Gaddafi, el nuevo estandarte en la lucha por la liberación de Libia

24/10/2011
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El último asesinato del Imperio contra un líder mundial fue el perpetrado contra el Coronel Muammar Al Gaddafi en el sitio de Sirte. Magnicidio que no pueden desdecir por más que lo pinten como un acto de justicia popular.
 
Las versiones sobre su linchamiento fueron muy contradictorias y a la fecha no hay una que establezca la veracidad de los hechos. No obstante, el coronel fue mostrado cuando iba empujado por la turba, para luego unos segundos más tarde, ver un rostro ensangrentado para en seguida ser presentado muerto con una herida en la cabeza. Su hijo Mutassim y el otro acompañante igual fueron presentados como trofeos de guerra. Aniquilados extrajudicialmente cuando ya habían sido reducidos y totalmente desarmados. A este hecho barbárico se le añaden el medio centenar de muertos los cuales fueron ejecutados extrajudicialmente en el interior de un hotel cuyos cadáveres estaban de manos atadas hacia atrás y el tiro en la cabeza y la nuca. Ese es el comportamiento de las gavillas que se apoderaron de Libia, la perla de África. El país más adelantado de ese continente, con el mayor nivel de vida y una vida digna en relación a los demás países del continente saqueado por el Imperio.
 
Ahora, los medios dicen que los cuerpos de Gaddafi y su hijo no serán entregados a sus familiares sino serán enterrados en un lugar secreto en el desierto para que sus tumbas no se conviertan en lugar de peregrinación. Olvidan los asesinos y traidores que los secretos, especialmente en esta época, no existen. Que los que pretenden tapar el sol con un dedo no caben en este momento histórico y que los argumentos tanto de las potencias agresoras como de sus serviles en el campo de batalla, no son creíbles. Una “revolución” que acude a una potencia para que le ayude a su objetivo no tiene nada de honorable, ni gloriosa. Porque así quiso presentar el Imperialismo a esta agresión y a sus adláteres como “milicias revolucionarias”, aunque sé decirles que aún hay alguna izquierda desorientada que así lo cree.
 
Yo estoy de acuerdo con que Muammar Al Gaddafi cometió el error de confiar en estos delincuentes de cuello blanco y que al creer en los cantos de sirena de su amistad se desarmó. Pero esas lecciones son valiosas para nuestros pueblos para que nunca crean en la palabra y las promesas de la canalla capitalista e imperial. Lo único que poseen estos rapaces es su armamento y con ello infunden miedo a través de la agresión injustificada y mentirosa contra los demás pueblos, pero eso también se ha trocado en odio y el odio en los sentimientos más enconados de venganza. Y, si bien, las tropas gringas diseminadas alrededor del mundo están muy bien armadas y atrincheradas, están más susceptibles de ser atacadas, lo que desemboca en muertes y mutilaciones a su pueblo. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, cita el viejo proverbio. Por eso creo que Estados Unidos sucumbirá a la enfermedad del odio que lo engulle. De su propia tierra saldrá la revolución que desmantelará todo ese complejo militar que lo atosiga y lo embarca en guerras fratricidas. Que lo muestra al mundo como una nación de torpes y vacíos, de asesinos y proxenetas.
 
Suspirar por el sueño americano no es dable, ni aún dentro de su propia geografía pues los pobres aumentan exponencialmente conforme las ambiciones de su elite sanguinaria aumentan. Éste ya es historia. Fue parte de un proceso donde Estados Unidos alcanzó el cenit de su gloria. Hoy es una nación decadente que busca denodadamente la luz, pero ésta no puede venir de una reformulación del capitalismo pues éste ha quemado ya todas sus etapas. Los vientos que soplan nos traen el olor de una era nueva y a ella, realmente quisiera se pasara pacíficamente, pero los dueños de las armas no están dispuestos a ceder ni un ápice en sus derroches. Solo algunos de ellos han dicho que es necesario contribuir, Warren Buffet, por ejemplo, pero no es por altruismo y vergüenza, sino por temor a los movimientos sociales que amenazan su propia existencia como clase.
 
Con el linchamiento de Muammar Al Gaddafi los Estados Unidos y todos sus secuaces que forman su corte imperial comenzaron su descenso al hades. Seguirán revolcándose en el excremento de su inmoralidad y su falsa presencia. Su perorata acerca de la democracia es una bazofia que pierde vigencia con cada atrocidad que cometen. Ya nadie les cree. Sus acuerdos y promesas son baladíes.
 
Y, como en una película de zombis, de esas que tanto gustan al público anglosajón, los muertos que han diseminado alrededor del planeta se levantarán para engullirlos en su propia podredumbre, porque esos muertos fueron padres, madres, hijos, hijas, abuelos y abuelas, esposos, esposas de alguien en cuyo corazón han dejado un vacío pues su muerte ha sido inútil. Especialmente, cuando han sido sacrificadas en aras de las ambiciones mezquinas de unos pocos que en nada les importa el honor, la verdad y el sacrificio. La tristeza, la penuria, la soledad y el dolor que han dejado en el mundo entero.
 
 Muammar pasó a ser una estrella más en el panteón de los mártires, mientras sus triunfalistas traidores y matarifes pronto verán que de nada sirvió posar ante las cámaras de las agencias noticiosas imperiales retozando de júbilo como ratas sobre el queso. Libia empezará la lucha por su liberación de nuevo y ellos serán los primeros en ser quemados en ese fuego.
 
Carlos Maldonado
La Gotera
https://www.alainet.org/es/articulo/153542?language=en
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