Acuerdo imposible en torno al TLC
24/10/2004
- Opinión
El pasado 12 de octubre, y como parte de una jornada continental
contra el Alca y el TLC, un número sin precedentes de
colombianos llenamos las calles y las plazas de Bogotá y de las
capitales de departamento de Colombia. En el país la
movilización también rechazó el proyecto de reelección de Álvaro
Uribe Vélez y las reformas pensional y tributaria en trámite en
el Congreso. Pero a pesar de este descontento, expresado en
forma creciente desde tiempo atrás, o mejor, seguramente por
ello, el ministro de Comercio, Jorge Humberto Botero, planteó un
"Acuerdo político entre el gobierno nacional y los partidos y
movimientos políticos con representación en el Congreso de la
República sobre las negociaciones del Tratado de Libre Comercio"
con Estados Unidos. De la propuesta salen varias conclusiones.
Por fin el gobierno reconoció de manera expresa que ha venido
adelantando el más profundo cambio económico y político que se
le haya planteado a esta nación desde 1819 sin respaldo de nadie
distinto del propio uribismo representado en el poder Ejecutivo,
aunque también es notorio que entre sus propias filas aumentan
las voces que critican o se oponen al TLC. Aceptó también que ni
siquiera la supuesta "participación" del Congreso en el proceso,
de la que Botero ha alardeado tanto, ha ocurrido en realidad. Y,
como se sabe, todavía menos se ha tenido en cuenta la opinión de
las organizaciones de los trabajadores y de la inmensa mayoría
de las agrarias.
Que sólo hasta ahora se proponga un "acuerdo" en el Congreso
sobre un tratado de tal calibre, cuando faltan apenas nueve días
de negociaciones efectivas y ya sus principales lineamientos
están definidos, muestra que lo que se intenta es burlar a los
parlamentarios y a sus organizaciones políticas, aparentando que
el tratado que tienen decidido sí fue discutido con toda la
nación, y así amarrar desde ahora su ratificación en la Cámara y
el Senado.
Es bien probable que esa astucia de última hora tenga que ver
con el crecimiento de la oposición al TLC y a las mayores
concesiones del gobierno ante cada exigencia estadounidense
durante la negociación. Fueron tan graves las declaraciones del
presidente Uribe Vélez en el foro organizado por El Tiempo y
Unión Fenosa, que la Federación Nacional de Cerealeros, Fenalce,
le escribió al jefe del Estado solicitándole "una declaración
pública que rectifique las determinaciones adoptadas". Y no es
para menos. Porque ese día anunció que su gobierno había
aceptado el mantenimiento de los subsidios agropecuarios de
Estados Unidos, el desmonte del Sistema Andino de Franjas de
Precios que protege al agro nacional de las importaciones
subsidiadas y la importación sin arancel de dos y medio millones
de toneladas de maíz y uno y medio millones de toneladas de
trigo. En su reclamo, Fenalce también denunció cómo, mediante el
más descarado dumping, arruinarán a las 18 mil familias
sobrevivientes en el cultivo de trigo en Colombia, pues los
estadounidenses lo exportan a 113 dólares la tonelada a pesar de
que les cuesta 195 dólares producirlo, mientras el costo del
nacional es de 160 dólares la tonelada.
Tras su lenguaje melifluo, en el acuerdo propuesto se descubren
dos tipos de párrafos. Unos, de simple demagogia, porque en los
hechos se generarán efectos contrarios a los que se anuncian,
como el que reza que el Tratado "tendrá repercusiones económicas
y sociales importantes, especialmente en materia de desarrollo,
generación de empleo y aumento del bienestar para el pueblo
colombiano". Y otros, que ocultan lo que quieren decir, como el
dedicado a santificar los tribunales internacionales de
arbitraje que sustituirán la justicia nacional en favor de las
transnacionales, y que dice así: "Con respecto a los temas de
solución de controversias e instrumentación del TLC, Colombia
deberá velar por la negociación de normas que no sean
discriminatorias, que favorezcan las decisiones en derecho y que
permitan la resolución de disputas de manera oportuna,
transparente, equitativa y razonada, promoviendo el cumplimiento
de las obligaciones derivadas del acuerdo". ¡Qué tal la
palabrería para ocultar lo que se pretende!
Bogotá, 25 de octubre de 2004.
https://www.alainet.org/es/articulo/110760
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