La saga de las tasas de la FED

15/12/2015
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 janet yellen
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En el microcosmos de los economistas la noticia en desarrollo es la muy postergada alza de las tasas de interés del banco central de los EEUU, la celebérrima FED. Sus disquisiciones al respecto valen un gag de Buster Keaton o, en estricto rigor, de Charles Chaplin. Pero, aunque no lo creas, no hay mucho de qué reírse.

 

La FED fija la tasa de interés mediante la cual se refinancian los bancos privados, lo que a su vez determina las tasas de interés que estos le aplican a los créditos a la inversión y/o al consumo.

 

En teoría porque, como bien apuntaba Armen Kouyoumdjian, en Chile no hay ninguna relación entre la tasa del BC y la que te cobran los bancos. Como quiera que sea, lo que tiene a todo el mundo colgado de la lámpara es la decisión de la FED, “anticipada por los mercados” – como dicen los economistas – un día sí y el otro también.

 

Lo cierto es que la última vez que la FED aumentó sus tasas de interés fue allá por el año 2006, lo que pudiese justificar una cierta expectación en el mundillo de las finanzas. La tasa directriz de la FED ha estado en 0% desde el año 2009 y, si tomas en cuenta la inflación anual, la tasa real es negativa: te pagan por pedir plata prestada.

 

Ahora bien, ¿cuáles son las razones que pudiesen llevar a la FED a salir de la tasa cero y cuáles serían las consecuencias?

 

Ahí es donde el tema se complica. Un banco central tiene como misión controlar la inflación, no digo “luchar contra” visto que desde hace años pasan lo mejor de su tiempo discurriendo cómo aumentarla. Detalle singular, la FED es el único banco central del mundo en cuyos estatutos figura, además del control de la inflación, la misión de favorecer el pleno empleo.

 

Si te preguntas cual es el nivel de inflación y cual la tasa de desempleo que harían feliz a Janet Yellen, presidente de la FED, y a su augusto areópago de seis fellow gobernors, ya la tienes liada. Entre otros porque uno determina la otra y viceversa, a menos que no sea lo contrario, las teorías económicas en boga tienen ese detallito que se parecen a las pelotas de lana de tu abuelita y hasta ahora nadie ha logrado encontrar la punta de la madeja.

 

En teoría, si se da el pleno empleo se produce una desesperante tensión en los salarios, y su perniciosa tendencia a aumentar engendra inflación. Con el loable propósito de yugular la inflación se aumentan las tasas de interés, lo que reduce el consumo y la inversión, y por vía de consecuencia la producción y el empleo, y la inflación regresa tranquilita y obediente al nivel que le corresponde.

 

Si por el contrario el desempleo es significativo, se reduce el consumo y por ende la producción y el empleo, – no sé si ves para donde vamos –, lo cierto es que el desempleo genera desempleo. Para deshacerte de una masa de productos invendidos tienes que bajar los precios, la inflación se pone moderadita, moderadita, y la funesta deflación asoma la punta de la nariz.

 

Según los “expertos” – o los economistas, que para el caso es lo mismo – peor que la inflación sólo la deflación, o sea una reducción generalizada de los precios, a tal punto que los valerosos empresarios – que viven para invertir y arriesgar – como que se tullen y se marchitan.

 

En esos casos la FED baja la tasa de interés para estimular la inversión y el consumo, y el empleo. Es lo que ha ocurrido desde el año 2006 hasta ahora. ¿Captas?

 

Tú, pobre ingenuo, que de estas cosas sólo conoces la ley de la oferta y la demanda, piensas que si los precios bajan la demanda debiese crecer, estimulando la inversión, la producción y el empleo… sin darte cuenta de la inconmensurabilidad de tu propia ignorancia. La realidad no cuadra con la teoría y tú te quedas ahí, algo avergonzado, sin saber donde estaba la pelota, como el defensa al que Messi le hizo dos túneles seguidos.

 

No te apenes: hace ya lustros que George Stigler, premio Nobel de economía 1982, muy apreciado en el Cato Institute que es a la economía lo que el cura Maciel a la fe cristiana, confrontado a su propia incoherencia aseguraba muy suelto de cuerpo: “Bueno, no es la ciencia económica la que está errada. Es la realidad”.

 

Lo cierto es que si la FED sube la tasa de interés, arriesga matar en la cuna una reactivación incierta. Ya, arguyen otros, pero el desempleo bajó a un 5%, lo que podría desatar la inflación.

 

Puede ser, pero en los EEUU la masa de trabajadores entre 25 y 54 años de edad es la más baja desde el año 1984, lo que muestra que cansados de buscar curro sin encontrarlo simplemente ya no buscan. Si, – contrariamente al sabio consejo de Claudia Serrano –, saliesen a buscar empleo, no sólo aumentarían la tasa del paro sino que además (ley de la oferta y la demanda mediante) arrastrarían los salarios hacia abajo, y con ellos los precios, lo que más bien aconsejaría bajar la tasa de interés.

 

Como se dijo, la inflación está bajita que da miedo: apenas un 0,2%, muy por debajo del objetivo de la FED que es un 2%. El precio del petróleo – y el de las materias primas – cae en picada, lo que hace temer, una vez más, la aparición de la deflación.

 

Para que veas a qué punto la madeja está enredada, los “expertos” se inquietan no de la tasa de inflación que conoces, sino de la tasa de “inflación subyacente”, que se mide excluyendo – atento el personal – dos elementos menores de los cuales se puede prescindir: la energía y los alimentos.

 

Si te resignas a ir a pie y a no comer – tú no eres economista – la inflación subyacente es de apenas un 1,3% o sea la nada misma. ¿Qué interés tiene subir las tasas de interés?

 

Peor aún, los agentes económicos han anticipado la subida de tasas de la FED, provocando con ello una sostenida apreciación del dólar – un 19% desde mediados del 2014 –, lo que abarata aún más el precio de las importaciones a los EEUU, disminuyendo otro tanto los riesgos de inflación.

 

Pero, – tose un gobernor de la FED –, sabiendo que si reaparece la inflación una eventual alza de tasas de interés se demora seis meses en hacer efecto, convendría ponerse el parche antes de la herida.

 

Las disquisiciones se prolongan hasta el infinito, cháchara, parloteo, talking, palabrería: la verdad es que nadie sabe lo que pasaría si la FED sube las tasas de interés.

 

Los analistas económicos que vienen cada mañana a la TV a explicarte porqué ayer, contrariamente a sus previsiones, la realidad hizo como le salió de su sagrado capital gonadal, no saben, no tienen la más pijotera idea. Su bola de cristal no funciona, se rompió, no sabe, no opina, no responde.

 

El conocido semanario económico británico The Economist, que como todo el mundo se interroga sobre una eventual alza de las tasas de interés, lo pone así:

 

Todo depende “de cómo reacciona la economía a la primera subida. Eso es difícil de predecir, porque los canales por los cuales influye la política monetaria son misteriosos”(sic).

 

Alan Greenspan, que fue presidente de la FED durante 18 años, solía decir que las tasas de interés son un conundrum, o sea una incógnita (resic).

 

Misterios, incógnitas, adivina buen adivinador, en esa estamos. Gracias a la “ciencia” económica. Si la FED sube las tasas de interés el 16 de diciembre, o juega al un-dos-tres-momia, depende de la dirección del viento, del pie con el que Janet Yellen se levantará ese día o de un clásico cara o cruz. Lo demás es conversa de vendedor.

 

Lo que no quita que uno de estos días tendremos que abordar las constantes universales, como la de Planck, la gravitación universal, la velocidad de la luz, la permeabilidad magnética en el vacío, la carga elemental del electrón o el número de Avogadro.

 

A los economistas les gusta asimilarse a las ciencias duras. Por eso inventaron sus propias constantes universales, bautizadas NAIRU o aún tasa natural de interés, las que, como era de suponer, son constantes variables. Ellas son las que alumbran las decisiones de los economistas. Otro chiste. Paciencia. Ya regresamos y todo se aclarará…

 

Politika | diarioelect.politika@gmail.com

https://www.alainet.org/es/articulo/174285?language=es

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