Izquierdas, derechas y ciudadanos
- Opinión
Las sociedades latinoamericanas están sufriendo la más profunda transformación de las últimas décadas. Una acelerada urbanización, la expansión de la sociedad de consumidores y, desde luego, la proliferación de medios digitales, desde Internet a las redes sociales. La mutación en curso no solo atañe al desarrollo de infraestructuras sino, muy especialmente, una nueva cultura y un nuevo imaginario histórico social.
En este panorama cultural, resulta más bien difícil intentar explicar la realidad desde categorías duras, propias de la Guerra Fría, tales como “clase” De este modo, no es descabellado pensar que aquellas cartografías políticas que dividían las ideas en “izquierdas” y “derechas”, tienden a desdibujarse en el presente. Como ya se ha señalado, la noción misma de “ciudadano” parece ser desplazada por la de “consumidor” .
Esta “nueva subjetividad” ya no apela a “grandes relatos” ni a promesas de ocasión, lo que se reclama a los gobiernos, en todos los niveles, es –ni más ni menos– “un buen servicio” Es claro que los líderes y la “clase política” -a la izquierda y a la derecha- no están, en absoluto, preparados para una demanda tal. Es más, la mayoría de entre ellos ni siquiera advierte la mutación en curso y, mucho menos, el nuevo horizonte de comprensión de lo político en Latinoamérica.
El “buen servicio” constituye la antítesis de nuestra realidad política actual. En la hora presente, las democracias latinoamericanas son manejadas por una “elite política”, endogámica, excluyente y, la mayoría de las veces, corrupta. Los casos de enriquecimiento ilícito, narcotráfico e incluso asesinatos, son moneda corriente en distintos países de América Latina. Los procesos electorales en la región están mostrando, precisamente, un profundo “malestar ciudadano”
Este “malestar” no afecta solo a los gobiernos “neopopulistas” de la región, los casos de Argentina, Venezuela y Bolivia, resultan elocuentes a este respecto. Todos enredados más en conservar el poder a cualquier precio que en satisfacer las demandas de sus ciudadanos. Los gobiernos de sello “neoliberal” tampoco están exentos de un creciente descrédito y un malestar ciudadano por su incapacidad de hacer frente a la corrupción de sus gobiernos, como es el caso de Chile y México. Ni el Estado ni el mercado son inmunes a la corrupción.
Culpar a las redes sociales del desprestigio de tal o cual gobierno es un reclamo extemporáneo y no tiene sentido alguno. La cuestión es si acaso los gobiernos -cualquier gobierno- son capaces de exhibir una gestión pública transparente y un servicio eficiente a sus ciudadanos, un gobierno exitoso en el mundo de hoy, un mundo en vías de globalización, con Internet y redes sociales.
Cuando una “elite política” quiere perpetuarse en el poder -sea por la vía de la reelección indefinida, sea por la vía autocrática de negarse a procesos electorales o constituyendo una casta cerrada, excluyente y manejada por partidos corruptos– se está negando la participación de los ciudadanos en las cuestiones de una sociedad, de un país. Cuando los mismos rostros dominan el quehacer político de un país por varios lustros, algo anda mal.
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