermediario ante la divinidad y eso es algo que le confiere un gran prestigio y respeto.

 

El padre Patillas es uno de los personajes más queridos pero también más odiado por los conservadores y cristeros. La alta sociedad jalisciense lo califica de “patán y grosero” pues cuando abre la boca la polémica está servida.   

 

La población del área metropolitana de Guadalajara en estas últimas décadas ha crecido desmesuradamente como consecuencia de la migración del campo a la ciudad. Y es que en  un corto espacio de tiempo ha pasado de dos a ocho millones de habitantes. Este es un fenómeno que se repite en toda América Latina y que según los expertos de continuar ese ritmo de aquí al 2050 podría superar los 15 millones de habitantes. Gracias al desarrollo de la industria del software la “perla tapatía” se promociona a nivel internacional como el “silicon valley mexicano” donde sobran las oportunidades y los puestos de trabajo.  

 

Templo de San José de Tateposco. Foto: Carlos de Urabá

 

Desde hace siglos esta urbe ha sufrido una caótica metamorfosis que ha engendrado enormes desigualdades. Los guetos de riqueza y de pobreza son el fiel reflejo de un régimen de exclusión social o de apartheid forjado desde la colonia. La alta sociedad se refugia en cotos o condominios vigilados por guardias de seguridad y protegidos por muros y cercas electrificadas. En sus castillos feudales esa oligarquía criolla disfruta de un nivel de vida solo a comprable al Primer Mundo. Estamos en la zona rosa de espigados rascacielos, malls, supermercados, boutiques, clubs, restaurantes, SPA y tiendas de lujo. Mientras en las colonias de los extrarradios se hacina el lumpen proletariado que tiene que soportar graves carencias en servicios básicos: agua, luz, centros de salud, escuelas o universidades. Tales anomalías los sitúan ineluctablemente en el  Tercer Mundo.

 

La migración del campo a la ciudad es quizás uno de los dramas más desgarradores del México contemporáneo. Y es que son millones de indígenas, campesinos o mestizos que por pura supervivencia se han visto obligados a abandonar sus tierras en busca de un futuro más promisorio. Su destino no será otro que surtir la cantera de mano de obra barata que demandan las fábricas, industrias, las constructoras o el sector servicios. Este destierro es el peor castigo pues supone la pérdida de sus medios de producción, sus raíces e identidad.

 

Fue durante sus estudios de teología en el seminario Montezuma en Nuevo México (EEUU) que el padre Patillas entró en contacto con las corrientes más progresistas de la iglesia católica. Allí comprendió el por qué “Cristo es el primer socialista y el primer comunista”. Por lo general la mayoría de los sacerdotes recién ordenados optan por una existencia tranquila y relajada en alguna parroquia de los barrios de la clase alta.  La diócesis les otorga un salario medio que complementan con las limosnas y las jugosas donaciones que reciben de los feligreses más prestantes. Pero el padre Patillas decidió ser pobre entre los pobres siguiendo el ejemplo bíblico de las comunidades cristianas primitivas regidas por las leyes de solidaridad y  ayuda mutua.

 

Como heredero directo del cura Hidalgo, prócer de la independencia mexicana y héroe nacional por excelencia, todos los días toca las campanas de la iglesia anunciando la buena nueva del “Cristo liberador”. Fundador del Frente Democrático de Luchas Populares “Oscar Arnulfo Romero” e integrante de la Asociación de Sacerdotes para el Pueblo, (comunidades Eclesiales de Base surgida tras el Concilio Vaticano II) “Jesús repartiendo pan y celebrando en común con el pueblo”. Desde hace casi 50 años que se ha dedicado de cuerpo y alma a los más humildes: vendedores ambulantes, la atención de la familias más vulnerables,  los artesanos Purépechas, los trabajadores y obreros de las ladrilleras, los sin techo o los huelguistas. En  su parroquia existe un consultorio médico y asesoría jurídica gratuita, y desde la pastoral juvenil se ha empeñado  en el rescate de los drogodependientes o alcohólicos.

 

El arzobispo de la diócesis de Guadalajara José Salazar López lo acusó de propagar la Teología de la Liberación e incitar a la juventud a rebelarse contra el estado de derecho.  Por tal motivo en 1983  fue suspendido por la arquidiócesis de Guadalajara. El cardenal cristero Juan Jesús Posada Ocampo, asesinado por la mafia en 1993- ¡al confundir la limusina en que se desplazaba con la del Chapo Guzmán! –durante su apostolado como obispo de la diócesis de Tijuana daba de comulgar a los capos del narcotráfico- lo calificó de “bestia negra”.  En el año 1991 Juan Pablo II nombró cardenal a Sandoval Íñiguez que llevó su expediente a Roma para que lo excomulgaran por  inmiscuirse en  política e intentar crear un  cisma en la iglesia al mejor estilo de Martin Lutero.  Pero a pesar de todo siguió ejerciendo su sacerdocio apoyado por más de 70 parroquias mexicanas. Incluso el entonces gobernador Alberto Orozco mandó a la policía para expulsarlo de su parroquia por apoyar las luchas populares. Una acción que no pudieron llevar a cabo porque una cadena humana de vecinos se lo impidió. 

 

¿Quién escucha a los más pobres, quién atiende sus suplicas? Solamente Dios padre todopoderoso puede  ofrecerles el consuelo en su tránsito por este valle de lágrimas. Los pastores les dan de comulgar al redil con la promesa de que serán recompensados con la vida eterna. Pero la Teología de la Liberación replica que hay que luchar por un paraíso en la tierra y no en el cielo.

 

Los años sesentas y setentas fueron décadas de gran agitación socio-política no solo en México sino en toda América Latina.  El triunfo de la revolución cubana fue decisivo para que la juventud tomara conciencia de su papel de vanguardia antimperialista.