Sacerdotes de la Iglesia Católica acusados de pedofilia

No son uno ni dos: son muchos los curas pedófilos protegidos por el Vaticano

30/03/2010
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El Papa Ratzinger dirigió una carta a la grey de Irlanda pidiendo perdón por los abusos sexuales de niños por parte de curas. Pero en su Alemania natal ocurrieron muchos otros casos y el entonces obispo no dijo nada.

Los curas católicos pedófilos abundan en todo el planeta. Aunque hoy se escribe y se habla más frecuentemente de este fenómeno, es algo que existió en la Iglesia desde tiempos inmemoriales. Sólo que la jerarquía, comenzando por el Papa de turno, tapaba la noticia, pedía a las víctimas que olvidaran y cerraba la historia trasladando al abusador a otra ciudad y aún otro país. En ese nuevo destino, el pedófilo volvía a las andadas. Y vuelta a empezar con el soterramiento de los delitos.

El abuso sexual de menores y adolescentes por miembros de la Iglesia ha sido –habría que decir, es- habitual en países tan disímiles como Alemania y México, Irlanda y Brasil, Polonia y Puerto Rico, para citar algunos.

Argentina no escapa a la lista. El cura Julio César Grassi fue condenado en junio de 2009 a 15 años de prisión por abusar de un chico. Increíblemente no está preso porque se considera que su condena, apelada, no está firme.

Grassi, como si fuera inocente, puede entrar a su fundación y lugar de sus fechorías, estar con menores, dar misa y aparecer en televisión pidiendo plata para “Felices los Niños” (sic). Así lo denunció Nora Shulman, del Comité de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de los Derechos de los Niños, al hacer una presentación en Ginebra ante el Comité de Derechos del Niño en Naciones Unidas.

Los crímenes de estos personajes contra la niñez son espantosos. Algunos estudiosos consideran que tanto o más espeluznante es la impunidad que las autoridades de la Iglesia de cada país, y del Vaticano, han tendido para favorecer a los curas delincuentes. La razón es obvia: al esconder el problema, salvarían la imagen de la institución.

Con el histrionismo y superficialidad que lo caracteriza, quizás Roberto Pettinato puso el dedo en la llaga al preguntarse en “Un mundo perfecto”: “¿estos curas no han probado hacerlo con mujeres?”.

Irlanda tenía fama de ser uno de los países más católicos de Europa e hizo mucho ruido el escándalo destapado allí en 2009 y que siguió creciendo en publicidad, al punto que Ratzinger hizo pública una carta a esos fieles, el 19 de marzo pasado.

Los enfoques se centraron en un cura abusador, Brendan Smyth, cuyo caso fue silenciado por quien hoy es el cardinal primado irlandés, Sean Brady. Como en tantísimas otras experiencias, el protegido por las autoridades siguió cometiendo violaciones. Por su parte, Brady seguía ascendiendo en la pirámide jerárquica hasta llegar a la cúspide; demoró nada menos que 35 años en dar una disculpa pública, que llegó el 17 de marzo pasado. ¿Quién podrá creerle al cardenal? En Irlanda no está sólo el affaire Smyth. “Hermanos Cristianos”, la orden más acusada en el informe de Dublín de mayo de 2009, destinará 161 millones de euros para indemnizar a las víctimas. ¿Quieren sacar la noticia de los medios con plata?

El Infierno no existe

La bibliografía afirma que Brasil tiene el mayor número de católicos en el continente. Puede ser. Pero también es el “mais grande do mundo” en los abusos cometidos por sacerdotes en contra de niños que las familias dejan a su cuidado, de seminaristas, etc.

Walter Goobar, en la Revista Veintitrés, cita al periódico italiano Corriere della Sera y dice que el Vaticano sabía del desmadre paulista. “Según (la revista) lstoé, en septiembre pasado, el papa Benedicto XVI envió a Brasil una comisión para investigar las acusaciones que se multiplicaban y se encontró con una decena de sacerdotes condenados por abuso sexual, 40 fugitivos y unos 200 mandados por la Iglesia a clínicas psicológicas para ser ´reeducados´”, añadió.

Unos 1.700 hombres de sotana están siendo investigados en el gigante de Sudamérica por presuntos delitos sexuales. Uno de los aspectos más deplorables es que los curas brasileños seguían un libreto clasista: comenzaban la mayoría de sus violaciones contra niños pobres.

Uno de los acusados llegó a escribir sobre sus andanzas y “teorizó”, como para que otros sacerdotes que vinieran después que él, se nutrieran de las enseñanzas de la pedofilia clasista. “Conseguir chicos que no tengan padre y que sean pobres. Jamás involucrarse con niños ricos. Recogerlos de la calle, de las comisarías, de los hospitales de caridad”, escribió el cura.

Con esos consejos, ese delincuente trasuntaba una conciencia política determinada y un punto de vista teológico, que conviene subrayar.

Lo primero es que el delincuente de sotana no se quería enemistar con el capitalismo dependiente. “Jamás involucrarse con niños ricos”, afirma, para no tener que enfrentar denuncias penales y eventualmente la cárcel, que pueden ocurrir si familias de dinero hacen las denuncias y las sostienen en el tiempo, en los medios, ante la propia Iglesia, etc.

Esos religiosos tan desviados en lo moral saben que conviene llevarse bien con las empresas adineradas que aportan a la Iglesia, con los gobernantes y jueces, con la policía y la TV, etc.

La otra conclusión es que los sacerdotes en cuestión tienen absolutamente en claro que el Infierno no existe. Si ellos creyeran en la religión que dicen profesar, tendrían que saber que por esos delitos irían en forma directa a arder junto a Satanás. Saben que eso es fábula y en cambio sí están dispuestos a vérselas con su propia conciencia, por los pecadillos cometidos.

El Papa alemán

Los defensores de Ratzinger dicen que su carta a la feligresía irlandesa fue muy sincera y de tono durísimo, según el vocero vaticano, Federico Lombardi.

Las numerosas víctimas, en cambio, se sintieron decepcionadas porque la misiva plantea el problema como exclusivo de curas de bajo nivel y no como un asunto vaticano. También porque no se removió al cardenal Brady.

Un tramo de la carta merece polémica, pues el padre no tan santo afirma que estos problemas se originaron porque “tras el Concilio Vaticano II hubo una tendencia motivada por buenas intenciones pero equivocada, de evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares”.

Totalmente falso. Ese Concilio duró entre 1962 y  1965, y tuvo un efecto renovador y positivo en la institución. Los delitos de pedofilia venían desde el fondo de la historia y no guardan relación con el “progresismo” de los sesenta, como quiere hacer creer el Pontífice.

Por ejemplo, la comisión gubernamental irlandesa ya citada, que emitió su informe el año pasado sobre los sucesos en Dublín y otras diócesis, sostuvo que “los abusos sexuales y el maltrato físico y psicológico llegaron a ser endémicos en diferentes instituciones de asistencia social regidas por órdenes católicas a partir de finales de la década del ´30”.

En esos años ´30, dicho sea de paso, cuando surgía el nazismo en Alemania, el actual Papa militaba en las juventudes hitlerianas, un grave pecado de juventud.

A Ratzinger lo han afectado varias denuncias sobre los temas de pedofilia.

Una: que como obispo alemán permitió que el abusador Peter Hullermann permaneciera en la iglesia durante tres décadas, aún luego de ser condenado en 1986 por abusar de menores.

Dos: que hubo cien denuncias de abusos sexuales en el coro de Regensburg, Baviera, durante 39 años dirigido por su hermano mayor, Georg Ratzinger. Este dijo que no sabía nada y que sólo había pegado algunas cachetadas a los coristas “para lograr un alto nivel artístico y musical”.

Y tres: el diario The New York Times publicó hace días, en dos oportunidades, que Joseph Ratzinger no había dado curso a la denuncia llegada desde Estados Unidos contra el reverendo Joseph Murphy, que había cometido 200 violaciones contra niños sordos en una escuela de Wisconsin. Ratzinger era en 1996 el jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe y su adjunto Tarcisio Bertone, actual secretario de Estado del Vaticano. El dúo no respondió a las dos cartas-denuncias enviadas por Rembert Weakland, arzobispo de Milwaukee, Wisconsin.

La Iglesia Católica, Apostólica y Romana dice contar con 1.150 millones de fieles en todo el mundo. La difusión de tantos delitos cometidos por tantos reverendos puede impactar en una fuga de creyentes. Que la jerarquía, comenzando por el propio Papa, confiese todos sus pecados y no deje traslucir que este proceso mundial contra la pedofilia en la Iglesia podría ser un invento de los ateos o no se sabe de quién para perjudicarla.

https://www.alainet.org/es/articulo/140366?language=en
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