Standard & Poor´s le bajó la nota a Estados Unidos
Aunque Obama se enoje, el imperio no es más AAA
10/08/2011
- Opinión
Una de las calificadoras de riesgo le rebajó la nota a la principal potencia mundial. El presidente norteamericano reclamó que EE UU sigue siendo AAA. Sus títulos ya tienen una A menos.
En el mundo hay muchas agencias calificadoras de riesgos, pero el 95 por ciento de ese negocio lo detentan Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch. Sus propietarios no son monjes trapenses sino grupos financieros, estadounidenses en los dos primeros casos, europeo el restante.
Su negocio es poner buenas o regulares notas a los títulos que emiten los gobiernos, según su aparente solvencia económica. Últimamente también se han puesto más en la superficie los aspectos políticos de esas calificaciones, que pesan en los examinadores.
Como todo negocio del capitalismo global, el de estas agencias no es muy santo. Suelen recibir presiones y dinero para subir sus notas, o para bajarle el pulgar a un país con autoridades molestas para el poder mundial. De ese entramado de agencias, trasnacionales y gobiernos surgen notas regaladas y aplazos inmerecidos, estos últimos reservados para el Tercer Mundo. Hay que recordar cómo trataron a Argentina en 2001; la empujaron al abismo con la tenaza del “riesgo país” manejado por el banco JP Morgan, y las calificaciones de las citadas agencias.
Ahora le tocó a Estados Unidos, cuando el viernes 5 de agosto S&P le quitó una letra: era AAA y quedó AA+. Fue un suceso inédito de las últimas décadas pues la otra vez pasó en 1941.
Era hora que el imperio tuviera algún aplazo. Si de economía se trata, no se podía pasar por alto el doble déficit (comercial y fiscal), el estancamiento del PBI y la alta tasa de desempleo, del 9,1 por ciento; un enorme endeudamiento público que en mayo había superado el límite de 14.3 billones de dólares, etc.
Los argumentos de la agencia fueron inobjetables: EE UU padece un elevado déficit fiscal y su sistema político no lució adecuado para solucionarlos. Esta última referencia aludía a la torpe negociación entre el gobierno demócrata y la oposición republicana, que desperdició todo julio en peleas hasta que llegó a un agónico acuerdo el 1 de agosto. Al día siguiente, si no se elevaba el tope de la deuda, el país entraba en cesación de pagos.
Aclarado que las tres agencias de rating son mercenarias, hay que decir que en el Norte se enojaron con Standard & Poor´s. Los demócratas dijeron que estaba operando con la ultraderecha y el Tea Party, lo que puede o no ser verdad. Sí es cierto que el panorama desastroso no fue obra de la agencia. En este sentido se la agarraron con el cartero.
La rabia del secretario del Tesoro, Tim Geithner y de Obama les hacía salir espuma por la boca. Estaban furiosos. El presidente dijo que, a pesar de S&P, “nosotros siempre fuimos y seguiremos siendo un país AAA” (a los argentinos molesta esta sigla por la reminiscencia con el grupo de tareas de Isabel y López Rega). Otros acudieron al archivo para enrostrar a S&P que mantuvo la buena nota del fallido Lehman Brothers hasta setiembre de 2008.
Tiempo de cavernas
Por ahora la rebaja no fue compartida por Moody´s ni Fitch. S&P, redoblando la apuesta, anunció que si dentro de algunos meses no ve mejoras volverá a rebajar los papeles norteamericanos.
Como AAA es el sinónimo de mayor solvencia en un país que emite títulos, al podarse una vocal querría decir que técnicamente que le podrían cobrar más intereses por sus emisiones. Esto, porque está puesta en duda su capacidad de pago en tiempo y forma.
La noticia impactó fuerte en el mundo. El 8 fue un “lunes negro” para todas las bolsas del mundo, incluida la de Buenos Aires, que cayó 10 por ciento. Los inversionistas en acciones de empresas consideraron que habrá recesión, caída del comercio mundial y eso afectará la cotización de esos papeles. Juzgaron mejor venderlas y con ese efectivo comprar dólares o invertir en campos, ladrillos u oro.
Que el oro sea la inversión más buscada de estos días es la mejor prueba del retroceso y crisis del capitalismo global. Invertir en oro es como volver a las cavernas, para una humanidad que es capaz de crear invenciones tecnológicas espectaculares, poner hombres en el espacio y descubrir la cadena del genoma humano. Este capitalismo global es tan decrépito que vuelve a apreciar lo del siglo XIX con los aventureros buscando oro en el oeste norteamericano. O peor aún, a los colonialistas españoles con su conquista genocida desde fines del XV para dar con la plata y el oro de este continente.
En julio y lo que va de agosto, al compás del desarreglo mundial, los medios de comunicación se han llenado de palabras muy empleadas luego del episodio Lehman Brothers. Ahora se las repite con mayor angustia. Verbigracia: densos nubarrones, Tsunami, catástrofe, lunes negro, volatilidad, caída libre, recesión, abismo, default, pánico, naufragio, índices a la baja, déficit, deuda, rebajas, hipotecas, desempleo, pérdidas, ajustes, contagio, subprime, derrumbe, inestabilidad, riesgo país, debacle, incendio, hundimiento, quiebra, devaluación, colapso, pobreza, depresión, desastre, especulación, etc.
Detrás de la nota rebajada puede haber una opinión de la agencia en el sentido que EE UU no arreglará sus dramas económicos con el acuerdo de último momento alcanzado el 1 de agosto. Hacer ahora un ajuste de 917.000 millones de dólares y luego otro de 1.4 billones en rubros que aún no se han especificado ni acordado, puede resultar un fracaso en el corto plazo, como en Grecia.
La filosofía del ajuste norteamericano no contempla la creación de empleo ni el fomento del consumo y la producción. Más bien sigue la línea del FMI y de los gobiernos europeos en dificultades, que centran en la contención del gasto público, incluyendo recortes de salarios, pensiones y programas sociales. Esa amarga medicina, que tantas veces hicieron tragar a países tercermundistas, tiene también un efecto devastador en los países centrales.
Potencia en baja
Los problemas estadounidenses combinan en dosis cambiantes las cuestiones económicas y políticas. Es un círculo vicioso: el imperio está endeudado y con una economía estancada, y los dos partidos de gobierno y oposición no tienen recetas para resolverla. Bailan en la cubierta del Titanic y quieren arrojar al mar a los marineros, cocineros y lavanderas. En uno de ellos, el republicano, ha ganado un amplio poder el grupo extremista de derecha Tea Party. Así, el escenario de la crisis está servido…
Lo concreto es que el imperio va para atrás. Como dijo bien en la televisión pública Alfredo Zaiat, “cuando un presidente insiste en que su país sigue siendo AAA es porque ya está dejando de serlo”.
Los que critican a Obama desde posiciones de derecha, lo acusan de estar convirtiendo al país en una república bananera o países muy atrasados de África.
Los defensores del imperio, por su parte, contraatacan y afirman, como Moisés Naím, “Wall Street, el Pentágono, Hollywood, Silicon Valley, las universidades y otras fuentes de donde emana el poder norteamericano siguen sólidas” (La superioridad de EE.UU., indiscutible a pesar de todo, “La Nación”, 8/8).
Sin embargo son más las voces que hablan de un retroceso de la vieja superpotencia. Paul Krugman, Nobel de Economía y columnista del The New York Times, no tiene nada de antiimperialista. Y escribía el 17 de julio pasado que “EE.UU. no puede o no quiere bajar el desempleo”. Se preguntaba: “¿Dónde están los grandes proyectos de obras públicas? ¿Dónde están los ejércitos de trabajadores estatales? Hay medio millón de empleados del Estado menos ahora que cuando asumió Obama”.
Muchísimo más duro fue Noam Chomsky, quien en una nota titulada “Estados Unidos en decadencia”, cuestionó al capital financiero internacional. “Al triturar los restos de la democracia política, las instituciones financieras están echando las bases para hacer avanzar aún más este proceso letal… en tanto sus víctimas estén dispuestas a sufrirlo en silencio”, opinó.
Este último punto es para la polémica. Chomsky y muchos progresistas parecen creer que la población afectada va a resignarse a sufrir “en silencio”. Si piensan eso están en un error. También en EE UU puede haber una fuerte movilización social y política frente al plan de hacer pagar la crisis a los que menos tienen. En marzo pasado ya hubo huelgas y marchas en estados como Wisconsin, donde se ajustaron los salarios y negaron los convenios laborales.
Que se preparen las autoridades y banqueros estadounidenses. Si llevan adelante el ajuste salvaje que han pactado, tendrán que acostumbrarse a que de a poco la postal de Atenas se refleje en Nueva York. La protesta puede ir desde el Partenón hasta la Estatua de la Libertad, con paradas intermedias en Londres, Madrid y Roma.
https://www.alainet.org/es/articulo/151805?language=en
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