Noticias atómicas. Como el rayo que no cesa

28/10/2011
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Para el maestro y amigo Eduard Rodríguez Farré, un científico republicano ejemplar.
 
Como aquel rayo hernandiano que nunca cesaba, el ámbito atómico-nuclear genera sin descanso noticias, acciones y decisiones. No es para menos; es incluso para más. Fukushima se está convirtiendo, se ha convertido ya, en uno de los mayores desastres de la era de la industrialización humana. Sus consecuencias están lejos de estar acotadas. Pero no sólo es Fukushima. Algunos ejemplos de estas “noticias de ninguna parte”.
 
“La radiación en la planta nuclear francesa –12 de septiembre de 2011- fue superior a lo anunciado” [1]. ¿Superior? Una calculada rectificación a posteriori, una constante de las informaciones oficiales atómicas. En el momento del accidente en el complejo nuclear de Marcoule (Francia), en el horno siniestrado en la instalación, empleado para compactar e incinerar material radiactivo de baja y media radiactividad, se alcanzó un nivel de radiactividad casi ¡500 veces superior a lo anunciado inicialmente por EDF, la empresa pública de electricidad francesa, propietaria de la planta!
 
La fuente no es sospechosa de izquierdismo. Informó de ello la Agencia de Seguridad Nuclear de Francia (ASN), nada proclive al tremendismo antinuclear. Pese a considerar que los riegos radiológicos han sido limitados, la ASN ha calificado lo ocurrido como un "accidente industrial grave".
 
Y, efectivamente, lo fue. Un trabajador, de origen español, falleció en el acto y cuatro obreros más resultaron heridos en la explosión del horno. Ninguno de ellos presenta contaminación radiactiva, según fuentes oficiales. En el momento del suceso el horno tenía una carga de unas cuatro toneladas de metal.
 
La instalación accidentada emplea a 350 personas. De ellas, unas 140 están subcontratadas. En diciembre de 2010, fueron convocadas dos huelgas para exigir mejores condiciones de seguridad y un estatuto único de los trabajadores del centro.
 
Maria van der Hoeven es directora ejecutiva de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Ex ministra de Economía de Holanda, ha asumido en septiembre de 2011 la dirección ejecutiva de la Agencia con sede en París. Tomó el relevo del japonés Nobuo Tanaka. 
 
Entrevistada recientemente por Ana Teruel [2], explicitó abiertamente su tesis central: no podemos cambiar a la energía verde sin la nuclear. Su, digamos, razonamiento enrabietado parece abroncar las decisiones del gobierno conservador alemán:
 
A raíz de la catástrofe de Fukushima en Japón, se le preguntó, “países como Alemania, Suiza e Italia han anunciado su intención de renunciar a la energía nuclear. En España hay también debate. ¿Qué le parece?”. Su respuesta: “Miremos en el caso de Alemania: ahora importan de Francia, que es nuclear; de Polonia, que es carbón; de Holanda, que es carbón y gas. Sus alternativas son la nuclear, es decir, lo mismo, o más sucias, como el carbón. Al mismo tiempo, esto tiene efectos en los precios a nivel europeo. Lo que quiero decir es que si hay países que deciden salirse de la nuclear, tendrán que responder a la pregunta de cómo garantizar que haya energía suficiente disponible. Ahora hablamos de Alemania, pero ¿qué pasará cuando hablemos de muchos más países? No podemos caminar hacia una energía verde sin la nuclear”.
 
“No podemos, no se puede” esta sigue siendo la consigna “realista” de la política “razonable y sensata”. El científico y humanista comprometido Eduard Rodríguez Farré, hijo de un médico republicano represaliado por el franquismo, fue entrevistado para La Vanguardia [3] sobre Fukushima. Vale la pena recordar algunas de sus consideraciones sobre aspectos centrales de esta industria eléctrica “imprescindible”:
 
Sobre los efectos que en España puede tener el desastre de Fukushima señaló: “[…] Aquí lo que llega de la atmósfera es muy poco. Lo que no sabemos es cómo evolucionará porque sigue emitiendo radiactividad y son cuatro reactores. Desde el punto de vista cuantitativo puede ser más importante que Chernóbil. Aún así, hoy por hoy aquí no debemos preocuparnos por el aire”. El problema residía y reside, añadió, en la cantidad enorme de radiactividad que se está vertiendo al mar “que a nosotros puede llegarnos a través de la cadena alimenticia”.
 
En torno a los distintos isótopos que contiene la radiactividad, ERF comentó: “[…] Los tecnólogos cuando hablan de radiactividad y exposición hablan de los milisieverts, pero la cuestión que científicamente es importante, desde el punto de vista de la salud, es la naturaleza de cada radioelemento, qué pasa con ellos y el tipo de emisión que hay. En la fisión del uranio hay muchos, se forman docenas de sustancias radioactivas, pero las que más nos importan son las que tienen afinidad biológica que son, fundamentalmente, el yodo 131, el cesio 137, el estroncio 90 y el plutonio”. Son isótopos que no existen en la naturaleza y que se forman a partir de la fisión del uranio 235. Entre todos estos elementos, los “que se comportan de forma similar a otros elementos necesarios biológicamente son los más peligrosos” [las cursivas son mías].
 
¿Y dónde reside el peligro de estos elementos para la salud humana? Pues en que sustituyen a los elementos que realmente necesita el cuerpo, comentó. Un ejemplo: “el cesio 137 es muy similar al potasio, que es un elemento esencial en nuestro organismo. Tenemos potasio en casi todos los músculos, las neuronas, en todos lados, y esto está irradiando desde el interior de las células. Esta es la gran disputa con los tecnólogos, la irradiación probabilística. Si se te pone un átomo o una cantidad de esta sustancia dentro de una célula, la radiactividad desde fuera no la verás porque es radiación beta, muy poco penetrante. Tú comes el alimento y la sustancia se te queda en el cuerpo e irradia la célula desde dentro”. Se ioniza con ello los elementos que componen la célula, el agua especialmente, “que se convierte en agua oxigenada... Ioniza también muchas otras moléculas haciendo radicales libres y esto junto con la radiación si el electrón te toca el ADN en un punto determinado dependerá del azar el efecto que tendrá”.
 
Sobre las consecuencias de todo ello, el investigador de CSIC señaló: si el punto afectado del ADN es un punto secundario no pasa nada; si te toca un punto muy crítico, puede matar la célula aunque, en principio, puede no pasar nada si se muere una célula. “Pero como te toque un gen que regula tumores o que es supresor de tumores o que está actuando sobre la inmunidad o sobre el desarrollo en el caso de un feto o un niño, puede tener una serie de manifestaciones determinadas o acabar con tumores. Además no se puede detectar. Las imágenes que vemos de Japón en que detectan la radiación de la gente con contadores es sólo para lo que se queda en la piel, lo que ya está en las células no se puede detectar así” [la cursiva es mía]. Sólo se pueden detectar por las cantidades que se eliminan a través de la orina o vía intestinal. No se trata sólo de pasar el aparato, añadió.
 
¿Puede llegar a España esta contaminación por alimentos? Puede respondió ERF: “[…] Yo creía que las exportaciones alimenticias de Japón eran pocas, pero resulta que exportan 3.000 millones de euros en comida al año”. Sea como fuere, el problema no es lo que exporta el país nipón, sino que lo que se sigue vertiendo en el mar que se incorpora en las cadenas tróficas largas. “En tierra son cadenas tróficas cortas y se quedan en el mismo territorio, como el cesio en el agua de Tokio, si no tenemos en cuenta las exportaciones. Las cadenas largas marinas empiezan en el agua, las moléculas contaminadas del agua pasan al plancton, del plancton pueden pasar a los invertebrados, de los invertebrados pueden pasar a los vertebrados, de los vertebrados a los vertebrados carnívoros. Además las cantidades se magnifican porque estos seres las van acumulando y lo concentran”. Los peces grandes -el atún, el pez espada- concentran cantidades grandes de estos contaminantes. Muchos son migratorios y se desconoce exactamente la ruta que siguen.
 
Qué podemos y qué debemos hacer, se le preguntó. Poco puede hacerse respondió. Estamos indefensos, no podemos dejar de comer ni comprobar nosotros mismos la radiactividad de nuestros alimentos. Nos timan, intentan timarnos. Hace un tiempo decían que “ni en los alimentos se había llegado a los niveles máximos de radiactividad y ahora resulta que lo que podía ser superar los niveles hace un mes ahora es aceptable y por lo tanto se comercializa”. Paradoja de paradojas: las normas de la Unión Europea permiten más radiactividad que los mismos japoneses, bastante laxos ya con este tema. “En Estados Unidos, donde no han cambiado los niveles de radiactividad permitidos en los alimentos, están eliminando leche con cantidades de radiactividad que aquí se permiten”.
 
En cuanto a los efectos en el medio ambiente de un desastre de estas características, el científico internacionalista franco-barcelonés señalaba: “Es difícil de saber. Está muy bien estudiado cómo afectan estos fenómenos a la salud humana y la transferencia a través de las cadenas tróficas. Pero poco se sabe de lo que le pasa al ecosistema. Seguro que hay especies mucho más sensibles que el resto, pero lo que más me preocupa es el impacto en los humanos”.
 
 
Hay más caras, desde luego, en el poliedro atómico. Esta refiere a la situación de la clase obrera en las centrales francesas. Andrés Pérez, el excelente y documentado periodista de Público, hablaba de que “Los ‘jornaleros’ del sector nuclear francés se rebelan” [4]
 
“Uno de los secretos mejor guardados del sector nuclear francés y de su apariencia de orden y de excelencia técnica ha saltado por los aires en los últimos días”, señalaba AP. Tras el accidente en el complejo nuclear de Marcoule, los trabajadores temporales del sector han lanzado movilizaciones y juicios en tribunales para exigir un estatuto profesional. “Auténticos jornaleros, subcontratados, nómadas que van de una planta a otra, reciben el 80% de las dosis de radiación porque efectúan los trabajos más duros y peligrosos”. Con palabras de Philippe Billard, empleado en un subcontrata del sector, fundador de la asociación “Salud y Subcontratados Nucleares”: “El accidente nuclear nosotros ya lo hemos sufrido. Cada día. No soporto ver que la gente de fuera se queda tan contenta cuando le dicen, después de un accidente como el de Marcoule: No hay radiación en el exterior. Porque la ausencia de radiación en el exterior que tanto tranquiliza, es radiación que está en el interior. Nosotros ya nos la hemos llevado, y nuestros cánceres laborales ahí están".
 
Son alrededor de 30.000 trabajadores en precario. Dieciocho mil de ellos, el 60%, “van de una central a otra a hacer el trabajo sucio, sin seguimiento médico a largo plazo”. A finales de septiembre de 2011, estos jornaleros -el término es una magnífica elección político-semántica de AP- “del sector nuclear francés celebraron un día de concentraciones a las puertas de las centrales, y presentaron ante el Ministerio de Energía una petición firmada por 11.000 de ellos”. Sus demandas: estatuto único de alto nivel que equipare su protección sanitaria con las de los trabajadores de la eléctrica EDF, de Areva, y del Comisariado de la Energía Atómica (CEA).
 
Hace unos meses, recuerda AP, se dio un primer paso para reconocer “el nexo entre subcontratas en cascada y falta de seguridad, cuando la Agencia de Seguridad Nuclear (ASN) sancionó a los constructores del futuro EPR (reactor de tercera generación) de Flammanville, en el norte de Francia”. Al recurrir a subcontratistas en cascada, el operador EDF, el constructor nuclear Areva y el principal constructor de la ingeniería civil, Bouygues, habían diluido las responsabilidades. Otro resultado del tardo-capitalismo irracionalista al que estamos condenados por amos sin rostro: “la ASN halló fallos en la calidad del hormigón armado y también en las tuberías y válvulas que un subcontratista italiano traído por subcontratistas de subcontratistas de las firmas responsables estaba instalando para un reactor que sigue retrasando su puesta en marcha”. Kafkianamente infame, pero real como el despiadado neoliberalismo realmente existente.
 
Ítem más, no olvidado por Andrés Pérez. En 2009, en una auditoría oficial efectuada “en el complejo nuclear de Cadarache una gigantesca instalación nuclear al norte de Marsella demostró que los 2.200 trabajadores subcontratados en la central sufren el doble de accidentes y reciben el doble de dosis de radiación que los otros 3.800 trabajadores fijos”. ¿Cuentan o no cuentan las relaciones laborales? ¿Es o no es el capitalismo realmente existente un sistema económico criminal y sin escrúpulos?
 
 
Volvamos de nuevo a Fukushima. Europa Press-Público informaban recientemente [5] que se había detectado plutonio, en pequeñas dosis, en el exterior de la planta, en muestras de tierra de las localidades de Futabamachi, Namiemachi y Iitatemura.
 
La información: las autoridades niponas podrían -¿podrían?- haber detectado por primera vez plutonio fuera de la central nuclear Fukushima-1 procedente del reactor 1. El estudio elaborado durante los meses de junio y julio de 2011 en un centenar de localidades cercanas a la planta de Fukushima-1 por los ministerios de Educación, Cultura, Deportes y Tecnología fue difundido a finales de septiembre. La investigación determina las cantidades de estroncio, altamente radiactivo, en las zonas circundantes a la central accidentada el pasado 11 de marzo tras el terremoto y el posterior tsunami que asoló la costa noreste de Japón.
 
Por lo demás, y hasta 2014, unos 360 mil niños y jóvenes de la zona serán sometidos a exámenes médicos. Los análisis se centrarán en la glándula tiroides.
 
 
También Argentina ha entrado en el tablero atómico. Pese a la resistencia de poblaciones locales, existen planes para que el país pueda, es sólo una posibilidad, autoabastecerse con yacimientos propios. Sea como fuere, el país del doctor Ernesto Guevara duplicará inicialmente la importación de uranio para abastecer Atucha II, informaba Alejandro Giuffrida [6].
 
Argentina fue pionera em Latinoamérica en la explotación y uso del uranio desde el primer gobierno peronista. La actividad minera dejó un destacado legado. Poca cosa, una “nimiedad”: “casi 5 millones de toneladas de residuos, muchos de ellos contaminantes”.
 
La puesta en marcha definitiva de la central nuclear Atucha II demandará un consumo de más de 100 toneladas de uranio anuales. El grueso de lo utilizado actualmente proviene de Kazajistan. Existen planes para que Argentina “pueda autoabastecerse con yacimientos propios que hoy están en stand by”. El mineral ha variado su precio sustancialmente: en 2000 costaba unos 10 dólares la libra y para 2007 el precio había escalado hasta los 136 dólares. La mayoría de los analistas internacionales, señala AG, pronostican que la cotización ascenderá fuertemente en los próximos meses. “El precio, en general, acompaña los vaivenes del petróleo, pero también se ve motorizado por el fuerte consumo de China, que hace que muchos fondos de inversión pronostiquen un salto del 100% del valor del uranio para los próximos años”.
 
Suvendrini Kakuchi, de IPS [7], informaba también recientemente de otro aspecto no siempre recordado de la situación en Japón. El riesgo de contaminación de los niños y niñas japoneses tras el desastre nuclear del 11 de marzo ha colocado a las madres al frente de la lucha para protegerlos. Las madres organizadas reclaman fijar los primeros estándares del mundo en materia de seguridad contra radiación específicos para niños y niñas. ¿Por qué? Porque “los estándares de seguridad de los países con energía nuclear son para adultos", ha afirmado Emiko Ito, de la red Kodomo Zenkoku (niños de Japón). El pediatra Makoto Yamada, de la Red de Protección a la Infancia contra la Radicación, ahondó en el mismo punto: "La cruda realidad es que los niveles de radiación son continuamente cuestionados en los países... En ese contexto es casi imposible fijar niveles aceptables desde el punto de vista médico para los menores".
 
Ciencia y compromiso: la red está integrada por médicos de todo el país que visitaron Fukushima de forma voluntaria para asesorar a padres preocupados y ofrecer análisis clínicos independientes para evaluar el grado de contaminación.
 
Otra consecuencia de la situación: numerosas madres han decidido mudarse fuera de Fukushima, pese a que el padre de su hijo o hija permaneciese en la prefectura. La enorme preocupación de los padres por sus hijos es un punto de inflexión social en Japón. Ya no cabe duda: el accidente en la planta nuclear ha causado una gran sacudida en su mentalidad. Durante décadas, las autoridades niponas no hacían más que repetir una y otra vez los méritos y seguridades de la energía nuclear. El maestro Kurosawa –“Dreams”- vio todo ello con anticipación.
 
Los ejemplos de solidaridad se van extendiendo: Maya Kobayashi, de 24 años, recién casada, se mudó fuera de Fukushima en mayo para escapar a la contaminación por radiación. MK se asentó en un barrio de la prefectura de Yamagata, a 60 kilómetros de la ciudad de Fukushima. Yamagata es uno de los varios lugares de Japón que reciben y apoyan a la población de Fukushima. Desde su marcha, Kobayashi se dedica a ayudar a quienes sufrieron lo mismo que ella. No descansa; como el rayo del autor de las “Nanas de la cebolla” no cesa, no puede descansar.
 
En un artículo que no podremos –ni deberemos- olvidar –“La responsabilidad por el desastre de Fukushima” [8]-, Kenzaburo Oé transita por el mismo sendero de resistencia y dignidad. Con sus hermosas y meditadas palabras: “Hace no mucho, leí una obra de ciencia-ficción en la que la humanidad decide enterrar cantidades ingentes de residuos radiactivos en las profundidades subterráneas. No saben de qué modo deben advertírselo a la generación futura, a la que se le dejará el cometido de deshacerse de los residuos, ni quién debe firmar la advertencia. Desgraciadamente, la situación ya no es un tema de ficción. Estamos endosando unilateralmente nuestras cargas a las generaciones futuras. ¿Cuándo abandonó la humanidad los principios morales que nos impedían hacer algo así? ¿Hemos superado un punto de inflexión fundamental en la historia? […] La crisis se ha llevado vidas que muchas personas siguen intentando recuperar. ¿Qué mensajes podemos transmitirles a esas personas y de qué modo? Yo también necesito oír esas palabras y la persona a la que he recurrido en busca de orientación es el físico Shuntaro Hida [9], que ha estado hablando sobre los peligros de la exposición del país a la radiación desde el bombardeo atómico de Hiroshima […]”.
 
El Nobel de Literatura nipón prosigue: no quiere transmitir sus palabras a los hombres -los políticos, los burócratas, los empresarios- que han intentado y siguen intentando imponer a las generaciones futuras la difícil tarea de deshacerse de los residuos radiactivos que se han generado -y siguen generándose- por culpa de una política energética que sitúa la capacidad de producción y la fortaleza económica delante de todo lo demás. “Más bien, quiero transmitir estas palabras a las mujeres -las jóvenes madres- que rápidamente se han dado cuenta de los peligros que se les plantean a sus hijos y tratan de encarar el problema de frente […] Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la derrota de Japón en la II Guerra Mundial y la subsiguiente ocupación del país por las fuerzas aliadas tuvieron lugar durante mi niñez. Todos éramos pobres. Pero cuando se dio a conocer la nueva Constitución, me impresionó la repetición de la palabra "determinación" en su preámbulo. Me llenaba de orgullo saber que los mayores tenían tanta resolución. Hoy, a través de los ojos de un hombre mayor, veo Fukushima y las difíciles circunstancias a las que este país se enfrenta”.
Kenzaburo Oé, y todos los ciudadanos del mundo con él, sigue teniendo esperanza en una nueva firmeza del pueblo japonés.
 
PS: No debemos olvidarnos tampoco del tema del desmantelamiento nuclear, otro legado de “la industria atómica”. Un ejemplo [10]: la ahora vieja central nuclear de Dounreay, en el Reino Unido, ha sufrido recientemente una fuga de material radiactivo. La planta no produce energía eléctrica desde 1994. La SEPA, la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Escocia, ha confirmado que se trata de un escape "pequeño" que no fue más allá de los límites de las instalaciones. Se ha comenzado una investigación. Desde luego, la compañía Dounreay Site Restoration Limited, responsable de la planta atómica, ha asegurado que la fuga no ha supuesto ningún riesgo para la salud de los trabajadores.
 
Dounreay, con cinco reactores construidos desde la década de los cincuenta, se encuentra en un proceso de desmantelamiento. ¿El coste? Aproximadamente, unos 3.000 millones de euros. Otra externalidad de la industria. Rob Gibson, diputado del Partido Nacional Escocés, ha declarado: "[…] Estos sucesos subrayan tanto la complejidad del proceso de desmantelamiento como la posibilidad de que se produzcan errores. La energía nuclear no tiene cabida en una Escocia segura”. El Gobierno escocés, en una hoja de ruta energética presentada en septiembre de 2008, apuntaba que su principal objetivo era "incrementar progresivamente la generación de energía limpia y renovable, para llevar a Escocia lejos de la dependencia de la energía nuclear".
 
Notas:
[9] Kenzaburo Oé cita en su artículo unas palabras del gran físico nipón Shuntaro Hida: "Si ya han estado expuestos, deben estar preparados. Resígnense. Díganse a ustedes mismos que pueden tener mala suerte y sufrir unas consecuencias horribles al cabo de varias décadas. Luego, traten de reforzar su sistema, háganlo inmune todo lo que puedan para combatir los peligros de la radiación. ¿Pero será suficiente para protegerse el hacer el esfuerzo de evitar comprar verduras que puedan estar contaminadas? Es mejor tomar precauciones que no tomarlas. Los materiales radiactivos siguen escapando de Fukushima, incluso ahora. Los alimentos contaminados se han infiltrado en el mercado, así que, desgraciadamente, no hay ningún método garantizado para protegerse de la exposición. Abolir la energía nuclear y suprimir la radiactividad de raíz es un modo mucho más rápido de abordar el problema".
 
Salvador López Arnal es coautor, junto a Eduard Rodríguez Farré, de Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, El Viejo Topo, Barcelona, 2008.
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/153706
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