Argentina: ¿Para qué están las Fuerzas Armadas?
- Opinión
Otra vez la pregunta de siempre ¿qué hacer con los militares? El presidente argentino Mauricio Macri destapó esa olla y perdió la tapa. De las milicias y el ejército patriota de la independencia hasta el Ejército de Línea y el que fuera puesto al servicio de la Doctrina de Seguridad Nacional, es mucho lo que se puede hablar. ¿Fuerzas Armadas para qué y en qué punto se encuentra la discusión entre Defensa y Seguridad Nacional?
Desde tiempos inmemoriales, la función de las personas armadas y organizadas para ejercer la violencia es un tema complicado. Mucho más si tenemos presente que –desde hace bastante tiempo- los Estados tienen el monopolio del ejercicio de la violencia. Por eso no es casual la importancia que adquiere el debate sobre la función de los militares en nuestras sociedades. Tal vez, un recuento de esa evolución explique un poco más los problemas actuales y los desafíos que tenemos por delante.
Así desfilarán -delante nuestro- las formaciones militares que, combatiendo a las invasores ingleses, fueron el origen del Ejército y contribuyeron a proclamar el derecho a autogobernarnos; los ejércitos patrios que expandieron el Grito de Mayo hacia otras latitudes; nuestras guerras civiles y sus resultados, con el triunfo de la “Generación del 80”, que dieron pie a la conformación de un profesionalizado Ejército regular o de Línea.
No se puede dejar de mencionar las contradicciones de ese Ejército regular y sus distintas respuestas en 1930, 1945 y 1955, con la progresiva puesta en marcha de la imperial Doctrina de Seguridad Nacional que llenó de dolor a toda la región. La derrota en Malvinas y la tendencia que sigue en pie, de ir fundiendo las fuerzas de defensa en fuerzas de seguridad, cuestión que está en el centro de lo que se está debatiendo en estos momentos.
Las primeras formaciones militares
El intento británico de ocupar las tierras rioplatenses, las “invasiones inglesas” de 1806 y 1807, demostró dos cuestiones: la extrema incapacidad de las autoridades y corona española para proteger sus colonias y también la capacidad demostrada por grupos nativos para defender las tierras donde habitaban. Eso puede ser considerado como el origen de una organización militar propia.
Después de la fracasada primera invasión (1806) se decidió crear una fuerza de milicias, y así nació el Cuerpo de Patricios y Cornelio Saavedra fue elegido su Jefe, por el voto de sus integrantes. Saavedra sería designado –años después- Presidente de la Primera Junta de Mayo. Un Decreto del 29 de mayo de 1810 creó formalmente al Ejército. Las fuerzas patrias se encaminaron hacia diferentes rumbos: hacia el Norte, el Alto Perú, partió Juan José Castelli y Belgrano hizo lo propio hacia la zona guaranítica de la Mesopotamia.
En Cuyo, José de San Martín prepararía sus fuerzas para liberar a Chile y Perú. Esos ejércitos, integrados principalmente por negros, indios y criollos pobres, fueron la base de quienes hicieron posible la independencia respecto de España. Más de una vez, además de enfrentar a los hispanos, tuvieron que soportar la incomprensión de las autoridades porteñas (del puerto de Buenos Aires).
Los desacuerdos con José Gervasio Artigas impidieron avanzar más rápido en las tareas independentistas. Los intereses portuarios hicieron que el vasto territorio de aquel virreinato se fuera desintegrando. Los conflictos entre unitarios y federales hicieron que las luchas contra los españoles y las acechanzas de otras potencias extranjeras fuera dejando su lugar a los enfrentamientos intestinos.
Hasta que –finalmente- esos intereses portuarios, al servicio de la estrategia británica, se hicieron fuertes. Nos empujaron –junto a Brasil y Uruguay- a la criminal guerra de la Triple Alianza contra el pueblo paraguayo y a través de la “Generación del 80” conformaron la base del actual país. Las campañas militares contra los indios completaron la tarea de desalojar y aniquilar a los pobladores originarios, ampliando las fronteras agropecuarias, consolidando un poder oligárquico e integrándonos al mercado mundial, como proveedores de materias primas.
El ejército regular (de línea) y sus diferentes respuestas
Dentro de esa concepción predominante, fue el General Pablo Riccheri, Ministro de Guerra de Julio Argentino Roca, quien –en el año 1900- fijó los objetivos que pretendían para aquel Ejército Argentino. Allí se trató de definir una fuerza de tipo profesional orientada hacia la defensa nacional, procurando abstraerla de las cuestiones políticas.
Imaginaban que los conservadores, en el poder, gobernarían por siempre. Sin embargo, las tensiones producidas -entre otras causas- por las guerras mundiales y las presiones de los sectores más humildes no permitieron el arraigo de esas ideas. Así fue como se sucedieron diversas irrupciones del poder militar en la vida institucional.
En 1930 fue la presencia conservadora para terminar con el “populismo radical”; en 1943 fueron el instrumento que le abrió las puertas a la llegada de Juan Perón y en 1955 fue una acción “gorila” destinada a terminar con el peronismo.
Tres modos de intervención bastante contradictorios entre sí y todos ellos en la vereda opuesta al mentado “profesionalismo” que había imaginado aquel general Riccheri. Esto indica la importancia de atender a lo que está escrito -como “objetivos”- pero sin olvidar que es mucho más trascendente lo que acontece en la realidad.
Las FF.AA., portavoces de la doctrina de seguridad nacional
Después del golpe de 1955 contra Perón y de la consolidación de la hegemonía estadounidense en el mundo, las Fuerzas Armadas pasaron a formar parte y ser defensoras de los intereses y políticas de ese nuevo poder mundial. Se invirtieron sus objetivos: en lugar de cumplir su rol de defensa nacional pasaron a representar y sostener lo que interesa al poder imperial.
En ese marco adhirieron a la famosa Doctrina de Seguridad Nacional, que consiste en considerar como enemigos a las organizaciones de su propio pueblo que bregan por la soberanía popular y la independencia de la nación. Con el breve interregno del gobierno peronista del año 1973, esa doctrina impregnó la actuación de las Fuerzas Armadas argentinas y su efecto devastador fue la cruel dictadura que gobernó al país entre 1976 y 1983.
Abandonaron su rol de fuerzas de defensa y actuaron como fuerzas de seguridad interna. El descalabro que protagonizaron -cuando intentaron salvar su imagen- con la recuperación de las Islas Malvinas, prueba el camino errado que años atrás habían tomado. Junto al desprecio de la sociedad una profunda descomposición atravesó sus filas.
Hoy sigue el debate entre defensa y seguridad nacional
En esta relación, donde las FFAA deben atender a los temas de defensa nacional y las fuerzas de seguridad a ese ítem de la situación interna, hay muchos aspectos ambiguos.
Pero dentro de todas las confusiones existentes hay un tema que no puede soslayarse. Está referido a la política de los Estados Unidos que, particularmente a partir de la desconfianza generada por Malvinas, pretende quitarle capacidad de defensa militar a las FF.AA argentinas. Para ello las “empujan” hacia tareas vinculadas a la seguridad interna. Eso se venía planteando desde hace años, pero recién se pudo instrumentar después de Malvinas.
Así pudimos asistir a la parálisis y al desmantelamiento operativo de las FF.AA y a un inusitado crecimiento de las fuerzas de seguridad, particularmente la Gendarmería Nacional.
Dado el desprestigio que acompañó al conjunto de las FF.AA con motivo de su responsabilidad en el genocidio y del fracaso de Malvinas, los sucesivos gobiernos no supieron qué hacer con esa institución. Para dimensionar el significado de esta situación indefinida digamos que su presupuesto anual (2018) ronda los 120 mil millones de pesos -4.600 millones de dólares al cambio de hoy- (el 40% de los recortes que pide el FMI) e involucra –en actividad- a más de 70 mil personas.
Esas dudas, acerca del qué hacer con los militares, acompañaron al gobierno kirchnerista y en el Decreto 727/2006, que reglamentaba la tradicional Ley de Defensa Nacional, quedaron claramente reflejadas. En esa norma se establecía que las FF.AA. solo podían intervenir ante “agresiones de origen externo perpetradas por fuerzas armadas pertenecientes a otros estados”.
Desde hace décadas, esas situaciones solo se habían dado respecto de los temores sobre el “expansionismo brasileño” (en la década de los 1940 y 50); los riesgos de una guerra con Chile (en los 70) y el choque con Inglaterra, por Malvinas, en los 80. Daba la impresión que las disposiciones del Decreto 727 dejaban al país sin hipótesis de conflicto. Eso hizo repetir reiteradamente a la dirigencia kirchnerista que no teníamos “hipótesis de guerra” y con ello crecían los interrogantes sobre el destino de la institución militar.
A la par crecían los organismos de seguridad (policías federales, provinciales y también municipales, gendarmería, prefectura, policía aeronáutica). Consecuentemente se arraigaba la idea que las FF.AA. carecían de función y sentido. Pero la realidad no quedaba encerraba en esos estrechos moldes.
Aunque ahora algunos críticos al decreto macrista prefieran olvidarlo, hubo una serie de prácticas con las que el gobierno kirchnerista trató de cubrir los baches existentes. Para ello pusieron en marcha los “Operativos” Fortín I (2007); Fortín II (2011) y Escudo Norte (2011). En todos ellos las FF.AA. fueron involucradas en tareas de apoyo a las fuerzas de seguridad interna en materia de narcotráfico, contrabando y trata de personas.
Esos “operativos” y la vergonzante tarea del general César Milani al frente del Ejército y de la Inteligencia, en violación a las normas sobre Defensa y Seguridad Interior, muestran aquella fisura que había entre las funciones legales y las tareas reales de las FF.AA.
El macrismo vino, con el reciente Decreto 683/2018, a salvar esas ambigüedades. Para que no quede lugar a dudas lo hizo al estilo de Mauricio Macri: de un modo brutal e inconsulto. Se legalizó la intervención de las FF.AA. en el “apoyo” a tareas de seguridad interior.
Claro está que no han reparado en que esas tareas violan varias normas legales internas, aunque lo quieran justificar invocando que se trata de una mera reglamentación de la Ley de Defensa Nacional. Por esta razón el Decreto 683 puede caer por su inconstitucionalidad, salvo que se modifiquen la Ley de Defensa y la Ley de Seguridad Interior.
Dentro del conjunto de tareas en las que podrán participar las FF.AA., según esta nueva óptica, hay una particularmente peligrosa. Se trata de involucrarlas en lo que se ha denominado “Guerra al narcotráfico”. Sin haber definido que el narcotráfico es una de las manifestaciones más poderosas de las políticas imperiales y del poder financiero mundial, colocar a los militares en ese lugar puede acarrear consecuencias muy graves.
Se trata del riesgo que el poder militar se transforme en algo semejante a una “banda” más. Hay muchos testimonios de cómo la policías se corrompieron al ritmo de los favores para que la droga circulara dentro del territorio argentino. Algo semejante puede pasar con las FF.AA., agravado por el hecho que el poder de fuego y la instrucción de los militares es superior a la que tienen las fuerzas de seguridad.
En este sentido México y Colombia son buenos espejos para observar el crecimiento de la criminalidad organizada y la violencia –estatal y paraestatal-, entre otras consecuencias, de haber metido a los militares en la “guerra al narcotráfico”
Más allá de todo lo dicho y de la voluntad presidencial por “blanquear” la presencia de los militares en cuestiones de seguridad interior, se puede concluir que hay otro par de cuestiones que contribuyeron para tomar esa decisión. Con estas nuevas funciones y estrategia para los militares, quedarían en condiciones de ser vendidos una importante cantidad de inmuebles que tendrían un significativo valor comercial.
Otra razón, muy posiblemente considerada, tiene que ver con la necesidad -que tiene el macrismo- de consolidar el voto propio en sectores medios conservadores. Las medidas económicas y el debate sobre el aborto no contribuyen a fortalecer la fidelidad de ese voto, fundamental para lanzarse a la aventura de recuperar el de otros sectores e imprescindible para un nuevo triunfo electoral.
Mientras esto se debate, es poco y nada lo que se hace respecto a cuestiones vitales de nuestra soberanía. En medio de la voracidad mundial tenemos una Patagonia casi vacía, los acuíferos abandonados a su suerte. También vemos como importantes bienes comunes o recursos naturales son saqueados. Eso está pasando y el Presidente, ante las críticas a su reforma militar, formula una confusa frase diciendo: “Estoy acá porque queremos saldar la deuda con las fuerzas armadas de la democracia”. ¿No será al revés?
- Juan Guahán es analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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