Mensaje del Director Ejecutivo del IIDH

Días del hambre y la extrema pobreza, violaciones continuas a la dignidad humana

18/10/2012
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"Aún no hay conciencia crítica para denunciar ante el sistema interamericano que el hambre mata y que la extrema desigualdad es un crimen contra la humanidad"
 
Mensaje del Director Ejecutivo con motivo de las jornadas mundiales por la alimentación y la erradicación de la pobreza
 
 
San José, Costa Rica, 18 de octubre de 2012. Según las resoluciones de la ONU, los días 16 y 17 de octubre son jornadas mundiales por la alimentación y la erradicación de la pobreza. Paradójicamente en Latinoamérica y El Caribe hay hambre y el hambre no solo mata, sino que también genera mucha violencia y violenta todos los derechos esenciales de las personas y de las comunidades más pobres. Entre sus causas estructurales están la injusticia alimentaria –con una industria que enriquece a unas cuantas multinacionales y reporta ganancias ilimitadas para unos pocos- y la especulación criminal con los precios de los alimentos la que, dicho sin ambages, mata a mucha gente. Entre las víctimas del hambre, la mayoría son los niños y niñas que sufren desnutrición. Son días del hambre y de extrema indigencia que deberían denunciarse como violaciones continuas a la dignidad humana. 
 
Agrava este panorama una demoledora crisis económica mundial que desde finales de 2008 afecta aún a países que se creían desarrollados, limita el acceso a los alimentos básicos y mínimos para la niñez, aniquilando cada día a 25 000 personas en esta Tierra que habitamos. Son más de 50 millones de seres humanos en América Latina y El Caribe los que padecen una grave crisis de sobrevivencia y hambruna, sin garantía alguna de cumplimiento efectivo de sus derechos mínimos.
 
El Día Mundial de la Alimentación, que debería ser llamado el día del hambre, y el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, nos ponen ante una de las más graves contradicciones estructurales que limitan o impiden el disfrute y el ejercicio de los derechos humanos. Esta vergonzosa injusticia traspasa todos los límites de la existencia humana por la supervivencia contra el hambre y contra la denigración derivada de la extrema pobreza. Esta realidad envilece nuestro desarrollo democrático y no es congruente con los regímenes de derecho prevalecientes. La democracia está fallando y no llama a la exigencia de solidaridad social mediante políticas públicas sostenibles, integrales, sino a la caridad pública y privada.
 
Males comunes y elecciones democráticas
 
Aunque tenemos más elecciones en medio de estos males comunes, cada vez que se accede al poder con un programa contra la pobreza y el hambre y se hace todo lo contrario, -sean de derecha o de izquierda-, se engaña a la democracia. Cada vez que se perjudican los programas sobre derechos sociales fundamentales para la mayoría ciudadana en beneficio de unos pocos privilegiados, se defrauda a la democracia. Hoy nuestra democracia necesita con urgencia una lección de humanidad porque muy pocos gobiernos están dispuestos a cambiar esta violación estructural a los derechos humanos ante el sistema interamericano. Tampoco es fácil ni congruente hablar sobre los derechos humanos esenciales con la población más hambrienta y relegada, la misma a la que por largo tiempo se le ha defraudado.
 
Desde 2007, en un esfuerzo de interpretación de los procesos históricos relativa al desarrollo reciente de los derechos humanos en la democracia, el IIDH ha preguntado ¿quién responde por los derechos humanos esenciales de las poblaciones más pobres e indigentes América Latina y El Caribe? Para obtener respuestas de las propias poblaciones, se realizaron reuniones en Montevideo (noviembre 2010), en San Salvador (febrero 2011) y en Bogotá (octubre de 2011). Las posiciones, agudamente críticas, desmadejan y denuncian las injustas estructuras sociales y económicas que aún prevalecen como males comunes y verdaderos impedimentos para la protección efectiva de los derechos humanos. En conclusión, no hay libertad política sin un techo y sin alimentos, las más vitales condiciones para la existencia humana con dignidad. Ante ello, el derecho a la vida digna –plasmado por la Corte IDH en su sentencia de 1999 sobre los niños que vivían en la calle, a quienes les asesinaron por pedir pan y clamar por un techo digno- es, probablemente, el más importante e imprescindible derecho humano en la verdadera democracia.
 
Roberto Cuéllar M.
Director Ejecutivo
Instituto Interamericano de Derechos Humanos - IIDH
 
https://www.alainet.org/es/articulo/161948?language=en
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