La Patria Grande tiene Atlas
- Opinión
Los Titanes lucharon contra los Olímpicos durante once años, en batallas libradas antes de la existencia del hombre sobre la tierra. El supremo Zeus condenó a Atlas, el jefe vencido, a sostener por siempre a la Tierra sobre sus hombros y separada de Urano, el cielo, el arco del firmamento.
De ese Atlas, el portador, el soportador; o de Atlas, la cordillera que recorre Túnez, Argelia y Marruecos y separa las costas del Mediterráneo y el Atlántico del desierto del Sahara, los cartógrafos tomaron el nombre para las carpetas que contuvieron los
primeros mapas globales de la Historia.
En 1570 Abraham Ortelius (1527-1598), publicó la primera de esas colecciones, el Teatro del Mundo. Ocho años después, su amigo Gerardus Mercator, también flamenco, dio a conocer su propia selección enfundada en una portada en la que,
por primera vez, apareció la imagen de Atlas.
A desaprender
Un atlas, siempre, es una opción. La selección y construcción de esa colección sistemática de mapas, gráficos, cuadros estadísticos, textos… siempre están determinadas por un tiempo histórico, una representación del mundo y su coyuntura, por la selección de los protagonistas y sus responsabilidades.
La Universidad Nacional de Lanús, Argentina, encaró su propio ejercicio de libertad y presentó sobre el final del año el Atlas Histórico de América Latina y el Caribe, pensado como un conjunto de “Aportes para la descolonización pedagógica y cultural”; una quijotada -sobre todo en tiempos de recorte macrista- organizada en tres tomos, con fotos, ilustraciones, infografías y textos elaborados por decenas de jóvenes historiadores, politólogos, filósofos, sociólogos, geógrafos, economistas y de otras disciplinas, dirigidos por la Rectora, Dra. Ana Jaramillo, bajo la coordinación de la profesora de Historia Mara Espasande.
La América de este Atlas, destinado a impactar como obra académica tanto como modelo de construcción histórica en toda la región, se planta en las antípodas de la “América de los europeos”; es “la América mestiza fundada por el cruzamiento, a veces violento, de mucha sangre europea, india y africana”, que se adentra en sus propias raíces para contribuir en la edificación de conocimientos y prácticas no importados, a partir de raíces ancladas en las luchas de los pueblos amerindios contra los invasores, donde se alojan los precursores de los independentistas indo-ibero-americanos, como los llamaría Juan José Hernández Arregui, uno de los tantos autores desempolvados por el Atlas e instalados en el lugar de preferencia que les corresponde.
La propia directora de la obra señala que el momento actual de la región exige a los universitarios latinoamericanos y caribeños “aprender y enseñar finalmente desde nuestra historia y también desde la filosofía, los problemas que aquejan a nuestra región así como la vocación y la voluntad de construir un destino común”.
Para lograr su objetivo, el Atlas arranca con la historia del poblamiento de América, los recorridos de los pueblos cazadores-recolectores, la domesticación de plantas y animales y el comienzo de las estrategias productivas. La región vive en una obra poblada de sujetos históricos que conformaron sociedades aldeanas, es la “Historia silenciada” a la que el equipo de Lanús intenta darle voz. Se diferencia así de sus pocos antecesores, que arrancan su relato con la llegada de los barcos del invasor y plantean el estudio a partir del paso “del orden colonial al neocolonial”, es decir, construyen una América sin indios, pueblos originarios, sin dioses propios, culturas, imaginarios y aspiraciones propias.