Fusión sindical internacional:

¿Vertical, eurocéntrica e... invisible?

31/10/2006
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

En una conferencia en Viena, a principios de noviembre de 2006, tendrá lugar la unificación de la mayoría de las principales confederaciones sindicales internacionales, y algunas nacionales, en una nueva organización.  A diferencia de anteriores lanzamientos de este tipo, éste ocurre en ausencia de un auge general de la protesta sindical global o de expresiones de autoafirmación, y sin conocimiento público.  Si bien las partes implicadas hablan de la creación de una nueva internacional sindical, la palabra “fusión” parece más apropiada.  Esto por dos razones.

En primer lugar, lo que aquí está ocurriendo representa una unificación principalmente administrativa entre dos centrales sindicales internacionales basadas en Europa occidental, y de tradición social-reformista.  Éstas son la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres/Sindicatos Mundiales (CIOSL/SM) y la Confederación Mundial del Trabajo (CMT).

Dados los serios impactos que han padecido por el neoliberalismo y la globalización -en términos tanto de membresía como financieros-, esta fusión tiene sentido desde el punto de vista gerencial. La CIOSL (1949), heredera de la tradición socialdemócrata internacional, representa el socio mayor, reivindicando unos 150 millones de afiliados.  La CMT (1968) desciende de la Federación Internacional de Sindicatos Cristianos (1920), es de inspiración social-católica, y pretende tener unos 26 millones de miembros -gran parte en América Latina-.  (La CMT exagera bárbaramente sus propias cifras de membresía.  Tiene una o dos filiales importantes en Europa Occidental, pero en el Sur, es sobre todo un gran proyecto de desarrollo de la Democracia Cristiana Oeste-Europea, sin cuyo financiamiento se derrumbaría).

Otras organizaciones internacionales involucradas, por ejemplo la Confederación Europea de Sindicatos (CES -1974) y el Comité Sindical Consultivo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (CSC 1948), son asimismo social-reformistas y basadas en Europa occidental.  La unificación involucra también a las internacionales de ramas específicas (ej. servicios públicos o agricultura) de la CIOSL y la CMT.  Algunas de ellas ya se han fusionado. No obstante, éstas más bien complican la fusión.  Las Federaciones Sindicales Internacionales asociadas con la CIOSL en la red de Sindicatos Mundiales, son mucho más antiguas que la CIOSL, y más autónomas frente a ella.  Las de la CMT son simplemente departamentos.  La CMT, por otra parte, parece ser renuente a que la fusión global o regional llegue al plano nacional.  El papel de la CES en  todo el proceso merece un énfasis, por dos motivos.  En primer lugar, proporciona un modelo explícito o implícito de un ente sindical unificado, formalmente autónomo de las centrales internacionales existentes y que desde hace mucho tiempo incluye a sindicatos nacionales, tanto de la tradición comunista como católica.  En segundo lugar, sin embargo, ella misma se encuentra subordinada a la Unión Europea, y en tanto tal, a un acuerdo social de élite, de carácter problemático.  Este tema ha sido discutido extensamente por el izquierdista, Richard Hyman, experto laboral:

Con el advenimiento de la diplomacia laboral, un modelo particular de burocratización sindical internacional se convirtió en la línea de menor resistencia.  Podemos observar, en este contexto, que la certificación -de doble filo- del trabajo como “contraparte social” dentro de las instituciones de la Unión Europea ha tenido efectos análogos: proporciona reconocimiento y recursos materiales, pero incorpora a la CES dentro de una comunidad normativa de élite, alejada de la población que pretende representar[1].

Y:

Con demasiada frecuencia, la práctica sindical oficial parece aceptar implícitamente que el internacionalismo es una preocupación de la élite, que es más seguro si la membresía no conoce demasiado sobre las políticas que quizás podrían cuestionar.  En ciertos sindicatos, es verdad que los asuntos internacionales reciben un razonable destaque en las comunicaciones y la educación internas; me temo que esto esté lejos de ser típico, si bien podría haber mayor apertura a medida que los sindicatos luchen por encontrar respuestas a la “globalización”.  De todas maneras, dado que la solidaridad internacional efectiva es imposible sin la “voluntad de actuar” por parte de los sindicalistas de base, ésta resulta inalcanzable sin una estrategia activa de los líderes y activistas sindicales para intensificar el conocimiento, la comprensión y la identificación de los intereses comunes entre países. Ello implica emprender lo que se podría denominar un “diálogo social interno”[2].

Dado que no existe una crítica sindical internacional -ni desde el Sur- del modelo de la CES, parece probable que la nueva organización reproducirá este modelo.  Además, corre el rumor que el nuevo movimiento internacional se mudará a Ginebra, ciudad que también aloja a la Organización Internacional del Trabajo (OIT).  Que se produzca o no, hay evidencias abundantes de la dependencia creciente de las confederaciones sindicales internacionales frente a esta “contraparte” del ámbito global.  La OIT es un organismo inter-estatal en el cual las instancias sindicales tienen solamente el 25 por ciento de los votos, pero que son tratados como representantes también de esa mayoría de la mano de obra mundial que no está sindicalizada, o no es sindicalizable.

La palabra fusión parece apropiada, en segundo  lugar, por analogía con el mundo corporativo contemporáneo, que involucra a las juntas directivas, mientras quienes se encuentran más abajo en la estructura jerárquica o están mal informados, son observadores pasivos o -allí donde estén más activamente preocupados e implicados- en el mejor de los casos pueden expresar algunas opiniones o tener la esperanza de que la “unidad haga la fuerza”.  En el caso de estas centrales, la fusión ha sido prácticamente invisible para los aproximadamente 176 millones de miembros que ellas dicen tener, como para la opinión pública mundial en general; e incluso para el sector progresista, que participa en el nuevo “movimiento de justicia y solidaridad global” (MJySG).  La negación de la información llega incluso al punto que un artículo sobre el tema firmado por el Secretario General Adjunto de la CIOSL fue publicado, no en el sitio Web de la CIOSL, sino en Medellín, Colombia[3].

Esta virtual invisibilidad también se reproduce en la “realidad virtual”.  Considerando el número y la calidad profesional crecientes de los sitios Web sindicales o laborales internacionales, y la facilidad de publicar en ellos, esta invisibilidad desconcierta, por decir lo menos.  ¡Ni en el sitio de la CIOSL, ni en el de los Sindicatos Mundiales, ni en el de la CMT, ha sido posible encontrar más que algunos mensajes escuetos sobre este tema que supuestamente es de importancia para decenas de millones de personas! (Esta invisibilidad se extiende incluso al sitio LabourStart, que generalmente es innovador y autónomo).  Es más, una consulta sobre esta carencia, dirigida a la oficina de prensa de la CIOSL, tuvo como único resultado una referencia de dos años atrás, ¡a una resolución de su congreso de 2004! Uno bien puede especular sobre este silencio virtual. Quizás los liderazgos son ellos mismos ambiguos sobre el proyecto, o preocupados por su éxito, o simplemente conscientes que representa una nueva forma sin un nuevo contenido.

Yo hubiese considerado hacer el viaje de dos horas en tren desde la Haya para intentar solucionar este rompecabezas.  Pero al parecer tuve suerte de encontrarme a millares de kilómetros de vuelo de Bruselas, sede de ambas centrales concernidas, cuando escribía este artículo.  Pues, es en América Latina que ha habido el mayor interés en la fusión -por lo menos en el nivel regional-. Esto podría deberse al reciente incremento de la protesta laboral y social en América Latina.  O puede ser porque es aquí que la CMT tiene cierta presencia.  Es en este sub-continente, en todo caso, que se ha expresado la mayor preocupación por el contenido político de la fusión, por la autonomía que permitirá en el plano regional y sus implicaciones a nivel nacional.  Encontré estas consideraciones en una breve recopilación producida por el Consejo Consultivo Laboral Andino[4] y publicada por la ONG laboral peruana, PLADES.  Consiste en 13 contribuciones cortas, de líderes y especialistas sindicales, nacionales, regionales e internacionales, provenientes de una amplia gama de  corrientes, incluyendo la comunista.  Está disponible en formato impreso y digital, y proporciona un modelo que lamentablemente no existe en el plano internacional, ni en otros idiomas que el castellano.

El reto más evidente para América Latina ha sido la competencia entre las organizaciones regionales de la CIOSL y la CMT.  El organismo regional de la CIOSL, la ORIT (Organización Regional Interamericana de Trabajadores, 1951), es en realidad una organización hemisférica, que incorpora a las principales centrales sindicales nacionales de EE.UU. y Canadá.  El de la CMT, la CLAT (Confederación Latinoamericana de Trabajadores), se restringe a América latina. En el pasado, la ORIT fue asociada ampliamente a lo que entonces se conocía como el “AFL-CIO-CIA”, es decir, al uso de los organismos sindicales de EE.UU. como canal para la manipulación de las centrales sindicales latinoamericanas por parte del Estado o las corporaciones estadounidenses[5].  En el pasado, la CLAT ha asumido algunas posturas radicales, a favor de la auto-gestión por los trabajadores, o la organización de los trabajadores independientes.  Pero ni la una cosa ni la otra significa que la CLAT hoy es más radical que la ORIT.  En el pasado, sus credenciales también han sido seriamente cuestionadas.  La misma ORIT recientemente se ha mostrado un tanto más activa que su organización matriz en Bruselas. Tan es así que la CIOSL no hizo caso de su Plataforma Laboral para las Américas[6], no obstante la orientación nada revolucionaria de ésta.  El radicalismo relativo de los afiliados de la CIOSL en la región aflora en sus preocupaciones por la composición de la nueva internacional y su relación con los movimientos sociales más amplios:

Debería haber una correspondencia más equilibrada entre la representación numérica y profesional en la nueva dirección, de la misma forma en relación al género y etnia.  Una central sindical jamás será realmente mundial si es dirigida apenas por hombres blancos nacidos en países industrializados.

[... ] Una de las grandes victorias que alcanzamos en el continente, fue la no implementación de la ALCA [Área de Libre Comercio de las Américas].  Este acuerdo nocivo para todos los trabajadores, principalmente para los de América Latina y El Caribe, solo fue posible debido a la lucha unitaria de las centrales sindicales de todos los países de Canadá a Argentina, por intermedio de ORIT y de la Alianza Social Continental (ASC).  Esta alianza además de ser del norte con el sur -aunque por motivos diferentes-, también incorporó una serie de movimientos sociales y ONGs y fue una gran conquista que no podemos perder[7].

Finalmente, no debemos desconocer la influencia en América Latina del Foro Social Mundial y de sus ramificaciones en la región, la mayoría de cuyas ediciones se han desarrollado en el sub-continente.  No solo el Foro ha proporcionado el escenario para algunas de las negociaciones sindicales (realizadas a puerta cerrada), sino que también  allí han surgido alternativas más holísticas a la globalización, que aquellas ofrecidas tradicionalmente por las grandes centrales sindicales internacionales.  Su participación en protestas sociales generales puede en sí mismo haber estimulado la preocupación laboral latinoamericana por el contenido o la ideología de una unificación que probablemente dará continuidad a un modelo forjado en Europa occidental durante los años del Estado de bienestar, como también de la Guerra Fría -ambos desaparecidos hace mucho tiempo-.

La Guerra Fría requiere una mención porque esta unificación excluye a la Federación Sindical Mundial (FSM), una organización que llegó a ser cada vez más comunista debido a la Guerra Fría, y que luego padeció las mismas desgracias que el bloque que la patrocinaba.  Si bien es un cascarón de lo que antes era, todavía tiene sus adeptos.  Esta adhesión es en gran parte sentimental, en cuanto no es demostrable que la FSM esté a la izquierda de la CIOSL/CMT. Como evidencia, vale considerar el consenso de Beijing[8], en el cual estuvo involucrada la FSM.  En tanto ésta todavía tiene filiales que son extensiones del Estado, en países comunistas (¿y algunos del Medio Oriente?), difícilmente puede quejarse de no ser invitada a la fiesta.

Dentro de América Latina, la FSM es en gran parte dependiente del Estado cubano y sus sindicatos.  Incluso su afiliado regional de los años 1960-80, el Congreso Permanente de Unidad Sindical de los Trabajadores de América Latina y el Caribe (CPUSTAL), todavía podría existir, pero tiene apenas una existencia esquelética.  Sin embargo, la FSM tiene afiliados nacionales en otros países en la región, y éstos, como se podía prever, son críticos de una unificación que excluya su tradición[9].  Tales preocupaciones han sido expresadas también por sindicatos orientados por el comunismo en otras partes del mundo[10].  Sin embargo, estas quejas son o bien reiteraciones de la ideología comunista tradicional, o simplemente objeciones sin aportar ningún elemento ideológico nuevo ni propuesta estratégica.  Ni la presencia ni la ausencia de los sindicatos (ex-) comunistas parece susceptible de cambiar mayormente a la nueva organización.

Al ser consultado sobre la próxima fusión, un norteamericano especialista en derechos laborales internacionales, radicado en Viena, dijo que él no sabía nada sobre la fusión, si bien expresó interés en asistir al evento.

Cuando pedí a un latinoamericano con 10 a 15 años de experiencia en el sindicalismo internacional, que pronuncie un par de frases sobre si el acontecimiento sería significativo internacionalmente para el movimiento laboral, él contestó con una palabra: “No”.

Por su parte, un veterano organizador laboral sud-asiático, actualmente implicado en la solidaridad internacional con el movimiento laboral y social, sí estaba bien enterado de la fusión inminente.  Él consideró que no tendría ningún efecto positivo en el plano regional o  nacional. La veía como una iniciativa occidental, de arriba hacia abajo, donde cualquier perspectiva de unificación local sería obstaculizada por las preocupaciones nacionales de interés propio de las direcciones, “a fin de mantener el control de sus activos, tales como edificios, y su financiamiento de proyectos del extranjero”.  Es más, argumentó que la exclusión de la FSM significaría la exclusión de importantes centrales sindicales nacionales de la región.

Por su parte, un observador europeo de gran experiencia y calificación, comentó:

¿Cuál se supone será la política de la nueva internacional? Nadie sabe...  pero me temo que puede significar un divorcio de cualquier clase de ideología explícita, aunque sospecho que no podrán evadir la ideología subconsciente, inmanente, del movimiento sindical, el cual se encuentra obligado a emprender la lucha de clases, lo desee o no, o incluso lo sepa o no.  Probablemente será formulada en lenguaje de derechos humanos.

Encontré por fin la propuesta política de la nueva internacional, junto con su nombre propuesto, en un documento escondido en el sitio Web de la Confederación Sindical Mundial[11]. Caracterizaría a esta política como un tanto más amplia, aunque apenas más radical, que una política de derechos humanos.  La caracterizo como “neo-Keynesianismo global”.  Por ello me refiero a la promoción a nivel global del viejo modelo Oeste-europeo del capitalismo de bienestar nacional.  Dos cuestionamientos inmediatos y obvios a esta propuesta son: 1) En la medida en que el Keynesianismo tuvo aciertos dentro de los Estados nación, ¿qué argumentos o evidencias (a diferenciar de esperanzas o sueños) existen que apuntan a su posible éxito en el plano global? y 2) Considerando que ni siquiera las organizaciones sindicales más poderosas han podido impedir la destrucción de este modelo en el plano nacional, ¿qué evidencia o argumento existe de que un movimiento internacional drásticamente debilitado podría establecerlo a escala global? La respuesta que sus promotores pudieran proporcionar reside, quizás, en una dependencia incluso mayor de lo que yo inicialmente anticipaba de la OIT (ella misma seriamente marginada por la globalización neoliberal).  La referencia al movimiento de justicia global, en cambio, es breve y obscura.  Dicho en otras palabras, esta nueva central internacional parece estar apelando menos a los trabajadores del mundo, a los nuevos y significativos movimientos sociales y a la sociedad civil global, que a los hipotéticos patrocinadores.

Es significativo -si bien poco prometedor- que el único análisis extenso que he podido hallar de esta unificación se encuentre en el sitio Web de una auto-aislada iniciativa internacional laboral trotskista.  Es escrito por un antiguo líder de la Force Ouvrière (fuerza obrera) francesa.  Él concluye:

Esta fusión propuesta  ha dado las espaldas a los grandes principios fundadores del internacionalismo proletario, basados en la comprensión de que la sociedad está dividida en clases sociales con intereses opuestos y contradictorios: esto es, por un lado, los explotadores del trabajo asalariado y, por otro, los explotados, obligados a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir [ ] Todos los sectores involucrados en este proyecto de unificación sindical harían bien [ ] de reflexionar, antes de lanzarse en un camino que podría conducir a un callejón sin salida, con implicaciones totalitarias[12].

La CGT francesa (ex-FSM), sin embargo, ha estado participando activamente en el proceso de unificación.

Dado el grado en el cual las centrales sindicales internacionales han sido ellas mismas infectadas, cuando no significativamente afectadas, por el movimiento de justicia global, un resultado totalitario aparece como el escenario menos imaginable.  Una orientación reformista parece más probable, si bien ésta sería escogida sin la información y el debate presente en los nuevos movimientos sociales.  El evento de fundación nos dirá más.  Varios observadores independientes estarán presentes, de quienes se puede esperar comentarios.  Pero un mayor estancamiento, desorientación y ambigüedad parece probable, hasta que o a menos que ocurra un diálogo global abierto sobre la fusión.

Pero un tal diálogo tendrá que ir más allá de la formalidad diplomática, en la cual las diversas partes que se han pronunciado (incluyendo los escépticos y los opositores) vienen operando en términos de un acuerdo de caballeros, sin mencionar las verdades dolorosas; por ejemplo, las credenciales dudosamente democráticas de muchas de sus propias filiales nacionales, los manejos financieros poco claros, y la anterior subordinación a los Estados y a los bloques en todos los niveles.

Un diálogo serio podría desencadenarse mediante la traducción y distribución, incluso después la unificación, de la compilación latinoamericana que he mencionado y utilizado.  Sin esta clase de iniciativa institucional, tendremos que mirar hacia otro lado para encontrar las fuentes de una renovación y de una unificación significativas (decisivamente en este orden) del movimiento laboral internacional.  Pero parece que, de producirse, provendrá lo más probablemente de nuevos sectores de la clase obrera, de su militancia crecientemente compartida, y se inspirará menos en la nueva organización sindical que en el movimiento de justicia y solidaridad global[13].  Es más, podemos anticipar que la forma que asumirá no será tanto la de una nueva institución sindical basada en el modelo del siglo XIX, sino la de las redes globales efectivas. (Traducción ALAI)

Nota: Expreso agradecimientos a Dan Gallin por comentarios a los bosquejos de este artículo. Por supuesto, el no tiene responsabilidad de lo que haya hecho con ellos.

Peter Waterman (Londres 1936) trabajó para la FSM en Praga, 1966-9.  En tanto académico (1972-98) se especializó en los internacionalismos laboral y otros.  Su último libro, en español, se titula ‘Los nuevos tejidos nerviosos del internacionalismo y la solidaridad’ (2006).




[1] Hyman, Richard. 2002. ‘The International Labour Movement on the Threshold of Two Centuries: Agitation, Organisation, Bureaucracy, Diplomacy’, http://www.arbarkiv.nu/pdf_wrd/Hyman_int.pdf.

[2] Hyman, Richard. 2005. ‘Trade Unions and the Politics of the European Social Model’, Economic and Industrial Democracy, Vol. 26, No. 1, pp. 9-40

[3] Oliveira, José Olivio M. 2006. ‘Nueva Central Sindical Mundial y los desafíos para el movimiento sindical de las Amèricas’, Cultura & Trabajo (Medellín), No. 68, pp. 15-17.

[4] Consejo Consultivo Laboral Andino. 2005. Reflexiones sobre la unidad internacional sindical. Lima: Consejo Consultivo Laboral Andino/Programa Laboral de Desarrollo. http://www.ccla.org.pe/publicaciones/cuadernos_integracion.php

[5] Agee, Philip. 1975. CIA Diary: Inside the Company. Harmondsworth: Penguin Books.

[6] Labour’s Platform for the Americas. 2006. http://www.gpn.org/research/orit2005/index.html

[7] Jakobsen, Kjeld. 2005. ‘La nueva central mundial: Pan y rosas?, in Consejo Consultivo Laboral Andino 2005 op.cit. Pp. 64-9.

[8] ‘Beijing Consensus: International Forum on Economic Globalization and Trade Unions’, October 11, 2004. http://www.acftu.org.cn/Consensus.htm

[9] Pancho, Valentín. 2005. ‘La utopía de la unidad sindical’, in Consejo Consultivo Laboral Andino 2005 op.cit Pp. 20-29.

[10] Majumdar, Chittabrata. 2006. ‘Problems of International TU Unity’, Working Class (New Delhi), June. http://citu.org.in/wclass_june06_a3.htm

[11] World Confederation of Labour. 2006. Final Draft Programme of the New International Trade Union Organisation (ITUC) http://www.cmt-wcl.org/cmt/ewcm.nsf/_/31A6B28E68DD82FFC12571F6006E4CDF?o...

[12] Sandri, Roger. 2005. ‘Some News on the Future “Global” Union Organisation’, ILC International Newsletter Nª. 163, pp. 3-6 http://www.eit-ilc.org/us/articles.php? Ing=en&pg=560.

[13] Waterman, Peter and Jill Timms. 2004. ‘Trade Union Internationalism and a Global Civil Society in the Making’, in Helmut Anheier, Marlies Glasius and Mary Kaldor (eds.). Global Civil Society 2004/5. London: Sage. Pp.178-202; y Waterman, Peter. 2006. ‘A Global Labour Charter Movement?’. South African Labour Bulletin. http://laborstrategies.blogs.com/global_labor_strategies/international_l...

https://www.alainet.org/es/articulo/121229?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS